You must be a loged user to know your affinity with Enrico Puzzino
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,9
8.769
9
21 de noviembre de 2018
21 de noviembre de 2018
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de está crítica lo tenía a huevo. Además, visto lo visto nadie se me ha adelantado.
Es una lástima que Burning esté disponible en tan pocos cines de Madrid actualmente, y que haya pasado por nuestra cartelera con más pena que con gloria. Sin duda, es un título a destacar, sobre todo tras haber tenido una recepción tan buena en Cannes y creado ruido de cara a los Oscar.
Pero puedo entender porqué ha tenido un estreno tan limitado en las salas. No quiero pensar que soy ningún experto pero esta es una película algo difícil de primeras. Especialmente por el ritmo narrativo al que nos tenemos que adaptar durante los 146 minutos de la trama. El director se toma su tiempo para presentar a sus personajes y por mucho tiempo juega con la paciencia de los espectadores.
Durante la primera hora, nos preguntamos que rumbo tomará la película, después de una serie de escenas aparentemente irrelevantes. Burning nos frustra y confunde a partes iguales, pero creo que todo ello es intencionado por su realizador. Aquí nada es lo que parece, y aunque nos cueste acceder a ellos, los temas fundamentales que nos quiere hacer ver Lee Chang-dong se introducen mediante una inusual estructura narrativa, pero sin subestimar al público. Cuando la segunda mitad de Burning arranca, no nos damos cuenta de que ya estamos totalmente involucrados con la historia y sus protagonistas. Sería interesante ver como mis impresiones iniciales sobre esta hora cambiarían en un segundo visionado.
De cualquier manera, pienso que tras el lento planteamiento, la obra compensará bastante nuestra especial atención, ofreciéndonos algunas de las mejores escenas del año, líricas y vibrantes(sabreís a que me refiero los que la hayan visto). Los 3 actores principales respiran naturalidad y confianza con sus personajes. Nadie desentona pero quizás sea Steven Yeun quien me haya parecido triunfante ante sus compañeros de reparto, Yoo Ah-in y la debutante Jeon Jong-Seo. Gracias a una labor de dirección sutil e impresionante, que combina estos talentos con música y fotografía sugerentes(ojo a los planos secuencia), la factura de la cinta es de alta calidad en su totalidad.
La segunda hora provoca otro conglomerado de sentimientos debido a la intriga constante. Aquí llega el momento de la paranoia e incertidumbre, que nos inunda a través de la piel de nuestro protagonista, uno bastante atípico para el cine de actualidad. Como él, nos quedamos atónitos ante la ambigüedad de los hechos que hemos presenciado, sacudidos, en shock. Comiéndonos el coco sin saber que es verdad y que no. Una vez más e inevitablemente, volvemos a frustrarnos y esa sensación ahonda en el espectador y permanece durante horas después de salir del cine. Por esta razón esencialmente es por lo que valoro mucho películas así. Cine distinto, misterioso, paciente y bello.
Puede que a no todos les guste y lo comprendo a la perfección, pero a aquellos que se atrevan a probar les animo a aprovechar los últimos días que le queden a Burning en Madrid. Que vengan con paciencia, con la mente abierta a todo y luego compartan sus opiniones. Lo mejor es ir sabiendo de poco a nada porque creedme, dá para hablar mucho más allá de estas líneas.
Crítica en ecartelera: https://www.ecartelera.com/peliculas/burning/critica/20688/
Es una lástima que Burning esté disponible en tan pocos cines de Madrid actualmente, y que haya pasado por nuestra cartelera con más pena que con gloria. Sin duda, es un título a destacar, sobre todo tras haber tenido una recepción tan buena en Cannes y creado ruido de cara a los Oscar.
Pero puedo entender porqué ha tenido un estreno tan limitado en las salas. No quiero pensar que soy ningún experto pero esta es una película algo difícil de primeras. Especialmente por el ritmo narrativo al que nos tenemos que adaptar durante los 146 minutos de la trama. El director se toma su tiempo para presentar a sus personajes y por mucho tiempo juega con la paciencia de los espectadores.
Durante la primera hora, nos preguntamos que rumbo tomará la película, después de una serie de escenas aparentemente irrelevantes. Burning nos frustra y confunde a partes iguales, pero creo que todo ello es intencionado por su realizador. Aquí nada es lo que parece, y aunque nos cueste acceder a ellos, los temas fundamentales que nos quiere hacer ver Lee Chang-dong se introducen mediante una inusual estructura narrativa, pero sin subestimar al público. Cuando la segunda mitad de Burning arranca, no nos damos cuenta de que ya estamos totalmente involucrados con la historia y sus protagonistas. Sería interesante ver como mis impresiones iniciales sobre esta hora cambiarían en un segundo visionado.
De cualquier manera, pienso que tras el lento planteamiento, la obra compensará bastante nuestra especial atención, ofreciéndonos algunas de las mejores escenas del año, líricas y vibrantes(sabreís a que me refiero los que la hayan visto). Los 3 actores principales respiran naturalidad y confianza con sus personajes. Nadie desentona pero quizás sea Steven Yeun quien me haya parecido triunfante ante sus compañeros de reparto, Yoo Ah-in y la debutante Jeon Jong-Seo. Gracias a una labor de dirección sutil e impresionante, que combina estos talentos con música y fotografía sugerentes(ojo a los planos secuencia), la factura de la cinta es de alta calidad en su totalidad.
La segunda hora provoca otro conglomerado de sentimientos debido a la intriga constante. Aquí llega el momento de la paranoia e incertidumbre, que nos inunda a través de la piel de nuestro protagonista, uno bastante atípico para el cine de actualidad. Como él, nos quedamos atónitos ante la ambigüedad de los hechos que hemos presenciado, sacudidos, en shock. Comiéndonos el coco sin saber que es verdad y que no. Una vez más e inevitablemente, volvemos a frustrarnos y esa sensación ahonda en el espectador y permanece durante horas después de salir del cine. Por esta razón esencialmente es por lo que valoro mucho películas así. Cine distinto, misterioso, paciente y bello.
Puede que a no todos les guste y lo comprendo a la perfección, pero a aquellos que se atrevan a probar les animo a aprovechar los últimos días que le queden a Burning en Madrid. Que vengan con paciencia, con la mente abierta a todo y luego compartan sus opiniones. Lo mejor es ir sabiendo de poco a nada porque creedme, dá para hablar mucho más allá de estas líneas.
Crítica en ecartelera: https://www.ecartelera.com/peliculas/burning/critica/20688/

5,6
18.931
7
6 de octubre de 2019
6 de octubre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El recuerdo de Pennywise sigue bastante reciente en las cabezas de quienes fueron a ver It en 2017, pero sin casi darnos cuenta ya tenemos secuela y conclusión de la segunda adaptación de la aclamada novela de Stephen King.
It: Capítulo 2 se sitúa 27 años después de la primera parte, y podría ser así realmente, ya que la selección cast ha sido un auténtico acierto, probablemente la mayor cualidad de esta película de terror, que en espíritu y estructura recuerda a su antecesora. Quizás tanto que pueda pecar de exhaustiva por momentos, ya que la continua sucesión de sustos en su nudo acaba resultando algo previsible. Afortunadamente no es algo que afecte negativamente al ritmo de la cinta, cuyas casi 3 horas no me han parecido en absoluto pesadas. Porque heredando algún defecto del capítulo 1, It 2 también mantiene la cualidad de ser endiabladamente entretenida. Nos involucramos con los personajes, en gran parte gracias a unas sorprendentes interpretaciones del reparto. En especial Bill Hader y James Ransome (Richie y Eddie) merecen una mayor mención por la carga cómica y emocional que aportan, resultando creíbles de principio a final. Me ha decepcionado la falta de peso argumental de Beverly esta ocasión, aún más cuando una actriz como Jessica Chastain figuraba dentro del reparto. Y aunque Mike (Isaiah Mustafa) adquiere más relevancia siguen faltándole minutos para tener un desarrollo digno. Una vez más It se establece a si misma como una cinta coral, con todo lo que ello conlleva.
Se profundiza en la mitologia del universo creado por Stephen King y en la historia del "ESO" titular. Una vez más Bill Skarsgård hace un buen trabajo como el terrorífico payaso, pero es cuando hay menos ordenador por en medio cuando tiene la oportunidad de brillar. La continua amenaza de Pennywise es algo que impregna la película desde el primer minuto, y no da tregua. Muchos de sus sustos acaban siendo esperables, y algunos no llegan a ninguna parte, pero sí que da espacio para ciertos momentos escalofriantes. Puede ser que yo sea más susceptible al terror que los seguidores más acérrimos del género. La temática de los traumas de la niñez está menos presente esta vez, si bien vemos de vuelta al joven cast por medio de innecesarios flashbacks. Pero la película de Musschietti se las arregla para tener más capas, siendo no solo una película de "miedo", sino también una aventura sobre la amistad y lo que significa crecer. Incluyendo además comedia, en ocasiones necesaria para adulterar sus momentos más oscuros (que siguen sin adentrarse en lo más macabro del material original). Aunque alguna decisión con respecto al uso del humor en alguna escena en particular da para debate.
Me extraña ver que gran parte de los amantes de la It del 2017 se hayan sentido decepcionados con este final. Puedo decir con confianza que ese no ha sido mi caso y que la vuelta a Derry, si bien imperfecta, ha estado a la altura de sus protagonistas. Al fin y al cabo, las inquietudes y miedos del Club de los Perdedores no dejan de ser los nuestros. No tenemos que luchar contra un payaso para vencerlos en la vida real pero no deja de ser divertido intentarlo en el cine.
It: Capítulo 2 se sitúa 27 años después de la primera parte, y podría ser así realmente, ya que la selección cast ha sido un auténtico acierto, probablemente la mayor cualidad de esta película de terror, que en espíritu y estructura recuerda a su antecesora. Quizás tanto que pueda pecar de exhaustiva por momentos, ya que la continua sucesión de sustos en su nudo acaba resultando algo previsible. Afortunadamente no es algo que afecte negativamente al ritmo de la cinta, cuyas casi 3 horas no me han parecido en absoluto pesadas. Porque heredando algún defecto del capítulo 1, It 2 también mantiene la cualidad de ser endiabladamente entretenida. Nos involucramos con los personajes, en gran parte gracias a unas sorprendentes interpretaciones del reparto. En especial Bill Hader y James Ransome (Richie y Eddie) merecen una mayor mención por la carga cómica y emocional que aportan, resultando creíbles de principio a final. Me ha decepcionado la falta de peso argumental de Beverly esta ocasión, aún más cuando una actriz como Jessica Chastain figuraba dentro del reparto. Y aunque Mike (Isaiah Mustafa) adquiere más relevancia siguen faltándole minutos para tener un desarrollo digno. Una vez más It se establece a si misma como una cinta coral, con todo lo que ello conlleva.
Se profundiza en la mitologia del universo creado por Stephen King y en la historia del "ESO" titular. Una vez más Bill Skarsgård hace un buen trabajo como el terrorífico payaso, pero es cuando hay menos ordenador por en medio cuando tiene la oportunidad de brillar. La continua amenaza de Pennywise es algo que impregna la película desde el primer minuto, y no da tregua. Muchos de sus sustos acaban siendo esperables, y algunos no llegan a ninguna parte, pero sí que da espacio para ciertos momentos escalofriantes. Puede ser que yo sea más susceptible al terror que los seguidores más acérrimos del género. La temática de los traumas de la niñez está menos presente esta vez, si bien vemos de vuelta al joven cast por medio de innecesarios flashbacks. Pero la película de Musschietti se las arregla para tener más capas, siendo no solo una película de "miedo", sino también una aventura sobre la amistad y lo que significa crecer. Incluyendo además comedia, en ocasiones necesaria para adulterar sus momentos más oscuros (que siguen sin adentrarse en lo más macabro del material original). Aunque alguna decisión con respecto al uso del humor en alguna escena en particular da para debate.
Me extraña ver que gran parte de los amantes de la It del 2017 se hayan sentido decepcionados con este final. Puedo decir con confianza que ese no ha sido mi caso y que la vuelta a Derry, si bien imperfecta, ha estado a la altura de sus protagonistas. Al fin y al cabo, las inquietudes y miedos del Club de los Perdedores no dejan de ser los nuestros. No tenemos que luchar contra un payaso para vencerlos en la vida real pero no deja de ser divertido intentarlo en el cine.

6,8
32.480
8
6 de octubre de 2019
6 de octubre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quería haber escrito esta crítica hace tiempo, pero no encontraba el tiempo o la manera adecuada de hablar sobre esta película. Aunque eso no significa que no vaya a improvisar a medida que sigo escribiendo. Quizás no haya una manera más apropiada de hablar sobre Dolor y Gloria, ya que lo que cuenta Pedro Almodóvar a manera de confesión es, entre muchas cosas, un relato sobre la inspiración y las historias. Pero no estaría escribiendo estas palabras después de un tiempo si no hubiera más cosas de las que hablar.
Es inevitable eludir el tono autobiográfico que tiñe a Dolor y Gloria. La narrativa no lineal, la falta de un argumento claro solo reafirmar continuamente el verdadero espíritu de la cinta. Pues la única constante, el único centro pivotal es el protagonista, Salvador. Cada escena sirve para ahondar en sus secretos y viajar a sus sentidos. Antonio Banderas es, gracias a Dios, más que capaz de llevar a cabo esta interpretación, siendo responsable de que este viaje hacia el dolor y la gloria nos acoja cálidamente como pasajeros. Por supuesto, actores como Asier Etxeandía y Julieta Serrano guardan momentos cumbre, sin embargo todos estos ayudan a conocer a fondo para al personaje protagonista.
Una introspección así no tiene una trama clara, pero guarda reflexiones, imágenes y líneas de diálogo para la memoria, si bien hay algún que otro descenso por el camino, donde se cruzan temas de todo tipo, ya sean el amor, la soledad, la enfermedad, la tradición, la adicción o el paso del tiempo. Puede perderse el rumbo claro de la narración en ocasiones, pero no me cabe duda de que es justo así como Almodóvar pretende. Al fin y al cabo, es la manera en la que quiere contar su historia. Porque a pesar de que siempre se añada magia y dramatismo en el salto de realidad a ficción, cada gesto y confesión de Banderas abren una puerta a las entrañas del consagrado cineasta.
La precisión del montaje, la limpieza de cada plano y la maestría que desprende la banda sonora de Alberto Iglesias son recursos cuidadísimos, todos al servicio de la que probablemente sea la obra más personal de su director. El público más fiel al manchego sabe de su maestría a la hora de crear cine, y quizás sean estos los que más disfruten de una película que hable tanto de su autor. Pero yo mismo, habiendo solamente visto 3 de sus largometrajes, he quedado admirado ante su labor cinematográfica. Me llena de alegría saber que se verá en Cannes este año, y estoy ansioso por las diferentes reacciones que puede suscitar en el extranjero.
Al fin y al cabo, Dolor y Gloria es una película que muy fácilmente puede no gustar a todo el mundo y que puede hablar a muchas personas de maneras distintas. Ahí creo yo es donde reside la belleza de la última película de Pedro Almodóvar.
Es inevitable eludir el tono autobiográfico que tiñe a Dolor y Gloria. La narrativa no lineal, la falta de un argumento claro solo reafirmar continuamente el verdadero espíritu de la cinta. Pues la única constante, el único centro pivotal es el protagonista, Salvador. Cada escena sirve para ahondar en sus secretos y viajar a sus sentidos. Antonio Banderas es, gracias a Dios, más que capaz de llevar a cabo esta interpretación, siendo responsable de que este viaje hacia el dolor y la gloria nos acoja cálidamente como pasajeros. Por supuesto, actores como Asier Etxeandía y Julieta Serrano guardan momentos cumbre, sin embargo todos estos ayudan a conocer a fondo para al personaje protagonista.
Una introspección así no tiene una trama clara, pero guarda reflexiones, imágenes y líneas de diálogo para la memoria, si bien hay algún que otro descenso por el camino, donde se cruzan temas de todo tipo, ya sean el amor, la soledad, la enfermedad, la tradición, la adicción o el paso del tiempo. Puede perderse el rumbo claro de la narración en ocasiones, pero no me cabe duda de que es justo así como Almodóvar pretende. Al fin y al cabo, es la manera en la que quiere contar su historia. Porque a pesar de que siempre se añada magia y dramatismo en el salto de realidad a ficción, cada gesto y confesión de Banderas abren una puerta a las entrañas del consagrado cineasta.
La precisión del montaje, la limpieza de cada plano y la maestría que desprende la banda sonora de Alberto Iglesias son recursos cuidadísimos, todos al servicio de la que probablemente sea la obra más personal de su director. El público más fiel al manchego sabe de su maestría a la hora de crear cine, y quizás sean estos los que más disfruten de una película que hable tanto de su autor. Pero yo mismo, habiendo solamente visto 3 de sus largometrajes, he quedado admirado ante su labor cinematográfica. Me llena de alegría saber que se verá en Cannes este año, y estoy ansioso por las diferentes reacciones que puede suscitar en el extranjero.
Al fin y al cabo, Dolor y Gloria es una película que muy fácilmente puede no gustar a todo el mundo y que puede hablar a muchas personas de maneras distintas. Ahí creo yo es donde reside la belleza de la última película de Pedro Almodóvar.
6 de octubre de 2019
6 de octubre de 2019
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quentin Tarantino está enamorado del cine y nunca ha desaprovechado ocasión para mostrarlo. Ya sea en forma de blaxploitation o spaguetti western, cada uno de sus proyectos es una carta de amor a sus influencias y haria falta mucho aire para citar todos los tributos que rinde a sus maestros en las mismas. Pero este testimonio no se ha manifestado de una manera tan pasional como en Érase una vez en Hollywood. Aquí el director ha conseguido congelar el tiempo para situarnos en una época y lugar muy concretos, donde habitan la vida y muerte de la edad dorada del cine americano. El acercamiento sorprende por un estilo, emotividad y estructura inusuales en la filmografía del consagrado cineasta. Eso la convierte en una atípica incursión dentro de la colección tarantiniana, así como una de sus mejores.
Rick Dalton y Cliff Booth son la representación de una estrella de un tiempo único, aquella gente con la que se podrían cruzar Steve McQueen y Bruce Lee en su día a dia. Ambos personajes ficticios, por supuesto, aunque representativos del estereotipo hollywoodiense clásico. Pero guardan suficiente sustancia para quererlos incondicionalmente. Rick y Cliff viven sus vidas, ven la tele, ruedan y conducen a través de un Los Ángeles atemporal. Tanto Leonardo DiCaprio como Brad Pitt ofrecen dos de sus interpretaciones más memorables, llenando de matices a unos personajes que solo ellos podían encarnar. El primero se enfrenta a la actuación dentro de su actuación, triunfando por partida doble, mediante un personaje volátil, inseguro y adorable que merece un aplauso en cada una de sus escenas. Pitt disfruta de un papel que debería ser un icono de tipo duro cinematográfico desde ya, con un carisma para parar un tren. Verles desenvolverse en este mundo imaginario hace que vuelen las 2 horas y 50 minutos de duración, es una pena quedarse con ganas de más tiempo de los actores compartiendo pantalla.
Aquí el director de Tennesse encuentra espacio para llevar nuevas ideas a la mesa, si bien está desatado dentro de su universo particular. El autor evita guiarse por una trama, en su lugar abre una ventana a las idas y venidas de sus protagonistas durante el final de la dedada de los 60. En el contexto del movimiento hippie y en medio de la transformación de la industria cinematográfica no cabe plano que no vibre con energía y derroche estilo. El set de un western, una fiesta entre famosos, las carreteras de Los Ángeles con la música a todo volumen? Son los lugares donde nos lleva una cinta divertida, caótica y tremendamente nostálgica, que funciona como el alegato más sincero que ha hecho el director en toda su carrera. Haciendo gala de una rocambolesca mezcla de géneros(quizás prevalece la comedia), Erase una vez en Hollywood es una oda sin complejos a los sentimientos y emociones que sentimos ante la magia del mundo audiovisual. Con un reparto magnético, un guión como nos tiene acostumbrados y una selección musical grandiosa, Tarantino congela un tiempo en el que la simpleza y grandeza del viejo cine americano parecían no tener fin.
Pero es un cuento de Hollywood al fin y al cabo. Si hay alma y recordatorio agridulce de la realidad dentro esta particular visión, se encuentra en Sharon Tate. A ella también la acompañamos en escenas que se podrían tachar de irrelevantes, pero que resultan imprescindibles para transmitir el mensaje de una cinta que no atiende más al impulso que a la razón. Robbie se aleja del histrionismo de sus compañeros en su interpretación, llena de pequeños matices. No le hacen falta palabras para generar una empatía enorme con el espectador. Vemos a Sharon convertida en un símbolo de la vitalidad y la inocencia humanas en sí mismas, bailando y riendo como cualquiera. Se nota que Tarantino ha sido sumamente cuidadoso para llevar a la malograda actriz de vuelta a la vida, y junto a Robbie han conseguido un sentido homenaje a su figura.
Porque como he repetido de una manera u otra a lo largo de esta crítica, Erase una vez en Hollywood es el homenaje definitivo de Quentin Tarantino. No solo a sus héroes ni a un tiempo, sino también a su manera de hacer cine. Ninguno de sus anteriores trabajos ha hablado tanto de la personalidad del autor como el que nos ocupa, y contagiando al mismo tiempo todas esas emociones imposibles por las que amamos el séptimo arte. Gracias a Cliff, Rick y Sharon podemos mantener la esperanza de acudir a las salas y encontrar un final feliz, aunque sea en el cine.
Rick Dalton y Cliff Booth son la representación de una estrella de un tiempo único, aquella gente con la que se podrían cruzar Steve McQueen y Bruce Lee en su día a dia. Ambos personajes ficticios, por supuesto, aunque representativos del estereotipo hollywoodiense clásico. Pero guardan suficiente sustancia para quererlos incondicionalmente. Rick y Cliff viven sus vidas, ven la tele, ruedan y conducen a través de un Los Ángeles atemporal. Tanto Leonardo DiCaprio como Brad Pitt ofrecen dos de sus interpretaciones más memorables, llenando de matices a unos personajes que solo ellos podían encarnar. El primero se enfrenta a la actuación dentro de su actuación, triunfando por partida doble, mediante un personaje volátil, inseguro y adorable que merece un aplauso en cada una de sus escenas. Pitt disfruta de un papel que debería ser un icono de tipo duro cinematográfico desde ya, con un carisma para parar un tren. Verles desenvolverse en este mundo imaginario hace que vuelen las 2 horas y 50 minutos de duración, es una pena quedarse con ganas de más tiempo de los actores compartiendo pantalla.
Aquí el director de Tennesse encuentra espacio para llevar nuevas ideas a la mesa, si bien está desatado dentro de su universo particular. El autor evita guiarse por una trama, en su lugar abre una ventana a las idas y venidas de sus protagonistas durante el final de la dedada de los 60. En el contexto del movimiento hippie y en medio de la transformación de la industria cinematográfica no cabe plano que no vibre con energía y derroche estilo. El set de un western, una fiesta entre famosos, las carreteras de Los Ángeles con la música a todo volumen? Son los lugares donde nos lleva una cinta divertida, caótica y tremendamente nostálgica, que funciona como el alegato más sincero que ha hecho el director en toda su carrera. Haciendo gala de una rocambolesca mezcla de géneros(quizás prevalece la comedia), Erase una vez en Hollywood es una oda sin complejos a los sentimientos y emociones que sentimos ante la magia del mundo audiovisual. Con un reparto magnético, un guión como nos tiene acostumbrados y una selección musical grandiosa, Tarantino congela un tiempo en el que la simpleza y grandeza del viejo cine americano parecían no tener fin.
Pero es un cuento de Hollywood al fin y al cabo. Si hay alma y recordatorio agridulce de la realidad dentro esta particular visión, se encuentra en Sharon Tate. A ella también la acompañamos en escenas que se podrían tachar de irrelevantes, pero que resultan imprescindibles para transmitir el mensaje de una cinta que no atiende más al impulso que a la razón. Robbie se aleja del histrionismo de sus compañeros en su interpretación, llena de pequeños matices. No le hacen falta palabras para generar una empatía enorme con el espectador. Vemos a Sharon convertida en un símbolo de la vitalidad y la inocencia humanas en sí mismas, bailando y riendo como cualquiera. Se nota que Tarantino ha sido sumamente cuidadoso para llevar a la malograda actriz de vuelta a la vida, y junto a Robbie han conseguido un sentido homenaje a su figura.
Porque como he repetido de una manera u otra a lo largo de esta crítica, Erase una vez en Hollywood es el homenaje definitivo de Quentin Tarantino. No solo a sus héroes ni a un tiempo, sino también a su manera de hacer cine. Ninguno de sus anteriores trabajos ha hablado tanto de la personalidad del autor como el que nos ocupa, y contagiando al mismo tiempo todas esas emociones imposibles por las que amamos el séptimo arte. Gracias a Cliff, Rick y Sharon podemos mantener la esperanza de acudir a las salas y encontrar un final feliz, aunque sea en el cine.
Más sobre Enrico Puzzino
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here