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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
26 de febrero de 2015
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El despiadado mundo de los negocios donde se puede subir y subir hasta cimas insospechadas para luego precipitarse hasta el fondo del abismo en un abrir y cerrar de ojos. Es un lugar donde los sentimientos no tienen cabida, sólo cuentan los beneficios. Y la industria del cine en el Hollywood de los años 30, en la era dorada de los estudios, es una buena muestra de ello. Donde una serie de magnates mueven los mecanismos de la fábrica de sueños de la misma forma de la que harían (por ejemplo) tornillos, lo único importante es el dinero que consiguen con ello.

Y es precisamente a esa época donde nos traslada esta historia basada en una novela inacabada de Francis Scott Fitzgerald, y último trabajo dirigido por Elia Kazan, conocido por obras como Un tranvía llamado deseo, La Ley del deseo y Al este del Edén. Narrándonos los sucesos acontecidos desde el punto de vista de su protagonista, Monroe Stahr (Robert de Niro) director de unos estudios de cine, considerado un genio tanto por sus superiores como por sus trabajadores. Deberá aprender tratar con todo tipo de personajes del mundo del celuloide para que éstos cumplan sus objetivos.

Ahí es cuando la película nos muestra lo que sucede en las entrañas de un estudio cinematográfico, con todas sus intrigas y sus entresijos. Es cuando ésta adquiere su mayor potencial. Como contrapunto se encuentra la dramática historia de amor de Monroe, insulsa y mal desarrollada, que sólo consigue ralentizar la historia sin añadir casi interés. Afortunadamente, la cosa remonta en los compases finales de la obra; especialmente desde que Jack Nicholson hace aparición.

Otro de los mayores aciertos de la obra es el elenco de secundarios de lujos con los que cuenta, a parte del protagonista de Chinatown, entre ellos destacaría a Tony Curtis en la piel de un actor entrado en años, pero que se ha negado a reconocerlo continuando con su rol (fuera y dentro de pantalla) de galán; hasta que un problema en su vida más intima le ha mostrado la realidad. Jeanne Moreau, como pareja en la ficción (dentro de la ficción) del anterior, una autentica diva egocéntrica, obsesionada en su lucimiento personal y paranoica. Y Robert Mitchum, como dueño del estudio, además que apoderado de Monroe. Los cuatro actores brillan con luz propia en todas sus apariciones, que la verdad, saben a poco.

Podría haber sido una buena película, pero es tremendamente irregular. Con momentos realmente interesantes, como el discurso del protagonista en su despacho a un guionista rebelde, y el reflejo que tiene la misma al final de la trama. Y la escena de la inundación del plato, sobre todo el momento con las dos chicas a bordo de la cabeza de Buda gigante, que parece sacado de una película de Fellini. Pero la historia de amor, que comienza precisamente en dicha escena, adormece demasiado la trama, rozando lo tedioso; cosa que es imperdonable. El problema hubiera tenido fácil solución, precisamente la misma a la que llegó el personaje de Robert de Niro con la película que estaba realizando en ese momento: cortar 20 minutos. Eso, o haberlos utilizado con más acierto.

http://nosoyuncritico.com/ciclos/2015/02/ciclo-robert-mitchum/
http://nosoyuncritico.com/criticas/ano/en-el-fondo-del-cajon-criticas/2015/02/el-ultimo-magnate/
30 de septiembre de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que las comparaciones son odiosas pero en algunas ocasiones son inevitables. Es imposible hablar de Joe (David Gordon Green, 2013) sin mencionar a Mud (Jeff Nichols, 2012), ya que las similitudes entre ambos trabajos son abundantes. Empezando por la misma tipología de título, o la presencia del joven Tye Sheridan como coprotagonista en ambas. Pero, especialmente, por el propio relato en sí. Las dos se tratan de obras oscuras y pesimistas que nos trasladan a un decadente pueblo del sur de los Estados Unidos, donde sus sufridos habitantes, absorbidos en un ambiente claustrofóbico y deprimente, intentan desesperadamente seguir adelante. Y si la obra de Jeff Nichols fue un pilar fundamental del renacer profesional y artístico de Matthew McConaughey, Joe nos ofrece la que seguramente sea la mejor actuación de Nicolas Cage en mucho tiempo.

Desde hace unos cuantos años, el protagonista de la ya lejana Corazón salvaje (David Lynch, 1990) parece que protagoniza casi cualquier cosa que le ofrezcan, sin importarle la calidad del proyecto. Y la sensación de que en la mayoría de sus actuaciones las realice con el piloto automático, no ayuda a pensar que se encuentre en el mejor momento de su carrera. Aunque, es cierto que entre multitud de bodrios se ha dejado ver en proyectos más interesantes, en los que se dejaba intuir que el bueno de Nicolas aún tenía salvación. Y aquí, en este film queda demostrado, que el sobrino de Francis Ford Coppola aún puede demostrar su talento cuando tiene la oportunidad. Como queda demostrado en esta obra, en la que encarna perfectamente al oscuro y atormentado Joe que da nombre al título. Junto a él, se encuentra un Tye Sheridan igual de sólido que en Mud, y que como siga por ese camino, puede llegar muy lejos. Pero, aunque sea la de Cage la actuación más comentada, la que realmente destaca es la de Gary Poulter como padre alcohólico y violento, especialmente teniendo en cuenta que no se trata de un actor profesional, sino de un mendigo real, que falleció poco después de finalizar la película.


Dichas actuaciones cobran aún más fuerza gracias a la simbiosis de los personajes con el ambiente que les rodea, siendo el pequeño pueblo y su bosque un personaje más de la historia, y un reflejo de las personas que en él habitan. A lo mejor éstos no se diferencian demasiado a los arboles que Joe y sus chicos envenenan, para que puedan plantar árboles más fuertes en su lugar. Se puede sentir que ese pueblo vivió tiempos mejores, al igual que sus habitantes, pero ambos se resisten. La genial puesta en escena, junto a un buen pulso narrativo consiguen que podamos sentir el sufrimiento contenido de los personajes. Pero no es oro todo lo que reluce. Aunque el guión, de por sí, no es ninguna maravilla; la elaborada puesta en escena, junto al gran trabajo de los actores, consigue que el espectador sea absorbido por su historia. En cambio, el comportamiento de los personajes parece demasiado errático, llegando a actuar de forma completamente irracional, logrando contradecir sus motivaciones previas sin ningún porqué aparente. Lo que hace que muchas situaciones resulten un tanto forzadas, pero aun así, esta no es la tónica habitual de la obra, sino algún que otro momento ocasional.

Pese a las, ya mencionadas, similitudes con Mud, la obra de David Gordon Green tiene la suficiente personalidad y calidad como para ser mucho más que una simple “copia de”. Aunque, es cierto que no llega a los niveles de la antes mencionada, pero todos los que disfrutaron con aquélla, volverán a darse una grata sorpresa con Joe. También recomendable para todo aquel que aun tenga fe en el talento de Nicolas Cage.

http://nosoyuncritico.com/destacados/2014/09/joe/
21 de abril de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he sido un gran fan de Keanu Reeves. Sólo recordar su papel en la versión de Drácula de Coppola me revuelve el estomago. Admito que al enterarme de la existencia de este proyecto, empecé a sentir la curiosidad por saber si Reeves se desenvolvía mejor tras la cámara que delante de la misma, como le ha ocurrido a Ben Affleck. Me temo que el protagonista de “Matrix” no ha tenido el mismo éxito que el director de “Argo”, haciendo gala de una dirección completamente fría, impersonal y simple. Por si esto fuera poco, bastante torpe en varios pasajes y completamente carente de sentido del ritmo narrativo de principio a fin. Entonces, ¿la dirección de Keanu Reeves no ha aportado nada positivo a la película? Lo único destacable en este sentido es que el actor metido a director ha sabido plasmar en pantalla todo el respeto y la admiración que profesa hacia la cultura asiática.

La cinta narra la aventura de un joven interesado en mostrar el arte del Tai Chi que debe introducirse en el turbio mundo de las artes marciales de la mano de un misterioso y calculador hombre de negocios para así poder salvar el templo de su maestro. Hasta ahí, la historia no dista de saberse original. Y precisamente esa falta de romper moldes no es de lo único que flaquea el guión firmado por Michael G. Cooney. La historia, cuando no peca de simplista y predicable, nos ofrece giros dramáticos bruscos e incoherentes como la transformación del protagonista.

Existe un gran número de trabajos del presente estilo que se salvan exclusivamente por el carisma aplastante de su protagonista. Éste no es el caso. Aunque es de agradecer que Keanu Reeves resistiera la tentación de adjudicarse el papel principal, lo que seguramente hubiera hecho que la película traspasara los limites de la comedia involuntaria. Es necesario señalar la actuación de Tiger Hu Chen. Resulta sosa e insustancial, lo que, unido al nefasto guión y a sus giros carentes de sentido, dificulta la labor del espectador de interesarse por la historia. Por otra parte, Keanu Reeves no termina de estrellarse. Sin conformar un villano memorable, las limitaciones del inexpresivo protagonista de la famosa trilogía de los hermanos Wachowski, no salen a relucir con demasiada facilidad.

Estamos ante una obra entretenida, de fácil digestión pero quien busque algo más que unas cuantas patadas y varios puñetazos saldrá enormemente decepcionado. Para los amantes de las artes marciales puede resultar un visionado interesante, nunca imprescindible. Para el resto, una película olvidable.


Lo mejor: Keanu Reeves consigue transmitir su respeto y admiración por el continente asiático y las artes marciales.

Lo peor: Un guión carente de originalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
http://nosoyuncritico.com/destacados/2014/04/el-poder-del-tai-chi-el-club-del-tai-chi/
11 de enero de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de Alexander MacKendrick fuera de los Ealing Studios, y su única incursión del cine negro. Si en “El quinteto de la muerte” los colores tenían una función mucho mayor que la simple estética, en “Chantaje sobre Broadway” vuelve al blanco y negro; adaptándolo como un guante a esta trama donde se muestran las luces, y sobre todo las sombras de las calles de Nueva York. Se nos cuenta una historia de ambición y de celos; para ello cuenta con unos diálogos repletos de dobles sentidos, remarcadas por unas imágenes que dicen tanto o más que las propias palabras, y finalizando con las interpretaciones, donde lo que se dice tiene tanta importancia como el dónde se mira mientras lo dice.

Tony Curtis encarna a al agente de bolsa Sidney Falco, típico arribista; su único sueño es llegar a la cima, y hará todo lo posible para conseguirlo. No tiene amigos, si trata bien a alguien es por interés; no se lo pensará dos veces a la hora de aprovecharse de alguien, o de deshacerse de él cuando ya no le sea necesario. Mentir, sobornar, chantajear, calumniar… hará todo lo que sea necesario si le ayuda a conseguir su propósito. En algunos momentos se percibe un rastro de moral cuando se le ve dudar, pero si se le ofrece la recompensa adecuada, se olvidará de ello.

Burt Lancaster, por su parte, es “los ojos de Broadway”; observa y controla el mundo desde las alturas de su piso, mientras concede la gloria y la arrebata a través de su columna diaria. Inteligente, frío y despiadado, no muestra piedad por nadie; únicamente por su hermana, por la que siente unos celos enfermizos, que insinúan ciertos deseos incestuosos en su interior. La primera parte de la película está dedicada casi exclusivamente en presentarlo; aunque no aparezca la trama gira completamente a su alrededor haciendo que la expectación hacia su persona aumente cada vez más, hasta que finalmente hace aparición a los 18 minutos del comienzo, en una de las mejores y más logradas escenas de la película.

Se trata una película dura, repleta de personajes despiadados; donde los únicos personajes que muestran bondad en sus acciones, quedan indefensos frente a los primeros. Si en anteriores películas, MacKendrick criticaba aspectos de la sociedad británica (o escocesa), aquí, critica al “sueño americano”, y la obsesiva meta que propone él mismo de triunfar a toda costa.
10 de marzo de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No necesitas ser un monstruo aberrante, o un psicópata endemoniado para convertirte en el malvado villano de una película de terror. Ni si quiera tienes que ser algún tipo de ser vivo; puedes ser, a lo mejor, un objeto. Como por ejemplo, un aparentemente inofensivo mueble. Podrías ser un simple espejo, que a simple vista no tiene nada que ocultar; pero que poco a poco los que en ti se miren irán perdiendo poco a poco la cabeza, hasta el punto de no poder diferenciar la realidad de sus alucinaciones, llegando incluso a suicidarse de las formas más bizarras o mutilando a sus seres queridos. Y después de eso, ¿quién iba a sospechar de ti? Al fin y al cabo, sólo eres un espejo, no puedes matar a nadie... ¿o sí?

Esa es la interesante premisa de Oculus, obra que a primera vista podría parecer otra mediocre película de terror (el hecho que se estrenara en 2013, pero que hasta 2015 no haya llegado a los cines españoles, y encima en un pequeño puñado de salas, tampoco es muy alentador), pero al igual que el espejo sobre el que gira su trama, esta obra es más de lo que parece. Nos encontramos ante una entretenida película, que lejos de intentar desesperadamente asustarnos, irá creando poco a poco una atmósfera sobrecogedora, sujeta más a la narración y el montaje que en efectos especiales espectaculares; y que poco a poco irá absorbiendo al espectador.

Uno de los mayores atractivos de la obra es la alternancia entre la “actualidad” y lo sucedido en la infancia de los protagonistas, que les ha marcado de por vida. Precisamente la unión entre ambas en el montaje dan como resultado momentos bastante interesantes. Esta forma de narrar la historia, huyendo de la clásica estructura lineal al optar por dos tramas completamente paralelas al principio pero que poco a poco se van entrelazando, es sin duda alguna el mayor acierto de la obra. La fotografía y la iluminación cumplen en todo momento su cometido de ayudar a crear una atmósfera tensa en lo que no se diferencia lo real y lo imaginario. Por otro lado, las interpretaciones no pasan de lo correcto, y algunos efectos visuales no terminan de dar el pego.

En resumen, se trata de un pequeño soplo de aire fresco dentro de un género tan trillado como es el de terror. No se limita a intentar asustar al público con ayuda de momentos artificialmente tensos, golpes de música y sustos fáciles (aunque también hay alguno), sino que trata de adentrarse (aunque sin tener del todo éxito, eso hay que admitirlo) en aspectos más psicológicos de los personajes, destacando el hecho de que al principio no se nos deja claro que si esos fenómenos paranormales son reales o sólo fruto de un trauma infantil de los protagonistas, dejando que el espectador descubra la verdad según va avanzando la película. Una obra original, que si no fuera por sus errores y, especialmente, por un guión irregular, y no tan original como la forma con la que es tratado; probablemente estaríamos ante una de las mejores obras de terror de los últimos tiempos.
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