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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
16 de octubre de 2021
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León ha hecho una película muy pedagógica. Y lo digo porque estoy convencido de que debería ser de obligatorio visionado para los alumnos de primer curso de cualquier carrera de empresariales que se precie de este país. Con un único objetivo, de carácter deontológico: aprender cómo no debe relacionarse ni actuar un empresario con sus empleados en el desempeño de su función, bajo ningún concepto. El cineasta le da la vuelta al calcetín para pasar de "Los lunes al sol" a "El buen patrón", dándonos una nueva visión del escenario laboral de esta España tan necesitada. Y en la última película Javier Bardem -inmensa interpretación- encarna a un empresario, al que se llama patrón para incidir en el caciquismo arcaico tan propio del país; de esos que, bajo la apariencia de benefactor bienintencionado, de amigo de sus trabajadores, sus siervos y vasallos, padre, hermano, consejero y confesor a la vez, se aprovecha de ellos para exprimirlos en beneficio de sus intereses y de su empresa. Un embustero, un farsante y un cretino que llega a creerse hasta sus propias mentiras; y que ni siquiera repara en abusar de sus jóvenes y guapas becarias como si tal cosa cuando le atraen y le va la marcha. Muy hermano y amigo, pero que a las mal dadas es capaz de invertir los términos para considerarte un demonio; hay de ti cuando caes en desgracia y ya no eres productivo para la empresa o un lastre para ella, por el motivo que sea, qué más da. La empresa ante todo, la que es de todos y para todos, esa gran familia... Capitalismo de lobo con piel de oveja. Parece mentira que en pleno siglo XXI continúen existiendo empresarios de esa calaña, y lo que es más triste, empleados que se crean la patraña y se presten al juego que impone el farsante. Y ocurre: que fulanito tiene problemas..., pues nada hombre, allí está su patrón para llevarlo a cenar a un buen restaurante, agasajarlo a todo tren, aconsejarle como un padre, porque lo es de verdad, o un hermano, porque lo es de verdad, o eso dice, llevarlo de putas si es necesario, y cargarle las pilas para que vuelva a darlo todo por la empresa. ¿Y los problemas personales? Pero si eso importaba un bledo desde el principio..., toda la preocupación era una farsa, y así continuará siendo. Y también sucede: que le gusta una joven becaria al servicio de la empresa..., pues se le pone un piso y se le regala todo lo que sea necesario para conquistarla y consumar el capricho; y si no, otro más para la lista del Me Too. Una pieza de cuidado este patrón fabricante de balanzas, siempre a la búsqueda del equilibrio, disfrazado de jefe y ciudadano ejemplar. Tanto es así que el bienhechor hasta tiene en nómina a un antiguo empleado de su padre, un exquisito Celso Bugallo, habitual de las películas de León, para que le haga cualquier trabajo y trabajillo; dejándose su vejez en los infiernos de la fábrica; esa fábrica de la gran familia. Impresionante el plano final sostenido de la película, que cada cual lo interprete como quiera; a saber lo que vino a la cabeza de cada espectador durante la espera. He explicado cómo es la figura de un buen patrón, pero no he desvelado nada de la trama ni de la historia. Eso ya lo dejo para el espectador, como es natural. Estoy diciendo tonterías yo ahora, y es que todo se pega...

Así es el patrón de "El buen patrón". Pero a este energúmeno, que bien podría pasar, con otra historia y talante, por el señorito de Juan Diego en "Los Santos Inocentes", lo convierte Fernando León en un personaje que, con esa humanidad aparente e interesada, puede llegar hasta hacer sonreír al espectador, consiguiendo su simpatía si se descuida. Claro que la película, como acostumbra a ser el cine del director, está tratada en clave de comedia ácida, y este tratamiento puede dar más pie a ello. Y repito, en todo caso con un Javier Bardem extraordinario, como ya lo estuviera en "Los lunes al sol". Yo diría que, utilizando rasgos que caracterizan al protagonista de las dos películas, su picaresca, petulancia y ocurrencia, y su total cara dura, el industrial de la nueva tiene algo de aquel parado de la antigua. A mí me lo pareció así en ocasiones, o quiza fueran amagos de los recursos interpretativos de Bardem. El resto del reparto está fantástico, Manolo Solo, Celso Bugallo, Fernando Albizu, Almudena Amor, Sonia Almarcha..., hasta mi admirado Francesc Orella en su corta aparición (uno de los grandes actores de este país, al que espero que algún día le ofrezcan un gran papel en el cine; su mérito en el teatro y en televisión está más que contrastado). Por otro lado, la película tiene una buena factura, clásica y al servicio de la historia sin nada destacable en su puesta en escena, bien narrada. Y cuenta con una música muy acertada y bien utilizada de Zeltia Montes.

De nuevo Jaume Roures con Mediapro coproduce a Fernando León, un binomio que, como mínimo no deja de sorprenderme una vez más. Pero así funciona el mecenazgo, los intereses y o el dinero.

Dice Fernando León de Aranoa: "En la sociedad actual imperan el miedo, la jerarquía y el vasallaje".
26 de julio de 2021
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haber esperado unos días por el capricho del señor del yate de los Renoir, y controlando mucho mi reloj, finalmente pude ver la película. Me pareció un buen documento de los hechos que se sucedieron en la matanza acaecida en la antigua URSS, el 2 de junio de 1962, en la ciudad de Novocherkassk. Cómo podía el aparato represor del estado soviético consentir semejante paradoja: una revuelta proletaria desde dentro del propio sistema comunista (?). Y acabó como acaban estas cosas en los regímenes totalitarios, que no distingue de colores en sus represalías: llevándose a todo cristo por delante con el fin de borrar el suceso. Eso no había pasado. El film también plantea las dudas y contradicciones que el acontecimiento plantea en miembros intermedios del régimen, tanto a nivel político en comités, como en el seno de la KGB; y ya no digamos en viejos revolucionarios que saben de qué va la historia, que pone de manifiesto la desigualdad de los supuestos camaradas.

El director se aplica poniendo todo su arte cinematográfico en una puesta en escena en blanco y negro de lo más elaborada. Rigurosamente cuidada, diría yo. Rodada en formato cuadrado, las imágenes realzan el blanco y negro tan bien fotografiado. Planos fijos al más puro estilo clásico, si bien con una composición más moderna, tanto en la coreografía de los elementos, como en la distancia focal en primeros y segundos términos (enfoque-desenfoque).

No obstante, debo decir que los personajes que sufren la rebelión, los protagonistas de la película, responden con excesivo estoicismo a la angustiosa y dramática situación que les ha tocado vivir. Así percibí yo las conductas y emociones que se reflejan en sus rostros, desprovistos del natural sufrimiento personal que cabría esperar, que no se transmite al espectador porque está ausente. Me pregunto si lo quiso así el director para subrayar la dosis del elevado conformismo de las gentes del país; si no lo supe apreciar yo durante la proyección; o si se huyó del dramatismo para no caer en el sentimentalismo exagerado, en cuyo caso se le fue la mano al director.

Un documento cinematográfico interesante, diría yo.
15 de septiembre de 2018 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haberme planteado que el uso del blanco y negro, la voz en off, la naturalidad del tratamiento visual, y la historia centrada en el amor, el sexo y la infidelidad, me transportaban a la Nouvelle Vague, he dudado entre el homenaje, el anacronismo y la pretenciosidad para justificar el viaje. Sin embargo, no me he decantado por ninguna de esas ideas. Y me digo que no lo he hecho porque mi planteamiento debe ser erróneo. En realidad, solo debería decir que la película me ha resultado interesante, reflexiva y sencilla. Y creo que es decir mucho para lo poco que sentí en la butaca durante la proyección, muy poca emoción me digo ahora.
24 de septiembre de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha sorprendido gratamente la ópera prima de Raúl Arévalo, actor prolífico del cine español actual. El hecho de que desde hace ya bastantes años estuviera inmerso en el mundillo cinematográfico, no daba pie a pensar que dominara su lenguaje y narración con tanta destreza. Y es que en "Tarde para la ira" así lo demuestra, habiendo culminado con éxito un proyecto que arrastraba durante largo tiempo, pudiéndose aplicar aquello de que nunca es tarde si la dicha es buena. Rodeado de gente cercana a él en la profesión, tanto a nivel artístico como técnico, Arévalo ha conseguido rodar una película en la que, si bien a priori, podría pensarse que nos está mostrando una simple historia de venganza personal, que en el fondo constituye el eje central de la trama, hay que ir más allá para analizar el cómo nos la muestra para reconocer su mérito. Es más, pienso que la película tiene mayor valía por su envoltorio que por su contenido. Uno quizá percibe al verla que su coguionista y director ha tenido mayor interés en retratar un barrio, que bien podría ser el que fue suyo, que conoce a la perfección, el de la perifería de una gran ciudad, con todos los arquetipos que conviven en el mismo, personajes de bar de chinos, aunque aquí los dueños no lo sean, currantes de verdad y de mentira, conductas gruesas, algún quinqui que otro, y sordidez heredada de generaciones de pobreza y supervivencia, que sin embargo conviven hoy con televisores de cincuenta pulgadas, eso sí, con malas cartas, exentas de convencionalismos, exquisiteces y apariencia, aunque se muestren felices y contentos, y en muchos casos por qué tenía que ser de otra manera, no me voy a poner ahora en plan clasista o elitista... Esto es lo que nos enseña Raúl Arévalo en su película, costumbrismo urbano marginal diría yo, en el que se mueve como un pez en el agua, quizá por su procedencia y sus pasadas vivencias en Móstoles. Y en cómo nos lo enseña es donde creo que radica el mérito del film, en su tratamiento visual y en su atmósfera, utilizando una imagen sucia y con mucho grano que realza el realismo de personajes y localizaciones... desde partidas de mus en un bar impersonal con tapas grasientas, poblado de problemas y seres humanos en conflicto, fracaso y humildad de fábrica malpagada, de un casticismo que deambula por el mal gusto... hasta un gimnasio poblado de una fauna estrafalaria que vive al margen del buen gusto y se ríe de él... machos con mucho músculo y poco seso. Retrato realista y sórdido de personas que conviven en estos barrios vulgares y pobres de dinero y espíritu, donde hay que cavar piedra para salir, y que también son caldo de cultivo, como en este caso, de violencia y delincuencia. Antonio de la Torre, Luis Callejo y Ruth Díaz encarnan los personajes centrales de la historia en sus respectivos papeles, que por cierto, les van como anillo al dedo, sobre todo a los dos primeros, amén de su brillante interpretación -Ruth Díaz ha sido recientemente premiada en Venecia-. No obstante lo dicho, me pareció asistir a la proyección de ese entramado vistoso sin acabar de meterme en él, o dicho de otra forma, pude identificarme con un cliente del bar en el que en parte transcurre la historia, pero no con sus protagonistas, perdiendo algo de interés en ella, quizá porque existe una excelente descripción de personas, lugares y comportamientos, pero no una sólida historia detrás que sustente todo eso y que te estire de la butaca; demasiada frialdad y un guion que anuda mejor las subtramas y lo secundario, que el argumento central y lo principal. No obstante, el guion goza de puntos de inflexión y sorpresa interesantes, máximo cuando asistimos a un suspenso en el acontecer de la trama, que discurre con buen ritmo narrativo. Con todo, me parece soberbio el trabajo de Raúl Arévalo y su equipo en esta ópera prima, que me gustó y valoré en mayúsculas, a pesar de no haber conectado enteramente con ella. Quizá sea por lo que dije antes, que se pone más el acento en el envoltorio que en el caramelo, y que se trata de una primera película, excelente película, no se puede pedir más.
14 de agosto de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha estrenado durante este mes de agosto en nuestras pantallas, como si de una película infantil se tratara, o una más de relleno de las que abundan con estos calores, la última película de Zhang Yimou, "Regreso a Casa", producción de 2014; y de una forma u otra, problemas de distribución y retrasos en los que no entraré, le doy la bienvenida con mayor énfasis si cabe en este período de sequía estival. El film nos plantea una dificultosa historia de amor que transcurre durante los años del pleno apogeo de la Revolución Cultural China (1966 - 1976), y con posterioridad a la misma, si es que realmente acabó entonces. Se abre el film con el ensayo de una obra de danza en la que interviene la hija de la pareja protagonista, que encarna la musa del cine chino y del propio director, Gong Li, y un excelente Chen Daoming. En ese ensayo podemos atisbar ya, de la mano de la hija del matrimonio, interpretada por la actriz Zhang Huiwen, el peso de la dureza, disciplina e intransigencia impuesta por Mao durante ese teórico decenio, que sumió al pueblo chino en un trauma todavía por cicatrizar, un lastre que se ha ido perdiendo con las nuevas generaciones. Basta observar ese ensayo, que ejercitan jovencitas de marcialidad acusada con fusil en mano, para darnos cuenta de que estamos en pleno combate abierto contra "El lago de los cisnes", por poner un ejemplo, o con cualquier otra creación artística o reacción intelectual representativa de las sociedades y culturas burguesas, vividas como el anticristo de la dictadura implantada por Mao y sus partidarios, entre los que bien podría hallarse la bailarina Dan Dan, hija de los protagonistas, que enturbia el regreso a casa de su padre cuando escapa de su encarcelamiento, víctima de la represión revolucionaria, impidiéndole también el acercamiento a su madre, profesora como su marido huido, contribuyendo de forma definitiva a su captura; lo denuncia para conseguir bailar, o desfilar, en la obra con la que confraterniza inmersa en el adoctrinamiento maoísta que no le perdonará ser hija de un traidor, relegándola así a un papel que ella no deseaba, quizá el primer desencanto de la joven con el sistema, que proyecta sin embargo contra su padre culpabilizándolo más por su desgracia: una parábola muy bien tratada, quizá toda la película lo sea.
La historia de amor, dulce y emotiva, comienza para el espectador cuando finalmente se produce la liberación del profesor y este regresa a casa junto a su mujer, la cual padece entonces de amnesia. A partir de este punto, el director nos muestra la dolorosa imposibilidad de ambos protagonistas por compartir su amor a causa de la enfermedad mental de la mujer. Las tretas enternecedoras que utiliza el marido por acercarse a su pareja, y la respuesta enfermiza de esta se convierten en el nudo de la película, retratando así de forma conmovedora la frustración afectiva recíproca que sienten ambos personajes. Asimismo, la joven bailarina deja de serlo y sufre una transformación que la acerca a sus padres a la vez que la aleja del partido, incidiendo en el fracaso de la revolución y en el deterioro del pueblo chino que sufrió sus negativos efectos.
Me he alargado antes en lo que, en el fondo, sería tan solo la presentación de la película, sin revelar nada determinante para el espectador, porque en la secuencia tratada y en ese escueto planteamiento inicial pienso que se sustenta el nudo y desenlace de toda la película, de cuya trama poco he explicado, mejor vivirla emocionado en la butaca del cine.
El tratamiento narrativo se caracteriza por la sutileza y delicadeza del cine más intimista de buena parte de la obra de Yimou, y diría yo que del cine oriental en general, en el que el ritmo sosegado se convierte en poesía entrelazada de imágenes, palabras y sonidos que captan al espectador susurrándole; la música minimalista de piano contribuye a ello en algunas secuencias. La fotografía es pulcra y cuidadosa, cálida y acertada en cada plano, madura en definitiva.
Ha regresado Zhan Yimou con su cine adulto, clásico y humano, poesía en movimiento como suele decirse en ocasiones, de esa que tanta falta hace.
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