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6,4
41.063
7
31 de agosto de 2015
31 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras haber creado su ópera prima ‘Phillip Morris, ¡te quiero!’, Glenn Ficarra y John Requa, quienes se conocieron en el mismo instituto de cine y que este año han saltado a la actualidad por su ‘Focus’, siguen ahondando en la comedia y esta vez haciéndolo en la variante mas común que no es otro que el de la comedia romántica. ‘Crazy, Stupid, Love’ puede parecer una película del género más, y en esencia podríamos decir que lo es, pero dejarla pasar sin más por su condición tan usual sería un tremendo error porque el nuevo film de estos directores es uno de los más estimulantes del 2011.
La historia empieza con Cal Weaver (Steve Carell), un hombre de cuarenta años, con unos hijos estupendos y una vida de lo más tranquila. Pero todo se viene abajo cuando su mujer (Julianne Moore) le confiesa que se ha acostado con otra persona y le pide el divorcio después de 25 años de matrimonio.
‘Crazy Stupid Love’ tiene prácticamente la misma premisa que el 70% de las producciones que salen cada año sobre el género, con algunas variaciones por aquí y otras por allá, pero básicamente lo mismo. Y es por eso que hay que recalcar que no estamos ante “otra más” porque detrás de su aparente ligereza, la cinta tiene un corazón tan grande como la vida misma y es impulsada a otros niveles por sus honestas pretensiones. Ficarra y Requa no reinventan nada pero cogen sus elementos y los distribuyen con acierto, creando una historia de relaciones cruzadas francamente bien construida, con algún chispazo de ingenio y con los pies en el suelo. Lo mejor que se puede decir de ‘Loco y estúpido amor’ es que por fin tenemos una comedia que se toma en serio el tema y no se aprovecha del sentimiento más humano para crear situaciones delirantes, sino que lo enaltece y lo glorifica, otorgando el protagonismo absoluto (y convirtiéndolo en hilo conductor) al amor.
Sin duda alguna, uno de los mejores aspectos y donde mejores resultados consigue el film, es el de examinar las relaciones amorosas en diferentes edades. Porque la cinta explora, analiza y representa de forma tremendamente acertada la relación de una pareja a los 40, a los 30 y en la infancia-adolescencia, dando lugar a un magnifico retrato donde las consecuencias, las inquietudes y los sentimientos de cada uno de los personajes toman el control y se apoderan de sus decisiones. La inocencia del niño, las aspiraciones mayores del adolescente, las intenciones sexuales de la entrada a la adultez y la necesidad de mantener y reinventarse para que siga fluyendo el amor en una relación matrimonial están trasladadas a la pantalla de manera excepcional, con una mirada fiel, íntima y realista de las situaciones que captan perfectamente los directores. Aquí los personajes son el centro y eje del film, distintos relatos bien ensamblados que al final terminan unificándose en uno solo, en una historia bien hilada, construida y con sentido del ritmo.
Y es que por sobre todas las cosas, estamos ante un film simpático, agradable y ligero de ver. No es una película de grandes carcajadas, que las tiene, es una película que te mantiene durante todo su metraje con una sonrisa en la boca, con una narración ágil y una alegría y naturalidad que te desborda y no puedes hacer más que contagiarte de su milagrosa jovialidad. Es divertida en su humildad, en sus honestas pretensiones y en su tono colorido y sutil, que se quedará en tu memoria por el buen sabor que deja una vez terminado el visionado. Y gran parte de su poder reside en unos personajes fantásticamente definidos y en su carismática presencia, que logran conectar con el espectador y tocar la fibra sensible. Es precisamente ahí donde esta totalmente justificado su atractivo y sólido reparto, desde un Steve Carell y Juliane Moore, que forman una pareja realmente creíble, pasando por la estupenda Emma Stone y Ryan Gosling, que conectan y forman una química francamente sorprendente, hasta Analeigh Tipton y Jonah Bobo, quienes representan perfectamente los ideales amorosos de la adolescencia y la infancia, respectivamente. Además a ellos se les une algunos nombres como Kevin Bacon, Marisa Tomei y Carrol Lynch que cumplen con solvencia en sus papeles secundarios y aportan unas bienvenidas variantes al relato que detonan las situaciones más cómicas de la película. Es todo un reparto coral que se divierte y muestran química entre todos sus integrantes.
Ademas, el film hace algunas interesantes reflexiones sobre la persona en sí: el ser uno mismo, encontrar al alma gemela a través de nuestro propio “yo” e incluso un ligero retrato de la sociedad actual a través de la conducta de las personas, en una búsqueda desesperada de encontrar placer en el físico y no en el alma. Son cuestiones ya muy trilladas pero que no por ello deja de estar bien integrada en el conjunto, proporcionándole empaque a la obra y algo más de profundidad. La dirección es más que correcta, la fotografía es buena y el estilo visual va acorde con el tono del relato en una mezcla de sencillez y viveza. Una línea que también sigue la banda sonora, cumpliendo sobradamente dentro los parámetros necesarios.
En definitiva, nos encontramos ante un film francamente entretenido y sencillo. ‘Crazy, Stupid, Love’ es un canto al amor, una ligera y agradable aventura con buenas interpretaciones y una historia que, a través de sus personajes, construyen un bonito retrato sobre las relaciones en las diferentes edades. Es honesta en sus pretensiones, humilde en su composición y divertida en su conjunto. Glenn Ficarra y John Requa realizan su mejor trabajo hasta la fecha, un film que dentro de su atractivo envoltorio esconde un pequeño corazón que late con fuerza. No es un producto redondo, pero sí muy recomendable.
Más críticas en: https://elseptimocritico.wordpress.com
La historia empieza con Cal Weaver (Steve Carell), un hombre de cuarenta años, con unos hijos estupendos y una vida de lo más tranquila. Pero todo se viene abajo cuando su mujer (Julianne Moore) le confiesa que se ha acostado con otra persona y le pide el divorcio después de 25 años de matrimonio.
‘Crazy Stupid Love’ tiene prácticamente la misma premisa que el 70% de las producciones que salen cada año sobre el género, con algunas variaciones por aquí y otras por allá, pero básicamente lo mismo. Y es por eso que hay que recalcar que no estamos ante “otra más” porque detrás de su aparente ligereza, la cinta tiene un corazón tan grande como la vida misma y es impulsada a otros niveles por sus honestas pretensiones. Ficarra y Requa no reinventan nada pero cogen sus elementos y los distribuyen con acierto, creando una historia de relaciones cruzadas francamente bien construida, con algún chispazo de ingenio y con los pies en el suelo. Lo mejor que se puede decir de ‘Loco y estúpido amor’ es que por fin tenemos una comedia que se toma en serio el tema y no se aprovecha del sentimiento más humano para crear situaciones delirantes, sino que lo enaltece y lo glorifica, otorgando el protagonismo absoluto (y convirtiéndolo en hilo conductor) al amor.
Sin duda alguna, uno de los mejores aspectos y donde mejores resultados consigue el film, es el de examinar las relaciones amorosas en diferentes edades. Porque la cinta explora, analiza y representa de forma tremendamente acertada la relación de una pareja a los 40, a los 30 y en la infancia-adolescencia, dando lugar a un magnifico retrato donde las consecuencias, las inquietudes y los sentimientos de cada uno de los personajes toman el control y se apoderan de sus decisiones. La inocencia del niño, las aspiraciones mayores del adolescente, las intenciones sexuales de la entrada a la adultez y la necesidad de mantener y reinventarse para que siga fluyendo el amor en una relación matrimonial están trasladadas a la pantalla de manera excepcional, con una mirada fiel, íntima y realista de las situaciones que captan perfectamente los directores. Aquí los personajes son el centro y eje del film, distintos relatos bien ensamblados que al final terminan unificándose en uno solo, en una historia bien hilada, construida y con sentido del ritmo.
Y es que por sobre todas las cosas, estamos ante un film simpático, agradable y ligero de ver. No es una película de grandes carcajadas, que las tiene, es una película que te mantiene durante todo su metraje con una sonrisa en la boca, con una narración ágil y una alegría y naturalidad que te desborda y no puedes hacer más que contagiarte de su milagrosa jovialidad. Es divertida en su humildad, en sus honestas pretensiones y en su tono colorido y sutil, que se quedará en tu memoria por el buen sabor que deja una vez terminado el visionado. Y gran parte de su poder reside en unos personajes fantásticamente definidos y en su carismática presencia, que logran conectar con el espectador y tocar la fibra sensible. Es precisamente ahí donde esta totalmente justificado su atractivo y sólido reparto, desde un Steve Carell y Juliane Moore, que forman una pareja realmente creíble, pasando por la estupenda Emma Stone y Ryan Gosling, que conectan y forman una química francamente sorprendente, hasta Analeigh Tipton y Jonah Bobo, quienes representan perfectamente los ideales amorosos de la adolescencia y la infancia, respectivamente. Además a ellos se les une algunos nombres como Kevin Bacon, Marisa Tomei y Carrol Lynch que cumplen con solvencia en sus papeles secundarios y aportan unas bienvenidas variantes al relato que detonan las situaciones más cómicas de la película. Es todo un reparto coral que se divierte y muestran química entre todos sus integrantes.
Ademas, el film hace algunas interesantes reflexiones sobre la persona en sí: el ser uno mismo, encontrar al alma gemela a través de nuestro propio “yo” e incluso un ligero retrato de la sociedad actual a través de la conducta de las personas, en una búsqueda desesperada de encontrar placer en el físico y no en el alma. Son cuestiones ya muy trilladas pero que no por ello deja de estar bien integrada en el conjunto, proporcionándole empaque a la obra y algo más de profundidad. La dirección es más que correcta, la fotografía es buena y el estilo visual va acorde con el tono del relato en una mezcla de sencillez y viveza. Una línea que también sigue la banda sonora, cumpliendo sobradamente dentro los parámetros necesarios.
En definitiva, nos encontramos ante un film francamente entretenido y sencillo. ‘Crazy, Stupid, Love’ es un canto al amor, una ligera y agradable aventura con buenas interpretaciones y una historia que, a través de sus personajes, construyen un bonito retrato sobre las relaciones en las diferentes edades. Es honesta en sus pretensiones, humilde en su composición y divertida en su conjunto. Glenn Ficarra y John Requa realizan su mejor trabajo hasta la fecha, un film que dentro de su atractivo envoltorio esconde un pequeño corazón que late con fuerza. No es un producto redondo, pero sí muy recomendable.
Más críticas en: https://elseptimocritico.wordpress.com

5,8
20.765
4
30 de agosto de 2015
30 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de 6 entregas lo que uno puede pensar de la saga Fast & Furious es lo bien que ha sabido evolucionar para sobrevivir, pasando de las carreras callejeras a las persecuciones y robos de bancos, hasta esta séptima entrega que abraza la acción mas palomitera. Después de dirigir la sexta película de la franquicia, Justin Lin dejó su trono a un lado y James Wan ha sido el elegido para traernos este ‘Fast and Furious 7’, que contra todo pronóstico (o no) es probablemente el más decepcionante de los últimos años de esta veterana saga.
Un año más tarde de detener al criminal Owen Shaw en Londres, Dom, Brian y compañía han decidido alejarse de las carreras y las balas para tener una vida más tranquila y dedicarse por completo a sus familias. Pero todo volverá a trastocarse cuando el hermano de su anterior enemigo, Deckard Shaw, buscará venganza para saldar la cuenta pendiente de su familia.
Evolucionar no es malo. Nunca es perjudicial renovar las claves de una franquicia desgastada para volver a levantarla de sus cenizas y traernos nuevas experiencias, siempre y cuando se haga bien y con respeto al material original. Aplaudida por la crítica y el público, ‘A todo gas 7’ venía con el sobrenombre bajo el brazo de ser la mejor de la franquicia, una franquicia irregular pero siempre con el entretenimiento por bandera, algo que en mayor o menor medida siempre ha conseguido. Pero lo cierto es que este nuevo capitulo no es ni de lejos el mejor (honor que todavía recae en la estupenda ‘Fast Five’), y ese cambio que ya se veía venir con su predecesora no termina por sentarle bien. O quizás sí, viendo el buen recibimiento. A todos nos gusta la acción desenfrenada, las piruetas imposibles y las explosiones por doquier, pero siempre dentro de un contexto que sea mínimamente coherente y una trama que de pie a todas estas cosas. En resumen, dentro de un límite y por desgracia esta vez ese límite ha sido sobrepasado y la tontería y la inverosimilitud han tomado el control de la saga.
‘Furious 7’ es todo un carrusel de escenas imposibles, inverosímiles y de personas que caen y se hacen daño o no en función de lo que el guion exija. Los coches han sido desterrados a un lugar secundario, y en vez de utilizarlos para dar lugar a situaciones frenéticas y persecuciones, son utilizados para crear momentos donde las armas y los enfrentamientos tengan su culmen después de un montón de tonterías y situaciones que pasan porque sí. No hay atisbos de lógica en este estruendoso y ruidoso espectáculo, y ni siquiera los diálogos mantienen el tipo. Es cierto que la franquicia nunca se ha caracterizado por su profundidad ni por conversaciones ingeniosas, pero siempre mantenían el tipo para producciones como esta, pero aquí abundan líneas de patetismo y de ridiculez, que te hace pensar cuantos años tiene el que ha escrito el guion.
Y esa involución que se observa en los diálogos también se traslada a la trama. Volvemos a partir de la base que ninguna de las historias y argumentos de la saga han sido de Oscar, pero una vez más esta séptima entrega vuelve a superarse. Porque a pesar de la sencillez de la que siempre ha hecho gala la franquicia, siempre se ha desarrollado de forma medianamente ágil y siendo directa en sus objetivos. Aquí asistimos a una historia que empieza fuerte, teniendo unos primeros 25-30 minutos que hacen tener buenos presagios, pero es en el momento en el que aparece el personaje de Kurt Russell y toda la subtrama detrás de él, cuando la cosa se desmorona. Porque no hay que ser un lince para darse cuenta que el único propósito de todo esto es una mera excusa para más acción, más peleas y más balas que no aporta nada y que lo único que provoca es dejar de lado a un villano que pintaba tremendamente bien gracias a un impecable y carismático Jason Statham, desaprovechando totalmente su potencial en detrimento de otra historia que no interesa a nadie. Eso sin tener en cuenta también lo desaprovechado que queda el personaje de Dwayne Johnson.
Ahora diréis, ¿por qué buscarle tantos pies al gato cuando el objetivo aquí es el entretenimiento y la diversión? Bien, aceptamos que nos creemos las locuras y nos tragamos las perlas que sueltan los protagonistas cada dos por tres y nos centramos en lo que hay que centrarse. ¿Es entretenida? A medias. La mayoría de escenas cuerpo a cuerpo cumplen francamente bien, y hay alguna que otra secuencia sobre ruedas realmente lograda, pero las escenas son tan extensas que en la mayoría de sus tramos nos encontramos con acción rutinaria y mil veces vistas (y peor hecha) que provoca altibajos en todo su metraje. No hay nada novedoso ni lo suficientemente arriesgado para que la adrenalina nos domine. Antes de llegar al clímax, lo único que uno esta pidiendo es que se acabe ya la pólvora y podamos tomarnos un respiro entre tanto ruido de motores y armamento.
Un año más tarde de detener al criminal Owen Shaw en Londres, Dom, Brian y compañía han decidido alejarse de las carreras y las balas para tener una vida más tranquila y dedicarse por completo a sus familias. Pero todo volverá a trastocarse cuando el hermano de su anterior enemigo, Deckard Shaw, buscará venganza para saldar la cuenta pendiente de su familia.
Evolucionar no es malo. Nunca es perjudicial renovar las claves de una franquicia desgastada para volver a levantarla de sus cenizas y traernos nuevas experiencias, siempre y cuando se haga bien y con respeto al material original. Aplaudida por la crítica y el público, ‘A todo gas 7’ venía con el sobrenombre bajo el brazo de ser la mejor de la franquicia, una franquicia irregular pero siempre con el entretenimiento por bandera, algo que en mayor o menor medida siempre ha conseguido. Pero lo cierto es que este nuevo capitulo no es ni de lejos el mejor (honor que todavía recae en la estupenda ‘Fast Five’), y ese cambio que ya se veía venir con su predecesora no termina por sentarle bien. O quizás sí, viendo el buen recibimiento. A todos nos gusta la acción desenfrenada, las piruetas imposibles y las explosiones por doquier, pero siempre dentro de un contexto que sea mínimamente coherente y una trama que de pie a todas estas cosas. En resumen, dentro de un límite y por desgracia esta vez ese límite ha sido sobrepasado y la tontería y la inverosimilitud han tomado el control de la saga.
‘Furious 7’ es todo un carrusel de escenas imposibles, inverosímiles y de personas que caen y se hacen daño o no en función de lo que el guion exija. Los coches han sido desterrados a un lugar secundario, y en vez de utilizarlos para dar lugar a situaciones frenéticas y persecuciones, son utilizados para crear momentos donde las armas y los enfrentamientos tengan su culmen después de un montón de tonterías y situaciones que pasan porque sí. No hay atisbos de lógica en este estruendoso y ruidoso espectáculo, y ni siquiera los diálogos mantienen el tipo. Es cierto que la franquicia nunca se ha caracterizado por su profundidad ni por conversaciones ingeniosas, pero siempre mantenían el tipo para producciones como esta, pero aquí abundan líneas de patetismo y de ridiculez, que te hace pensar cuantos años tiene el que ha escrito el guion.
Y esa involución que se observa en los diálogos también se traslada a la trama. Volvemos a partir de la base que ninguna de las historias y argumentos de la saga han sido de Oscar, pero una vez más esta séptima entrega vuelve a superarse. Porque a pesar de la sencillez de la que siempre ha hecho gala la franquicia, siempre se ha desarrollado de forma medianamente ágil y siendo directa en sus objetivos. Aquí asistimos a una historia que empieza fuerte, teniendo unos primeros 25-30 minutos que hacen tener buenos presagios, pero es en el momento en el que aparece el personaje de Kurt Russell y toda la subtrama detrás de él, cuando la cosa se desmorona. Porque no hay que ser un lince para darse cuenta que el único propósito de todo esto es una mera excusa para más acción, más peleas y más balas que no aporta nada y que lo único que provoca es dejar de lado a un villano que pintaba tremendamente bien gracias a un impecable y carismático Jason Statham, desaprovechando totalmente su potencial en detrimento de otra historia que no interesa a nadie. Eso sin tener en cuenta también lo desaprovechado que queda el personaje de Dwayne Johnson.
Ahora diréis, ¿por qué buscarle tantos pies al gato cuando el objetivo aquí es el entretenimiento y la diversión? Bien, aceptamos que nos creemos las locuras y nos tragamos las perlas que sueltan los protagonistas cada dos por tres y nos centramos en lo que hay que centrarse. ¿Es entretenida? A medias. La mayoría de escenas cuerpo a cuerpo cumplen francamente bien, y hay alguna que otra secuencia sobre ruedas realmente lograda, pero las escenas son tan extensas que en la mayoría de sus tramos nos encontramos con acción rutinaria y mil veces vistas (y peor hecha) que provoca altibajos en todo su metraje. No hay nada novedoso ni lo suficientemente arriesgado para que la adrenalina nos domine. Antes de llegar al clímax, lo único que uno esta pidiendo es que se acabe ya la pólvora y podamos tomarnos un respiro entre tanto ruido de motores y armamento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aún con todo lo dicho, ‘Furious 7’ no es un total desastre y contiene algunas cosas rescatables. La primera media hora esta muy bien llevada y el final-homenaje a Paul Walker es sin duda emotivo y uno de los mejores momentos el film; además, la escena de Abu Dabi es de las más conseguidas. El humor sigue el estilo de siempre, recayendo en el personaje de Tyrese Gibson y funcionando con eficacia. La dirección de James Wan es buena y en lineas generales la banda sonora cumple. ¿Se puede disfrutar (medianamente) del séptimo capítulo de la franquicia? Sí, siempre y cuando desconectemos el cerebro, olvidemos sus predecesoras y nos dejemos llevar como cuando nos hemos tomado alguna copa de más. Si la cinta se titulara ‘Los Vengadores callejeros’ y fuera una nueva saga en tono autoparódico de las dos franquicias, sin duda el film cumpliría con su objetivo, pero por desgracia ni es el inicio de una franquicia nueva, ni se toma a risa a sí misma. Para muchos quizás su propuesta sea suficiente, pero habiendo visto ya tantas películas que buscan lo mismo y consiguiéndolo con mejores resultados (y ya no hay que mirar a otras sagas, sino dentro de la misma), ¿de verdad no nos merecemos algo mejor?
La franquicia ha perdido el control y James Wan nos entrega el capítulo mas estúpido, inverosímil y potencialmente desaprovechado de la franquicia. ‘Fast and Furious 7’ es un entretenimiento con mucha furia y pocas neuronas, que puedes disfrutar siempre y cuando aceptes sus normas y apagues durante más de dos horas el cerebro. Es probable que los fans salgan satisfechos, que aquí un servidor sea muy rebuscado y que no haya que pedirle peras al olmo, pero esta nueva entrega rompe con los límites de lo absurdo y lo imposible. ¿Impresionante? A veces, pero sin un trasfondo aceptable todo este derroche de espectáculo carece de sentido.
Más críticas en: https://elseptimocritico.wordpress.com/
La franquicia ha perdido el control y James Wan nos entrega el capítulo mas estúpido, inverosímil y potencialmente desaprovechado de la franquicia. ‘Fast and Furious 7’ es un entretenimiento con mucha furia y pocas neuronas, que puedes disfrutar siempre y cuando aceptes sus normas y apagues durante más de dos horas el cerebro. Es probable que los fans salgan satisfechos, que aquí un servidor sea muy rebuscado y que no haya que pedirle peras al olmo, pero esta nueva entrega rompe con los límites de lo absurdo y lo imposible. ¿Impresionante? A veces, pero sin un trasfondo aceptable todo este derroche de espectáculo carece de sentido.
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7,3
61.133
8
27 de agosto de 2015
27 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de terror, no es de discriminación, no es de vampiros, no es de acoso, no es de drama… ¿Qué es la nueva película de Tomas Alfredson? Es todo eso y mucho más, porque ‘Déjame entrar’ es una obra única, magnética, cautivadora y extrañamente inquietante. Este novato director sueco, quién algunos identificaréis por dirigir ‘El Topo’ en 2014, firma aquí su carta de presentación, una cinta que se han convertido en un producto de culto, donde dos niños tan diferentes como iguales encuentran su sitio el uno en el otro.
El film cuenta el relato de Oskar, un niño de 12 años que sufre acoso en la escuela y que termina haciéndose amigo de Eli, su nueva vecina de la misma edad. El problema es que Eli no es una niña cualquiera, es un vampiro, pero a pesar de todo Oskar hará lo posible por mantener su amistad.
‘Déjame entrar’ es un milagro, un pequeño milagro tan imperfecto como estremecedor. Es un film que es muchas cosas, es conmovedor e inquietante, hipnótico y perturbador, esperanzador y desolador. Pero por encima de todo es una historia de dos almas perdidas, un relato de dos personas que se sienten rechazadas en el mundo y que gracias al poder de la amistad, consiguen reconciliar sus almas y encontrar la paz. Es un bellísimo retrato donde dos niños tan diferentes en esencia, son tan parecidos en el interior que asusta y conmueve. Alfredson adapta la novela homónima con una fuerza tan fantástica y arrolladora como su éxito en 2008, un film que remueve las entrañas, golpea en el corazón y te deja hechizado por el poder de sus imágenes.
Y es que aquí lo que menos importa son las palabras, ni siquiera la trama. Cuando los sentimientos afloran es cuando la película brilla con más intensidad, porque es en base a los personajes de Eli y Oskar sobre lo que gira el film. Nos muestran sus problemas familiares, sus problemas con el mundo y la sociedad y nos muestra como en los momentos que se juntan, todo desaparece y deja espacio a la amistad. Una amistad tan extraña como es una relación entre un vampiro y un ser humano, pero que a pesar de tener cada uno sus problemas en relación a su persona y su verdadero ser, lo cierto es que no hay mucha diferencia en sus preocupaciones. Algo que retrata fantásticamente el director en una dirección magistral, un enfoque de planos y perspectivas que busca incesantemente representar tanto la parte más íntima de los personajes como su relación con el mundo, en una puesta en escena fría y angustiosa que provoca una inquietante desolación en el espectador. Porque en esta ocasión las imágenes y la fotografía (excelente ambas) juegan un papel tan importante como sus dos protagonistas, y es lo que realmente provoca que el film vuele alto y consiga diferenciarse de las demás películas.
Otro de los grandes aciertos del film es la de tratar a la figura del vampiro de una manera realista como no se había visto en lo que llevamos de siglo. Baja al mito al suelo y profundiza en él de una forma tremendamente singular, que refuerza ese aura al tomar la decisión de representarlo en una niña de 12 años. Es un vampiro mucho más humanizado, sangriento como siempre, pero más solemne y consecuente con sus actos. Sufre, se disgusta y acepta, pero le repulsa su condición. Tomas Alfredson enaltece la figura del monstruo y le dota de profundidad a escala humana, en una fabulosa interpretación de Lina Leandersson cargada de fragilidad, fuerza y emociones, convirtiéndose en la estrella indiscutible de la cinta. Y es así, porque aunque Kåre Hedebrant cumple bastante bien en su papel de Oskar, no se encuentra a la altura de su compañera. Hay algunos personajes más que tienen presencia en la pantalla y aunque tienen unos papeles más que secundarios, sí que cumplen con solvencia, como Peter Carlberg, Per Ragnar o Ika Nord, entre otros.
Son varios los frentes que toca la cinta de Tomas Alfredson, y todos ellos están relacionados con el individuo en la sociedad. El principal por supuesto es la búsqueda del alma gemela que tenemos todos, pero temas como el acoso escolar, los problemas en la familia, la separación, la exclusión social o el ser diferente al resto están tratados de manera más que acertada, de una forma dura y seca que se apega al tono del film, provocando que el drama funcione francamente bien. Aunque si conseguimos escarbar un poquito más también nos encontraremos con referencias a las homosexualidad (casi imperceptible) y a la política, pero muy ligeramente y sin apenas presencia en el desarrollo.
Por desgracia, ‘Déjame entrar’ no está exenta de fallos y es que si bien sus virtudes son muchas y consigue imponerse en buena parte del metraje, en otro tanto hay una sensación de pesadez que es difícil de ignorar. El ritmo del film es bastante lento, lo cual no supone en su mayoría un problema ni mucho menos, al contrario, realza y deja tiempo para exhibir los logros del visionado. El problema viene en que hay momentos que se extienden demasiado, donde se nota claramente que una aceleración en el ritmo hubiera venido de perlas ya que son situaciones que son intrascendentes y provoca que haya partes que se hagan algo pesadas. Es una pena porque hay tantas escenas que resultan endiabladamente poderosas, que un mayor equilibrio en la cinta podría habernos dado algo mucho más grande, una obra maestra, pero que finalmente se queda algo corta.
Aún así, el film sueco dirigido por Alfredson es uno de los productos más especiales de los últimos tiempos. ‘Déjame entrar’ es sin duda una pequeña rareza, que basa sus fortalezas en una dirección impecable, una pareja de lo más peculiar y un torrente de emociones que conjuga la belleza con lo perturbador, en una atmósfera inquietante y conmovedora. Una pequeña joyita del cine sueco, una película de culto que nadie debería perderse y una experiencia única.
Más críticas en: https://elseptimocritico.wordpress.com
El film cuenta el relato de Oskar, un niño de 12 años que sufre acoso en la escuela y que termina haciéndose amigo de Eli, su nueva vecina de la misma edad. El problema es que Eli no es una niña cualquiera, es un vampiro, pero a pesar de todo Oskar hará lo posible por mantener su amistad.
‘Déjame entrar’ es un milagro, un pequeño milagro tan imperfecto como estremecedor. Es un film que es muchas cosas, es conmovedor e inquietante, hipnótico y perturbador, esperanzador y desolador. Pero por encima de todo es una historia de dos almas perdidas, un relato de dos personas que se sienten rechazadas en el mundo y que gracias al poder de la amistad, consiguen reconciliar sus almas y encontrar la paz. Es un bellísimo retrato donde dos niños tan diferentes en esencia, son tan parecidos en el interior que asusta y conmueve. Alfredson adapta la novela homónima con una fuerza tan fantástica y arrolladora como su éxito en 2008, un film que remueve las entrañas, golpea en el corazón y te deja hechizado por el poder de sus imágenes.
Y es que aquí lo que menos importa son las palabras, ni siquiera la trama. Cuando los sentimientos afloran es cuando la película brilla con más intensidad, porque es en base a los personajes de Eli y Oskar sobre lo que gira el film. Nos muestran sus problemas familiares, sus problemas con el mundo y la sociedad y nos muestra como en los momentos que se juntan, todo desaparece y deja espacio a la amistad. Una amistad tan extraña como es una relación entre un vampiro y un ser humano, pero que a pesar de tener cada uno sus problemas en relación a su persona y su verdadero ser, lo cierto es que no hay mucha diferencia en sus preocupaciones. Algo que retrata fantásticamente el director en una dirección magistral, un enfoque de planos y perspectivas que busca incesantemente representar tanto la parte más íntima de los personajes como su relación con el mundo, en una puesta en escena fría y angustiosa que provoca una inquietante desolación en el espectador. Porque en esta ocasión las imágenes y la fotografía (excelente ambas) juegan un papel tan importante como sus dos protagonistas, y es lo que realmente provoca que el film vuele alto y consiga diferenciarse de las demás películas.
Otro de los grandes aciertos del film es la de tratar a la figura del vampiro de una manera realista como no se había visto en lo que llevamos de siglo. Baja al mito al suelo y profundiza en él de una forma tremendamente singular, que refuerza ese aura al tomar la decisión de representarlo en una niña de 12 años. Es un vampiro mucho más humanizado, sangriento como siempre, pero más solemne y consecuente con sus actos. Sufre, se disgusta y acepta, pero le repulsa su condición. Tomas Alfredson enaltece la figura del monstruo y le dota de profundidad a escala humana, en una fabulosa interpretación de Lina Leandersson cargada de fragilidad, fuerza y emociones, convirtiéndose en la estrella indiscutible de la cinta. Y es así, porque aunque Kåre Hedebrant cumple bastante bien en su papel de Oskar, no se encuentra a la altura de su compañera. Hay algunos personajes más que tienen presencia en la pantalla y aunque tienen unos papeles más que secundarios, sí que cumplen con solvencia, como Peter Carlberg, Per Ragnar o Ika Nord, entre otros.
Son varios los frentes que toca la cinta de Tomas Alfredson, y todos ellos están relacionados con el individuo en la sociedad. El principal por supuesto es la búsqueda del alma gemela que tenemos todos, pero temas como el acoso escolar, los problemas en la familia, la separación, la exclusión social o el ser diferente al resto están tratados de manera más que acertada, de una forma dura y seca que se apega al tono del film, provocando que el drama funcione francamente bien. Aunque si conseguimos escarbar un poquito más también nos encontraremos con referencias a las homosexualidad (casi imperceptible) y a la política, pero muy ligeramente y sin apenas presencia en el desarrollo.
Por desgracia, ‘Déjame entrar’ no está exenta de fallos y es que si bien sus virtudes son muchas y consigue imponerse en buena parte del metraje, en otro tanto hay una sensación de pesadez que es difícil de ignorar. El ritmo del film es bastante lento, lo cual no supone en su mayoría un problema ni mucho menos, al contrario, realza y deja tiempo para exhibir los logros del visionado. El problema viene en que hay momentos que se extienden demasiado, donde se nota claramente que una aceleración en el ritmo hubiera venido de perlas ya que son situaciones que son intrascendentes y provoca que haya partes que se hagan algo pesadas. Es una pena porque hay tantas escenas que resultan endiabladamente poderosas, que un mayor equilibrio en la cinta podría habernos dado algo mucho más grande, una obra maestra, pero que finalmente se queda algo corta.
Aún así, el film sueco dirigido por Alfredson es uno de los productos más especiales de los últimos tiempos. ‘Déjame entrar’ es sin duda una pequeña rareza, que basa sus fortalezas en una dirección impecable, una pareja de lo más peculiar y un torrente de emociones que conjuga la belleza con lo perturbador, en una atmósfera inquietante y conmovedora. Una pequeña joyita del cine sueco, una película de culto que nadie debería perderse y una experiencia única.
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7,9
198.513
9
19 de agosto de 2015
19 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
10,3 millones de dolares fue el presupuesto que Warner Bros aporto para que ‘The Matrix’ se convirtiera en realidad. Los hermanos Wachowski, conscientes de que con eso no tenían casi ni para empezar, echaron el resto y realizaron la primera escena de la película: una Trinity embutida en cuero escapando a través de los edificios. ¿El resultado? Cheque en blanco por parte del estudio y para adelante. Así comenzó la producción de uno de los mayores films de acción y ciencia ficción que nos ha deparado el cine, y sin duda, el más influyente en el siglo XXI.
Contar a estas alturas de qué trata Matrix debería ser una tomadura de pelo, pero si todavía queda algún rezagado que no la ha visto, con mas razón para no contar de qué va. ‘The Matrix’ es uno de esos milagros que pocas veces se dan en el cine: una fascinante historia apoyada en un guion excelente, un ritmo sublime, una puesta en escena brillante, una banda sonora a la altura y unos directores que innovan y lo hacen de manera primorosa. Toda una combinación de elementos mezclado en las cantidades exactas, una virguería del cine de acción que más de 15 años después mantiene su legado de manera intachable. Porque los hermanos Wachowski pueden que hayan tenido una carrera de lo más irregular, pero el hecho de que hayan creado una cinta como la que nos ocupa, les da todo el crédito del mundo.
Gran parte del éxito de esta película de culto es gracias a su increíble historia aupada por un guion todavía mejor y una espectaculares escenas de acción que revolucionaron el género hasta nuestros días. Y aún viéndola por enésima vez en la actualidad, la cinta todavía mantiene todos sus aciertos que la elevaron al olimpo del cine. La combinación de filosofía con un mundo apocalíptico, una guerra entre hombres y maquinas, profecías, electrónica informática y toda la imaginería visual que destila cada uno de los planos e imágenes capturados por los dos hermanos, funcionan igual de bien como el primer día e incluso mejor. Porque Matrix es un film que con cada visionado descubres algo nuevo, un pequeño detalle, un diálogo que te había parecido insignificante y que de repente cobra sentido, una referencia que has pasado por alto,… y gracias a ello hace que revisionar la experiencia sea tan gratificante, mas allá del espectáculo que ofrece con sus impresionantes escenas de acción. Puede parecer que la filosofía integrada en el guion les pueda parecer a muchos simple verborrea para que todo tenga un aspecto mas “cool”, pero nada más lejos de la realidad, ya que para explicar el gran enigma de la película (¿qué es Matrix?) la filosofía es tan necesaria como ilustrativa.
Si bien el concepto y la idea que hay detrás de todo es magnífica, hay que recalcar que lo mejor es claramente el guion. Porque una vez descubierto y analizado el trasfondo del film, uno se da cuenta de que al fin y al cabo lo que es el eje tanto de este primer capitulo como de la trilogía, el hombre contra la maquina, no es demasiado original, pero es el guion (y por supuesto su mundo) lo que hace de Matrix algo tan especial. Unos diálogos tan fascinantes como engañosos, un camuflaje para taparnos la realidad ante nuestros ojos, una realidad tan sencilla de explicar como compleja en su explicación; y una estructura fantásticamente construida, de subidas y bajadas, para mostrar y dar tiempo a procesar. Es sin duda una construcción brillante, con unos personajes totalmente definidos y carismáticos, con evolución y un halo de misterio increíblemente estimulante, que supieron trasladar perfectamente a la gran pantalla en un montaje y una dirección sublimes.
El estilo visual del film fue todo un acierto, con una estética underground mezclada con toques de cyberpunk que dejó encandilados a millones de personas, que acompañaba perfectamente a los grandes momentos de la cinta, unas maravillosas escenas de acción que nunca antes se habían visto. El llamado “tiempo bala” fue todo un logro tanto para la película como para el cine, una técnica que se ha repetido mil y una veces a lo largo de todos estos años y que en cualquier película del género que se precie, es utilizada en sus momentos claves. Esta técnica, sumada a una impresionantes coreografías de artes marciales y también de intensos tiroteos, hicieron de Matrix toda una experiencia puntera y referente en el género de acción, y que todavía hoy no ha sido superada aún.
A ello hay que sumarle un reparto estelar. Un Keanu Reeves que sin ser un gran actor, le viene como anillo al dedo su personaje de Neo; un Lawrence Fishburne que aporta un misticismo y un liderazgo a su Morfeo inigualable; un Hugo Weaving que interpreta a uno de los grandes villanos que nos ha deparado el género, el agente Smith; y una Carrie-Anne Moss que se convierte también en heroína y en una mujer de armas tomar (literalmente) con su fantástica Trinity. Ademas de un conjunto de secundarios que dan la talla sobradamente como Joe Pantoliano, Gloria Foster o Marcus Chong, entre otros.
‘The Matrix’ es sin duda la película de culto por excelencia de los amantes al cine de acción. Una calificación totalmente merecida gracias a un guion brillante, unas escenas de acción atemporales y un historia tan irresistible como visualmente apabullante. Una cinta referente en el cine, que quince años mas tarde sigue deslumbrando y dejándonos nuevos detalles, y que ha sido imitada hasta la saciedad. Una obra maestra que marcó un antes y un después. Una joya irrepetible.
Contar a estas alturas de qué trata Matrix debería ser una tomadura de pelo, pero si todavía queda algún rezagado que no la ha visto, con mas razón para no contar de qué va. ‘The Matrix’ es uno de esos milagros que pocas veces se dan en el cine: una fascinante historia apoyada en un guion excelente, un ritmo sublime, una puesta en escena brillante, una banda sonora a la altura y unos directores que innovan y lo hacen de manera primorosa. Toda una combinación de elementos mezclado en las cantidades exactas, una virguería del cine de acción que más de 15 años después mantiene su legado de manera intachable. Porque los hermanos Wachowski pueden que hayan tenido una carrera de lo más irregular, pero el hecho de que hayan creado una cinta como la que nos ocupa, les da todo el crédito del mundo.
Gran parte del éxito de esta película de culto es gracias a su increíble historia aupada por un guion todavía mejor y una espectaculares escenas de acción que revolucionaron el género hasta nuestros días. Y aún viéndola por enésima vez en la actualidad, la cinta todavía mantiene todos sus aciertos que la elevaron al olimpo del cine. La combinación de filosofía con un mundo apocalíptico, una guerra entre hombres y maquinas, profecías, electrónica informática y toda la imaginería visual que destila cada uno de los planos e imágenes capturados por los dos hermanos, funcionan igual de bien como el primer día e incluso mejor. Porque Matrix es un film que con cada visionado descubres algo nuevo, un pequeño detalle, un diálogo que te había parecido insignificante y que de repente cobra sentido, una referencia que has pasado por alto,… y gracias a ello hace que revisionar la experiencia sea tan gratificante, mas allá del espectáculo que ofrece con sus impresionantes escenas de acción. Puede parecer que la filosofía integrada en el guion les pueda parecer a muchos simple verborrea para que todo tenga un aspecto mas “cool”, pero nada más lejos de la realidad, ya que para explicar el gran enigma de la película (¿qué es Matrix?) la filosofía es tan necesaria como ilustrativa.
Si bien el concepto y la idea que hay detrás de todo es magnífica, hay que recalcar que lo mejor es claramente el guion. Porque una vez descubierto y analizado el trasfondo del film, uno se da cuenta de que al fin y al cabo lo que es el eje tanto de este primer capitulo como de la trilogía, el hombre contra la maquina, no es demasiado original, pero es el guion (y por supuesto su mundo) lo que hace de Matrix algo tan especial. Unos diálogos tan fascinantes como engañosos, un camuflaje para taparnos la realidad ante nuestros ojos, una realidad tan sencilla de explicar como compleja en su explicación; y una estructura fantásticamente construida, de subidas y bajadas, para mostrar y dar tiempo a procesar. Es sin duda una construcción brillante, con unos personajes totalmente definidos y carismáticos, con evolución y un halo de misterio increíblemente estimulante, que supieron trasladar perfectamente a la gran pantalla en un montaje y una dirección sublimes.
El estilo visual del film fue todo un acierto, con una estética underground mezclada con toques de cyberpunk que dejó encandilados a millones de personas, que acompañaba perfectamente a los grandes momentos de la cinta, unas maravillosas escenas de acción que nunca antes se habían visto. El llamado “tiempo bala” fue todo un logro tanto para la película como para el cine, una técnica que se ha repetido mil y una veces a lo largo de todos estos años y que en cualquier película del género que se precie, es utilizada en sus momentos claves. Esta técnica, sumada a una impresionantes coreografías de artes marciales y también de intensos tiroteos, hicieron de Matrix toda una experiencia puntera y referente en el género de acción, y que todavía hoy no ha sido superada aún.
A ello hay que sumarle un reparto estelar. Un Keanu Reeves que sin ser un gran actor, le viene como anillo al dedo su personaje de Neo; un Lawrence Fishburne que aporta un misticismo y un liderazgo a su Morfeo inigualable; un Hugo Weaving que interpreta a uno de los grandes villanos que nos ha deparado el género, el agente Smith; y una Carrie-Anne Moss que se convierte también en heroína y en una mujer de armas tomar (literalmente) con su fantástica Trinity. Ademas de un conjunto de secundarios que dan la talla sobradamente como Joe Pantoliano, Gloria Foster o Marcus Chong, entre otros.
‘The Matrix’ es sin duda la película de culto por excelencia de los amantes al cine de acción. Una calificación totalmente merecida gracias a un guion brillante, unas escenas de acción atemporales y un historia tan irresistible como visualmente apabullante. Una cinta referente en el cine, que quince años mas tarde sigue deslumbrando y dejándonos nuevos detalles, y que ha sido imitada hasta la saciedad. Una obra maestra que marcó un antes y un después. Una joya irrepetible.
9
14 de agosto de 2015
14 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía que ser George Miller. Treinta años después de dirigir la tercera entrega de Mad Max, la cual fue recibida como la peor de la trilogía, el director australiano decidió hacer una nueva entrega a modo de secuela-reboot de su franquicia más icónica. Y tenía que ser un señor de 70 años quien llegara a Hollywood para enseñar a todos como se rueda una película de acción. Porque Mad Max: Fury Road es, por sobre todas las cosas, un grandioso espectáculo audiovisual.
¿La historia? Simple y llanamente sencilla, una mera excusa en un guion con escasos diálogos y un desarrollo inocuo, de la cual sale beneficiada una sorprendente Charlize Theron con su Imperator Furiosa, un personaje que se roba cada una de las escenas y que transmite con su mirada mucho más que con sus palabras. A su lado un Mad Max que a veces parece un co-protagonista mas que la estrella en sí, interpretado por un mas que decente Tom Hardy, con una apertura de su voz en off que pone los pelos de punta. Y para completar nos encontramos con Nicolas Hoult, cuyo personaje es el único al que se le ve evolución durante el metraje y que cumple con creces.
Y poco más. Unos personajes en busca de redención en un mundo inhóspito y apocalíptico, lleno de arena y suciedad, donde el agua y la gasolina escasea y un tirano que gobierna a un reducido grupo de supervivientes. No es necesario contar mucho mas porque lo que aquí interesa es otra cosa. No se busca una historia con moraleja (a pesar de que el final reivindica el feminismo y lo enaltece), ni personajes con un gran desarrollo, a pesar de contar la excelente Furiosa. ¿Cuál es el objetivo entonces? Pues dar al espectador un furioso espectáculo de acción, un film frenético y sin descanso, y llevar al género a otro nivel. Y George Miller lo consigue con nota.
‘Mad Max: Fury Road’ es una obra que solo los grandes pueden conseguir. Una película que es una persecución de principio a fin, que dura dos horas y aun así, te deja clavado en la butaca, sin pestañear ante lo que va sucediendo delante de tus ojos. Una fuerza arrolladora, un espectáculo visual con jaurías de vehículos, explosiones y enfrentamientos sin parangón. Un estilo visual potente que saca partido al universo de Mad Max, donde la sangre y la gasolina empapan la arena de este mundo apocalíptico. Una imaginaria visual que explota en la pantallas, con unos huéspedes dominado por la locura y el frenesí. Si la poesía se trasladara al cine, la obra de Miller sería sin duda uno de sus máximos exponentes, una oda a la guerra y a la belleza de la arena.
Es una film de obligado visionado para los amantes de la acción y los efectos especiales. Todo un orgasmo cinéfilo en una puesta en escena deslumbrante y una fotografía fantástica; en una apuesta clara para optar a los premios técnicos de la Academia. Con un ritmo endiablado, que solo se toma un respiro a la hora y cuarto de película, Fury Road hace honor a su titulo, entregándonos una salvaje aventura en el desierto liderados por Mad Max y Furiosa, una dupla atractiva y tremendamente magnética.
Y todo ello no sería posible sin una banda sonora a la altura. Una composición de melodías de lo más variada, desde solos de guitarra, tambores, y un sin fin de instrumentos que acompañan y realzan la épica de las escenas. Un conjunto musical que se cuela entre las estrellas del film, un protagonista más en una obra para sentarse, ver y disfrutar.
Pero hay que dejar claro una cosa: estamos ante un producto que lo amas o lo odias. Si eres capaz de aceptar las reglas del juego y dejarte llevar por la asombrosa montaña rusa que ha creado George Miller, disfrutarás de un cine del mas alto nivel, una experiencia asombrosa; en cambio, si buscas una buena historia, con diálogos cuidados y un guion que vaya enlazando bien las distintas escenas, quedarás decepcionado y muy posiblemente aburrido.
Espectacular, arrolladora y agotadora a partes iguales. ‘Mad Max Fury Road’ es todo un ejercicio audiovisual, una obra frenética, intensa y demoledora , con un estilo potente y una brillante parafernalia. Mírala en la pantalla más grande y con el mejor sonido que encuentres, y disfruta de una de las mejores cintas de acción que nos ha regalado el cine en mucho tiempo. Déjate llevar por su feroz fuerza y arrástrate por su potente rugido.
Mad Max regresa por todo lo alto.
Más críticas en: https://elseptimocritico.wordpress.com/
¿La historia? Simple y llanamente sencilla, una mera excusa en un guion con escasos diálogos y un desarrollo inocuo, de la cual sale beneficiada una sorprendente Charlize Theron con su Imperator Furiosa, un personaje que se roba cada una de las escenas y que transmite con su mirada mucho más que con sus palabras. A su lado un Mad Max que a veces parece un co-protagonista mas que la estrella en sí, interpretado por un mas que decente Tom Hardy, con una apertura de su voz en off que pone los pelos de punta. Y para completar nos encontramos con Nicolas Hoult, cuyo personaje es el único al que se le ve evolución durante el metraje y que cumple con creces.
Y poco más. Unos personajes en busca de redención en un mundo inhóspito y apocalíptico, lleno de arena y suciedad, donde el agua y la gasolina escasea y un tirano que gobierna a un reducido grupo de supervivientes. No es necesario contar mucho mas porque lo que aquí interesa es otra cosa. No se busca una historia con moraleja (a pesar de que el final reivindica el feminismo y lo enaltece), ni personajes con un gran desarrollo, a pesar de contar la excelente Furiosa. ¿Cuál es el objetivo entonces? Pues dar al espectador un furioso espectáculo de acción, un film frenético y sin descanso, y llevar al género a otro nivel. Y George Miller lo consigue con nota.
‘Mad Max: Fury Road’ es una obra que solo los grandes pueden conseguir. Una película que es una persecución de principio a fin, que dura dos horas y aun así, te deja clavado en la butaca, sin pestañear ante lo que va sucediendo delante de tus ojos. Una fuerza arrolladora, un espectáculo visual con jaurías de vehículos, explosiones y enfrentamientos sin parangón. Un estilo visual potente que saca partido al universo de Mad Max, donde la sangre y la gasolina empapan la arena de este mundo apocalíptico. Una imaginaria visual que explota en la pantallas, con unos huéspedes dominado por la locura y el frenesí. Si la poesía se trasladara al cine, la obra de Miller sería sin duda uno de sus máximos exponentes, una oda a la guerra y a la belleza de la arena.
Es una film de obligado visionado para los amantes de la acción y los efectos especiales. Todo un orgasmo cinéfilo en una puesta en escena deslumbrante y una fotografía fantástica; en una apuesta clara para optar a los premios técnicos de la Academia. Con un ritmo endiablado, que solo se toma un respiro a la hora y cuarto de película, Fury Road hace honor a su titulo, entregándonos una salvaje aventura en el desierto liderados por Mad Max y Furiosa, una dupla atractiva y tremendamente magnética.
Y todo ello no sería posible sin una banda sonora a la altura. Una composición de melodías de lo más variada, desde solos de guitarra, tambores, y un sin fin de instrumentos que acompañan y realzan la épica de las escenas. Un conjunto musical que se cuela entre las estrellas del film, un protagonista más en una obra para sentarse, ver y disfrutar.
Pero hay que dejar claro una cosa: estamos ante un producto que lo amas o lo odias. Si eres capaz de aceptar las reglas del juego y dejarte llevar por la asombrosa montaña rusa que ha creado George Miller, disfrutarás de un cine del mas alto nivel, una experiencia asombrosa; en cambio, si buscas una buena historia, con diálogos cuidados y un guion que vaya enlazando bien las distintas escenas, quedarás decepcionado y muy posiblemente aburrido.
Espectacular, arrolladora y agotadora a partes iguales. ‘Mad Max Fury Road’ es todo un ejercicio audiovisual, una obra frenética, intensa y demoledora , con un estilo potente y una brillante parafernalia. Mírala en la pantalla más grande y con el mejor sonido que encuentres, y disfruta de una de las mejores cintas de acción que nos ha regalado el cine en mucho tiempo. Déjate llevar por su feroz fuerza y arrástrate por su potente rugido.
Mad Max regresa por todo lo alto.
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