Interesante debut en el largometraje de la realizadora Prano Bailey-Bond. Enmarcada en la convulsa Inglaterra thatcheriana de los años 80 cuando muchos de sus habitantes canalizaban sus frustraciones y la violencia, no siempre contenida, en el fenómeno hooligan o con el boom semi-clandestino del cine gore en VHS.

La ambientación de dicha época, más allá de algunas imágenes de archivo, es notable. La propuesta, pese a su sordidez de principio a fin no deja de ser interesante y atrapa, pese a la crudeza de lo expuesto.

Es una curiosa mezcla de géneros, bien balanceados todos ellos, que van desde el terror puro que ofrece la violencia descarnada y el peligro de ser víctima de ella, el drama latente e imperecedero por un trágico suceso familiar aún sin cerrar y la profunda crítica sobre el impacto mental de los contenidos sádicos al alcance de las pantallas de cada hogar. En definitiva, la alienación e insensibilización del ser humano a través de la violencia, convirtiéndolos incluso en adictos de la misma, siempre buscando algo aún más brutal y transgresor que la anterior dosis.
A todo ello ayudan unos colores apagados y una premeditada escasa luminosidad tanto en interiores como exteriores, como la gris vida de los protagonistas y la sociedad de entonces, como lo tenebroso del mundo en el que decide adentrarse el personaje principal.

Entiendo perfectamente que a muchos espectadores "Censor" les haya parecido lenta o desagradable en exceso. Es de ese tipo de películas como "Henry, retrato de un asesino", "Ocurrió cerca de su casa" o "El video de Benny" las cuales yo mismo no desearía verla dos veces, sin embargo considero que sí ha de verse al menos en una ocasión aunque fuera a modo de reflexionar sobre el asunto.

Otra más de zombis, y es que ya las tenemos de todos los colores y casi sabores.

Corea del Sur revolucionó el subgénero terrorífico zombie con la justamente alabada "Tren a Busan".
Después llegaría la esperada secuela, "Península", la cual no estaba mal del todo pero carecía de la solidez y el impacto novedoso de la primera.

Ahora, auspiciada por la plataforma Netflix (poseedora de ese ambicioso empeño en hacer una gran producción con cuatro céntimos y fórmulas harto manoseadas) se nos presenta el inevitable giro teenager a la eterna pandemia zombie, proponiendo encerrar a un chico y una chica curiosamente de edades idénticas en sus departamentos. Cupido no descansa ni entre hordas de zombies.

Reconozco que la peli tiene alguna que otra pincelada curiosa, no me atrevería a tildarla de novedosa, pero cae en los occidentalizados lugares comunes de todas estas producciones.

Así pues, bordea la fina línea que separa entretener o por contra aburrir, en mi caso fue más bien esto último. Será porque me he visto muchas películas de epidemias, será porque ya el filón está estallado por los aires más que explotado.
Será porque en los últimos años no paran de rodarse films de este corte, se ve que salen baratos y dejan un significativo taquillaje.
Será porque en plena sexta ola del COVID-19 uno ya está más que saturado de pandemias, mutaciones de virus, zombis y decadencias sociales varias.

Contaba yo con referencias positivas (y no precisamente provenientes de adolescentes) acerca de esta película juvenil alemana, así que me decidí a verla.
Lo cierto es que me ha resultado simple y aburrida y tratándose de cine europeo (a priori le presupongo más profundidad que la comedia comercial americana) me ha decepcionado aún más. Así que avanzado el metraje me he preguntado "¿qué aporta esta película?", si ni siquiera me ha entretenido lo suficiente "¿qué he conseguido aprender de ella?" y no he encontrado respuesta.

Al margen de la tan manoseada aventura de marginados, en este caso un niño con una familia claramente disfuncional y un recién llegado con problemas de integración con sus compañeros de clase, la radiografía social queda patente siendo aún así bastante light para lo que podría haber dado de sí.

La práctica totalidad de la película transcurre entre barbaridades al volante y poco más. No hay que buscar viajes iniciáticos por ningún lado y como canto a la amistad me parece muy floja, porque digo yo que no vale cualquier amigo para cubrir la soledad, habrá que quedarse con las buenas compañías.
Y es que a eso voy. ¿Se pretenden justificar conductas delictivas sólo porque las perpetren renacuajos faltos de cariño en sus vidas? Yo personalmente no lo apruebo y de ahí, y de lo poco productivo que saqué de verla, va mi nota final.

Esta "Noche de paz, noche de muerte" siglo XXI entretiene y se deja ver, punto. Y eso, sin ser mucho, no es poco para una película de terror del (ya no tan) nuevo siglo y milenio.

Más que un remake, del que simplemente toma dos guiños contados, ya adelanto que uno de ellos es el inolvidable relacionado con ciertas astas en la pared, diría que este nuevo Bad Santa viene a ser como la secuela que la peli de 1984 mereció y nunca tuvo. En su lugar, padeció una infame ristra de subproductos que, salvo la deplorable segunda parte, no tenían siquiera que ver con la temática navideña.

La dosis gore aquí presente es más que generosa, algo chocante con el cine de terror de nuestros días, otro punto que evoca al género en los años 80.
Para la presente ocasión, el asesino en serie toma fuerzas de Michael Myers y de Jason a la vez. El bodycount es notable, como también acostumbraban a cifrar las secuelas de las anteriormente mencionadas "Halloween" y "Viernes 13"

Poco más que añadir sin caer en el spoiler. No es una maravilla, como tampoco lo fue la original. Sin embargo, no decepcionará a los seguidores de los slashers de siempre.

Felices fiestas a todos y los mejores deseos para el año entrante.

De entrada reconoceré que a mi parecer "No profanar el sueño de los muertos" es la joya del fantaterror ibérico de su época, por encima incluso de otras dos pelis de las que guardo, al igual que esta que ahora comento, una muy buena opinión además de unos entrañables recuerdos. Desvelo ya que me estoy refiriendo a "Pánico en el Transiberiano" de Eugenio Martín y "La noche del terror ciego" de Amando de Ossorio.
Sí, no me he olvidado de nuestro internacional Paul Naschy, pero es que más allá de proporcionar divertimento de consumo masivo, al señor Jacinto no le encontré nunca un grado de rigor en su forma de hacer terror. Perdone mi blasfemia su extensa legión de fans.

A la insólita y por momentos brillante incursión de Jorge Grau en los terrenos del terror se le suele colgar la etiqueta de remake de "La noche de los muertos vivientes" de George A. Romero. Craso y fácil error. Si bien es innegable que esa obra maestra del género influyó decisivamente a cientos de producciones posteriores, incluyéndose también la presente, "No profanar el sueño de los muertos" goza de propia entidad y aporta nuevos aspectos a esta clase de films. No se limita a ser una copia barata y olvidable.

Tienes sus fallos, pero no son demasiados y no en pocas ocasiones nos da la sensación de estar viendo una película de la Hammer. Y es que creo que el estilo de hacer cine de la emblemática productora inglesa fue igualmente una fuente de inspiración para Grau y su equipo técnico. Basta mencionar que hasta se rodó en suelo británico.

Sigue siendo tan entretenida como en el momento de su estreno, disparándose especialmente la acción en una frenética recta final (con sorpresita) a partir de una escena que me pareció tan acertada como pavorosa y que dejo para la zona spoiler.