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6,4
10.665
8
27 de marzo de 2014
27 de marzo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el filósofo Kant, una de las características de una obra de arte (además de desinteresada, universal y necesaria) es que posee una finalidad sin fin. Es decir, el autor lo ha hecho por algo, pero no tiene un objetivo específico (como lo puede tener un vaso, unas gafas, unos zapatos, etc.). La obra de arte no sirve para “nada” en términos prácticos; la observamos y en ese juego entre la imaginación (lo que sentimos y nos evoca) y el entendimiento (conseguir aprehender el significado), reside la belleza. Es decir, toda verdadera obra de arte encierra ese misterio, nos lleva hacia algo que no conseguimos del todo captar.
Así es esta película de Ozon, tiene algo inquietante, bello, pero no conseguimos dar con la clave. La primera pregunta a la que ni nuestra imaginación ni nuestro entendimiento logran dar una respuesta es ¿por qué se prostituye? ¿Por qué se lanza de cabeza en una actividad que, al margen de la cuestión moral, tiene enormes riesgos (contraer enfermedades, caer en las redes de prostitución, topar con un psicópata…)? Isabelle parece ajena a todos estos interrogantes. El llevar una doble vida tampoco parece causarle mayor rubor. No hay nada en la película que nos dé una clave sobre los motivos. En unas declaraciones sobre la obra, Ozon afirma: “No emito mi opinión sobre este tema, solo quería mostrar lo fácil que es, para una adolescente, llegar a la prostitución gracias a las nuevas tecnologías”.
Nosotros, como espectadores podemos intentar dar una explicación: es la historia de una adolescente que explora los límites de lo prohibido, de su cuerpo, de su temor a lo desconocido (cada cliente es una aventura), de la doble vida. Es la historia de una chica que busca su poder mediante el sexo (ella ofrece un servicio y el cliente paga, es dueña de su trabajo). Es la historia de una adolescente que quiere romper con su entorno, hacer algo que nadie en su situación privilegiada haría… Podrían ser claves, pero nada nos permite profundizar en una dirección u otra.
Sin embargo, al margen de estas cuestiones de fondo, la belleza formal es cautivadora. Isabelle/Léa (Marine Vatch) nos lleva en este paseo por el filo. No podemos dejar de mirarla, aunque la verdad, sería imposible visto que aparece y todos y cada unos de los fotogramas. La fotografía es luminosa y suave.
A ver, a ver… Más cosas: hay una cuestión con las puertas; nadie toca a la puerta antes de entrar. De hecho, cada vez que alguien abre una puerta (sin tocar) se encuentra con algo inesperado: el hermano que ve a Isabelle masturbarse al principio; el padrastro que topa con ella duchándose, etc.). Otro tema: hay escenas de sexo, pero no se ve a ninguno de los personajes disfrutar. Es un sexo opaco. Otro aspecto interesante: la relación madre-hija; ese momento en que las madres quieren retener a sus hijas, pero estas ya han dado el paso, ya han creado su mundo, son adultas…
Pero dicho todo esto, volvemos a la pregunta inicial: ¿por qué se prostituye? Quizás es por lo que decía el padrastro en un momento dado: “no es de extrañar que los hombres si fijen en ella, es joven y bonita”. Explicación floja cuando no machista, etc. Y entonces caemos en la cuenta de que nos faltan claves, por mucho que Ozon invite a que cada uno saque sus propias conclusiones: “Hay múltiples razones para que Isabelle se comporte así, y cada uno puede interpretarlo como le plazca”. Ya, pero quizás es ahí donde necesitamos algo de precisión del personaje, algo que nos permita concretar un poco más lo que siente y lo que mueve al personaje, una clave para entenderla a ella, no dar una explicación desde fuera. Un diario íntimo en el que plasmara sus intimidades, una amiga en quien confiara… Incluso en las sesiones con el psicólogo no consiguen arrojar luz sobre su comportamiento. Queda entonces al final la impresión de “finalidad sin fin”, no en el sentido kantiano, sino en el sentido de intuimos que no hay un por qué.
Lo mejor:
- Ella. Impresionante. Posee una belleza sencilla, pero magnética.
- La fotografía, suave y luminosa.
Lo peor:
- Demasiada indefinición.
Así es esta película de Ozon, tiene algo inquietante, bello, pero no conseguimos dar con la clave. La primera pregunta a la que ni nuestra imaginación ni nuestro entendimiento logran dar una respuesta es ¿por qué se prostituye? ¿Por qué se lanza de cabeza en una actividad que, al margen de la cuestión moral, tiene enormes riesgos (contraer enfermedades, caer en las redes de prostitución, topar con un psicópata…)? Isabelle parece ajena a todos estos interrogantes. El llevar una doble vida tampoco parece causarle mayor rubor. No hay nada en la película que nos dé una clave sobre los motivos. En unas declaraciones sobre la obra, Ozon afirma: “No emito mi opinión sobre este tema, solo quería mostrar lo fácil que es, para una adolescente, llegar a la prostitución gracias a las nuevas tecnologías”.
Nosotros, como espectadores podemos intentar dar una explicación: es la historia de una adolescente que explora los límites de lo prohibido, de su cuerpo, de su temor a lo desconocido (cada cliente es una aventura), de la doble vida. Es la historia de una chica que busca su poder mediante el sexo (ella ofrece un servicio y el cliente paga, es dueña de su trabajo). Es la historia de una adolescente que quiere romper con su entorno, hacer algo que nadie en su situación privilegiada haría… Podrían ser claves, pero nada nos permite profundizar en una dirección u otra.
Sin embargo, al margen de estas cuestiones de fondo, la belleza formal es cautivadora. Isabelle/Léa (Marine Vatch) nos lleva en este paseo por el filo. No podemos dejar de mirarla, aunque la verdad, sería imposible visto que aparece y todos y cada unos de los fotogramas. La fotografía es luminosa y suave.
A ver, a ver… Más cosas: hay una cuestión con las puertas; nadie toca a la puerta antes de entrar. De hecho, cada vez que alguien abre una puerta (sin tocar) se encuentra con algo inesperado: el hermano que ve a Isabelle masturbarse al principio; el padrastro que topa con ella duchándose, etc.). Otro tema: hay escenas de sexo, pero no se ve a ninguno de los personajes disfrutar. Es un sexo opaco. Otro aspecto interesante: la relación madre-hija; ese momento en que las madres quieren retener a sus hijas, pero estas ya han dado el paso, ya han creado su mundo, son adultas…
Pero dicho todo esto, volvemos a la pregunta inicial: ¿por qué se prostituye? Quizás es por lo que decía el padrastro en un momento dado: “no es de extrañar que los hombres si fijen en ella, es joven y bonita”. Explicación floja cuando no machista, etc. Y entonces caemos en la cuenta de que nos faltan claves, por mucho que Ozon invite a que cada uno saque sus propias conclusiones: “Hay múltiples razones para que Isabelle se comporte así, y cada uno puede interpretarlo como le plazca”. Ya, pero quizás es ahí donde necesitamos algo de precisión del personaje, algo que nos permita concretar un poco más lo que siente y lo que mueve al personaje, una clave para entenderla a ella, no dar una explicación desde fuera. Un diario íntimo en el que plasmara sus intimidades, una amiga en quien confiara… Incluso en las sesiones con el psicólogo no consiguen arrojar luz sobre su comportamiento. Queda entonces al final la impresión de “finalidad sin fin”, no en el sentido kantiano, sino en el sentido de intuimos que no hay un por qué.
Lo mejor:
- Ella. Impresionante. Posee una belleza sencilla, pero magnética.
- La fotografía, suave y luminosa.
Lo peor:
- Demasiada indefinición.
8 de febrero de 2014
8 de febrero de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una verdadera maravilla. Una historia en varios planos para contar el drama eterno: el bien, el mal, la injusticia, la bondad, la dureza de la vida, la traición, la cobardía, el coraje…
Al principio, vemos en paralelo la vida de Paul a principios de siglo XX (Jean-Paul Belmondo) en el presidio y la vida de su mujer y su hijo en una hospedería de mala muerte.
Cambio de época, años 40. El hijo del antiguo prisionero se hace campeón de boxeo y, más adelante, transportista. En una de sus mudanzas conoce a la familia Ziman, que huye de los nazis. El viaje en el camión es la ocasión para que los acompañantes le lean a Henri Los miserables, una historia que se parece curiosamente a la suya.
La época de la ocupación alemana en Francia, durante la II Guerra mundial, es un momento en que se concentran, quizás más que en otro, los mayores actos de generosidad y los peores actos de cobardía y crueldad (denuncia a los nazis, franceses que salvan a judíos).
Colaboracionistas que se transforman en resistentes, monjas que protegen, pasadores que entregan a judíos, prisioneras que se rebelan, protectores que se vuelven crueles y mentirosos…
Las historias se siguen cruzando para crear un fresco humano, de la época y de la novela.
Actuaciones impresionantes. ¡Belmondo llora! Philippe Lyotard, rudo y campesino; Boujenah emocionante en su torpeza y emotividad, Girardot, no actúa, es, está, real, emotiva, vulnerable…
Quizás a veces quiere abarcar demasiado, demasiadas épocas (desde principios de siglo XX, Primera y Segunda guerra mundial, los nazis, el Desembarco…) Sobre todo, hay una escena hacia el final en que al mismo tiempo ocurre un anuncio inesperado para Fortin, un encuentro, la llegada de la policía, un tiroteo… todos acontecimientos de gran importancia. A la vez, los cruces y coincidencias con la obra de Hugo se acumulan. Estas “coincidencias” restan credibilidad; una pena. Aunque ciertamente el conjunto es conmovedor, mantiene ese tono emotivo de la obra literaria del novelista francés.
Es una película / libro que nos muestra lo fácil que es pasar del bien al mal y vice-versa. No hay compartimientos estancos. Desde el punto de vista moral, podemos adoptar tres actitudes en la vida: cumplir con la legalidad, lo cual no nos hace necesariamente bondadosos para con el prójimo, pero sí nos da una noción del bien y el mal; en la película, esta faceta se ve reflejada por los personajes colaboracionistas. Otra actitud posible: atenernos s a una deontología propia, que no siempre coincide con lo legal; por ejemplo, en el film, la actitud de las monjas que acogen a la pequeña Salomé. Finalmente, están aquellos que se mueven según las circunstancias, el bien es aquello que les beneficia en todo momento. En la película, los amigos de Henri, que colaboran con la Gestapo y, al final, con la Resistencia, representan este extremo. Los que simplemente se complacen en hacer el mal, por el placer de causar dolor (los Thénardier, por ejemplo), forman una categoría aparte.
Al principio, vemos en paralelo la vida de Paul a principios de siglo XX (Jean-Paul Belmondo) en el presidio y la vida de su mujer y su hijo en una hospedería de mala muerte.
Cambio de época, años 40. El hijo del antiguo prisionero se hace campeón de boxeo y, más adelante, transportista. En una de sus mudanzas conoce a la familia Ziman, que huye de los nazis. El viaje en el camión es la ocasión para que los acompañantes le lean a Henri Los miserables, una historia que se parece curiosamente a la suya.
La época de la ocupación alemana en Francia, durante la II Guerra mundial, es un momento en que se concentran, quizás más que en otro, los mayores actos de generosidad y los peores actos de cobardía y crueldad (denuncia a los nazis, franceses que salvan a judíos).
Colaboracionistas que se transforman en resistentes, monjas que protegen, pasadores que entregan a judíos, prisioneras que se rebelan, protectores que se vuelven crueles y mentirosos…
Las historias se siguen cruzando para crear un fresco humano, de la época y de la novela.
Actuaciones impresionantes. ¡Belmondo llora! Philippe Lyotard, rudo y campesino; Boujenah emocionante en su torpeza y emotividad, Girardot, no actúa, es, está, real, emotiva, vulnerable…
Quizás a veces quiere abarcar demasiado, demasiadas épocas (desde principios de siglo XX, Primera y Segunda guerra mundial, los nazis, el Desembarco…) Sobre todo, hay una escena hacia el final en que al mismo tiempo ocurre un anuncio inesperado para Fortin, un encuentro, la llegada de la policía, un tiroteo… todos acontecimientos de gran importancia. A la vez, los cruces y coincidencias con la obra de Hugo se acumulan. Estas “coincidencias” restan credibilidad; una pena. Aunque ciertamente el conjunto es conmovedor, mantiene ese tono emotivo de la obra literaria del novelista francés.
Es una película / libro que nos muestra lo fácil que es pasar del bien al mal y vice-versa. No hay compartimientos estancos. Desde el punto de vista moral, podemos adoptar tres actitudes en la vida: cumplir con la legalidad, lo cual no nos hace necesariamente bondadosos para con el prójimo, pero sí nos da una noción del bien y el mal; en la película, esta faceta se ve reflejada por los personajes colaboracionistas. Otra actitud posible: atenernos s a una deontología propia, que no siempre coincide con lo legal; por ejemplo, en el film, la actitud de las monjas que acogen a la pequeña Salomé. Finalmente, están aquellos que se mueven según las circunstancias, el bien es aquello que les beneficia en todo momento. En la película, los amigos de Henri, que colaboran con la Gestapo y, al final, con la Resistencia, representan este extremo. Los que simplemente se complacen en hacer el mal, por el placer de causar dolor (los Thénardier, por ejemplo), forman una categoría aparte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Escenas:
- Françoise (Annie Girardot) cuando intenta acercarse a Ziman. No consigue hablar, se atasca, está emocionada… dice que es una mujer, que a y lo que pide es que la toquen, quizás mañana ya no esté, que están vivos, que no pide mucho… habla a trompicones, confundida y dolida de sentirse rechazada.
En este vídeo se ve la escena de la película y el discurso en los Césars cuando le otorgan el premio a la mejor actriz de reparto en 1996:
http://monfilmculte.com/scene-culte/les-miserables-claude-lelouch-annie-girardot-touchee-grace
- Para escenas de acción, las del Desembarco, con música instrumental de fondo (¿para suavizar? ¿Para reforzar?)
- Françoise (Annie Girardot) cuando intenta acercarse a Ziman. No consigue hablar, se atasca, está emocionada… dice que es una mujer, que a y lo que pide es que la toquen, quizás mañana ya no esté, que están vivos, que no pide mucho… habla a trompicones, confundida y dolida de sentirse rechazada.
En este vídeo se ve la escena de la película y el discurso en los Césars cuando le otorgan el premio a la mejor actriz de reparto en 1996:
http://monfilmculte.com/scene-culte/les-miserables-claude-lelouch-annie-girardot-touchee-grace
- Para escenas de acción, las del Desembarco, con música instrumental de fondo (¿para suavizar? ¿Para reforzar?)

6,4
4.709
5
6 de diciembre de 2016
6 de diciembre de 2016
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
RESUMEN
Nathalie (Isabelle Huppert) enseña filosofía en una escuela. Un día su marido le anuncia que ha conocido a otra mujer. Ella tiene que rehacer su vida.
COMENTARIOS
Plana y pretenciosa. No me gusta criticar de manera radical una película, pues hay demasiado trabajo detrás como para tumbarla con una sola frase. Pero no puedo evitarlo, así es como me ha parecido.
Los símbolos son muy obvios:
• Ella es profesora de filosofía = la reflexión sobre el mundo y nuestro entorno.
• El gato se llama Pandora = el pasado (era de su madre), las desgracias (como en el mito), la mala suerte (es negro).
• La madre = el deber, el origen.
• La ruptura = la posibilidad, la libertad.
• El campo = la emancipación, la tranquilidad de pensamiento, la distancia.
• El bebé = el futuro, las posibilidades.
Isabelle Huppert: durante mucho tiempo la tuve en la parte alta del ranking de actrices. Sin embargo, llego a la conclusión que no quiere o puede cambiar de registro. Siempre es una mujer fría, distante, poco simpática y muchas veces con problemas internos y de sexualidad. En este caso, incluso llora (oh, milagro). Pero da la impresión de que son lágrimas frías. La actriz y/o de los personajes que interpreta sufren una desconexión entre cabeza, corazón y cuerpo. Por ejemplo: su marido le anuncia que la deja (no es spoiler, aparece en cualquier sinopsis); ella le hace las preguntas de rigor (¿desde cuándo?, ¿Con quién? ¿La conozco?...), a continuación se levanta del sofá. Final de la escena. Otro ejemplo: le hace mimos al niño, le canta una nana… pero no parece estar ahí, no hay calidez. Afirma que está encantada, pero nada en su cuerpo o expresión lo demuestra.
Fabien: el exalumno preferido de la profesora de filosofía. Está emprendiendo una carrera ensayística y de enseñanza. Transmite cero simpatía. La invita a su casa en el campo: conexión inexistente. Y no se entiende si el personaje es así o si el actor no sabe; tal vez en realidad no hay química entre los dos.
Escenas: por alguna razón, muchas escenas se troncan. Ejemplo: la escena anterior de la ruptura. Lo interesante habría sido ver cómo reacciona DE VERDAD, no de puntillas. O cuando la despiden de la editorial: los responsables le cuentan, ella pregunta: “¿Eso es todo?”; se levanta y sale. Otra escena que no se entiende: Ella está en el campo, se pasea con un libro… mira, observa… encuentra un sitio, se tumba, abre el libro. Fin de la escena.
Y hay saltos raros: no se sabe nada de la hija y de pronto, da a luz.
Otra pregunta: ¿cómo puede haber pasado ella 25 años con ese hombre tan carente de todo?
Más: en la sinopsis dice que Nathalie ronda los 60, en la película ella dice que a partir de los 40 la mujer no tiene futuro (o algo así). Huppert tiene un cuerpo grácil de mujer joven. Cierto es que tiene 63, pero con o sin cirugía (lo desconozco) no los aparenta. ¿Por qué no han escogido una actriz que dé mejor esa edad?
Si alguna mujer abandona por el marido quiere buscar en esta película cómo se puede sentir, no encontrará respuesta. No se sabe lo que siente (sí, dice que se siente libre, pero, de nuevo, no lo transmite). Tampoco se sabe cómo y qué sienten los hijos (que aunque ya adultos sentirán algo, digo yo). El marido tampoco se sabe por qué la deja.
La filosofía le da una pátina “intelectual” al flim, que no aporta nada.
http://www.francescaprince.com/blog/
Nathalie (Isabelle Huppert) enseña filosofía en una escuela. Un día su marido le anuncia que ha conocido a otra mujer. Ella tiene que rehacer su vida.
COMENTARIOS
Plana y pretenciosa. No me gusta criticar de manera radical una película, pues hay demasiado trabajo detrás como para tumbarla con una sola frase. Pero no puedo evitarlo, así es como me ha parecido.
Los símbolos son muy obvios:
• Ella es profesora de filosofía = la reflexión sobre el mundo y nuestro entorno.
• El gato se llama Pandora = el pasado (era de su madre), las desgracias (como en el mito), la mala suerte (es negro).
• La madre = el deber, el origen.
• La ruptura = la posibilidad, la libertad.
• El campo = la emancipación, la tranquilidad de pensamiento, la distancia.
• El bebé = el futuro, las posibilidades.
Isabelle Huppert: durante mucho tiempo la tuve en la parte alta del ranking de actrices. Sin embargo, llego a la conclusión que no quiere o puede cambiar de registro. Siempre es una mujer fría, distante, poco simpática y muchas veces con problemas internos y de sexualidad. En este caso, incluso llora (oh, milagro). Pero da la impresión de que son lágrimas frías. La actriz y/o de los personajes que interpreta sufren una desconexión entre cabeza, corazón y cuerpo. Por ejemplo: su marido le anuncia que la deja (no es spoiler, aparece en cualquier sinopsis); ella le hace las preguntas de rigor (¿desde cuándo?, ¿Con quién? ¿La conozco?...), a continuación se levanta del sofá. Final de la escena. Otro ejemplo: le hace mimos al niño, le canta una nana… pero no parece estar ahí, no hay calidez. Afirma que está encantada, pero nada en su cuerpo o expresión lo demuestra.
Fabien: el exalumno preferido de la profesora de filosofía. Está emprendiendo una carrera ensayística y de enseñanza. Transmite cero simpatía. La invita a su casa en el campo: conexión inexistente. Y no se entiende si el personaje es así o si el actor no sabe; tal vez en realidad no hay química entre los dos.
Escenas: por alguna razón, muchas escenas se troncan. Ejemplo: la escena anterior de la ruptura. Lo interesante habría sido ver cómo reacciona DE VERDAD, no de puntillas. O cuando la despiden de la editorial: los responsables le cuentan, ella pregunta: “¿Eso es todo?”; se levanta y sale. Otra escena que no se entiende: Ella está en el campo, se pasea con un libro… mira, observa… encuentra un sitio, se tumba, abre el libro. Fin de la escena.
Y hay saltos raros: no se sabe nada de la hija y de pronto, da a luz.
Otra pregunta: ¿cómo puede haber pasado ella 25 años con ese hombre tan carente de todo?
Más: en la sinopsis dice que Nathalie ronda los 60, en la película ella dice que a partir de los 40 la mujer no tiene futuro (o algo así). Huppert tiene un cuerpo grácil de mujer joven. Cierto es que tiene 63, pero con o sin cirugía (lo desconozco) no los aparenta. ¿Por qué no han escogido una actriz que dé mejor esa edad?
Si alguna mujer abandona por el marido quiere buscar en esta película cómo se puede sentir, no encontrará respuesta. No se sabe lo que siente (sí, dice que se siente libre, pero, de nuevo, no lo transmite). Tampoco se sabe cómo y qué sienten los hijos (que aunque ya adultos sentirán algo, digo yo). El marido tampoco se sabe por qué la deja.
La filosofía le da una pátina “intelectual” al flim, que no aporta nada.
http://www.francescaprince.com/blog/

5,8
122
6
6 de diciembre de 2013
6 de diciembre de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Podemos escapar del pasado? ¿Hasta qué punto el pasado forma parte de nuestra identidad? El juez a cargo del caso desde luego piensa que hacer una cruz y volver a empezar es imposible. De hecho, este magistrado –que en realidad quiere inculpar más al padre que al hijo– se parece al inspector presente en otra película de José Giovanni y protagonizada igualmente por Alain Delon (Dos hombres en la ciudad). En ese film, el inspector Goitreau (Michel Bouquet) quiere a toda costa pillar a Gino Strabiggi, un antiguo preso. A fuerza de creer en su culpabilidad, Gino terminará por delinquir de nuevo.
El título original de este largometraje es “efecto búmeran”. La teoría del autor, pues, parece clara: el pasado vuelve y en este caso, arrastra tanto a Jacques como al hijo.
Y este es otro de los temas del film: lo que un padre es capaz de hacer por el hijo. La verdad, esta historia de amor paternal no resulta del todo creíble por parte de Alain Delon; quizás por su ser él tan circunspecto en su actuación, por lo extremo de la situación (el hijo ha matado a un policía; ¿hasta qué punto un padre puede mostrarse comprensivo con una situación así?).
En cuanto al hijo, es un ser que se deja llevar, por las drogas al principio y por el padre, después. Difícil, en esas circunstancias, resistir al “mal”.
Las drogas es igualmente una de las temáticas expuestas. El daño que produce, la inconsciencia que crea en los jóvenes, la falta de escrúpulos por parte de quien vende…
Y, finalmente, la justicia. El magistrado a cargo de la instrucción se empeña en dar al chaval un castigo ejemplar; sostiene que no es posible que por ser hijo de rico cumpla menos condena que los demás. Ricos y pobres, la misma justicia para todos, viene a decir.
Es posible que parte de la trama esté inspirada en la propia vida del director, un antiguo delincuente reconvertido al cine. A riesgo de auto plagiarme, copio y pego lo que escribí en la reseña sobre Dos hombres en la ciudad acerca del autor:
José Giovanni, de verdadero nombre Joseph Damiani, es un escritor, guionista y director de origen corso. Durante la Segunda Guerra mundial estuvo cercano a los movimientos colaboracionistas; fue miembro, por ejemplo, del partido de extrema derecha de Jacques Doriot (el PPF) y colaboró en arrestos por cuenta de la Gestapo francesa.
Después del conflicto fue acusado de pertenencia a banda mafiosa y complicidad en asesinato. Condenado a muerte, su pena fue conmutada por veinte años de trabajos forzados. En su libro Le trou relata su intento de evasión. El relato llamó la atención del cineasta Jean Becker quien le propuso en 1959 adaptarla al cine. Así comenzó su acercamiento al mundo de la gran pantalla. Escribió un total de 20 novelas y 33 guiones. En los últimos años de su vida, se dedicó a visitar a presos para ayudarles en su reinserción. Respecto a su pasado (once años en prisión), declaraba que había pagado su parte y que tenía derecho al olvido y al perdón…
(Ver el artículo en Le Nouvel observateur para más datos sobre su turbio pasado:
http://bibliobs.nouvelobs.com/polar/20130911.OBS6369/jose-giovanni-n-avait-pas-choisi-la-resistance-mais-bien-la-collaboration.html).
En definitiva, muchos temas abordados, pero no con suficiente detenimiento. Como contraste, en Dos hombres en la ciudad, se sigue una historia que desemboca en una idea clara: no a la pena de muerte. Aquí, en cambio, los temas son enunciados, pero no suficientemente atados. El único hilo fuerte (me parece), a saber el amor del padre, no cuaja lo suficiente como para justificar la acción del padre que se lanza a tumba abierta…
Entretenida, con buenas intenciones.
El título original de este largometraje es “efecto búmeran”. La teoría del autor, pues, parece clara: el pasado vuelve y en este caso, arrastra tanto a Jacques como al hijo.
Y este es otro de los temas del film: lo que un padre es capaz de hacer por el hijo. La verdad, esta historia de amor paternal no resulta del todo creíble por parte de Alain Delon; quizás por su ser él tan circunspecto en su actuación, por lo extremo de la situación (el hijo ha matado a un policía; ¿hasta qué punto un padre puede mostrarse comprensivo con una situación así?).
En cuanto al hijo, es un ser que se deja llevar, por las drogas al principio y por el padre, después. Difícil, en esas circunstancias, resistir al “mal”.
Las drogas es igualmente una de las temáticas expuestas. El daño que produce, la inconsciencia que crea en los jóvenes, la falta de escrúpulos por parte de quien vende…
Y, finalmente, la justicia. El magistrado a cargo de la instrucción se empeña en dar al chaval un castigo ejemplar; sostiene que no es posible que por ser hijo de rico cumpla menos condena que los demás. Ricos y pobres, la misma justicia para todos, viene a decir.
Es posible que parte de la trama esté inspirada en la propia vida del director, un antiguo delincuente reconvertido al cine. A riesgo de auto plagiarme, copio y pego lo que escribí en la reseña sobre Dos hombres en la ciudad acerca del autor:
José Giovanni, de verdadero nombre Joseph Damiani, es un escritor, guionista y director de origen corso. Durante la Segunda Guerra mundial estuvo cercano a los movimientos colaboracionistas; fue miembro, por ejemplo, del partido de extrema derecha de Jacques Doriot (el PPF) y colaboró en arrestos por cuenta de la Gestapo francesa.
Después del conflicto fue acusado de pertenencia a banda mafiosa y complicidad en asesinato. Condenado a muerte, su pena fue conmutada por veinte años de trabajos forzados. En su libro Le trou relata su intento de evasión. El relato llamó la atención del cineasta Jean Becker quien le propuso en 1959 adaptarla al cine. Así comenzó su acercamiento al mundo de la gran pantalla. Escribió un total de 20 novelas y 33 guiones. En los últimos años de su vida, se dedicó a visitar a presos para ayudarles en su reinserción. Respecto a su pasado (once años en prisión), declaraba que había pagado su parte y que tenía derecho al olvido y al perdón…
(Ver el artículo en Le Nouvel observateur para más datos sobre su turbio pasado:
http://bibliobs.nouvelobs.com/polar/20130911.OBS6369/jose-giovanni-n-avait-pas-choisi-la-resistance-mais-bien-la-collaboration.html).
En definitiva, muchos temas abordados, pero no con suficiente detenimiento. Como contraste, en Dos hombres en la ciudad, se sigue una historia que desemboca en una idea clara: no a la pena de muerte. Aquí, en cambio, los temas son enunciados, pero no suficientemente atados. El único hilo fuerte (me parece), a saber el amor del padre, no cuaja lo suficiente como para justificar la acción del padre que se lanza a tumba abierta…
Entretenida, con buenas intenciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una escena
Curiosa la escena de la llegada del jefe a su despacho. Al principio, todo el mundo saluda al señor Batkin; cuando se sabe a través de los periódicos su pasado, se repite la escena, pero todo el mundo mira discretamente hacia otro lado cuando lo ven pasar…
Curiosa la escena de la llegada del jefe a su despacho. Al principio, todo el mundo saluda al señor Batkin; cuando se sabe a través de los periódicos su pasado, se repite la escena, pero todo el mundo mira discretamente hacia otro lado cuando lo ven pasar…
15 de noviembre de 2013
15 de noviembre de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bella frase musical que surge a lo largo de la narración. Co-guion de Jorge Semprún, basado en una novela de Drieu de la Rochelle.
La acción empieza en 1936 en Grecia.
Después, salto en el tiempo, 1945, en el momento de la Liberación y la liberación también de Santorini, encarcelado en su momento por su proximidad con fascismo; ahora vive con la hija de ella en el campo; cuenta que Margot desapereció. Fue él, el propio marido quien la animó a huir con Butros “porque hay que ir hasta el final” y, de todos modos, su matrimonio estaba roto aunque no habían tenido aún “la fuerza de separarnos”.
Y después, la acción se desarrolla en flash backs, para relatar cómo se conocieron y cómo ella le ayudó a huir, con la complicidad de su marido Ricco y la de su querido amigo Malfausse (Philippe Noiret).
Y de nuevo, salto en el tiempo, la hija de Margot y Butros recorre los lugares de su madre para conocer su historia.
El contraste entre el discurso comunista de Butros y el entorno en el que mueve el diplomático Santorini es llamativo; Margot se enamora de Butros porque es un animal exótico, una nota diferente en ese ambiente frívolo y algo decadente.
Pero es curioso porque, por mucho que se diga que Margot y Butros están enamorados, no hay ninguna química entre los dos. Solo la delicadeza y la luz de Schneider consiguen imprimir una veracidad, una cercanía. Más creíble es la (no) relación entre Malfausse (P. Noiret), enamorado platónicamente de Margot. O más veraz es el cariño que sienten Margot y Ricco, marido y mujer que se quisieron, pero que no han encontrado la fuerza de separarse y mantienen un cariño desgarrador.
MÁS
Drieu de la Rochelle nació en París en 1893. Escritor, mundano y seductor empedernido, se acercó a los movimientos dadaísta y surrealista; durante un tiempo mantuvo una fuerte amistad con Louis Aragon. En 1934 escribe Socialisme fasciste y dos años más tarde se inscribe y participa activamente en el Partido Popular Francés, de extrema derecha. Acaba elogiando la figura de Hitler en público y durante la Ocupación alemana defiende la Colaboración. Ello no le impidió buscar la liberación de autores arrestados como Sartre. Tras la Liberación, rechazó el exilio y los escondites que sus amigos le ofrecieron (entre ellos, André Malraux). Consiguió suicidarse al cabo de dos intentos fallidos.
La acción empieza en 1936 en Grecia.
Después, salto en el tiempo, 1945, en el momento de la Liberación y la liberación también de Santorini, encarcelado en su momento por su proximidad con fascismo; ahora vive con la hija de ella en el campo; cuenta que Margot desapereció. Fue él, el propio marido quien la animó a huir con Butros “porque hay que ir hasta el final” y, de todos modos, su matrimonio estaba roto aunque no habían tenido aún “la fuerza de separarnos”.
Y después, la acción se desarrolla en flash backs, para relatar cómo se conocieron y cómo ella le ayudó a huir, con la complicidad de su marido Ricco y la de su querido amigo Malfausse (Philippe Noiret).
Y de nuevo, salto en el tiempo, la hija de Margot y Butros recorre los lugares de su madre para conocer su historia.
El contraste entre el discurso comunista de Butros y el entorno en el que mueve el diplomático Santorini es llamativo; Margot se enamora de Butros porque es un animal exótico, una nota diferente en ese ambiente frívolo y algo decadente.
Pero es curioso porque, por mucho que se diga que Margot y Butros están enamorados, no hay ninguna química entre los dos. Solo la delicadeza y la luz de Schneider consiguen imprimir una veracidad, una cercanía. Más creíble es la (no) relación entre Malfausse (P. Noiret), enamorado platónicamente de Margot. O más veraz es el cariño que sienten Margot y Ricco, marido y mujer que se quisieron, pero que no han encontrado la fuerza de separarse y mantienen un cariño desgarrador.
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Drieu de la Rochelle nació en París en 1893. Escritor, mundano y seductor empedernido, se acercó a los movimientos dadaísta y surrealista; durante un tiempo mantuvo una fuerte amistad con Louis Aragon. En 1934 escribe Socialisme fasciste y dos años más tarde se inscribe y participa activamente en el Partido Popular Francés, de extrema derecha. Acaba elogiando la figura de Hitler en público y durante la Ocupación alemana defiende la Colaboración. Ello no le impidió buscar la liberación de autores arrestados como Sartre. Tras la Liberación, rechazó el exilio y los escondites que sus amigos le ofrecieron (entre ellos, André Malraux). Consiguió suicidarse al cabo de dos intentos fallidos.
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spoiler:
No es exactamente una historia de amor (pues no es creíble) ni un relato político (de una época). Tampoco es un relato sobre choque de ideologías (el comunismo vs. la burguesía/aristrocia)). Es una mezcla de todo esto. Pero me parece que lo más logrado es el retrato de esos amores frustrados, de Ricco y Malfausse hacia Margot.
Lo más:
- La luz, el sonido de los grillos, el paisaje. La música.
- El retrato de esos amores frustrados, de Ricco y Malfausse hacia Margot.
Lo menos:
- La historia se alarga y pierde ritmo.
- ¿Adónde quiere llegar? ¿Por qué esta historia?
- La falta de química en la pareja Butros/Margot.
Lo más:
- La luz, el sonido de los grillos, el paisaje. La música.
- El retrato de esos amores frustrados, de Ricco y Malfausse hacia Margot.
Lo menos:
- La historia se alarga y pierde ritmo.
- ¿Adónde quiere llegar? ¿Por qué esta historia?
- La falta de química en la pareja Butros/Margot.
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