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8
10 de septiembre de 2019
10 de septiembre de 2019
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Pollock (Pollock: La vida de un creador), es una película de Ed Harris dirigida en el año 2000. No sorprende, ni deja de ser paradójico, que muchos de los artista pintores llevados al cine, lleguen bajo el brazo con un plus de dramatismo biográfico: la sumisión en Rembrandt, el rechazo y la duda en El tormento y el éxtasis, el abandono del incomprendido Modigliani en Los amantes de Montparnasse, y tantísimos otros títulos en los que siempre, o casi, el proceso creativo del artista se relaciona o minimiza inexcusablemente al drama personal que por lo visto funciona cinematográficamente.
¡No está mal, nada mal! el resultado como director de carismático Ed Harris un actor que nos ha regalado sendas interpretaciones como la que protagonizó en su debut cinematográfico en Coma (1978), Abyss (1989), Poder absoluto (1997) o la carismática Pollock (2000) pasando generosamente de la centena de títulos en los que ha participado. En su faceta como actor Harris siempre nos ha devuelto desde la pantalla una imagen sobria, entera, dramáticamente creíble y sobre todo una característica común en su forma de actuar utilizando el mimetismo y la empatía con el personaje correspondiente y su historia hasta el punto de hacerlo totalmente creíble en su doble vertiente interpretativa y de realización.
Así las cosas, Ed Harris nos muestra su verdadera entrega y pasión, como corresponde al personaje que interpreta el carismático Jackson Pollock, un artista que se atrevió a ver la creación pictórica como algo diferente, trágicamente diferente y por supuesto nuevo, un nuevo lenguaje pictórico donde accidentalidad y deseo queda reflejado de forma abrupta (armonizada después) en la intervención del proceso creativo.
No debemos olvidar la influencia emocional en Pollock de Lee Krasner (Marcia Gay Harden), su pareja, artista que se movía en el terreno del expresionismo abstracto. Hasta qué punto la obra final de Pollock estuvo supeditada a la apasionada fe y entrega de Krasner sobre las posibilidades artísticas y creativas de nuestro protagonista, es algo que queda suficientemente demostrado en esta interesante película mediante las sendas interpretaciones de Ed y Marcia.
Pollock no es un caso aparte, el realizador acierta con total credibilidad en la representación de los fantasmas personales del artista que tanto influyeron en su obra basada en la búsqueda y el inconformismo en su proceso creativo dando como resultado un lenguaje pictórico nuevo, novedoso y atrevidamente provocativo que no dejó indiferente a nadie.
¡No está mal, nada mal! el resultado como director de carismático Ed Harris un actor que nos ha regalado sendas interpretaciones como la que protagonizó en su debut cinematográfico en Coma (1978), Abyss (1989), Poder absoluto (1997) o la carismática Pollock (2000) pasando generosamente de la centena de títulos en los que ha participado. En su faceta como actor Harris siempre nos ha devuelto desde la pantalla una imagen sobria, entera, dramáticamente creíble y sobre todo una característica común en su forma de actuar utilizando el mimetismo y la empatía con el personaje correspondiente y su historia hasta el punto de hacerlo totalmente creíble en su doble vertiente interpretativa y de realización.
Así las cosas, Ed Harris nos muestra su verdadera entrega y pasión, como corresponde al personaje que interpreta el carismático Jackson Pollock, un artista que se atrevió a ver la creación pictórica como algo diferente, trágicamente diferente y por supuesto nuevo, un nuevo lenguaje pictórico donde accidentalidad y deseo queda reflejado de forma abrupta (armonizada después) en la intervención del proceso creativo.
No debemos olvidar la influencia emocional en Pollock de Lee Krasner (Marcia Gay Harden), su pareja, artista que se movía en el terreno del expresionismo abstracto. Hasta qué punto la obra final de Pollock estuvo supeditada a la apasionada fe y entrega de Krasner sobre las posibilidades artísticas y creativas de nuestro protagonista, es algo que queda suficientemente demostrado en esta interesante película mediante las sendas interpretaciones de Ed y Marcia.
Pollock no es un caso aparte, el realizador acierta con total credibilidad en la representación de los fantasmas personales del artista que tanto influyeron en su obra basada en la búsqueda y el inconformismo en su proceso creativo dando como resultado un lenguaje pictórico nuevo, novedoso y atrevidamente provocativo que no dejó indiferente a nadie.
8 de septiembre de 2019
8 de septiembre de 2019
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Muscle beach party (Locas por Mister Universo) es una película dirigida por William Asher en 1964. Productor de cine y televisión, director y guionista con resonados éxitos en ambos medios, donde al hilo de entretenidas historias playeras para el cine entre las cuales Beach Party (1963), Beach Blanket Bingo (1965) o la que nos ocupa Muscle beach party; una película de fácil asimilación, entretenida como tomar el sol y broncearse en playas donde el interminable desfile de las gentes da pie a muchas historias de mar y arena, con dos protagonistas destacados en este tipo de comedia: Frankie ( Frankie Avalon) y Dee Dee (Arnette Funicello).
En comedias de este tipo no podían faltar habituales actores del género como el entrenador Fanny (Don Rickles) o el exigente S.Z. Matts (Buddy Hackett), en torno a los cuales giran el elevado grupo de personajes para los que en sus jóvenes vidas no hay otro modo mejor de diversión que la playa, el surf y lo que suceda.
En esta soleada comedia William Asher enfrenta los enamoradizos intereses de una condesa a un grupo de musculosos atletas, un cantante que siempre tiene a punto su mejor canción y un conjunto de jóvenes adoradores del mejor ambiente posible en plena canícula: la playa y todo lo que se mueve entre chapuzones, toallas, bronceados, hogueras nocturnas a la luz de la luna y enfrentamientos con los atletas entre los cuales Flex Martian (Peter Lupus) que nunca van más allá de algunas risas y algun serio percance que roza la tragedia… ¡aunque no hay para tanto!
Si a todo este desaguisado playero añadimos los caprichosos flirteos de la condesa Julie (Luciana Paluzzi), un jefe algo enfadado como el señor Strangdour (Peter Lorre), otro destacado cómico de la comedia como Cappy (Morey Amsterdam), el dudoso abogado Theodore (Peter Turgeon) y la exuberante bailarina Candy (Candy Johnson) que nos deja asombrados con su arrebatador baile al ritmo del jovencísimo Cantante (Steve Wonder) y el numeroso grupo de surferos; tenemos una comedia playera al estilo Asher, una formula repetida aunque no exenta de cierto éxito popular a lo largo de sus metrajes con similar temática.
En comedias de este tipo no podían faltar habituales actores del género como el entrenador Fanny (Don Rickles) o el exigente S.Z. Matts (Buddy Hackett), en torno a los cuales giran el elevado grupo de personajes para los que en sus jóvenes vidas no hay otro modo mejor de diversión que la playa, el surf y lo que suceda.
En esta soleada comedia William Asher enfrenta los enamoradizos intereses de una condesa a un grupo de musculosos atletas, un cantante que siempre tiene a punto su mejor canción y un conjunto de jóvenes adoradores del mejor ambiente posible en plena canícula: la playa y todo lo que se mueve entre chapuzones, toallas, bronceados, hogueras nocturnas a la luz de la luna y enfrentamientos con los atletas entre los cuales Flex Martian (Peter Lupus) que nunca van más allá de algunas risas y algun serio percance que roza la tragedia… ¡aunque no hay para tanto!
Si a todo este desaguisado playero añadimos los caprichosos flirteos de la condesa Julie (Luciana Paluzzi), un jefe algo enfadado como el señor Strangdour (Peter Lorre), otro destacado cómico de la comedia como Cappy (Morey Amsterdam), el dudoso abogado Theodore (Peter Turgeon) y la exuberante bailarina Candy (Candy Johnson) que nos deja asombrados con su arrebatador baile al ritmo del jovencísimo Cantante (Steve Wonder) y el numeroso grupo de surferos; tenemos una comedia playera al estilo Asher, una formula repetida aunque no exenta de cierto éxito popular a lo largo de sus metrajes con similar temática.
9 de junio de 2018
9 de junio de 2018
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La producción del cineasta Don Weis tiene su repercusión más destacada en la larga lista de series de televisión en la que participó, lo cual no le impidió crear algo más de una docena de películas entre las cuales The affairs of Dobie Gillis (1953), Pajama Party (1964) o, la que nos ocupa The Gene Krupa Story dirigida en 1959. Weis trata la historia de Gene Krupa mediante el repaso de una parte importante en su vida, uno de los bateristas más destacados del jazz. El realizador centra su narración desde el momento en el que decide que su vocación es la música.
Un gran plano cenital en lenta y continua progresión descendente, acerca su objetivo hasta Gene Krupa (Sal Mineo) mientras los títulos de crédito van presentando al elenco junto a la música del gran drummer, tras lo cual, Don Weis sitúa al joven Krupa en exteriores y plano de seguimiento, el el año 1927, ilusionado con su batería a cuestas y lleno deseos por agradar a su família, concretamente a su temperamental Padre (John Bleifer) chocando así con los planes que este le tenía guardados: convertirlo al sacerdocio, reflejado en la estupenda fotografía del veterano Charles Lawton Jr., responsable de grandes metrajes en blanco y negro, entre los cuales el espectacular La dama de Shanghai (1947) de Orson Welles.
Ajeno a los consejos de la familia, Krupa comienza a relacionarse, incitado por el entorno y su imparable deseo de ser un gran baterista, conoce en plena fiesta a Ethel Maguire (Susan Kohner,) entablando una gran amistad. Animados planos americanos y medios entre otros, nos lleva hacia las primeras evoluciones, los primeros ensayos junto a su gran amigo y trompetista Eddie Sirota (James Darren). Las malas noticias no tardan en llegar, al conocer el fallecimiento de su padre, lo cual le crea el suficiente cargo de culpabilidad emocional como para acceder al deseo de su difunto patriarca: ser seminarista para ejercer en el sacerdocio, aunque su verdadera vocación nunca dejó de sonar en su cabeza.
Reorientada su vida, entra nuevamente en contacto con sus viejos amigos de juventud, llegándole sus primeras oportunidades, donde, después de un tiempo vuelve a reencontrarse a sí mismo evolucionando profesionalmente, momento en el que en un intento desesperado de la madre, que le considera una causa perdida para la vocación religiosa, le visita en su ambiente acompañada por su hermano Ted Krupa (Gavin MacLeod); nada hace cambiar sobre su decisión al espectacular drummer, sensacional Krupa.
Por medio de la elipsis, Weis nos sumerge de lleno en las primeras giras y los primeros sabores del éxito de nuestro protagonista, cosechando conquistas artísticas y de otro tipo que le harán olvidar temporalmente la atracción sentimental que siempre ha sentido hacia Ethel. Por otro lado, la temperamental Dorissa Dinell (Susan Oliver) cantante de su grupo, le dificulta su evolución al achacarle al drummer, detalles técnicos que debería corregir en su modo de tocar, o dicho de otro modo: los celos profesionales enfrentados en el protagonismo interpretativo, lo que le lleva a nuestro protagonista, además, a situaciones muy comprometidas, haciendo peligrar la estabilidad en su carrera musical que le arrastran a tener cuentas con la justicia.
Una nueva elipsis nos sitúa en un Krupa con deseos de reintegrarse aceptando trabajos de poca monta para sobrevivir, reencontrándose en el camino con Ethel Maguire. Para el músico, su tiempo presente está dificultando la reintegración en sociedad, muchos compañeros de profesión le gira la espalda debido a su más reciente y delicado pasado, hasta que le llega nuevamente su oportunidad de la mano de Tommy Dorsey (Bobby Troup) a lo que contribuyeron además, verdaderos músicos del swing algunos de los cuales encarnando personajes tales como: el ya mencionado Bobby Troup, el Trompetista Red Nichols), la gran Cantante (Anita O’ Day), o el Baterista (Shelly Manne) entre otros, coronado con un gran número final digno del mejor jazz en directo. Excelente metraje de Don Weis que nos acerca a la vida del considerado uno de los más destacados e influyentes drummer del jazz de todos los tiempos, el legendario Gene Krupa.
Un gran plano cenital en lenta y continua progresión descendente, acerca su objetivo hasta Gene Krupa (Sal Mineo) mientras los títulos de crédito van presentando al elenco junto a la música del gran drummer, tras lo cual, Don Weis sitúa al joven Krupa en exteriores y plano de seguimiento, el el año 1927, ilusionado con su batería a cuestas y lleno deseos por agradar a su família, concretamente a su temperamental Padre (John Bleifer) chocando así con los planes que este le tenía guardados: convertirlo al sacerdocio, reflejado en la estupenda fotografía del veterano Charles Lawton Jr., responsable de grandes metrajes en blanco y negro, entre los cuales el espectacular La dama de Shanghai (1947) de Orson Welles.
Ajeno a los consejos de la familia, Krupa comienza a relacionarse, incitado por el entorno y su imparable deseo de ser un gran baterista, conoce en plena fiesta a Ethel Maguire (Susan Kohner,) entablando una gran amistad. Animados planos americanos y medios entre otros, nos lleva hacia las primeras evoluciones, los primeros ensayos junto a su gran amigo y trompetista Eddie Sirota (James Darren). Las malas noticias no tardan en llegar, al conocer el fallecimiento de su padre, lo cual le crea el suficiente cargo de culpabilidad emocional como para acceder al deseo de su difunto patriarca: ser seminarista para ejercer en el sacerdocio, aunque su verdadera vocación nunca dejó de sonar en su cabeza.
Reorientada su vida, entra nuevamente en contacto con sus viejos amigos de juventud, llegándole sus primeras oportunidades, donde, después de un tiempo vuelve a reencontrarse a sí mismo evolucionando profesionalmente, momento en el que en un intento desesperado de la madre, que le considera una causa perdida para la vocación religiosa, le visita en su ambiente acompañada por su hermano Ted Krupa (Gavin MacLeod); nada hace cambiar sobre su decisión al espectacular drummer, sensacional Krupa.
Por medio de la elipsis, Weis nos sumerge de lleno en las primeras giras y los primeros sabores del éxito de nuestro protagonista, cosechando conquistas artísticas y de otro tipo que le harán olvidar temporalmente la atracción sentimental que siempre ha sentido hacia Ethel. Por otro lado, la temperamental Dorissa Dinell (Susan Oliver) cantante de su grupo, le dificulta su evolución al achacarle al drummer, detalles técnicos que debería corregir en su modo de tocar, o dicho de otro modo: los celos profesionales enfrentados en el protagonismo interpretativo, lo que le lleva a nuestro protagonista, además, a situaciones muy comprometidas, haciendo peligrar la estabilidad en su carrera musical que le arrastran a tener cuentas con la justicia.
Una nueva elipsis nos sitúa en un Krupa con deseos de reintegrarse aceptando trabajos de poca monta para sobrevivir, reencontrándose en el camino con Ethel Maguire. Para el músico, su tiempo presente está dificultando la reintegración en sociedad, muchos compañeros de profesión le gira la espalda debido a su más reciente y delicado pasado, hasta que le llega nuevamente su oportunidad de la mano de Tommy Dorsey (Bobby Troup) a lo que contribuyeron además, verdaderos músicos del swing algunos de los cuales encarnando personajes tales como: el ya mencionado Bobby Troup, el Trompetista Red Nichols), la gran Cantante (Anita O’ Day), o el Baterista (Shelly Manne) entre otros, coronado con un gran número final digno del mejor jazz en directo. Excelente metraje de Don Weis que nos acerca a la vida del considerado uno de los más destacados e influyentes drummer del jazz de todos los tiempos, el legendario Gene Krupa.
11 de noviembre de 2017
11 de noviembre de 2017
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El director Michael Anderson, realizador de películas que ya forman parte del imaginario cinematográfico colectivo con títulos como La vuelta al mundo en ochenta días (1956), Misterio en el barco perdido (1959) o, La fuga de Logan (1976), además de, entre otros interesantes títulos de contenido temático tan diferentes como el drama, la intriga, el thriller, o la comedia fantástica que nos ocupa Second Time Lucky (La segunda oportunidad) (1984), lleva a sus personajes a situaciones límites creando atmosfera y tensión en sus intervenciones en entornos apropiados, o escenarios futuros, en los que la aventura en cualquiera de sus formas es una constante en su filmografía.
Anderson nos propone presenciar, en clave de comedía fantástica, la apuesta entre el bien y el mal para dirimir quien dominará los designios de la humanidad en los siglos venideros. Dios (Robert Morley) y el ángel Gabriel (Jon Gadsby) la parte celestial, se medirán al codicioso e infernal Lucifer (Robert Helpmann) ayudado por su torpe ayudante Chuck (William Ewens). Dios, en su curiosidad, acepta por segunda vez el atrevido reto desde que creó el mundo.
Gabriel selecciona entre los mortales a los nuevos Adán (Roger Wilson) y Eva (Diane Franklin) además de ayudarlos ‘sin intervenir’, en lo que serán puestos a prueba por las diferentes tentaciones que encontrarán en sus caminos a lo largo de diferentes momentos en la historia de la humanidad. La evolución de los acontecimientos le lleva entre continuas elipsis temporales a los diferentes escenarios de la historia para poner a prueba las tentaciones del género humano.
En el Jardín del Edén, la fruta prohibida y el sibilante sonido de las tentaciones, se conjugan para cambiar el rumbo de la historia humana que, en su andadura, recaen en Roma entre generales vencedores de batallas, fiestas romanas y peligrosos circos repletos de sedientos gladiadores y feroces leones; Adameus (Adán) y Devia de Destruvia (Eva) superan las tentaciones del adulado César llamado ‘Bello Universo’(el Diablo disfrazado), avanzando la historia de las tentaciones hasta la Primera Guerra Mundial en la que un capitán (Adán) herido de guerra, en plena alucinación es cuidado por la atenta Enfermera (Eva) quien por presiones recibidas está obligada a ejercer de espía.
En su evolución histórica el realizador coloca a nuestros protagonistas en el peligroso escenario de la Ley seca, tiempo de gánsteres, prohibiciones, y locales ilegales donde el alcohol fluye como el agua, a lo que el incorrupto teniente de policía Adán Smith, pretende poner freno, conociendo en su camino a la bailarina Eva y un malvado gánster que todo lo domina: el Gran Nick, cambiando entre atronadores y sangrientos enfrentamientos sus destinos, llevando a nuestros protagonistas hasta la era del Glam Rock en los años 80.
El rockero Adán es presionado para que firme en exclusiva su contrato de compromiso con el Promotor (Lucifer disfrazado) para que cante solo sus canciones, Eva es componente de la banda como bailarina, que utiliza el diablo para persuadir a Adán en el contrato entre el bien y el mal parece que no termina de funcionar; pero antes de cerrar el ciclo, Adán y Eva se reencuentran en la fiesta inicial donde se conocieron, todo retoma la normalidad entre dos jóvenes y sus debilidades, exponiéndose a las tentaciones, que una vez más fueron superadas, aunque lo de la manzana…
La revisión de este más que curioso metraje, repleto de abundante y variado atrezzo, podría deparar sorpresas en la reubicación de un director politemático, y transparentemente atrevido en sus propuestas cinematográficas.
Anderson nos propone presenciar, en clave de comedía fantástica, la apuesta entre el bien y el mal para dirimir quien dominará los designios de la humanidad en los siglos venideros. Dios (Robert Morley) y el ángel Gabriel (Jon Gadsby) la parte celestial, se medirán al codicioso e infernal Lucifer (Robert Helpmann) ayudado por su torpe ayudante Chuck (William Ewens). Dios, en su curiosidad, acepta por segunda vez el atrevido reto desde que creó el mundo.
Gabriel selecciona entre los mortales a los nuevos Adán (Roger Wilson) y Eva (Diane Franklin) además de ayudarlos ‘sin intervenir’, en lo que serán puestos a prueba por las diferentes tentaciones que encontrarán en sus caminos a lo largo de diferentes momentos en la historia de la humanidad. La evolución de los acontecimientos le lleva entre continuas elipsis temporales a los diferentes escenarios de la historia para poner a prueba las tentaciones del género humano.
En el Jardín del Edén, la fruta prohibida y el sibilante sonido de las tentaciones, se conjugan para cambiar el rumbo de la historia humana que, en su andadura, recaen en Roma entre generales vencedores de batallas, fiestas romanas y peligrosos circos repletos de sedientos gladiadores y feroces leones; Adameus (Adán) y Devia de Destruvia (Eva) superan las tentaciones del adulado César llamado ‘Bello Universo’(el Diablo disfrazado), avanzando la historia de las tentaciones hasta la Primera Guerra Mundial en la que un capitán (Adán) herido de guerra, en plena alucinación es cuidado por la atenta Enfermera (Eva) quien por presiones recibidas está obligada a ejercer de espía.
En su evolución histórica el realizador coloca a nuestros protagonistas en el peligroso escenario de la Ley seca, tiempo de gánsteres, prohibiciones, y locales ilegales donde el alcohol fluye como el agua, a lo que el incorrupto teniente de policía Adán Smith, pretende poner freno, conociendo en su camino a la bailarina Eva y un malvado gánster que todo lo domina: el Gran Nick, cambiando entre atronadores y sangrientos enfrentamientos sus destinos, llevando a nuestros protagonistas hasta la era del Glam Rock en los años 80.
El rockero Adán es presionado para que firme en exclusiva su contrato de compromiso con el Promotor (Lucifer disfrazado) para que cante solo sus canciones, Eva es componente de la banda como bailarina, que utiliza el diablo para persuadir a Adán en el contrato entre el bien y el mal parece que no termina de funcionar; pero antes de cerrar el ciclo, Adán y Eva se reencuentran en la fiesta inicial donde se conocieron, todo retoma la normalidad entre dos jóvenes y sus debilidades, exponiéndose a las tentaciones, que una vez más fueron superadas, aunque lo de la manzana…
La revisión de este más que curioso metraje, repleto de abundante y variado atrezzo, podría deparar sorpresas en la reubicación de un director politemático, y transparentemente atrevido en sus propuestas cinematográficas.

6,4
24.677
8
20 de septiembre de 2017
20 de septiembre de 2017
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Café Society (2016) nos presenta el glamuroso mundo del cine en los años 30, generalmente regido por los poderosos agentes, productores y realizadores del momento entre los cuales Phil Stern (Steve Carell), que no tardará en entrar en la vida de su sobrino Bobby (Jesse Eisenberg) recién llegado a la meca del cine enviado por Rose (Jeannie Berlin) su madre, hermana de Phil, viviendo en un continuo enfado con su peculiar marido Marty (Ken Stott).
Otro camino distinto emprenderá su hermano Ben Dorfman (Corey Stoll) dedicado al negocio de la extorsión con generosos resultados económicos, además de convertirse en defensor de causas justas ante la indolente actitud de algunos desalmados y en intermediario de su hermano Bobby para conseguirle buena compañía en la soleada Los Angeles donde Candy (Anna Camp) intenta hacer su primer servicio.
Todo transcurre deprisa: después de unos días de espera para que le recibiera su tío, Bobby se enamora desde su ignorancia de quien no debe, Vonnie (Kristen Stewart) secretaria de Phil se convierte en la encargada de iniciarlo en el entorno social cinematográfico y hacerle conocer los lugares públicos apropiados.
Con diferentes ocupaciones, tío Phil le abre las puertas en el terreno profesional, hasta el punto que le cambia su suerte al ser nombrado director de la sala de espectáculos donde acuden los famosos del momento, lugar perfecto para desenamorarse y volverse a enamorar donde, gracias a la intermediación de Rad (Parker Posey) clienta asidua del circulo de Bobby, conoce a Veronica (Blake Lively), dando inicio a una serie de complicados encuentros afectivos reservados finalmente para los ocultos deseos de Vonnie y Veronica.
Todo el glamour de Los Ángeles de los años 30, la meca del cine, actores, directores, políticos, deportistas; la vida social del momento pasa por el local que regentan los hermanos Ben y Bobby. El amplio muestrario que nos presenta la voz en off (Woody Allen) recorren las peculiaridades que se encierran en ellos.
Personajes de los múltiples ámbitos sociales llenan el local de Bobby; Ben, por diferentes razones, desapareció del mapa. En la tradicional Nochevieja se reúnen todos los deseos, todos los recuerdos, todas las sensaciones, entre las cuales los mejores augurios desde la distante melancolía que separan a Bobby y Vonnie, reflejado en un precioso fundido de ambos mientras suenan la brillante melodía “Manhattan” de Richard Rogers.
Buena realización y mejor ambientación. En Café Society, Woody Allen cita en su guion a directores, productores, actrices y actores del momento histórico narrado de quienes podríamos hacer una importante lista, todo y que supone mejor elección ir descubriéndolos a lo largo de este magnífico y colorido metraje hollywoodiense anclado en los años 30.
Otro camino distinto emprenderá su hermano Ben Dorfman (Corey Stoll) dedicado al negocio de la extorsión con generosos resultados económicos, además de convertirse en defensor de causas justas ante la indolente actitud de algunos desalmados y en intermediario de su hermano Bobby para conseguirle buena compañía en la soleada Los Angeles donde Candy (Anna Camp) intenta hacer su primer servicio.
Todo transcurre deprisa: después de unos días de espera para que le recibiera su tío, Bobby se enamora desde su ignorancia de quien no debe, Vonnie (Kristen Stewart) secretaria de Phil se convierte en la encargada de iniciarlo en el entorno social cinematográfico y hacerle conocer los lugares públicos apropiados.
Con diferentes ocupaciones, tío Phil le abre las puertas en el terreno profesional, hasta el punto que le cambia su suerte al ser nombrado director de la sala de espectáculos donde acuden los famosos del momento, lugar perfecto para desenamorarse y volverse a enamorar donde, gracias a la intermediación de Rad (Parker Posey) clienta asidua del circulo de Bobby, conoce a Veronica (Blake Lively), dando inicio a una serie de complicados encuentros afectivos reservados finalmente para los ocultos deseos de Vonnie y Veronica.
Todo el glamour de Los Ángeles de los años 30, la meca del cine, actores, directores, políticos, deportistas; la vida social del momento pasa por el local que regentan los hermanos Ben y Bobby. El amplio muestrario que nos presenta la voz en off (Woody Allen) recorren las peculiaridades que se encierran en ellos.
Personajes de los múltiples ámbitos sociales llenan el local de Bobby; Ben, por diferentes razones, desapareció del mapa. En la tradicional Nochevieja se reúnen todos los deseos, todos los recuerdos, todas las sensaciones, entre las cuales los mejores augurios desde la distante melancolía que separan a Bobby y Vonnie, reflejado en un precioso fundido de ambos mientras suenan la brillante melodía “Manhattan” de Richard Rogers.
Buena realización y mejor ambientación. En Café Society, Woody Allen cita en su guion a directores, productores, actrices y actores del momento histórico narrado de quienes podríamos hacer una importante lista, todo y que supone mejor elección ir descubriéndolos a lo largo de este magnífico y colorido metraje hollywoodiense anclado en los años 30.
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