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6,5
1.900
6
22 de mayo de 2016
22 de mayo de 2016
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida da muchas vueltas, y, por lo visto, todas son malas. Las películas pueden ser buenas, y, visto lo visto, tener partes malas o regulares que, a pesar de todo, no terminan de empeorar el conjunto.
Debo decir, antes de empezar, que no soy el espectador ideal para los triángulos amorosos algo dramáticos, ni aunque estén contados con sobriedad, ni aunque escondan grandes o pequeñas críticas a la Sociedad o a la Economía, ni aunque estén llenos de poesía y de imágenes que muestran más de lo que hay en apariencia. No soy fan de esta clase de cintas porque me cuesta creer que la felicidad dependa de otra persona que no sea uno mismo y porque, aunque entienda que haya gente que viva de esa forma y hasta le cueste superar ciertas vivencias… dos hostias os daba.
— Primera parte:
En el año 1999, tres amigos, que lo son desde la infancia (aparentemente), no son tan amigos a nuestros ojos. Después de escuchar a Pet Shop Boys y esa canción suya que todavía se puede oír en un montón de campos de fútbol, uno se cuestiona ciertas cosas a lo largo de 45 minutos: ¿la amistad entre hombres y mujeres existe? Se ve que sólo hasta que uno de los dos quiere tener algo más. ¿Si la amistad se rompe así de fácil, era amistad? Lo importante es poder tener gente con quien salir a tomar algo. ¿El amor se mide por el nivel de los regalos que se dan? En un principio sí, pero luego el tiempo dirá qué valor nuevo le das. ¿Y qué pasa con el dinero? ¿Será que el dinero no da la felicidad, pero te puedes comprar una familia con él?
Más tarde, según avanzaba esta primera parte, varias dudas nuevas se pasearon de nuevo por mi mente, a saber: tres amigos, ¿dónde?; pero, ¿por qué? Nadie te obliga; madre mía, aquí el que no corre vuela; leches, bailar en la discoteca es lo más; que me cambien el título de la película por El dinero mueve montañas.
Ah, pero seamos pacientes, que también puede ser una crítica a la occidentalización de China o al capitalismo salvaje y a las ansias de pillar dinero a toda costa en la vida. Hay que esperar todavía dos partes más para saberlo con certeza.
— Segunda parte:
Acaba el drama, empieza el melodrama, ¿o será al revés? Es al revés. Las cosas cambian y los personajes también, poco a poco. Los tres amigos, que no lo parecían y que, de hecho, se querían cepillar —en plan romántico— a la amiga que equilibraba el triángulo, más que otra cosa, han hecho sus vidas y a lo tonto han pasado 15 años desde que les dejamos en la primera parte.
Esta parte, la más destacada y la mejor de las tres, nos permite apreciar más a fondo a cada personaje y su entorno, las nuevas consecuencias de sus actos pasados y sobre todo del paso del tiempo y de lo que ha estado pasando en su país, donde el capitalismo sigue en aumento, al igual que la corrupción.
— Tercera parte:
No sabría decir si esta parte es mejor o peor que la primera, lo que está claro es que el desequilibrio y la irregularidad son una constante durante las dos horas de metraje. Aun así, esta parte al menos no necesita de una sinopsis que nos diga qué ha pasado antes para darlo por hecho cuando ocurre lo que tiene que ocurrir. Eso sí, de nuevo el mensaje queda claro y su reiteración no hace más que, eso, reiterarse y ser repetitiva. Roza la moraleja y la moralina y nos aleja de la historia de los tres amigos protagonistas.
— Final:
Y de repente se da una escena final sencilla y hasta fuera de lugar, y te vas a casa con buen sabor de boca y a la vez algo triste o melancólico por todo lo visto. Luego lo piensas un poco más y dices: la vida da muchas vueltas, y es posible que todas sean malas, pero es lo que hay y se hace frente como se pueda.
… En fin, no toméis el cine como referente para aprender de la vida o para calibrarla, o acabará por dejaros secuelas bastante negativas y sin ganas de vivir… A mí, por ejemplo, ahora mismo me apetecen unas empanadillas chinas.
Debo decir, antes de empezar, que no soy el espectador ideal para los triángulos amorosos algo dramáticos, ni aunque estén contados con sobriedad, ni aunque escondan grandes o pequeñas críticas a la Sociedad o a la Economía, ni aunque estén llenos de poesía y de imágenes que muestran más de lo que hay en apariencia. No soy fan de esta clase de cintas porque me cuesta creer que la felicidad dependa de otra persona que no sea uno mismo y porque, aunque entienda que haya gente que viva de esa forma y hasta le cueste superar ciertas vivencias… dos hostias os daba.
— Primera parte:
En el año 1999, tres amigos, que lo son desde la infancia (aparentemente), no son tan amigos a nuestros ojos. Después de escuchar a Pet Shop Boys y esa canción suya que todavía se puede oír en un montón de campos de fútbol, uno se cuestiona ciertas cosas a lo largo de 45 minutos: ¿la amistad entre hombres y mujeres existe? Se ve que sólo hasta que uno de los dos quiere tener algo más. ¿Si la amistad se rompe así de fácil, era amistad? Lo importante es poder tener gente con quien salir a tomar algo. ¿El amor se mide por el nivel de los regalos que se dan? En un principio sí, pero luego el tiempo dirá qué valor nuevo le das. ¿Y qué pasa con el dinero? ¿Será que el dinero no da la felicidad, pero te puedes comprar una familia con él?
Más tarde, según avanzaba esta primera parte, varias dudas nuevas se pasearon de nuevo por mi mente, a saber: tres amigos, ¿dónde?; pero, ¿por qué? Nadie te obliga; madre mía, aquí el que no corre vuela; leches, bailar en la discoteca es lo más; que me cambien el título de la película por El dinero mueve montañas.
Ah, pero seamos pacientes, que también puede ser una crítica a la occidentalización de China o al capitalismo salvaje y a las ansias de pillar dinero a toda costa en la vida. Hay que esperar todavía dos partes más para saberlo con certeza.
— Segunda parte:
Acaba el drama, empieza el melodrama, ¿o será al revés? Es al revés. Las cosas cambian y los personajes también, poco a poco. Los tres amigos, que no lo parecían y que, de hecho, se querían cepillar —en plan romántico— a la amiga que equilibraba el triángulo, más que otra cosa, han hecho sus vidas y a lo tonto han pasado 15 años desde que les dejamos en la primera parte.
Esta parte, la más destacada y la mejor de las tres, nos permite apreciar más a fondo a cada personaje y su entorno, las nuevas consecuencias de sus actos pasados y sobre todo del paso del tiempo y de lo que ha estado pasando en su país, donde el capitalismo sigue en aumento, al igual que la corrupción.
— Tercera parte:
No sabría decir si esta parte es mejor o peor que la primera, lo que está claro es que el desequilibrio y la irregularidad son una constante durante las dos horas de metraje. Aun así, esta parte al menos no necesita de una sinopsis que nos diga qué ha pasado antes para darlo por hecho cuando ocurre lo que tiene que ocurrir. Eso sí, de nuevo el mensaje queda claro y su reiteración no hace más que, eso, reiterarse y ser repetitiva. Roza la moraleja y la moralina y nos aleja de la historia de los tres amigos protagonistas.
— Final:
Y de repente se da una escena final sencilla y hasta fuera de lugar, y te vas a casa con buen sabor de boca y a la vez algo triste o melancólico por todo lo visto. Luego lo piensas un poco más y dices: la vida da muchas vueltas, y es posible que todas sean malas, pero es lo que hay y se hace frente como se pueda.
… En fin, no toméis el cine como referente para aprender de la vida o para calibrarla, o acabará por dejaros secuelas bastante negativas y sin ganas de vivir… A mí, por ejemplo, ahora mismo me apetecen unas empanadillas chinas.

6,2
765
7
9 de abril de 2014
9 de abril de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miel es la película que ha supuesto el estreno como directora de cine en largo de la actriz Valeria Golino (ya en 2010 dirigió el corto Armandino e il Madre), famosa por haber aparecido en películas como, Leaving Las Vegas, Four Rooms, Rain Man o la más reciente Caos Calmo. En la actualidad sigue interpretando, sobre todo en producciones europeas, aunque con escaso interés por parte de las distribuidoras de nuestro país (se comenta que Il capitale umano no debe estar mal). La cinta ha venido precedida por críticas positivas, tanto en su país, como allá donde ha sido estrenada, no en vano, debido a su interés, participó en la Sección Oficial (Un Certain Regard) del Festival de Cannes de 2013, aunque no consiguió llevarse el galardón.
Miel es una chica de 32 años que en realidad no se llama Miel, sino Irene, pero cuyo “trabajo” le impide dar su verdadero nombre. Éste consiste en dar asistencia a enfermos terminales o con lesiones medulares graves que desean dejar de seguir existiendo, porque su vida ha quedado seriamente limitada a eso, existir, evitándoles así más sufrimientos. O como dice Miel en una escena: “la gente a la que ayudo a morir en realidad quiere vivir”. El argumento de Miel está, a su vez basado en el libro A nome tuo (2011), del escritor italiano Mauro Covacich.
Teniendo en cuenta que se trata del primer largometraje de Valeria Golino, se puede confirmar que tiene talento para la realización, aunque en ciertos momentos se muestre reiterativa en el uso de recursos (como cuando tenemos a Jasmine Trinca de espaldas y se gira de cara a nosotros, hecho que se repite por lo menos tres veces de igual forma), pero también demuestra saber manejar la cámara para mantenernos como uno más dentro de la vida de Miel y de esas casas ajenas, como en esa escena en la que Jasmine Trinca mira a cámara a lo Harriet Andersson en Un verano con Mónica. Por otra parte, mención especial también para la actriz Jasmine Trinca (inolvidable Giorgia en La mejor juventud, una de mis películas favoritas), que en este film confirma su talento, no sólo como actriz, sino también para sostener una película de silencios y emociones contenidas con su presencia.
Además, a pesar de que mucha gente critica el uso de la música popular en el cine o les molesta que el director ponga sus canciones favoritas (si es el caso) en sus películas, en Miel el uso de la música me parece muy acertado, ya que sirve como elemento redentor en la vida de Irene y como contraste de sus dos vidas. En cuanto a la manera de contarnos su historia, me ha parecido similar en varios aspectos a La vida de Adèle, aunque en este caso por un lado tenemos a la chica y su vida familiar, de pareja y amigos, y por otro se trata el tema de la eutanasia, cómo lo afronta y en cierto modo su punto de vista. De hecho, la aparición del personaje Carlo Grimaldi (o Leche, interpretado por el actor Carlo Cecchi) es la que plantea la disyuntiva que sirve como nuevo enfoque también para ella.
En definitiva, Miel es una interesante reflexión realizada sin jugar con los sentimientos del espectador. ¿Una persona tiene derecho a morir dignamente? Porque al final, si alguien quiere suicidarse, puede hacerlo de mil formas (lo único que le pido es que no se lleve a nadie más por delante), pero una persona enferma que no pueda moverse y/o no tenga el valor de morir sufriendo, pero cuya calidad de vida considere que cada día es peor y que ello repercute negativamente en sus seres queridos, ¿necesita de nuestro consentimiento moral?
Miel es una chica de 32 años que en realidad no se llama Miel, sino Irene, pero cuyo “trabajo” le impide dar su verdadero nombre. Éste consiste en dar asistencia a enfermos terminales o con lesiones medulares graves que desean dejar de seguir existiendo, porque su vida ha quedado seriamente limitada a eso, existir, evitándoles así más sufrimientos. O como dice Miel en una escena: “la gente a la que ayudo a morir en realidad quiere vivir”. El argumento de Miel está, a su vez basado en el libro A nome tuo (2011), del escritor italiano Mauro Covacich.
Teniendo en cuenta que se trata del primer largometraje de Valeria Golino, se puede confirmar que tiene talento para la realización, aunque en ciertos momentos se muestre reiterativa en el uso de recursos (como cuando tenemos a Jasmine Trinca de espaldas y se gira de cara a nosotros, hecho que se repite por lo menos tres veces de igual forma), pero también demuestra saber manejar la cámara para mantenernos como uno más dentro de la vida de Miel y de esas casas ajenas, como en esa escena en la que Jasmine Trinca mira a cámara a lo Harriet Andersson en Un verano con Mónica. Por otra parte, mención especial también para la actriz Jasmine Trinca (inolvidable Giorgia en La mejor juventud, una de mis películas favoritas), que en este film confirma su talento, no sólo como actriz, sino también para sostener una película de silencios y emociones contenidas con su presencia.
Además, a pesar de que mucha gente critica el uso de la música popular en el cine o les molesta que el director ponga sus canciones favoritas (si es el caso) en sus películas, en Miel el uso de la música me parece muy acertado, ya que sirve como elemento redentor en la vida de Irene y como contraste de sus dos vidas. En cuanto a la manera de contarnos su historia, me ha parecido similar en varios aspectos a La vida de Adèle, aunque en este caso por un lado tenemos a la chica y su vida familiar, de pareja y amigos, y por otro se trata el tema de la eutanasia, cómo lo afronta y en cierto modo su punto de vista. De hecho, la aparición del personaje Carlo Grimaldi (o Leche, interpretado por el actor Carlo Cecchi) es la que plantea la disyuntiva que sirve como nuevo enfoque también para ella.
En definitiva, Miel es una interesante reflexión realizada sin jugar con los sentimientos del espectador. ¿Una persona tiene derecho a morir dignamente? Porque al final, si alguien quiere suicidarse, puede hacerlo de mil formas (lo único que le pido es que no se lleve a nadie más por delante), pero una persona enferma que no pueda moverse y/o no tenga el valor de morir sufriendo, pero cuya calidad de vida considere que cada día es peor y que ello repercute negativamente en sus seres queridos, ¿necesita de nuestro consentimiento moral?
World of Tomorrow Episodio 2: La carga de los pensamientos de otros
World of Tomorrow Episodio 2: La carga de los pensamientos de otros
CortometrajeAnimación

7,1
505
Animación
8
25 de febrero de 2018
25 de febrero de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo trabajo de Don Hertzfeldt es —como ya lo fueron en su día cada nueva parte del tríptico denominado finalmente como It’s Such a Beautiful Day o trilogía de Bill— un cortometraje que continúa las andanzas comenzadas por Emily Prime hace 2 años en World of Tomorrow y que está disponible para todo el mundo en la web Vimeo, con el título de World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts, manteniendo en la nomenclatura alguna que otra referencia a la ciencia ficción.
Porque World of Tomorrow (o Mundo del mañana) —cuyo conjunto, sumando las dos partes, ahora llega a los 38 minutos de duración— es una película de animación que mezcla ciencia ficción y fantasía y a ello suma las características y cada vez más conocidas dosis de humor de Don Hertzfeldt —para su bien y el de sus seguidores, que anteriormente tuvieron que contribuir en un crowdfunding para poder poseer algo del material creado por él (en versión original)—. Una especie de post-humor que se recreaba en la incomodidad y en los detalles, en sus inicios, y que no deja de ser, en realidad, el sentido del humor y la forma de ver la vida de una persona en concreto. No una persona cualquiera, claro, porque ha sido capaz de desarrollar su trabajo libre de las ataduras de grandes estudios y siempre acompañado de la libertad creativa máxima que puede conseguir un cineasta, posiblemente (o eso hacen creer los visionados de sus obras anteriores).
World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts, como continuación de World of Tomorrow, carece de la sorpresa inicial de la primera respecto al argumento, pero continúa indagando en la articulación de la memoria y los recuerdos, y sobre todo en su importancia y en la capacidad que tiene en nuestro crecimiento personal y humano. La idea de que retener tanto o tan poco, y que lo llamemos experiencia, no sólo nos define, sino que nos convierte, desde un punto de vista existencial, en algo único, sin serlo, e igualmente perecedero (para lo alegre y lo triste, que con el tiempo tienden a converger en un mismo y extraño sentimiento). Lo que nos diferencia de algunos seres vivos, por ejemplo, unido a la razón, y de cuya mezcla, a menudo, surgen la mayoría de cuestiones psiquiátricas (memoria + lógica aparente).
Eso omitiendo en los 22 minutos de metraje la capacidad para tratar todo ese proceso vital (y más allá) desde una óptica que relaja el tono y hace desatar alguna carcajada y varias sonrisas. Gracias, una vez más, a la sobrina del autor, que de nuevo pone voz a Emily Prime, y a Julia Pott, la ilustradora que da voz al resto de Emily’s adultas (réplicas de la versión original, y de quien recuperan sus recuerdos). Del mismo modo que ocurría en la primera parte, World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts está construida sobre una base de diálogos improvisados con su sobrina y una exploración del medio digital para la animación (World of Tomorrow fue el primer trabajo de animación de Don Hertzfeldt realizado por completo por ordenador), creando así un universo único, especial y memorable, una vez más (y con este ya son unos cuantos en su haber).
Porque World of Tomorrow (o Mundo del mañana) —cuyo conjunto, sumando las dos partes, ahora llega a los 38 minutos de duración— es una película de animación que mezcla ciencia ficción y fantasía y a ello suma las características y cada vez más conocidas dosis de humor de Don Hertzfeldt —para su bien y el de sus seguidores, que anteriormente tuvieron que contribuir en un crowdfunding para poder poseer algo del material creado por él (en versión original)—. Una especie de post-humor que se recreaba en la incomodidad y en los detalles, en sus inicios, y que no deja de ser, en realidad, el sentido del humor y la forma de ver la vida de una persona en concreto. No una persona cualquiera, claro, porque ha sido capaz de desarrollar su trabajo libre de las ataduras de grandes estudios y siempre acompañado de la libertad creativa máxima que puede conseguir un cineasta, posiblemente (o eso hacen creer los visionados de sus obras anteriores).
World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts, como continuación de World of Tomorrow, carece de la sorpresa inicial de la primera respecto al argumento, pero continúa indagando en la articulación de la memoria y los recuerdos, y sobre todo en su importancia y en la capacidad que tiene en nuestro crecimiento personal y humano. La idea de que retener tanto o tan poco, y que lo llamemos experiencia, no sólo nos define, sino que nos convierte, desde un punto de vista existencial, en algo único, sin serlo, e igualmente perecedero (para lo alegre y lo triste, que con el tiempo tienden a converger en un mismo y extraño sentimiento). Lo que nos diferencia de algunos seres vivos, por ejemplo, unido a la razón, y de cuya mezcla, a menudo, surgen la mayoría de cuestiones psiquiátricas (memoria + lógica aparente).
Eso omitiendo en los 22 minutos de metraje la capacidad para tratar todo ese proceso vital (y más allá) desde una óptica que relaja el tono y hace desatar alguna carcajada y varias sonrisas. Gracias, una vez más, a la sobrina del autor, que de nuevo pone voz a Emily Prime, y a Julia Pott, la ilustradora que da voz al resto de Emily’s adultas (réplicas de la versión original, y de quien recuperan sus recuerdos). Del mismo modo que ocurría en la primera parte, World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts está construida sobre una base de diálogos improvisados con su sobrina y una exploración del medio digital para la animación (World of Tomorrow fue el primer trabajo de animación de Don Hertzfeldt realizado por completo por ordenador), creando así un universo único, especial y memorable, una vez más (y con este ya son unos cuantos en su haber).
8
18 de marzo de 2016
18 de marzo de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pregunta que me hago a veces desde que tengo sobrinos y pienso en si iniciarles o no en el mundo de la animación más allá de los capítulos en Clan o Boing de series que entretienen, pero no mucho más (a falta de tener mayor edad para mostrar cierto interés por algo un poco más complejo), es de qué manera pueden verse estimulados, y si el cine les influye a la hora de crecer y definir de lleno sus temperamentos. ¿Puede un niño de 3 años desarrollar una mayor inteligencia emocional en base a esas vivencias o recuerdos de un pasado que verá cuando aterrice en un futuro incierto? Apenas viven experiencias (entendidas estas como las entiendes siendo adultos), pero, como niños, cada paso es nuevo para ellos, y puede que determinante, tan individualistas como dependientes.
El recuerdo de Marnie es el segundo largometraje de Hiromasa Yonebayashi para el Studio Ghibli, tras Arrietty y el mundo de los diminutos, y mantiene el estilo visual ya clásico de la productora japonesa, siempre ensalzado con justicia por los críticos y los amantes del cine de animación, un cine en el que las mujeres jóvenes tienden a ser protagonistas de íntimas historias que entremezclan fantasía, realidad y aventuras en medio de la naturaleza, lo sobrenatural y la lucha interna que deriva en el descubrimiento personal de las propias heroínas. En este sentido, El recuerdo de Marnie es una oda más de Ghibli a la animación tradicional; reposada, emocional y conmovedora. Una obra llena de poesía que cautiva y que te embarca en un viaje lleno de melancolía, común a todos y realista, a pesar de las distancias culturales. Puede que peque de previsible, pero es un deleite para los sentidos y para la consciencia.
Ante la perspectiva de un Studio Ghibli sin películas de Hayao Miyazaki, es bueno ver que surgen más talentos que, aunque no lleguen a su nivel, mantengan una cota artesanal tan alta como la que se muestra aquí, en El recuerdo de Marnie, no sólo a nivel técnico, también narrativo y visual, donde la cinta deja claro que sus dos años de retraso para aparecer en nuestros cines son en realidad un contratiempo un poco triste, pues se merecería mucha mayor atención e interés, sobre todo cuando vemos llegar una vez a la semana —por lo menos— tantos films de animación que no hacen otra cosa que triunfar en la taquilla. No en vano, el público infantil, con los padres que acompañan a los hijos, suele ser un valor seguro a la hora de recompensar las carteleras.
En cualquier caso, si existe de verdad la inteligencia emocional, y si el espectador la posee, sin importar la edad que tenga, es seguro que disfrutará con Marnie y su recuerdo, a pesar de repetir ciertos discursos y de no dar rienda suelta al valor que añadirían otros personajes a la cinta, más allá de los dos principales. Al final no es más que un lienzo ilustrativo de un lugar en el que todo está bien integrado y resulta comprensible para cualquier mente. Si yo tuviera 20 años menos, puede que El recuerdo de Marnie no sólo formara parte de mi vida de cinéfilo, sino también de mi armonía personal y gozaría del enorme privilegio de haber moldeado en cierto modo mi carácter, convirtiéndome en mejor persona, más capaz de discernir y de entender a los demás de lo que soy ahora; pero como no es así, sólo puedo decir que he disfrutado mucho del encanto que supone ver animación realista, así como de los movimientos y los trazos que recrean con refinamiento y hermosura un mundo lleno de añoranzas y de gozos; cotidiano.
El recuerdo de Marnie es el segundo largometraje de Hiromasa Yonebayashi para el Studio Ghibli, tras Arrietty y el mundo de los diminutos, y mantiene el estilo visual ya clásico de la productora japonesa, siempre ensalzado con justicia por los críticos y los amantes del cine de animación, un cine en el que las mujeres jóvenes tienden a ser protagonistas de íntimas historias que entremezclan fantasía, realidad y aventuras en medio de la naturaleza, lo sobrenatural y la lucha interna que deriva en el descubrimiento personal de las propias heroínas. En este sentido, El recuerdo de Marnie es una oda más de Ghibli a la animación tradicional; reposada, emocional y conmovedora. Una obra llena de poesía que cautiva y que te embarca en un viaje lleno de melancolía, común a todos y realista, a pesar de las distancias culturales. Puede que peque de previsible, pero es un deleite para los sentidos y para la consciencia.
Ante la perspectiva de un Studio Ghibli sin películas de Hayao Miyazaki, es bueno ver que surgen más talentos que, aunque no lleguen a su nivel, mantengan una cota artesanal tan alta como la que se muestra aquí, en El recuerdo de Marnie, no sólo a nivel técnico, también narrativo y visual, donde la cinta deja claro que sus dos años de retraso para aparecer en nuestros cines son en realidad un contratiempo un poco triste, pues se merecería mucha mayor atención e interés, sobre todo cuando vemos llegar una vez a la semana —por lo menos— tantos films de animación que no hacen otra cosa que triunfar en la taquilla. No en vano, el público infantil, con los padres que acompañan a los hijos, suele ser un valor seguro a la hora de recompensar las carteleras.
En cualquier caso, si existe de verdad la inteligencia emocional, y si el espectador la posee, sin importar la edad que tenga, es seguro que disfrutará con Marnie y su recuerdo, a pesar de repetir ciertos discursos y de no dar rienda suelta al valor que añadirían otros personajes a la cinta, más allá de los dos principales. Al final no es más que un lienzo ilustrativo de un lugar en el que todo está bien integrado y resulta comprensible para cualquier mente. Si yo tuviera 20 años menos, puede que El recuerdo de Marnie no sólo formara parte de mi vida de cinéfilo, sino también de mi armonía personal y gozaría del enorme privilegio de haber moldeado en cierto modo mi carácter, convirtiéndome en mejor persona, más capaz de discernir y de entender a los demás de lo que soy ahora; pero como no es así, sólo puedo decir que he disfrutado mucho del encanto que supone ver animación realista, así como de los movimientos y los trazos que recrean con refinamiento y hermosura un mundo lleno de añoranzas y de gozos; cotidiano.

6,9
37.101
6
13 de noviembre de 2015
13 de noviembre de 2015
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Denis Villeneuve es un tipo eficiente y eficaz. Con poco te hace mucho y con mucho te hace lo que se le exige. Incendies, la obra que le catapultó a la fama, es una demostración de lo primero, mientras que sus últimos tres largometrajes demuestran lo segundo. Un director interesante, como todas sus propuestas, las cuales siempre suelen traer unos cuestionamientos ciertamente humanos y una realización sobria y muy equilibrada que tocó techo con la incómoda Prisioneros, una cinta larga pero bien medida, y un buen thriller en conjunto.
En Sicario la temática es muy diferente, pero las conclusiones son bastante similares. Si bien es cierto que el guion es inferior o, en otros términos, está peor tapado por el buen hacer de los actores, que no lo hacen mal, pero no esconden la simpleza argumental, el mal cuerpo forma parte del relato. Esto es, mucho plano aéreo, mucho viaje en avión o en helicóptero. Mucho viaje en coche. Amplias panorámicas del desierto y casas apiladas y esparcidas. Policía federal llamando la atención, problemas con la CIA y el FBI. Cuerpos colgados muertos… Bienvenidos a Juárez y sus cárteles mexicanos. Porque Villeneuve no tiene prisa, y se diría que casi todo lo bueno que él crea son cimientos. Va desarrollando la tensión en los supuestos tiempos muertos. Sabe que cualquier cosa puede ocurrir y en cualquier momento. Es cuestión de tiempo y eso nos convierte, como espectadores, en una presa fácil e inquieta. El problema llega en el momento de hacer que toda esta incertidumbre acumulada explote, que haga lo que hace la risa nerviosa en nosotros cuando estamos intranquilos.
Es ahí cuando Sicario no da todo lo que se merece. Al tratarse de una película bastante interactiva, sobre todo en su primera hora, y en la que entras siempre a base de suposiciones, lo cierto es que cada minuto crece en intensidad. Al menos hasta que todo se vuelve más convencional. Al principio todo se saborea lentamente y, a pesar de ser una cinta de intriga, da la impresión de mejorar con los segundos y futuros visionados. Sin embargo, y como ya he dejado caer, lo peor de Sicario es que las bondades de Villeneuve no ocultan la inestabilidad de un guion que no es tan inteligente como cree. Lo mejor, eso sí, es la constante de su cine: el cuestionamiento de si el fin ha de justificar los medios. Al igual que en la mencionada Prisioneros, aquí también prima el principio de impotencia, las cargas morales y las cercanías entre el bien y el mal.
Temo que, con este título, con este cartel de tres personas conocidas con sus armas bien cargadas y sus chalecos antibalas (Emily Blunt —la supuesta protagonista—, Benicio Del Toro y el pecho palomo de Josh Brolin) y con la impresión que da la mínima lectura del argumento, el resultado final le sabrá a poco a la mitad de su público, más aficionado a ver cómo funciona el otro lado de la mafia o la persecución de la misma de unos modos más viscerales. Esa gente que ha encumbrado toda obra artística que estaba rodeada de mafiosos, drogas y familias criminales —hasta aquella que emitía Intereconomía— sentirá que Sicario tiene el fusil en una mano y el olivo en la otra, pero no se decide por cuál de los dos tomar. Si el que lleva consigo un tratamiento más calmado y profundo, o el que le acercaría a la estampa moral de otras como Tropa de élite. Al final se queda a medias, aunque no de brazos cruzados.
Por cierto, qué ganas tengo ahora de jugar al Counter Strike. Aunque si Sicario fuese un videojuego, yo habría muerto en la primera escena. Pero como es una película, sólo palma un desconocido y eso te hace creer que así serán los derroteros del resto del metraje, convirtiéndose al final en todo lo contrario, casi... de nuevo una obra larga pero bien medida.
En Sicario la temática es muy diferente, pero las conclusiones son bastante similares. Si bien es cierto que el guion es inferior o, en otros términos, está peor tapado por el buen hacer de los actores, que no lo hacen mal, pero no esconden la simpleza argumental, el mal cuerpo forma parte del relato. Esto es, mucho plano aéreo, mucho viaje en avión o en helicóptero. Mucho viaje en coche. Amplias panorámicas del desierto y casas apiladas y esparcidas. Policía federal llamando la atención, problemas con la CIA y el FBI. Cuerpos colgados muertos… Bienvenidos a Juárez y sus cárteles mexicanos. Porque Villeneuve no tiene prisa, y se diría que casi todo lo bueno que él crea son cimientos. Va desarrollando la tensión en los supuestos tiempos muertos. Sabe que cualquier cosa puede ocurrir y en cualquier momento. Es cuestión de tiempo y eso nos convierte, como espectadores, en una presa fácil e inquieta. El problema llega en el momento de hacer que toda esta incertidumbre acumulada explote, que haga lo que hace la risa nerviosa en nosotros cuando estamos intranquilos.
Es ahí cuando Sicario no da todo lo que se merece. Al tratarse de una película bastante interactiva, sobre todo en su primera hora, y en la que entras siempre a base de suposiciones, lo cierto es que cada minuto crece en intensidad. Al menos hasta que todo se vuelve más convencional. Al principio todo se saborea lentamente y, a pesar de ser una cinta de intriga, da la impresión de mejorar con los segundos y futuros visionados. Sin embargo, y como ya he dejado caer, lo peor de Sicario es que las bondades de Villeneuve no ocultan la inestabilidad de un guion que no es tan inteligente como cree. Lo mejor, eso sí, es la constante de su cine: el cuestionamiento de si el fin ha de justificar los medios. Al igual que en la mencionada Prisioneros, aquí también prima el principio de impotencia, las cargas morales y las cercanías entre el bien y el mal.
Temo que, con este título, con este cartel de tres personas conocidas con sus armas bien cargadas y sus chalecos antibalas (Emily Blunt —la supuesta protagonista—, Benicio Del Toro y el pecho palomo de Josh Brolin) y con la impresión que da la mínima lectura del argumento, el resultado final le sabrá a poco a la mitad de su público, más aficionado a ver cómo funciona el otro lado de la mafia o la persecución de la misma de unos modos más viscerales. Esa gente que ha encumbrado toda obra artística que estaba rodeada de mafiosos, drogas y familias criminales —hasta aquella que emitía Intereconomía— sentirá que Sicario tiene el fusil en una mano y el olivo en la otra, pero no se decide por cuál de los dos tomar. Si el que lleva consigo un tratamiento más calmado y profundo, o el que le acercaría a la estampa moral de otras como Tropa de élite. Al final se queda a medias, aunque no de brazos cruzados.
Por cierto, qué ganas tengo ahora de jugar al Counter Strike. Aunque si Sicario fuese un videojuego, yo habría muerto en la primera escena. Pero como es una película, sólo palma un desconocido y eso te hace creer que así serán los derroteros del resto del metraje, convirtiéndose al final en todo lo contrario, casi... de nuevo una obra larga pero bien medida.
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