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Críticas ordenadas por utilidad
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6,2
86.031
3
26 de abril de 2012
26 de abril de 2012
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a hacer mucho hincapié en el argumento o en la adaptación de la novela, que ya se ha escrito bastante en otras críticas. Lo que a mi me importa realmente es que esta película NO SE PUEDE VER. Es un mareo impresionante de montaje y planos acelerados con la peor cámara al hombro que te puedas imaginar.
¿Qué necesidad hay de que en dos segundos metas 6 planos distintos? Plano en movimiento de una mano cogiendo una copa, primer plano de la cara de la protagonista, primer plano de la cara del protagonista, primer plano de la protagonista acercando la copa a la boca, plano general acelerado camara al hombro, primer plano de la protagonista bebiendo... Qué horror por Dios... Abandoné la sala porque casi vomito...
Un montaje aceleradísimo y una grabación en constante movimiento podrían llegar a tener justificación en una batalla, en una escena trepidante... pero durante una cena (por poner un ejemplo)... no tiene ninguna justificación... Sin duda, un niño con una videocámara tiene más pulso... No pude acabar de verla... Una pena...
¿Qué necesidad hay de que en dos segundos metas 6 planos distintos? Plano en movimiento de una mano cogiendo una copa, primer plano de la cara de la protagonista, primer plano de la cara del protagonista, primer plano de la protagonista acercando la copa a la boca, plano general acelerado camara al hombro, primer plano de la protagonista bebiendo... Qué horror por Dios... Abandoné la sala porque casi vomito...
Un montaje aceleradísimo y una grabación en constante movimiento podrían llegar a tener justificación en una batalla, en una escena trepidante... pero durante una cena (por poner un ejemplo)... no tiene ninguna justificación... Sin duda, un niño con una videocámara tiene más pulso... No pude acabar de verla... Una pena...
TV

6,0
94
6
10 de noviembre de 2011
10 de noviembre de 2011
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevo varias semanas visionando todo tipo de adaptaciones realizadas para la gran pantalla sobre la obra de Stoker, y hoy le ha tocado el turno a la versión televisiva de Philip Saville.
Esta versión, emitida como mini serie de 3 capitulos para la BBC en 1977, es sin duda de las más fieles, si no la más fiel, de tantas adaptaciones que se han hecho de la novela de Stoker; aunque no deja de tener alguna modificación argumental, como es el caso de mostrar a Mina y Lucy como hermanas, u omitir detalles como el rejuvenecimiento de Drácula tras su partida de Transilvania, por poner algún ejemplo.
La historia se desarrolla fluida y sin decaer el interés en ningún momento, aunque sobre ella pesan dos grandes lastres: el primero son los efectos especiales (malísimos, especialmente en los momentos en que usan la imagen en negativo para mostrar la cara del vampiro) y el segundo lastre es el uso de cámara de vídeo en las escenas interiores, que contrasta demasiado con el celuloide y mayor belleza de los planos exteriores.
Las interpretaciones son correctas, aunque cercanas al teatro en el caso de algunos actores (como ocurre con Frank Finlay y su caricaturesco Van Helsing), otros como el Drácula de Louis Jourdan (que se caracteriza por una sobriedad y elegancia muy conseguidas, y una frialdad y perversidad psicológica que contrastan con la falta de agresividad que se le nota al personaje) están bastante más logrados. Y en el terreno de los logrados, el que se lleva la palma es el personaje de Mina, interpretado magistralmente por una angelical y bellísima Judi Bowker, que vemos evolucionar a lo largo del metraje desde la mayor inocencia e ingenuidad hasta la extrema perturbación y desconfianza logrando alguno de los momentos más inquietantes de la adaptación.
En resumen, una serie muy disfrutable. Yo, personalmente, me sigo quedando con el ambiente gótico y claustrofóbico de la majestuosa adaptación de la obra de teatro de Drácula llevada a la gran pantalla po John Badham; con la versión malsana, austera (algo cutre) y totalmente fiel a la novela de Stoker realizada por Jesús Franco; y con la maravillosa epopeya romántica creada por Coppola a medio camino entre las dos mencionadas anteriormente. Para mí los tres ejes del universo Drácula. Las versiones de la Hammer y Lugosi son otra historia... aunque nada desdeñables por otro lado... pero nada que ver con mis tres Dráculas favoritos.
Esta versión, emitida como mini serie de 3 capitulos para la BBC en 1977, es sin duda de las más fieles, si no la más fiel, de tantas adaptaciones que se han hecho de la novela de Stoker; aunque no deja de tener alguna modificación argumental, como es el caso de mostrar a Mina y Lucy como hermanas, u omitir detalles como el rejuvenecimiento de Drácula tras su partida de Transilvania, por poner algún ejemplo.
La historia se desarrolla fluida y sin decaer el interés en ningún momento, aunque sobre ella pesan dos grandes lastres: el primero son los efectos especiales (malísimos, especialmente en los momentos en que usan la imagen en negativo para mostrar la cara del vampiro) y el segundo lastre es el uso de cámara de vídeo en las escenas interiores, que contrasta demasiado con el celuloide y mayor belleza de los planos exteriores.
Las interpretaciones son correctas, aunque cercanas al teatro en el caso de algunos actores (como ocurre con Frank Finlay y su caricaturesco Van Helsing), otros como el Drácula de Louis Jourdan (que se caracteriza por una sobriedad y elegancia muy conseguidas, y una frialdad y perversidad psicológica que contrastan con la falta de agresividad que se le nota al personaje) están bastante más logrados. Y en el terreno de los logrados, el que se lleva la palma es el personaje de Mina, interpretado magistralmente por una angelical y bellísima Judi Bowker, que vemos evolucionar a lo largo del metraje desde la mayor inocencia e ingenuidad hasta la extrema perturbación y desconfianza logrando alguno de los momentos más inquietantes de la adaptación.
En resumen, una serie muy disfrutable. Yo, personalmente, me sigo quedando con el ambiente gótico y claustrofóbico de la majestuosa adaptación de la obra de teatro de Drácula llevada a la gran pantalla po John Badham; con la versión malsana, austera (algo cutre) y totalmente fiel a la novela de Stoker realizada por Jesús Franco; y con la maravillosa epopeya romántica creada por Coppola a medio camino entre las dos mencionadas anteriormente. Para mí los tres ejes del universo Drácula. Las versiones de la Hammer y Lugosi son otra historia... aunque nada desdeñables por otro lado... pero nada que ver con mis tres Dráculas favoritos.
7
5 de julio de 2012
5 de julio de 2012
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de Bergman cercana a lo que el director denominaría "cine de cámara", con pocos actores, en un espacio físico reducido y en un tono profundo e intimista.
Se aleja bastante del halo teatral de sus trabajos anteriores ("Sonrisas de una Noche de Verano", "El Séptimo Sello" y "Fresas Salvajes") y, con un aire realista cercano al documental, avecina el tratamiento estético de su trilogía sobre "el silencio de Dios" situandose cerca de la antesala de "Persona". En ella podremos comprobar que muchos tics, que posteriormente aparecerán en películas como "El Silencio" (mi favorita) o "Persona", ya se encuentran presentes en este largometraje... como esos monologos femeninos tan del gusto del director.
El guión de "En el umbral de la vida" fue escrito por Ula Isakson, y revisado minuciosamente por Bergman, basándose en un relato propio de la escritora. Ambos volverían a trabajar juntos en el guión de "El Manantial de la Doncella" un año después.
Aqui Bergman nos muestra un brillante estudio sobre la vida, la muerte y, sobre todo, los miedos (a la maternidad, al aborto, al compromiso, al vacío, a la familia). La película posee una sinceridad brutal, con algún que otro golpe totalmente crudo y dañino muy propio del director, pero siempre dejando un halo de esperanza en su desenlace.
En su momento la película recibió grandes elogios por parte del público y la crítica, incluso Carl Bjokman (crítico de la época) reconoció que era lo mejor que Bergman había hecho hasta la fecha. Ganó tres premios en el Festival de Cannes de 1958 (Mejor Director, Mejor Actriz - compartido entre las protagonistas - y Mejor Guión) y después de un recibimiento aplaudido por todo lo alto, cayó en el mayor de los olvidos, ensombrecida por la nominación al oscar de "Fresas Salvajes" poco después del estreno de ésta, y el éxito mundial de "El Manantial de la Doncella" al año siguiente.
Todo el elenco de actores (a excepción de Eva Dahbeck) repetiría en la siguiente película del director, "El Rostro", rodada prácticamente a continuación. En el reparto destacan de sobremanera Ingrid Thulin y Bibi Andersson (cuyo papel estaba inicialmente destinado a otra Andersson: Harriet) que están brillantes en unos personajes magníficamente pefilados. El guión (con un pequeño bajón hacia la mitad) posee una gran profundidad psicológica, e incluso con alguna escena realmente enternecedora y emocionante.
Esta película muestra a un Bergman a punto de llegar a su cima artística. Un placer para los sentidos.
Se aleja bastante del halo teatral de sus trabajos anteriores ("Sonrisas de una Noche de Verano", "El Séptimo Sello" y "Fresas Salvajes") y, con un aire realista cercano al documental, avecina el tratamiento estético de su trilogía sobre "el silencio de Dios" situandose cerca de la antesala de "Persona". En ella podremos comprobar que muchos tics, que posteriormente aparecerán en películas como "El Silencio" (mi favorita) o "Persona", ya se encuentran presentes en este largometraje... como esos monologos femeninos tan del gusto del director.
El guión de "En el umbral de la vida" fue escrito por Ula Isakson, y revisado minuciosamente por Bergman, basándose en un relato propio de la escritora. Ambos volverían a trabajar juntos en el guión de "El Manantial de la Doncella" un año después.
Aqui Bergman nos muestra un brillante estudio sobre la vida, la muerte y, sobre todo, los miedos (a la maternidad, al aborto, al compromiso, al vacío, a la familia). La película posee una sinceridad brutal, con algún que otro golpe totalmente crudo y dañino muy propio del director, pero siempre dejando un halo de esperanza en su desenlace.
En su momento la película recibió grandes elogios por parte del público y la crítica, incluso Carl Bjokman (crítico de la época) reconoció que era lo mejor que Bergman había hecho hasta la fecha. Ganó tres premios en el Festival de Cannes de 1958 (Mejor Director, Mejor Actriz - compartido entre las protagonistas - y Mejor Guión) y después de un recibimiento aplaudido por todo lo alto, cayó en el mayor de los olvidos, ensombrecida por la nominación al oscar de "Fresas Salvajes" poco después del estreno de ésta, y el éxito mundial de "El Manantial de la Doncella" al año siguiente.
Todo el elenco de actores (a excepción de Eva Dahbeck) repetiría en la siguiente película del director, "El Rostro", rodada prácticamente a continuación. En el reparto destacan de sobremanera Ingrid Thulin y Bibi Andersson (cuyo papel estaba inicialmente destinado a otra Andersson: Harriet) que están brillantes en unos personajes magníficamente pefilados. El guión (con un pequeño bajón hacia la mitad) posee una gran profundidad psicológica, e incluso con alguna escena realmente enternecedora y emocionante.
Esta película muestra a un Bergman a punto de llegar a su cima artística. Un placer para los sentidos.
8
28 de diciembre de 2012
28 de diciembre de 2012
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acompañado de la melodía de la canción popular "Vamos a contar mentiras", nos llega este cuento maravilloso sobre la perdida de la inocencia. Una historia contenida, densa, espiritual, metafórica... con la que Victor Erice nos introduce en el subconsciente de una niña que busca respuestas a las preguntas (sobre la vida y la muerte) que le han surgido tras visionar por primera vez la película Frankenstein.
La España de postguerra que muestra Erice es la de un pueblo ocupado por zombies humanos, personas desesperanzadas, regidas por el miedo, abatidas por el desencanto y entregadas al silencio, cuya vida es contemplativa. Esas personas adultas alienadas contrastan con la inquietud de los niños, deseosos de conocer, ansiosos por absorver ese mundo que les rodea y no comprenden.
Ana y su hermana Isabel se muestran a su vez como personajes antagónicos. Mientras Isabel ejerce de hermana mayor aleccionadora, Ana busca sus propias respuestas y madura, a base de desengaños, de una forma mucho más rápida y abrupta que su hermana.
Al principio de la película, nos muestran como el padre de las niñas se encuentra al margen de esa sociedad que le rodea dedicado a sus queaceres mientras el resto del pueblo ve la película Frankenstein, más adelante veremos como Ana se aisla (de la misma forma que su padre) de los niños que juegan saltando la hogera tras un fuerte desengaño con su hermana.
Mientras Isabel (más infantil y marisabidilla) cuenta fabulas a su hermana sobre espiritus y trata de aleccionarla mediante bromas pesadas, será la propia Ana la que descubra los verdaderos espiritus del mundo que la rodea. Chocando de bruces con la realidad, Ana se encontrará cara a cara con la muerte. Ese Frankenstein en forma de soldado huido al que cuidará y que la sociedad le arrebatará, esa seta venenosa (de la que le habló su padre) que encontrará en su noche de exilio, ese tren que pasara casi rozando sus vestidos... Ana ya nunca volverá a ser la misma... como su padre tampoco lo volvió a ser nunca...
Como no quiero destripar el argumento (si es que no lo he hecho ya bastante), que da para muchos visionados e interpretaciones, me reservo para mí mi propio analisis y refelexiones, e invito al espectador a sacar los suyos propios.
Te puede parecer lenta, te puede parecer pesada... pero el calificativo que nadie podrá negarle es el de HIPNÓTICA.
La España de postguerra que muestra Erice es la de un pueblo ocupado por zombies humanos, personas desesperanzadas, regidas por el miedo, abatidas por el desencanto y entregadas al silencio, cuya vida es contemplativa. Esas personas adultas alienadas contrastan con la inquietud de los niños, deseosos de conocer, ansiosos por absorver ese mundo que les rodea y no comprenden.
Ana y su hermana Isabel se muestran a su vez como personajes antagónicos. Mientras Isabel ejerce de hermana mayor aleccionadora, Ana busca sus propias respuestas y madura, a base de desengaños, de una forma mucho más rápida y abrupta que su hermana.
Al principio de la película, nos muestran como el padre de las niñas se encuentra al margen de esa sociedad que le rodea dedicado a sus queaceres mientras el resto del pueblo ve la película Frankenstein, más adelante veremos como Ana se aisla (de la misma forma que su padre) de los niños que juegan saltando la hogera tras un fuerte desengaño con su hermana.
Mientras Isabel (más infantil y marisabidilla) cuenta fabulas a su hermana sobre espiritus y trata de aleccionarla mediante bromas pesadas, será la propia Ana la que descubra los verdaderos espiritus del mundo que la rodea. Chocando de bruces con la realidad, Ana se encontrará cara a cara con la muerte. Ese Frankenstein en forma de soldado huido al que cuidará y que la sociedad le arrebatará, esa seta venenosa (de la que le habló su padre) que encontrará en su noche de exilio, ese tren que pasara casi rozando sus vestidos... Ana ya nunca volverá a ser la misma... como su padre tampoco lo volvió a ser nunca...
Como no quiero destripar el argumento (si es que no lo he hecho ya bastante), que da para muchos visionados e interpretaciones, me reservo para mí mi propio analisis y refelexiones, e invito al espectador a sacar los suyos propios.
Te puede parecer lenta, te puede parecer pesada... pero el calificativo que nadie podrá negarle es el de HIPNÓTICA.
Serie

7,8
8.269
9
27 de julio de 2017
27 de julio de 2017
30 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suena el nuevo tema “Heartbreking” de Angelo Badalamenti durante una escena clave al final del episodio 11 y me derrumbo. Me he emocionado. No pensaba que el nuevo “Twin Peaks” me fuese a hacer derramar lágrimas. Ya no me queda más remedio que rendirme a la evidencia... estoy fascinado. Me cuesta entender que un mismo capítulo me pueda hacer sentir terror, mal rollo, intriga, desorientación, humor y amor, una nostalgia como hacía mucho tiempo no sentía. Increíble.
Cuando empezó la emisión de la nueva temporada, y tras el visionado de los dos primeros episodios, escribí una crítica en la que manifestaba cierta incredulidad por la dirección tomada por Lynch en su nueva reencarnación, más cercana a sus trabajos más recientes (como “Mullholand Drive”) que al espíritu original de la serie. Aunque cuando escribí la anterior reseña era consciente de que el producto era Lynch al ciento uno por cien, criticaba que su factura no era “Twin Peaks”, ni si quiera un vago recuerdo. Ahora, con 11 capítulos a mis espaldas, sólo puedo decir que sea o no “Twin Peaks”, guste o no a alguien, tenga un desenlace satisfactorio o no, el resultado de lo que llevamos de serie es fascinante, increíble, no se parece a nada de lo que haya podido ver anteriormente en televisión y, sinceramente, ya me da igual lo que nos espere en los restantes 7 episodios porque el deleite de las partes merece la experiencia.
David Lynch, y Mark Frost (no le quitemos su mérito), han hecho un alucinante análisis del universo actual que nos rodea y, más en profundidad, del ser humano... de sus miserias, de sus horrores, y de sus bondades y carencias. Y aunque pueda haber momentos tediosos (como ese humor absurdo del que disfruta Lynch desesperando al espectador con cadencias de tiempo que volverían loco incluso al más tranquilo fan), cuando aparecen los momentos brillantes deslumbran tanto que te hacen olvidar cualquier crítica negativa. La serie tiene momentos tan sensoriales, tan sensitivos, que el espectador percibe las sensaciones como si estuviera dentro del televisor. Por poner un ejemplo que no spoileará nada, el momento en que Amanda Seyfried consume cocaína en el Episodio 5 es tan sensitivo que el espectador siente lo mismo que el personaje. Momentos brillantes.
Aunque hay muchísimos personajes que parecen no tener relevancia en la trama principal, lo cierto es que tarde o temprano sirven de vehículo para que su creador exprese sentimientos o emociones universales. Y es que al final todo versa sobre “el bien y el mal”, sobre lo torcido y a la deriva que se encuentra el mundo en el que vivimos hoy en día y la esperanza de que aún haya personas angelicales capaces de cambiarlo.
En el nuevo “Twin Peaks” no hay normas, no hay leyes, es imposible prever hacia dónde se dirigirá... pero sí hay historia, sí hay trasfondo y lo más importante hay muchísimo sentimiento. Un sentimiento que se desgrana en muchos momentos de una sensibilidad exquisita. Vemos los extremos del horror y la belleza. El ser humano al desnudo.
Sin mencionar nada de su argumento, sí quisiera alabar el impresionante trabajo de Kyle McLachlan, más carismático que nunca y soberbio en sus múltiples desdobles. Las caras nuevas brillan a niveles muy altos: Naomi Watts, Eamon Farren o Laura Dern se lucen y deslumbran, al igual que algunos personajes clásicos cuyo arco evolutivo ha sido grandísimo, como el caso de Dana Ashbrook como Bobby Briggs.
“Twin Peaks the Return” no es apto para todos los paladares. De hecho habrá quien lo aborrezca. Pero para mí es un regalo que hay que saborear con paciencia y deleite, porque joyas mastodónticas como el episodio 8 de esta serie no se ven jamás, y si uno no está con el corazón y la mente abiertas se perderá la esencia de lo que nos quieren hacer llegar. Porque esto es ARTE con mayúsculas, para bien o para mal.
Cuando empezó la emisión de la nueva temporada, y tras el visionado de los dos primeros episodios, escribí una crítica en la que manifestaba cierta incredulidad por la dirección tomada por Lynch en su nueva reencarnación, más cercana a sus trabajos más recientes (como “Mullholand Drive”) que al espíritu original de la serie. Aunque cuando escribí la anterior reseña era consciente de que el producto era Lynch al ciento uno por cien, criticaba que su factura no era “Twin Peaks”, ni si quiera un vago recuerdo. Ahora, con 11 capítulos a mis espaldas, sólo puedo decir que sea o no “Twin Peaks”, guste o no a alguien, tenga un desenlace satisfactorio o no, el resultado de lo que llevamos de serie es fascinante, increíble, no se parece a nada de lo que haya podido ver anteriormente en televisión y, sinceramente, ya me da igual lo que nos espere en los restantes 7 episodios porque el deleite de las partes merece la experiencia.
David Lynch, y Mark Frost (no le quitemos su mérito), han hecho un alucinante análisis del universo actual que nos rodea y, más en profundidad, del ser humano... de sus miserias, de sus horrores, y de sus bondades y carencias. Y aunque pueda haber momentos tediosos (como ese humor absurdo del que disfruta Lynch desesperando al espectador con cadencias de tiempo que volverían loco incluso al más tranquilo fan), cuando aparecen los momentos brillantes deslumbran tanto que te hacen olvidar cualquier crítica negativa. La serie tiene momentos tan sensoriales, tan sensitivos, que el espectador percibe las sensaciones como si estuviera dentro del televisor. Por poner un ejemplo que no spoileará nada, el momento en que Amanda Seyfried consume cocaína en el Episodio 5 es tan sensitivo que el espectador siente lo mismo que el personaje. Momentos brillantes.
Aunque hay muchísimos personajes que parecen no tener relevancia en la trama principal, lo cierto es que tarde o temprano sirven de vehículo para que su creador exprese sentimientos o emociones universales. Y es que al final todo versa sobre “el bien y el mal”, sobre lo torcido y a la deriva que se encuentra el mundo en el que vivimos hoy en día y la esperanza de que aún haya personas angelicales capaces de cambiarlo.
En el nuevo “Twin Peaks” no hay normas, no hay leyes, es imposible prever hacia dónde se dirigirá... pero sí hay historia, sí hay trasfondo y lo más importante hay muchísimo sentimiento. Un sentimiento que se desgrana en muchos momentos de una sensibilidad exquisita. Vemos los extremos del horror y la belleza. El ser humano al desnudo.
Sin mencionar nada de su argumento, sí quisiera alabar el impresionante trabajo de Kyle McLachlan, más carismático que nunca y soberbio en sus múltiples desdobles. Las caras nuevas brillan a niveles muy altos: Naomi Watts, Eamon Farren o Laura Dern se lucen y deslumbran, al igual que algunos personajes clásicos cuyo arco evolutivo ha sido grandísimo, como el caso de Dana Ashbrook como Bobby Briggs.
“Twin Peaks the Return” no es apto para todos los paladares. De hecho habrá quien lo aborrezca. Pero para mí es un regalo que hay que saborear con paciencia y deleite, porque joyas mastodónticas como el episodio 8 de esta serie no se ven jamás, y si uno no está con el corazón y la mente abiertas se perderá la esencia de lo que nos quieren hacer llegar. Porque esto es ARTE con mayúsculas, para bien o para mal.
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