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7,5
4.168
9
18 de noviembre de 2012
18 de noviembre de 2012
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravilloso ballet que nos lleva volando por palacios, bosques, teatrillos...por un París lujoso y refinado, con un ritmo alado y una alegría de vivir que se contagia irremisiblemente. Cine en estado puro, que no pierde tiempo en devaneos metafísicos. Tiene gracia, precisión rítmica a lo largo de todo el metraje; una dirección artística sin sorpresas de decorador que va de protagonista, pero con todo el inmenso talento artesano del gran Cedric Gibbons; tiene el technicolor de los que ahora somos mayores pero recordamos que con él pintaban algunos de nuestros sueños de niños. Tiene una partitura perfecta de Victor Young, especialmente la ensoñadora pavana; tiene romanticismo, honorabilidad y hombría, la dosis justa de ingenuidad, unos ojos húmedos y soñadores de Janet Leigh, un malvado sin fisuras, una Eleanor Parker que rezuma sexualidad y un Stewart Granger teatral y socarrón; todos están inconmensurables: saben las fuerzas de las que disponen y las ajustan al empeño sin querer ni pretender otra cosa. Del duelo de esgrima, uno no entiende cómo no atraviesan en algún momento a una cámara con alas que es la responsable de que dos espadachines vuelen. Inigualable en su teatralidad, junto a un epílogo más teatral aún y melodramático, desarrolladas ambas escenas, (no podía ser de otro modo), en la escena y las bambalinas de un teatro de comedia parisino. Puro espectáculo romántico, extenuante en su catálogo de bellezas cinematográficas, que los "modelnos" formados en la generación de los efectos digitales y de la cámara de 360 grados quizá no lleguen a comprender.

7,1
1.066
8
25 de diciembre de 2014
25 de diciembre de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Desde el aire, el distrito conocido como la Casbah parece como un rumoroso hormiguero, como una enorme escalera y cada una de las terrazas un escalón que baja hacia el mar.
Entre esos escalones hay calles tortuosas que se cruzan, pasan unas por encima de las otras, unas estrechas como corredores, otras abovedadas.
Por todas partes escaleras abruptas, que suben o que descienden a abismos insondables y entradas invadidas por gusanos y por la humedad..."
Blanca y hermosa desde el aire; abigarrada y siniestra, sin concesiones a las panorámicas, desde su mismo interior: la verdadera protagonista de la película, la Casbah de Argel, nos ofrece el anverso y reverso de la misma moneda, la del anhelo mismo del corazón humano, la de su eterna insatisfacción. Algunos la ven desde el aire; así, para la chica, (a la moda de los viajeros románticos), la Casbah es las Mil y una Noches, el efluvio romántico que hace que ella se embeba hasta lo más profundo de su feminidad en vapores tóxicos exóticos. Ella sube al cielo, (a la Casbah), fatalmente inflamada en su ansia de evasión, (que no de amor, qué tontería). No ha explotado demasiado el cine a este personaje consumido por el ansia de consumarse, de fundirse en lo que no comprende. Me viene a la memoria la maravillosa Adela de esa obra maestra llamada "Pasaje a la India", de David Lean, cambiando a los moros por indios.
Por contra, Pépé le Moko está incrustado en los callejones de la Casbah, y, en vez de exotismo misterioso, tiene una cárcel de cotidianeidad de la que no puede escapar, por más que actúe como un odioso útero materno. Ganas de rebelión, de escapar del nido, del paisaje de todos los días. El impecable galán, bandido romántico que seduce, como Don Juan, con su machismo, tiene el alma negra, no obstante; se pone ciego, (nunca mejor dicho), y amenaza una y otra vez con bajar al infierno, (bajar a la ciudad,que para él, lógicamente, es el cielo, bajar de la Casbah y ver Paris).Yo vería esta película como antídoto cada vez que nos sintamos frustrados por no poder viajar.
Los personajes que rodean a la pareja son de una bruticie descomunal, soplones, sicarios, gitanas celosas... pero, (no podía ser de otra manera), esos brutos están siempre al servicio de los finos, porque los primeros no pueden aspirar a ningún ideal. Son inolvidables los tres asesinos que acompañan a Pépé a todas partes, especialmente el de la sonrisa esquizofrénica. En medio, como una serpiente hipnotizadora, (como algún usuario señaló), el inspector interpretado soberbiamente por Lucas Gridoux parece el nexo de unión entre dos mundos, la puerta que abre o cierra la Casbah. Su simbolismo se ve reforzado por el hecho de que está en todas partes, como los ángeles y los demonios.
Las intenciones de Grand Tragédie del film se ven redondeadas por una estructura en forma de vodevil, plena de entradas y salidas de escena, inmersos todos en una prodigiosa dirección artística y con algunas secuencias de verdadera enjundia cinematográfica. No deja de ser curioso que los personajes estén dibujados con trazo monocromo en su afán de claridad dramática, y sean los actores los que se encargan de darles mil sutiles pinceladas. Se produce, por ello, una curiosa mezcla de "está claro lo que va a pasar y, sin embargo, me han seducido". Cuando Pépé toma la prevista decisión de su vida, la cámara no le mira a la cara, sino que le enfoca al traje, más impecable que nunca. Está a punto de entrar en la agencia de viajes.
Pero si toda la parafernalia melodramática no es del gusto del posible futuro espectador, hay que ver la película solamente por la reconstrucción de la vida en la Casbah, como rezan los párrafos iniciales. Solo por ello la película no se olvida.
Entre esos escalones hay calles tortuosas que se cruzan, pasan unas por encima de las otras, unas estrechas como corredores, otras abovedadas.
Por todas partes escaleras abruptas, que suben o que descienden a abismos insondables y entradas invadidas por gusanos y por la humedad..."
Blanca y hermosa desde el aire; abigarrada y siniestra, sin concesiones a las panorámicas, desde su mismo interior: la verdadera protagonista de la película, la Casbah de Argel, nos ofrece el anverso y reverso de la misma moneda, la del anhelo mismo del corazón humano, la de su eterna insatisfacción. Algunos la ven desde el aire; así, para la chica, (a la moda de los viajeros románticos), la Casbah es las Mil y una Noches, el efluvio romántico que hace que ella se embeba hasta lo más profundo de su feminidad en vapores tóxicos exóticos. Ella sube al cielo, (a la Casbah), fatalmente inflamada en su ansia de evasión, (que no de amor, qué tontería). No ha explotado demasiado el cine a este personaje consumido por el ansia de consumarse, de fundirse en lo que no comprende. Me viene a la memoria la maravillosa Adela de esa obra maestra llamada "Pasaje a la India", de David Lean, cambiando a los moros por indios.
Por contra, Pépé le Moko está incrustado en los callejones de la Casbah, y, en vez de exotismo misterioso, tiene una cárcel de cotidianeidad de la que no puede escapar, por más que actúe como un odioso útero materno. Ganas de rebelión, de escapar del nido, del paisaje de todos los días. El impecable galán, bandido romántico que seduce, como Don Juan, con su machismo, tiene el alma negra, no obstante; se pone ciego, (nunca mejor dicho), y amenaza una y otra vez con bajar al infierno, (bajar a la ciudad,que para él, lógicamente, es el cielo, bajar de la Casbah y ver Paris).Yo vería esta película como antídoto cada vez que nos sintamos frustrados por no poder viajar.
Los personajes que rodean a la pareja son de una bruticie descomunal, soplones, sicarios, gitanas celosas... pero, (no podía ser de otra manera), esos brutos están siempre al servicio de los finos, porque los primeros no pueden aspirar a ningún ideal. Son inolvidables los tres asesinos que acompañan a Pépé a todas partes, especialmente el de la sonrisa esquizofrénica. En medio, como una serpiente hipnotizadora, (como algún usuario señaló), el inspector interpretado soberbiamente por Lucas Gridoux parece el nexo de unión entre dos mundos, la puerta que abre o cierra la Casbah. Su simbolismo se ve reforzado por el hecho de que está en todas partes, como los ángeles y los demonios.
Las intenciones de Grand Tragédie del film se ven redondeadas por una estructura en forma de vodevil, plena de entradas y salidas de escena, inmersos todos en una prodigiosa dirección artística y con algunas secuencias de verdadera enjundia cinematográfica. No deja de ser curioso que los personajes estén dibujados con trazo monocromo en su afán de claridad dramática, y sean los actores los que se encargan de darles mil sutiles pinceladas. Se produce, por ello, una curiosa mezcla de "está claro lo que va a pasar y, sin embargo, me han seducido". Cuando Pépé toma la prevista decisión de su vida, la cámara no le mira a la cara, sino que le enfoca al traje, más impecable que nunca. Está a punto de entrar en la agencia de viajes.
Pero si toda la parafernalia melodramática no es del gusto del posible futuro espectador, hay que ver la película solamente por la reconstrucción de la vida en la Casbah, como rezan los párrafos iniciales. Solo por ello la película no se olvida.
6
25 de noviembre de 2019
25 de noviembre de 2019
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Invierno. Por fin llega. Y, aunque quieras dar los últimos coletazos, estás ya muerto. "Todos muertos", como dice el protagonista, que es algo más joven y lúcido que la mayoría, peor para él. Fuera, nieve y días grises, cámara triste soberbia de Risi. Si hay una escapada a la playa, es solo para besar a una sirena de arena sucia y con un sol que no calienta. Como mucho, algo de calor entre los que se dirán pronto adiós. Una película hecha para varones de cincuenta y muchos años , los únicos que la entenderán, (Risi tenía 62 cuando la hizo, y parece claro que también iba con él el tono general).
La primera mitad, en ese viejo albergue para artistas, contiene escenas de muchos quilates cinematográficos, remedando "Alguien voló sobre el nido del cuco" pero con infinita más sensibilidad, inteligencia y ternura que en la desquiciada cinta de Forman. Después, se mete con calzador el interés forzadamente ambigüo de la Muti, que nunca resulta del todo creíble por más que los actores hacen todo lo que pueden, que es muchísimo, con una soberana lección magistral del inmenso Tognazzi y con el morbazo de ella, una de las más cachondas criaturas, si no la que más, que jamás se vieron en una pantalla.
A la salida del albergue, psché, ya se sabe.... el interés se desangra sin remedio y la cosa adquiere osteoporosis aunque se pueda, más o menos, ir viendo. Como siempre con Risi, el conjunto está lleno de imperfecciones, pero hay momentos absolutamente únicos. Curioso ver al tenor Del Monaco y horripilante título español.
Posdata: qué triste se quedó la Roma de Risi y sus habituales cuando todos se hicieron mayores.
La primera mitad, en ese viejo albergue para artistas, contiene escenas de muchos quilates cinematográficos, remedando "Alguien voló sobre el nido del cuco" pero con infinita más sensibilidad, inteligencia y ternura que en la desquiciada cinta de Forman. Después, se mete con calzador el interés forzadamente ambigüo de la Muti, que nunca resulta del todo creíble por más que los actores hacen todo lo que pueden, que es muchísimo, con una soberana lección magistral del inmenso Tognazzi y con el morbazo de ella, una de las más cachondas criaturas, si no la que más, que jamás se vieron en una pantalla.
A la salida del albergue, psché, ya se sabe.... el interés se desangra sin remedio y la cosa adquiere osteoporosis aunque se pueda, más o menos, ir viendo. Como siempre con Risi, el conjunto está lleno de imperfecciones, pero hay momentos absolutamente únicos. Curioso ver al tenor Del Monaco y horripilante título español.
Posdata: qué triste se quedó la Roma de Risi y sus habituales cuando todos se hicieron mayores.

6,6
58.395
2
16 de septiembre de 2011
16 de septiembre de 2011
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a dejar aparte, (porque seguro que ya las habrán señalado otros críticos), las mil influencias y referencias que recibe esta película. Sólo vamos a destacar que un gordo manchego con una berruga ha pretendido saltar por encima de todas ellas, dejarlas muy por debajo y llegar a otra orilla, sublime. "Si llego a la orilla sabrán de nuevo quién soy" -ha pensado Almodóvar. Lo malo es que está muy gordo, muy loca, muy lastrado por el diseño frío y bobazo de sus mil últimas películas, muy repitiéndose a sí mismo pero peor... Ni siquiera tiene ya ritmo, tempo que se llamaba antes; ya no hila, no encaja, no mide, está gagá total. Y cuando ha saltado ha caído en un abismo de ridículo absolutamente vergonzante, humillante, tan patético que, si provoca una no pretendida carcajada,(que la provocoa), puede considerarse afortunado. Marisa Paredes... ay, dios, no tiene calificativos... Es lo peor de una basura muy grande, muy muy grande. De verdad.

8,0
3.321
5
24 de enero de 2014
24 de enero de 2014
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la visión sobre la vejez que usted, o yo mismo, hubiéramos pergeñado si nos hubieran encargado una historia emotiva de ancianos, que cumpliera los siguientes requisitos:
A) No cargar las tintas, (para no espantar al crítico con el melodrama desaforado).
B) Interpretar el punto anterior con fingimiento, pues lo que hay que hacer es un melodrama desaforado. Que estalle al final, como la (falsa) vida misma de Hollywood. Así que los hijos que no parecían tan malos son, al final, verdaderos miserables, (como tantos reales, por otra parte). Dejamos en nimiedades las miserias y torpezas de los viejos, y las difuminamos, a la postre: no se cagan encima, ni tienen alzheimer, ni se les cae la dentadura postiza. Al revés, son una encantadora pareja romántica a la que todo el mundo sonríe y facilita la vida, excepto los cabrones de sus hijos.
C) El final es importante, y ha de ser rocambolesco.El público se lo tragará, confiado ya a esas alturas, redimido de su propia mezquindad, llorando y llenándolo todo de calificativos mayestáticos: "sublime", "obligatoria"... Llorarán las piedras.
Le damos nuestra historia a un churrero de planos medios sin pizca de genialidad, de trascendencia, de ir más allá de lo que la propia imagen sugiere.Todo correcto y en su sitio, este hombre ha dirigido unas cuantas y tiene experiencia.
Imprescindibles dos actores competentes, más que nunca teniendo en cuenta los mimbres anteriores. Este es el único punto verdaderamente fuerte de la película, y lo flipamos en colores cuando comprobamos que Beulah Bondi tenía sólo ¡¡¡¡49!!! años cuando hizo la película, y que aún duraría 44 más. De verdad, esto es metérnosla doblada a todos.
¿Es que es detestable la película? Por supuesto que no; tiene algún momento bonito y, además, se agradece que fuera a contracorriente en el Hollywood clásico, pero no tiene nada imperecedero, nada realmente conmovedor, amen de ser ligeramente pesadita en otros tramos. El tema de la vejez es fácil caballo ganador sentimental con poco cuidado que se ponga en él. Hasta un simple anuncio de seguros que emitía no hace mucho la tele, (donde un viejo daba pan a las palomas ante la mirada preocupada de un cincuentón largo), te puede recordar que, quede lo que quede, no queda tanto, y dejarte pensativo.
Quizá es que los viejos de mi familia, (estos sí viejos de verdad, con unas miserias poco glamourosas), han muerto siempre en casa y rodeados de amor no fingido. El hecho de que hubieran hablado durante una partida de cartas, como la señora Cooper, nos habría pasado por completo inadvertido.
Ya me véis, con acidez de estómago y sin saber ver la grandeza en el cine, pero buena gente, oiga.
A) No cargar las tintas, (para no espantar al crítico con el melodrama desaforado).
B) Interpretar el punto anterior con fingimiento, pues lo que hay que hacer es un melodrama desaforado. Que estalle al final, como la (falsa) vida misma de Hollywood. Así que los hijos que no parecían tan malos son, al final, verdaderos miserables, (como tantos reales, por otra parte). Dejamos en nimiedades las miserias y torpezas de los viejos, y las difuminamos, a la postre: no se cagan encima, ni tienen alzheimer, ni se les cae la dentadura postiza. Al revés, son una encantadora pareja romántica a la que todo el mundo sonríe y facilita la vida, excepto los cabrones de sus hijos.
C) El final es importante, y ha de ser rocambolesco.El público se lo tragará, confiado ya a esas alturas, redimido de su propia mezquindad, llorando y llenándolo todo de calificativos mayestáticos: "sublime", "obligatoria"... Llorarán las piedras.
Le damos nuestra historia a un churrero de planos medios sin pizca de genialidad, de trascendencia, de ir más allá de lo que la propia imagen sugiere.Todo correcto y en su sitio, este hombre ha dirigido unas cuantas y tiene experiencia.
Imprescindibles dos actores competentes, más que nunca teniendo en cuenta los mimbres anteriores. Este es el único punto verdaderamente fuerte de la película, y lo flipamos en colores cuando comprobamos que Beulah Bondi tenía sólo ¡¡¡¡49!!! años cuando hizo la película, y que aún duraría 44 más. De verdad, esto es metérnosla doblada a todos.
¿Es que es detestable la película? Por supuesto que no; tiene algún momento bonito y, además, se agradece que fuera a contracorriente en el Hollywood clásico, pero no tiene nada imperecedero, nada realmente conmovedor, amen de ser ligeramente pesadita en otros tramos. El tema de la vejez es fácil caballo ganador sentimental con poco cuidado que se ponga en él. Hasta un simple anuncio de seguros que emitía no hace mucho la tele, (donde un viejo daba pan a las palomas ante la mirada preocupada de un cincuentón largo), te puede recordar que, quede lo que quede, no queda tanto, y dejarte pensativo.
Quizá es que los viejos de mi familia, (estos sí viejos de verdad, con unas miserias poco glamourosas), han muerto siempre en casa y rodeados de amor no fingido. El hecho de que hubieran hablado durante una partida de cartas, como la señora Cooper, nos habría pasado por completo inadvertido.
Ya me véis, con acidez de estómago y sin saber ver la grandeza en el cine, pero buena gente, oiga.
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