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Críticas 291
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
29 de agosto de 2011 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo una época de mi vida en la que era millones de personajes, y de todos ellos tomaba algún retazo que incorporaba a mi personalidad.
Yo era Mikey Walsh siguiendo los pasos de Chester Copperpot para encontrar el tesoro de Willie "El Tuerto" y salvar los muelles de Goon.
Yo era Elliott intentando escapar de todo rozando con las yemas de mis dedos una luna igual de grande que mis sueños a bordo de mi bicicleta.
Yo era el pequeño Tim, encerrado en un todoterreno sobreviviendo al ataque de un Tyrannosaurus Rex.
Yo creaba montañas que recordaba de mis sueños con el puré de patatas.
Yo imaginaba con mis amigos el argumento de infinidad de películas que representábamos en nuestros juegos.

Mucho tiempo ha pasado de todos esos recuerdos, enmarcados en una época de mi vida que ahora evoco cargado de nostalgia y cariño. Quizás por eso, "Super 8" ha removido en mí una parte olvidada y escondida debajo de la rutina y los problemas que nos abordan con el pasar de los años.

Y es que lo nuevo de J.J. Abrams, no es un ejercicio de originalidad. No busca sorprender con un argumento nunca antes tratado, ni con escenas novedosas que asalten al espectador. El guión de Abrams busca remover el pasado. Sacar a relucir eso que fuimos, eso que soñamos, eso que vivimos, eso que disfrutamos... Y lo hace con elegancia. Demostrando la clara influencia de el productor de la película. El sello Spielberg está patente en toda la cinta, con su capacidad para mezclar la emotividad con las situaciones tensas y la intriga. La música de Michael Giacchino es el colchón perfecto para acompañar al joven Joe en sus aventuras y las de sus amigos. Las interpretaciones de los jóvenes y de los adultos son convincentes y muy dignas. La dirección de Abrams es correcta y emotiva.

Y en ese cóctel, aquellos que vivimos una generación marcada por muchos momentos y muchos recuerdos, vemos con cariño que en el año 2011, alguien nos recuerda que una vez, tuvimos sueños y nos alimentamos de ellos. Que los 80 nos marcaron, y que "Super 8" llega para recordarnos lo que una vez fuimos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Delicioso corto "The Case", durante los créditos finales.
19 de julio de 2014 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantan los valientes que se atreven a romper los prejuicios a fuerza de genialidad. En este caso, esa máxima tantas veces repetida de "segundas partes nunca fueron buenas", es suplantada por una refrescante e inquietante nueva premisa: "segundas partes pueden ser mejores que sus predecesoras". A lo largo de la historia del cine, hemos podido disfrutar de muchos ejemplos de secuelas que sabiendo gestionar los recursos proporcionados por sus respectivas primeras partes, han usado esos puntos fuertes como cimientos para engrandecer ilustres sagas cinematográficas, como ocurrió con "El padrino", "Star Wars" o la reciente saga de "El caballero oscuro", por citar algunos ejemplos donde los segundos capítulos brillaron tanto o más que sus inicios.

Matt Reeves, amante de la cinta original que ha dado aire y vida a esta nueva franquicia, ha convertido su nueva película, en otro título más para engordar la no tan grande nómina de secuelas memorables. Hace dos años, Rupert Wyatt, nos sorprendía con un emocionante thriller de acción, que encerraba en su interior un drama de aristas familiares y cercanas, con uno de esos blockbusters donde la calidad y el espectáculo se servían en el mismo porcentaje, bastante elevado en ambos casos. Ahora, "El amanecer del planeta de los simios", afianza los valores seguros de su predecesora, y los exprime en un ejercicio cinematográfico de excelente ritmo narrativo e inquietante tensión, donde el alma no se pierde en ningún momento bajo las capas de magia digital.

César, el gran pilar sobre el que se sustentaba el anterior título, cobra una nueva dimensión en la cinta de Matt Reeves. Su aire de líder adquiere madurez y compromiso con un trabajo soberbio de Andy Serkis, para redondear un personaje de carácter icónico, llamado a ocupar un lugar de oro en el recuerdo colectivo de cualquier aficionado cinéfilo al cine de ciencia ficción. Con gran parte de la empatía por el personaje central de la trama lograda en "El orígen del planeta de los simios", Reeves se permite ahondar en otros personajes simios, para dotar a la cinta de una mayor complejidad en el entramado de relaciones dramáticas que el excelente guión de la obra propone como aventura para el espectador. Una batalla donde la afiliación a cada uno de los bandos, se confunde y entremezcla, dando como resultado una implicación total del respetable en el relato. Con un gran trabajo de los actores "reales", por llamarlo de algún modo, la película consigue desarrollar una épica historia de amor y proteccionismo familiar, donde los personajes no hablan de más ni actúan de menos. Todo está servido en su justa medida, y creado para confirmar un relato donde el entretenimiento se sirve a cuenta de unas espectaculares y grandiosas escenas de acción, donde el trabajo de Weta Digital, merece una ovación. Su labor en la recreación del universo emocional de los simios, es digna de estudio, elogio y respeto. La expresión facial alcanza cotas de perfección absoluta, unidas a una integración de los personajes en espacios reales simplemente admirable.

Con esta saga engordando sus dosis de grandeza, no merece la pena centrarse en los deméritos de una película a la que tenemos mucho que agradecer. Pocos títulos son capaces de ofreces una experiencia tan completa para el espectador, alejándose de la estupidez argumental más absoluta, y del despilfarro de recursos más aberrante. Un claro ejemplo de como el cine de entretenimiento, gestionado con cabeza y maestría, puede hacer felices a exigentes críticos y a ávidos devoradores de palomitas. Con estos mimbres, la espera por ver que nos depara la siguiente entrega de la franquicia, se hace más insufrible y larga. Esperemos que la montaña rusa de emoción en que se ha convertido "El planeta de los simios" en esta revisión, no haga más que subir, con la perfección como único objetivo.
5 de mayo de 2014 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me adscribo a esa larga nómina de personas que se han declarado fans incondicionales de Paco León. Muchos son los motivos que me llevan a esta declaración de amor por una persona amante de sus ideas y sus pasiones, capaz de desembarazarse de su papel de graciosillo con trabajos arriesgados y valientes como el que nos ocupa. Ya con su ópera prima tras las cámaras, "Carmina o revienta.", Paco León se atrevió a presentar su película con una campaña de marketing que hacía temblar a las productoras del país, aceptando el riesgo por su propia cuenta. La jugada no le salió nada mal, y por el camino dejo una película entretenida, de regustillo hortera, pero con momentos que dejaban entrever un gran talento tras las cámaras, a la vez que nos regalaba la interpretación soberbia de una, hasta entonces desconocida, Carmina Barrios, a la que su hijo elevaba a las alturas de heroína cinematográfica.

Ahora, Paco León vuelve a hacer gala de esa valentía con la secuela de aquella película. Con un preestreno gratuito en varias salas del territorio nacional a sus espaldas, León apuesta por el boca a boca (ese que tanto ha ayudado al sobrecogedor éxito de "8 apellidos vascos"), para enamorar al público con la nueva historia de Carmina y su prole. Abandonando el tono de falso documental de la anterior cinta, "Carmina y amén." supone un punto y a parte en la carrera de León como realizador, tan grande como el que se esconde en el título de su nueva obra. Pues esta secuela, perfila con mano sobresaliente los bordes trazados de manera basta de su predecesora. El arco dramático del libreto, escrito también por Paco León, ahonda con mayor profundidad en las relaciones familiares que se despliegan en pantalla, con su madre y su hermana como grandes protagonistas de esta epopeya tragicómica cargada de humor negro y diálogos delirantes. Porque donde la película se hace grande, es en sus innumerables cara a cara entre los personajes de la cinta, trazando algunos intercambios memorables que llevan de la risa desternillante al sobrecogimiento más humano. Paco León reviste toda su obra con un cariño loable por el papel de la mujer y demuestra una mano más que diestra para la dirección de actrices (que en este caso son las reinas de la pantalla) con una galería de personajes principales y secundarios espectacular; desde las grandes Carmina Barrios y María León, mimadas por la cámara; a una sensacional Yolanda Ramos, dueña y señora de sus fragmentos en pantalla.

Si bien León no consigue mantener el tono notable que alcanza en varios momentos del film, ensuciando el resultado final de una película notable; su retrato realista, burdo y desnudo se muestra claramente mejorado con respecto a su anterior cinta. Incluso en su labor tras la cámara se nota una tremenda mejoría con una dirección más cuidada que se permite el lujo de deslumbrar en escenas donde la fotografía sorprende por su calidad (en concreto, citar aquí la escena del entierro resulta inevitable).

Un trabajo valiente por su tono, por su idea y por su realización. La confirmación de un valor en alza dentro del panorama cinematográfico nacional, como es el de la familia León. Y en especial, el respeto ganado a pulso por un auténtico amante del cine, que apuesta por él con todas sus cartas como el rey, Paco León.
31 de agosto de 2013 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegaba a nuestras pantallas cargando la pesada cruz de sus resultados en la taquilla estadounidense. Catalogada como una obra que iba a hacer temblar los cimientos del gigante Disney en este 2013. Aguantando contra viento y marea “El llanero solitario” se enfrentaba a la difícil tarea de contentar al público europeo tras su caída en el mercado americano. Y aunque parece que finalmente los productores van a conseguir salvar los muebles; un servidor no puede por menos que reconocer que la caída, habría estado justificada.

No pretendo quitar méritos a su director Gore Verbinsky. Sin duda, se trata de un cineasta por el que siento un profundo respeto, y que ha demostrado su valía en géneros tan dispares como el cine de terror (“The Ring”), el cine de piratas (“Piratas del Caribe”), o el western mezclado con el cine de animación (“Rango”). Si bien encontré en sus aventuras sobre Jack Sparrow y compañía motivos más que suficientes para creer en un cine de aventuras entretenido, divertido, original, con un guión trabajado y unas escenas de acción espectaculares; si me dejé arrastrar por esa maravilla que fue su cinta sobre ese camaleón dotado de la melancolía crepuscular del cine de John Ford y del sudor del western de Leone; si bien me ha encantado encontrar pedazos de “Hasta que llegó su hora” o “Centauros del desierto” en esta reinvención del mítico serial de los años 60 y 70; no puedo negar que he sentido una profunda decepción ante lo nuevo de Verbinsky.

Y la decepción me atacó por muchos flancos. Por una lado, sentí ese aroma intenso a necesidad de crear un producto que bebiera las sendas de la factoría pirata creada por el director y el poderoso productor Jerry Bruckheimer: los intentos de complicar la trama con giros de guión imposibles, las escenas de acción que en más de una ocasión parecían burdas copias sacadas de los tripulantes de “La Perla Negra”, o la presencia y el tono del personaje creado por Johny Depp, un intento de generar un nuevo Jack Sparrow, que probablemente sea de lo mejor de la película, aunque se quede a años luz de ese pirata canalla y rockero que le perseguirá por los siglos. Por otro lado, el exceso de metraje llegó a adormilar mi interés por la trama en los compases intermedios de la cinta, con situaciones que no ayudaban al desarrollo de la historia ni a la comprensión profunda de los personajes y su idiosincrasia, probablemente haya en “El llaneno solitario” más de treinta minutos de cine insustancial que no aporta nada al espectador. Por último, resulta decepcionante la elección de un reparto alejado de cualquier empatía emocional con el espectador, con la inclusión de algunos personajes de relleno que solo justifican su presencia por el caché en cartel, como es el claro caso de Helena Bonham-Carter, cuyo papel resulta intrascendente y prescindible en la cinta.

Por suerte, las virtudes de Verbinsky como director se siguen haciendo notar en varios momentos de la cinta, creando situaciones convincentes por momentos y divertidas por otros, con la ayuda de un Johny Depp que pone lo mejor de sí al servicio de un guión que podía haber hecho más por un actor que si bien es capaz de dar vida a mil personajes distintos como ya ha demostrado, está lejos de poder hacer milagros. Ambos, son lo mejor de una cinta que no pasa del aprobado, y que aunque resulte entretenida, esta lejos de los resultados notables que se podían esperar con la materia prima que se contaba.
21 de enero de 2013 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steven Spielberg, el rey Midas de Hollywood, decidió tomar el libreto de Tony Kushner, y hacerse cargo de este proyecto, que pese a su título, no trata tanto de la vida de uno de los presidentes más queridos de EEUU, como de su cruzada por lograr la aprobación de la 13ª enmienda que aboliría la esclavitud en Norteamérica.

Ante esta premisa, y conociendo la filmografía de Spielberg, muchos podrían esperar un ensalzamiento patriótico a costa de iconizar y endiosar la figura de Abraham Lincoln con grandes dosis de sentimentalismo manipulador y demagogia barata. Sin embargo, y aquí reside la grandeza de la película, el director de "La lista de Schindler", presenta una nueva faceta en su tono formal, y sorprende a más de uno con una recreación sobria y bastante rigurosa de los entresijos de la alta política, que procura dejar las pasiones y las emociones al margen.

Esta lealtad a la historia, redunda en un excelente retrato de un ex-presidente, que no se presenta como un héroe, pero sí como un icono. Spielberg, no muestra el lado más oscuro de Lincoln, algo que habría sido de agradecer; pero tampoco busca su grandeza con discursos almibarados. En esta ocasión, el genial director, prefiere presentarnos a su protagonista como un símbolo vigente en nuestra sociedad actual para la que capean tiempos oscuros. Lincoln es un referente moral, cargado de honestidad, que pretende ser ese gobernante firme que se erija como líder para conseguir vencer los problemas que acucian a la sociedad. Un discurso extrapolable a nuestra actualidad más reciente, cargada de corrupción en las altas esferas dirigentes.

Toda esta presentación viene cargada de una vista minuciosa a los entresijos de la alta política, observados desde un prisma riguroso que convierte la narración en un ejercicio de complejidad que requiere la atención del espectador para no perderse en la marejada de nombres, partidos, y leyes. La narración puede resultar farragosa para todos aquellos que no estén mínimamente iniciados en los tejemanejes de la política estadounidense de la época, y es cierto que se podía haber exigido un poco más de puesta en escena para ubicar fácilmente a todo tipo de público; pero esa veracidad y rigor son de agradecer en un director que suele ser criticado por sus ataques emocionales al estómago del espectador.

De esta manera, la película se articula alrededor de un sensacional Daniel Day-Lewis que compone su enésima obra maestra; un claro ejemplo de mimetismo y arduo trabajo actoral. Todo ello acompañado de un reparto de lujo en el que no desmerece ninguno de sus actores, centrando la atención en una soberbia Sally Field, que esboza un papel no sólo de mujer del presidente, sino de madre adoradora y sacrificada; y un espectacular Tommy Lee Jones de peluca imposible y mirada impenetrable. Sin embargo, y pese al excelente trabajo actoral, se podía haber trazado mejor el perfil de algunos de los secundarios que desfilan en pantalla, pues aparecen a lo largo del metraje varios personajes con carácter episódico que no terminan de estar bien matizados y por desgracia no llegan a aportar nada a la historia, como es el claro caso de Robert, el hijo mayor del presidente. Un error que afecta notablemente al ritmo de una película que no resulta fácil de seguir por si misma.

Spielberg se sube al carro del rigor, y lo hace con una narración correcta en lo formal; con un discurso sobrio y moderado, aunque en ocasiones excesivamente intrincado; con unos personajes principales magistrales y unos secundarios dubitativos por momentos; una banda sonora excelsa a cargo de John Williams; y la fotografía siempre sensacional de Kaminsky. Sin embargo, y pese a agradecer ese cambio de estilo que esboza su nueva película, y como comentario para cerrar esta crítica, no puedo evitar apuntillar, que me parece excesivo el reconocimiento, en forma de nominaciones sobre todo, que esta recibiendo esta cinta, pues pese a su excelencia en el acabado; su interior no deja de ser una maquinaria fría que no termina de levantar pasiones en el público medio, pues esta carente de un poco de riesgo y afán de sorprender.
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