Una propuesta como la de Romero es difícil de encontrar incluso hoy en día. Es cierto que tiene un leve tono a serie b que puede restarle un punto en el plano estético, pero por contrapartida le confiere un halo de credibilidad que le aporta fuerza. Con un carácter más melancólico que terrorífico, Martin, oscila entre el drama social y el cine de terror más puramente psicológico. El guión, bien pulido e incluso creíble, posee elementos muy acertados que lo desvinculan del clásico cine vampírico.
A mi modo de ver es la segunda y última película decente que ha realizado el señor Romero. Si hubiese seguido por esta línea, más experimental y mucho menos explícita, seguro que le habría ido mejor.

Aunque es algo mejor que su predecesora, sigue sin funcionar en los aspectos que deberían ser fundamentales. El guión pierde coherencia por momentos, y aunque el arranque no se plantea demasiado mal, su desarrollo es escuálido: parece más el apunte de algo que podría ser que un producto realmente terminado. Otro aspecto que me sigue pareciendo digno de mención, y que clama al cielo teniendo en cuenta el género de la cinta, es la absoluta y total falta de química que existe entre Bella, la protagonista, y su amante vampiro Edward. El impostado afectamiento dieciochesco de ambos empalaga y enfurece a un tiempo, tanto, que produce vergüenza ajena de sólo mirarlo.
Salva algo la entrega la entrada en escena de los licántropos, no tanto por sí mismos, sino porque actúan como agente dinamizador.

Una buena película que podía haber sido mucho mejor si los Coen hubiesen sabido mantener el pulso y terminarla a tiempo. He visto esto muchas veces antes: un buen comienzo, un desarrollo decente y un final desalentador. No me molesta la apertura del mismo, me molesta que quieran hacerlo pasar por algo que no es; huele a metafísica barata, te acercas, lo pruebas, y sabe a lo que huele. Una pena.

Interesante locura con algunos momentos brillantes que sin embargo se regodea en su ingenio con una desmedida autocomplacencia restando así eficacia al conjunto. Sus momentos álgidos provienen de fragmentos que parecen estar escritos para ser leídos y no para ser llevados a la pantalla, lo que provoca, irremisiblemente, un pequeño pero importante efecto comúnmente llamado desinterés, pues el contraste se asemeja, metafóricamente hablando, a Borges leyendo novelas de Corin Tellado.

Una película que cuenta una historia como esta debería emocionar mucho más de lo que Cuatro minutos hace. No se si el error está en mí o en lo aséptico de su planteamiento, pero el caso es que ya sea por A o por B las sensaciones que produce no son suficientemente intensas. Esto no significa que no sea una buena película, sólo significa que es diferente; tal vez incluso en cuanto a su objetivo. Nada me hace pensar que su director quería obtener un drama al uso, con lágrima, pañuelo y moqueo, pues un negro sentido del humor planea en todo momento sobre el film. Las actuaciones son buenas, pero la relación entre las protagonistas no termina de cuajar y sus enfrentamientos no son del todo creíbles; todo pasa a demasiada distancia para que nos salpique.