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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de febrero de 2015 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de “El ángel de la calle” (1928) de Frank Borzage es pasar a la sección de curiosidades de los Oscar. La película que obtuvo nominaciones en dos ediciones distintas de los premios o la actriz (Janet Gaynor) que ganó el máximo galardón por tres películas a la vez (dos de ellas de Borzage).

De lo que no cabe duda es que Frank Borzage (pronunciado [bor’zagui]) fue uno de los directores más influyentes de la Fox en los años 20 y 30. Acostumbrado a trabajar con los mismos actores, nos presenta en esta película una revisión de su más conocida “El séptimo cielo” (1927), de nuevo con Janet Gaynor y Charles Farrell como pareja protagonista.

El público conectará rápidamente con Angela (Janet Gaynor), ese ángel obligado a ponerse una máscara ante el mundo hostil que la acosa. Y aunque la puerta de su corazón esté cerrada, Gino (Charles Farrell) se asomará y saltará por la ventana para pintar el verdadero rostro de su musa. Reunir la imagen del cuadro con la de Angela es el motor de la película: la primera parte es Angela quien no se cree reflejada por esa imagen, y la segunda es Gino quién ha perdido la fe en su modelo. El cuadro representa su amor, que se inicia cuando Gino lo pinta, comienza a perderse cuando lo venden y se redime cuando vuelven a abrazarse bajo un altar.

No solo el cuadro, también las ventanas son un motivo recurrente a lo largo del film. Desde la ventana de su casa Angela ve a las prostitutas y decide intentar ganar dinero para la enfermedad de su madre, y desde la misma ventana indiscreta es uno de estos “ángeles de la calle” quien visita a Gino en su soledad y precipita su caída. Otro de los motifs es curiosamente el sonido. En un año en el que la transición al cine sonoro se palpaba en los grandes estudios, los personajes declaran su amor a través de silbidos (la sincronización del audio de la época aún dejaba mucho que desear). Y personajes como el jefe de policía cuentan con su propio leitmotif, algo que mimetizaría luego Prokófiev en su famoso cuento sinfónico “Pedro y el lobo”.

La ausencia de diálogo hablado en la película beneficia un producto limpio de ruido, embellece la película con imágenes y explota al máximo la expresión física de los actores. Además, Borzage utiliza elementos más cercanos al expresionismo alemán para potenciar la visualidad de la película, tales como el uso intenso de la luz en la escena de Angela con su madre, o la puesta en escena de las escenas en el cuartel y la cárcel.

La puesta en escena y el decorado es a veces teatral. En ningún momento sentimos que nos hallemos en Nápoles, con sus calles estrechas y sus gentes deambulando cada plaza. Se trata, más bien, de una abstracción de la ciudad en la mente del director. Una abstracción del mundo, a veces hostil, que se verá superado al final de la película por el amor de los personajes. El romance transciende la realidad y, sin embargo, no son los actores quienes pecan de sentimentalismo, sino el público. Será inevitable gritar mentalmente “¡que se besen!” cuando Gino pinta el cuadro o cuando se reencuentran en la iglesia, y sin embargo no se muestra.

El melodrama y la pobreza como argumentos del film sí es algo que nos acerca a Italia y a lo que desembocaría en el neorrealismo italiano. Y desde Rossellini hasta De Sica se pueden sentir identificados en esos gestos juntando las puntas de los dedos de Janet Gaynor. Lo más cercano a un “acento italiano” en una película muda.
5 de septiembre de 2012 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la vida uno no siempre sabe por qué hace las cosas, o no de manera racional. Una vida perfecta, trabajo fijo, mujer y un hijo adoptivo en camino, pueden no ser exactamente lo que uno necesita para respirar. “Todos tenemos un plan” intenta reflejar esa irracionalidad, esa necesidad de huida, de asumir una nueva identidad gracias a una serendipia. Aunque el precio sea muy alto.

Es duro encontrar que los caminos se separan, y que cada uno seguirá su camino según el plan pre-establecido, sus objetivos o sus instintos. La directora consigue seguir el suyo por medio de cuidadas elipsis que agilizan la historia podándola hasta su esencia. Y por medio del lenguaje no verbal de un equipo de actores estupendos: destacando Sofía Gala, Javier Godino y Soledad Villamil. Si bien en “la última de Viggo Mortensen” el artista quizá esté siendo encasillado por su cara de eterno sufridor.

La nueva vida que adopta el protagonista nos traslada de la bulliciosa Buenos Aires al isleño delta del Tigre. Una distancia de 40 km por la tierra de lo racional, pero en otro universo paralelo en cuanto a forma de vida. (Y algunos se preguntarán, ¿entonces qué parte de la película está rodada en Alicante? Los interiores del departamento en Capital Federal. Bienvenidos al mundo de la co-producción.)

Una espectadora a mi lado preguntaba también “¿Cómo ha podido poner a un señor tan malo, y con esas ideas, y siempre con la Biblia en la mano?”. Bueno, todos somos responsables de querer lo que queremos, de elegir nuestro plan; y aunque nos neguemos a elegir un camino, esa misma acción es ya una elección.
17 de enero de 2011 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La idea es muy original, el guion no es malo, hay interpretaciones sobresalientes* (ver spoiler) y buen humor. Pero no acaba de convencer. Cualquier director español de comedia fácil debería verla para subir su moral y ver que los americanos también hacen malas imitaciones al cine típicamente español.

Tiene puntos que la salvan de ser un bodrio infumable, pero no de que te quedes con la sensación de que has perdido tu tiempo mientras te venden la historia de un calzonazos que en 10 años conviviendo con una tía despampanante nunca la ha mirado con los ojos con que la ves tú. Nunca, hasta que se acuestan juntos en una película porno para poder pagarse el alquiler. Ya, seguro... Aún hasta ahí no está mal, como cuando pruebas el chocolate de un bombón relleno. Te das cuenta de que en toda la película parece que la única opción para que el amor llegue y/o dure (o lo que es lo mismo: se acabe), es ser un pusilánime sometido a la chica con la que te casaste al acabar los estudios, o bien declarar tu amor puro y eterno a la chica que te gusta dieciséis millones antes de que ella te corresponda, e incluso, por qué no, cambiar tu apellido tras el matrimonio (¡atención al detalle en la escena extra entre los títulos de crédito!). Acabas de morder el relleno: naranja amarga confitada. Y ese es el sabor que te quedará en los labios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*Recordaré la escena a cámara lenta en la que Zack y Miri se miran mientras él se va con Stacey a la habitación como una de las más expresivas que he visto, realmente consiguen que el sentimiento salga de la pantalla.
20 de noviembre de 2010 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un juego de inteligencia”. Sin duda el título llamará la atención de los curiosos, aunque quizá sólo los más filósofos se atrevan a encarar los 130 min una vez leído el argumento. Algo absolutamente recomendable.

Un productor de la televisión alemana, desengañado violentamente de que el éxito de sus programas se sustenta en la decadencia intelectual de la sociedad, decide cambiar. Lamentablemente no encuentra el apoyo de sus amorales compañeros de negocios y cae de bruces ante una audiencia aborregada. Desesperado intenta su utópico propósito con un peculiar equipo y métodos menos ortodoxos.

La película nos deja con unas cuantas ideas valiosísimas:

Huelga decir aquí que los programas del corazón, telenovelas y reality shows, más allá de entretener las mentes de los telespectadores, las adormecen. Probablemente, esta sea una de tantas frases e ideas tan manidas que han perdido su todo sentido e impacto. Desafortunadamente. Un ámbito que quienes programan las parrillas televisivas dominan tan bien como el principio de vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.”. No es casualidad que fuera uno de los 11 principios sobre educación popular y propaganda de Adolf Hitler.

Otra idea interesante es que la televisión garantiza la estabilidad del sistema socio-económico, pues es capaz de controlar desde el consumo –y así en cierta medida las necesidades sociales– hasta las preocupaciones en que se distrae nuestro cerebro. ¿Alarmante, verdad? Tan alarmante como actual, pues la creatividad e ingenio de los publicistas arman cada vez mejor a empresas que no dudan en bombardear en forma de anuncios la psico-sociología estudiada acudiendo cada vez más a instintos primitivos junto con elaboradas falacias.

Finalmente, y quizá lo más importante, la grey social se acomoda a lo que tiene. Si es alimentada con morbo, sensacionalismo y escándalo, y no conoce otra alternativa, acabará por admirarlo y someterse a “dos anuncios y volvemos” para continuar el aleccionamiento. Si el camino se nos presenta fácil, no se buscarán nuevos senderos, quizá peligrosos e incontrolados. Por fortuna, o por desgracia de saber que existe y no lo hacemos, el ciclo inverso también es practicable y “la televisión” no tiene por qué rimar con “la nueva religión”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Siendo honestos con la película, hay algo que la despega de ser una intachable lección ética. Y es que ¿el fin justifica los medios? Particularizando, ¿está justificado falsear los índices de audiencia, por lo que unos pocos piensan que es el bien común? ¿O acaso esto es algo dictatorial, tan reprochable como aquello que se pretende combatir?
19 de julio de 2013 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que leí el título de “Sexmission”, pensé que sería una broma o una película de Russ Meyer. Pero tras este título se oculta, según muchos, la mejor película polaca de la historia.

En el momento de su estreno, Juliusz Machulski era solo un prometedor director que había debutado en el Festival de Cine de Polonia (“Vabank”, 1981). El sindicato “Solidaridad” era también joven, y la República Popular de Polonia estaba próxima a lo que sería su fin en las revoluciones de 1989. Pero además de la Guerra Fría, eran los tiempos de las Guerras Feministas por el sexo, en América, con toda la polémica asociada a la pornografía. Y en 1984, (¡precisamente en 1984!, como si de un homenaje a Orwell se tratara), Machulski realiza una película de ciencia-ficción.

Dos hombres despiertan tras una larga hibernación en un mundo en el que solo quedan mujeres. Y ven trocada su idea de paraíso terrenal por la de un futuro post-apocalíptico. El desgarbado Jerzy Stuhr hace estupenda pareja con un modesto Olgierd Lukaszewicz, y con la pluscuam-bella Bozena Stryjkówna. Los dos hombres tratarán de vulnerar la seguridad (y estabilidad) de un mundo habitado (y controlado) por mujeres con un exacerbado (y mal entendido) feminismo. La película se desarrolla en clave de comedia, por supuesto, que es el lenguaje que entiende el pueblo. Mas arrolla contra sendos paradigmas totalitarios, mostrando que cualquier colectivo que solo se mira el ombligo, tenderá necesariamente a venerar la “pureza” y generar fobias ante lo desconocido.
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