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Críticas ordenadas por utilidad
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7,9
27.486
6
25 de abril de 2008
25 de abril de 2008
35 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
No está mal, pero no me ha dejado ningún poso ni sensación de haber visto algo especial. Solo una correcta, entretenida, y algo fría película de atracos y ya está. Ahora, eso sí, para la época en que fue hecha tiene un brio y una agilidad técnica (sobre todo en el montaje) notables. Pero, por lo demás, me parece una de las películas menos interesantes del en tantas ocasiones genial Kubrick.
Lo peor: la secuencia del disparo al caballo, con esa "transparencia" de la pista de carreras tan torpe y escandalosa (no me extraña que Kubrick, siempre tan perfeccionista, llegara a afirmar que le horrorizaban las transparencias que tanto le gustaba emplear a Hitchcock por ejemplo).
Lo mejor: que esta peli supone un buen entrenamiento técnico para un director primerizo y que haría grandes cosas en el futuro (para mí 2001 es mi película preferida de todos los tiempos).
Lo peor: la secuencia del disparo al caballo, con esa "transparencia" de la pista de carreras tan torpe y escandalosa (no me extraña que Kubrick, siempre tan perfeccionista, llegara a afirmar que le horrorizaban las transparencias que tanto le gustaba emplear a Hitchcock por ejemplo).
Lo mejor: que esta peli supone un buen entrenamiento técnico para un director primerizo y que haría grandes cosas en el futuro (para mí 2001 es mi película preferida de todos los tiempos).

7,6
2.649
9
10 de julio de 2009
10 de julio de 2009
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa, romántica, y majestuosa película, cuya contenida intensidad pasional es difícil de olvidar. Recuerdo que cuando la vi de pequeño por la tele, me impresionó, y ahora que la he vuelto a ver, me ha vuelto a cautivar.
La música es buenísima (de las que ya no se hacen) y la fotografía de Charles Lang, en formato panorámico, es así mismo muy buena y realista para la época. Parece que estés allí, en el apogeo del American Way of Life de 1960, con ese césped, y esas casas de madera, y esa lluvia, y ese sol, y esos coches que empezaban a ser bajos y largos, y todo el mundo con esos pantalones llenos de arrugas, y parece que casi puedas acariciar la majestuosa espalda de Kim Novak (es curioso, tanto esta película como Vértigo son dos de mis películas preferidas del Hollywood clásico). También tiene detalles simbólicos estupendos: la cazadora rojo pasión que lleva Kirk Douglas cuando corteja imperativamente a una magnética Kim Novak, toda dubitativa ella, porque aunque parece que no quiere, en el fondo quiere, pura libido reprimida sometida a los tormentos de conciencia impuestos por los rígidos tabúes burgueses de la clase media WASP de la época.
En cuanto a la intensidad que se percibe en la dirección de Quine, seguramente influyó el romance que por esa misma época tenía el director con Kim Novak (Hitchcock debía estar mordiéndose las uñas de envidia), la cual acabó dejándo plantado a Quine antes de que contrajeran matrimonio. Este sonado idilio motivó que en vez de un decorado, el estudio decidiera construir una casa real en la cual la pareja debía establecer su residencia al término del rodaje. Deprimido por el fracaso profesional y por la mala salud, Quine acabaría suicidándose de un disparo en 1989. Aunque seguramente le atormentaban también los lejanos ecos del rechazo de Novak y el fantasma de su primera esposa, fallecida de anorexia tras haber quedado severamente impedida a causa de un accidente de caza en el que estuvo implicado el propio Quine.
En Google Maps traté de encontrar la casa proyectada por el personaje que interpreta Douglas en la película (metáfora, en cierto modo, de la relación entre los protagonistas) y finalmente di con ella en Chantilly Road, cerca del Hotel Bel Air. En cuanto a la parada de autobús que aparece al principio, está en la esquina de Kenter Avenue con Homewood Road (muy cerca de 5th Helena Drive, donde murió Marilyn Monroe), y permanece casi igual, aunque sin la valla. Si algún día voy a Los Angeles, una visita a estos sitios no va a faltar.
La música es buenísima (de las que ya no se hacen) y la fotografía de Charles Lang, en formato panorámico, es así mismo muy buena y realista para la época. Parece que estés allí, en el apogeo del American Way of Life de 1960, con ese césped, y esas casas de madera, y esa lluvia, y ese sol, y esos coches que empezaban a ser bajos y largos, y todo el mundo con esos pantalones llenos de arrugas, y parece que casi puedas acariciar la majestuosa espalda de Kim Novak (es curioso, tanto esta película como Vértigo son dos de mis películas preferidas del Hollywood clásico). También tiene detalles simbólicos estupendos: la cazadora rojo pasión que lleva Kirk Douglas cuando corteja imperativamente a una magnética Kim Novak, toda dubitativa ella, porque aunque parece que no quiere, en el fondo quiere, pura libido reprimida sometida a los tormentos de conciencia impuestos por los rígidos tabúes burgueses de la clase media WASP de la época.
En cuanto a la intensidad que se percibe en la dirección de Quine, seguramente influyó el romance que por esa misma época tenía el director con Kim Novak (Hitchcock debía estar mordiéndose las uñas de envidia), la cual acabó dejándo plantado a Quine antes de que contrajeran matrimonio. Este sonado idilio motivó que en vez de un decorado, el estudio decidiera construir una casa real en la cual la pareja debía establecer su residencia al término del rodaje. Deprimido por el fracaso profesional y por la mala salud, Quine acabaría suicidándose de un disparo en 1989. Aunque seguramente le atormentaban también los lejanos ecos del rechazo de Novak y el fantasma de su primera esposa, fallecida de anorexia tras haber quedado severamente impedida a causa de un accidente de caza en el que estuvo implicado el propio Quine.
En Google Maps traté de encontrar la casa proyectada por el personaje que interpreta Douglas en la película (metáfora, en cierto modo, de la relación entre los protagonistas) y finalmente di con ella en Chantilly Road, cerca del Hotel Bel Air. En cuanto a la parada de autobús que aparece al principio, está en la esquina de Kenter Avenue con Homewood Road (muy cerca de 5th Helena Drive, donde murió Marilyn Monroe), y permanece casi igual, aunque sin la valla. Si algún día voy a Los Angeles, una visita a estos sitios no va a faltar.

6,1
736
7
2 de diciembre de 2008
2 de diciembre de 2008
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvidémosnos de que el apolíneo John Philip Law murió, antes de llegar a muy viejo, en el reciente mes de mayo de 2008, y de que la bella Marisa Mell hizo lo propio, pero mucho más joven -¡maldita!- en 1992, victima de un cancer de cuello, y de que hasta el mismisimo Mario Bava lleva décadas criando malvas. Porque esta película es un canto a la belleza, a la juventud y a la salud perenne, al lujo más delirante, y a la amoralidad más embriagadora. A todos, de niños, nos hubiera gustado ser Diabolik, y ser tan guapos como él, y reir a carcajadas como él, y tener esa novia tan buenorra y ese coche, y vivir en una lujosa cueva digna de un supervillano de James Bond, al margen de la ley y sin pegar golpe, y dedicarse a robar de vez en cuando al estado y a los millonarios sin escrúpulos. Esta película, vista hoy, podría considerarse el epítome kitch, pop, y delirante del espíritu inconformista que reinaba en los irrepetibles años sesenta. Y ahora me voy a fumar un porro y me voy a poner la musiquita de Morricone -pi, pi, paaaaa, ta ra ta tatara...- mientras sueño con inmensas camas redondas y giratorias, inmaculadamente blancas en su pureza, y cubiertas -¡más. quiero más!- de billetes de dolar.

7,6
28.938
9
20 de febrero de 2008
20 de febrero de 2008
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy de acuerdo en que es unos de los mejores musicales de todos los tiempos, una película memorable y sobresaliente en todos los aspectos. Ahora bien, observo que muchas críticas atribuyen el estilizado aspecto visual de la película a Cecil Beaton. Pues bien, según se asegura en el comentario técnico del DVD, Beaton solo diseñó el magnífico vestuario, pero todo el aspecto visual de la película, incluyendo los fastuosos decorados, debe ser atribuido a Gene Allen y a Jorge James Hopkins, directores artísticos, así como a Harry Stradling, el director de fotografía. Todos ellos obtuvieron un Oscar, por cierto.
También debo decir que me ha parecido apasionante comparar las esforzadas versiones cantadas por la propia Hepburn que se incluyen en los extras del DVD, y las magníficas versiones dobladas que finalmente aparecieron en la película, y por cuya interpretación ni siquiera aparece acreditada, de forma ignominiosa, la cantante profesional que las interpretó (Marni Nixon, que también había doblado a Natalie Wood en West Side Story).
En cuanto a la surrealista versión española, no es que esté mal, pero es que una película como esta hay que verla en versión original y preferiblemente sabiendo algo de inglés, para poder apreciar las implicaciones idiomáticas y fonéticas del asunto. Porque si no, en vez de "The rain in Spain" te quedas con "La lluvia en Sevilla", y a partir de ahí la dualidad entre inglés de clase alta y "cockney" queda desvirtuada con ese contraste surrealista entre un "habla cazurra" inventada por los dobladores y el castellano "de Valladolid" preceptivo.
Para acabar, solo diré que aunque Hepburn está estupenda, es una pena que no le dieran el papel a Julie Andrews (opción que se desestimó por ser casi una desconocida entonces), que con sus increíbles dotes como cantante y su mayor juventud (tenia la edad ideal), hubiera resultado idónea para el papel.
También debo decir que me ha parecido apasionante comparar las esforzadas versiones cantadas por la propia Hepburn que se incluyen en los extras del DVD, y las magníficas versiones dobladas que finalmente aparecieron en la película, y por cuya interpretación ni siquiera aparece acreditada, de forma ignominiosa, la cantante profesional que las interpretó (Marni Nixon, que también había doblado a Natalie Wood en West Side Story).
En cuanto a la surrealista versión española, no es que esté mal, pero es que una película como esta hay que verla en versión original y preferiblemente sabiendo algo de inglés, para poder apreciar las implicaciones idiomáticas y fonéticas del asunto. Porque si no, en vez de "The rain in Spain" te quedas con "La lluvia en Sevilla", y a partir de ahí la dualidad entre inglés de clase alta y "cockney" queda desvirtuada con ese contraste surrealista entre un "habla cazurra" inventada por los dobladores y el castellano "de Valladolid" preceptivo.
Para acabar, solo diré que aunque Hepburn está estupenda, es una pena que no le dieran el papel a Julie Andrews (opción que se desestimó por ser casi una desconocida entonces), que con sus increíbles dotes como cantante y su mayor juventud (tenia la edad ideal), hubiera resultado idónea para el papel.
12 de febrero de 2008
12 de febrero de 2008
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido mejor de lo que dice su leyenda, esa que afirma que es una película mediocre pero escandalosa en su momento y que lanzó a Bardot como mito erótico. No obstante, hay que reconocer que tiene detalles increíblemente torpes, como esos primeros planos de inserto de BB, que cantan más que una almeja, pues aunque son supuestamente de exteriores, se nota a la legua que están filmados en estudio y con una mala pintura detrás, como si al director se le hubiera olvidado rodarlos y luego hubiera tenido que arreglar el fallo con una chapuza.
Pero, por otra parte, vista hoy, la película tiene un carisma especial (la música es fabulosa, por ejemplo), y parece casi un milagro que el resultado final saliera tan logrado. Además posee un valor de documento histórico, con esos sugestivos y luminosos escenarios naturales de Saint Tropez, en una época retratada aun predominantemente en blanco y negro y con los ecos de la segunda guerra mundial aun no apagados del todo. Debo decir que ese microcosmos aldeano, tan francés pero cosmopolita a un tiempo, me ha resultado muy atractivo (antes de que el turismo de masas hubiera convertido Saint Tropez en una suerte de abarrotado circo).
Y el argumento de la película tampoco está mal; por lo menos tiene el atractivo del arquetipo, al que se le da, en este caso, un enfoque peculiar, pues en la protagonista encontramos una combinación explosiva e intrigante de mujer y niña, depredadora sexual e ingenua ex estudiante en un internado de monjas, lo que en inglés denominan "sex Kitten" (gatita sexual). Y es que, a diferencia de otras películas suyas, en donde BB aparece algo imperturbable y más bien poco expresiva, aquí, aparte de guapísima y jovencísima, está muy convincente en su papel de mujer-niña poseída por una subterránea pasión e inquietud, así como por una casi demente -y freudiana- lujuria reprimida.
Me gustaría, por último, señalar que en una época de "vampiresas" cinematográficas hollywoodienses con el pelo cuidadosamente peinado y lacado, las sex symbols europeas -ahí podríamos incluir también a Sofía Loren o Silvana Mangano- nos proponen una versión de la mujer fatal mucho más terrenal. Ese cabello maravillosamente tupido, larguísimo, y despeinado de la casi adolescente Bardot (tenía 21 años) debió ser una autentica revolución en su momento.
Pero, por otra parte, vista hoy, la película tiene un carisma especial (la música es fabulosa, por ejemplo), y parece casi un milagro que el resultado final saliera tan logrado. Además posee un valor de documento histórico, con esos sugestivos y luminosos escenarios naturales de Saint Tropez, en una época retratada aun predominantemente en blanco y negro y con los ecos de la segunda guerra mundial aun no apagados del todo. Debo decir que ese microcosmos aldeano, tan francés pero cosmopolita a un tiempo, me ha resultado muy atractivo (antes de que el turismo de masas hubiera convertido Saint Tropez en una suerte de abarrotado circo).
Y el argumento de la película tampoco está mal; por lo menos tiene el atractivo del arquetipo, al que se le da, en este caso, un enfoque peculiar, pues en la protagonista encontramos una combinación explosiva e intrigante de mujer y niña, depredadora sexual e ingenua ex estudiante en un internado de monjas, lo que en inglés denominan "sex Kitten" (gatita sexual). Y es que, a diferencia de otras películas suyas, en donde BB aparece algo imperturbable y más bien poco expresiva, aquí, aparte de guapísima y jovencísima, está muy convincente en su papel de mujer-niña poseída por una subterránea pasión e inquietud, así como por una casi demente -y freudiana- lujuria reprimida.
Me gustaría, por último, señalar que en una época de "vampiresas" cinematográficas hollywoodienses con el pelo cuidadosamente peinado y lacado, las sex symbols europeas -ahí podríamos incluir también a Sofía Loren o Silvana Mangano- nos proponen una versión de la mujer fatal mucho más terrenal. Ese cabello maravillosamente tupido, larguísimo, y despeinado de la casi adolescente Bardot (tenía 21 años) debió ser una autentica revolución en su momento.
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