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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de noviembre de 2023
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Nat huye del mundanal ruido para instalarse en una aldea rural de la España profunda, donde aspira a calmar sus angustias y dejarse mecer por la naturaleza y la calma. Va lidiendo, más o menos, con las rupestres complicaciones de su nuevo día a día, pero cuando descubre que su casona alquilada tiene goteras, y que su casero pasa olímpicamente de arreglarlas, se encuentra en un brete… que va a tener una solución poco ortodoxa.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Pues no sabría explicar por qué, pero tenía ganas de ver esta película…
No puedo exhibir más motivos razonados que la presencia de esa Laia Costa que me parece una actriz extraordinaria, y a la que sigo con devoción desde que la descubrí en el magnífico plano secuencia completo que es ‘Victoria’. Pero, más allá de ella (que me ha acompañado todo el fin de semana, porque también he visto ‘El maestro que prometió el mar’), las otras razones lógicas que deben haber motivado al público de esta película (Isabel Coixet o la novela de Sara Mesa) no me convocaban especialmente. No he seguido apenas la carrera de la prestigiosa directora, solo había visto ‘Nieva en Benidorm’, que me provocó bastante frialdad, y ‘La librería’, con la que sí disfruté. En cuanto al libro en que se basa la película, lo leí hace un par de años sin que excitara especialmente mi lívido literario.
Pero el caso es que tenía una especie de intuición, reforzada por el trailer, de que podía disfrutar de ‘Un amor’. Y, en la noche del domingo, solo se me ocurrió una manera de comprobarlo.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
¡Qué gusto da cuando una corazonada se convierte en realidad!
Tras sufrir durante los primeros fotogramas, tanto por la durísima historia que narra la mujer africana como por la cochambre en la que se está instalando Nat, pronto me siento muy confortable en brazos de Coixet y Laia. Todo el tramo introductorio, en el que seguimos el proceso de inserción de la urbanita en el pueblecito, me parece estupendo, con todos los miembros del elenco dando una perfecta réplica al siempre exquisito desempeño actoral de Laia Costa. Es ése, el de la dirección de actores y actrices, uno de los aspectos que más valoro en un cineasta, y a la media hora de metraje ya he elevado mi concepto de Coixet, precisamente por eso, por lo bien que están el sarnoso Luis Callejo, el repelente Hugo Silva, la pija Ingrid García-Jonsson, o el redicho Francesco Carril (me encanta ese tío).
Pese al disfrute que estaba experimentando, sabía que solo iba por los entrantes, que el menjunje principal iba a empezar cuando entrara en acción «el alemán». De hecho, sentía cierta angustia, porque recientemente consumí ‘Foodie love’, la serie de televisión en que también colaboran Isabel Coixet y Laia Costa, y se me indigestaron ciertos pasajes en los que la trama profundizaba en el deseo de la protagonista y su materialización carnal. Temía, pues, que cuando se produjera la transacción de tejas a cambio de «entrar en ti», la película pudiera derivar por vericuetos similares…

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/11/13/critica-de-cine-un-amor/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Afortunadamente, pecaba de exceso de celo. Ya el primer saludo verdulero entre Andreas y Nat me motiva, y no digamos el diálogo a puerta fría en que él pone sus cartas boca arriba, y ella flipa; ambos lo cuadran, y yo gozo desde la butaca. Y cuando arrecia la lluvia, y la vida entre cubos se antoja imposible, me parece un puntazo cómo resuelve Coixet la secuencia en que Nat reconsidera su calabaza: ella aparece allá, al fondo del encuadre, y avanza con una determinación que nos conmueve, mientras él parece no darse cuenta de nada, hasta que nos demuestra que sí, que la ha sentido venir, pero que tiene un enorme cuajo. Gran minuto cinematográfico.
Nos toca entrar en faena, y nuevamente asistimos a una escena tan exigente como bien resuelta. Había que representar un coito aséptico, y exactamente eso se nos brinda. Sin el menor erotismo. Con el mismo romanticismo que podríamos esperar de dos piedras anexas en la orilla de un río. Sin el cigarrito de después, y sin siquiera cordialidad negociadora sobre el intercambio. «Mañana me paso», concluye él cuando ella se ha puesto las bragas.
Lo siguiente es el proceso mediante el cual Nat, una vez cubiertas las necesidades de su tejado, siente nuevas carencias en las que puede ayudarle el mayúsculo especimen alemán. Como sucedía en la novela, no se nos ofrecen explicaciones específicas y concretas sobre qué resorte moviliza a la protagonista. Al fin y al cabo, ¿se puede acaso plantear desde un enfoque meramente racional, linealmente narrativo, el anhelo más primario y profundo de una mujer? No podemos ni empatizar ni discrepar con lo que el cuerpo le pide a Nat, hemos de limitarnos a acompañarla cuando vuelve a la casa de Andreas, y no necesita decirle nada a ese hombre tan parco en palabras para que arranque una historia ¿de amor?
En la misma línea, no hay nada que valorar sobre cómo ella puede obsesionarse tanto por un tipo tan frío de sentimientos como volcánico de rencores. Por un tipo incapaz de someterse a los mínimos estándares de cortesía social. Por un tipo que no respeta ni tus dramas ni tus sentimientos, que de hecho te los pone en frente, como un espejo, dejándote en mal lugar. Por un tipo que «lleva al pueblo» a la de la tienda, y que ha reparado otros tejados anteriormente. No es desde nuestro lado de la pantalla desde donde debemos amar o despreciar a ese tipo. Es Nat quien sucumbe a su influjo, y quien ha de encajar su demoledor «deberías irte. Ahora».
A esas alturas de metraje, mi entrega es total y absoluta. También mi afinidad por el sentimiento de Nat hacia ‘Sieso’, que debería ganar el próximo Goya a actor (o actriz) revelación. Por eso, me remueve mucho su drama, lo paso fatal cuando abandona la casa en una jaula.
Y, quizá bajo ese shock, la última escena de la película no me corta el rollo. No la compro, no la entiendo, no le bailo el agua. Si la someto a un análisis desapasionado, puedo soltar cuatro juriños. Pero las 2 horas y 6 minutos anteriores me han mecido, y abandono la sala con esa íntima satisfacción que me produce una película cuando, como ésta, es ‘un amor’.
8 de octubre de 2024
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Lia, una profesora de historia recién jubilada, se acerca hasta unas casuchas de un suburbio de Tiflis buscando a Tekla, su sobrina. Allí le explican que la chica se exilió a Estambul, y tratan de disuadirla de ir en su busca. Al fin y al cabo, era una transexual, ¿qué necesidad tiene de buscarla? Mucho mejor olvidar su existencia… Pero Lia tiene una muy poderosa razón para dar con Tekla, así que viaja a Estambul aceptando la compañía de Achi, que promete ser su traductor, pero que más bien parece ser una carga.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
No fue una elección sencilla. Tras varios fines de semana con la cartelera de estrenos en horas bajas, ya el pasado viernes vino mejor dotado (tanto, que de momento se me ha quedado en el tintero ‘La virgen roja’). Y esta semana, nuevamente, se estrenaban diversas propuestas estimulantes.
Pese a la competencia, si terminé eligiendo ‘Crossing’ fue, en primer lugar, desde el lado consciente, tras ver el trailer y sentir cierta llamada, con el poder magnético de Estambul como factor añadido. Pero, sin duda, también me pesó el subconsciente, ya que en innumerables ocasiones me he planteado ver ‘Solo nos queda bailar’, de este mismo director, y nunca he terminado de dar el paso. Si su nueva película me atraía, era casi un deber moral otorgarle mi confianza esta vez…

DESDE MI PUNTO DE VISTA

No puedo por más que mostrarle mi agradecimiento a Akin, porque necesitaba un recordatorio de por qué amo el cine. En realidad, la semana pasada disfruté con ‘Soy Nevenka’ (y aquí lo reflejé), pero es que en estas dos semanas llegaban a las salas dos películas que tenía muchísimas ganas de ver, y la decepción que me había llevado con ellas había sido de tal calibre que amenazaba con hacer tambalear mi cinefilia. Primero, un mito viviente como Francis Ford Coppola, autor de dos artefactos tan sublimes como los dos primeros padrinos, se gasta sus multimillonarios ahorros en un testamento cinematográfico infumable. Y después el mismo director cuyo ‘Joker’ me causó tan honda impresión que me conminó a visitar las legendarias escaleras del Bronx defeca sobre su propia obra perpetrando una segunda parte inane en lo narrativo, y risible en su vertiente musical. Lo de Coppola me entristeció, pero aún fue peor lo de Todd Phillips, que me sulfuró. Con semejante alteración de ánimo me presentaba en la sala al día siguiente para conocer por fin a este director sueco sobre cuyos hombros pesaba una enorme responsabilidad. Un nuevo chasco, y quizá las salas de cine podían empezar a temer por alguien tan fiel como yo…

Pero no, mi problema no es con el cine. Es solo con las películas gilipollezcas. Si ante mis ojos desfila una obra sensible, humanista, coherentemente narrada, bien interpretada y magníficamente escrita, me entrego con deleite. Y todo eso es lo que Akin brinda en ‘Crossing’, desde el principio hasta el maravilloso final.

Un primer mérito del autor es hacerme simpatizar con los dos protagonistas, que van a compartir dos movies consecutivas, primero una road y luego una buddy, pese a que en realidad no pegan ni con cola: la una es una profesora de historia, el otro un ni-ni; ella es tan vieja como digna, él tan joven como patán; nada les une, son polos opuestos, pero las circunstancias les juntan, y pese a que siempre parece que van a partir peras, su relación sobrevive hasta el final. Por afinidad, es poco sorprendente que ella me caiga bien, pero es que también él termina resultándome tierno.

Cuando la extraña pareja llega a Estambul, mis positivas sensaciones iniciales aún se agudizan por este nuevo viaje que hago a esa ciudad que visité en 2018, y que me resultó imponente. Otro elemento tan favorable al director como curioso es que me va a llevar por una Estambul muy diferente de la que yo transité (mi estancia duraba una semana, y evidentemente recorrí todos los escenarios históricos y turísticos). En este regreso no pululo por Istiklal Caddesi, ni bajo desde Pera hasta el Serrallo, sino que me sumerjo en barrios y callejuelas de baja estofa, a menudo en horarios intempestivos. Y, sin embargo, siento perfectamente presente el espíritu estambulí, el mismo que creí inhalar durante mis andanzas por allí.

En cuanto un primer ferry nos está acercando a Estambul para culminar la road movie inicial, la cámara abandona momentáneamente a Lia y Achi, y se fija en otros dos personajes que, aún siendo secundarios, van a adquirir notable peso narrativo. Y, nuevamente, el director y guionista provoca mi afinidad tanto hacia el espabilado niño cantor como hacia esa abogada recién licenciada, tan dispuesta a pelear por causas perdidas. Es ésta una habilidad indudable de Akin, porque incluso me encariño con el taxista sin licencia, o con el amigo gay de Evrim. Se trata, en general, de personajes perdedores, envueltos en determinados momentos de patetismo, habitantes de los márgenes… pero con quienes resulta muy cómodo pasar el rato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Amerizamos en la antigua Constantinopla, y comienza la búsqueda de esa Tekla que parece no haber dejado rastro. Desesperada, Lia suelta ese lapidario “parece que la gente viene a Estambul para desaparecer”. A estas alturas, hemos ido conociendo poco a poco el pasado de Tekla, su determinación transmutadora, la respuesta social con que se encontró, agravada por la actitud de su propia familia… y entendemos perfectamente que decidiera quitarse de en medio. El director, un sueco, ubica en Georgia esta cuita, no sé si dando por sentado que en el occidente más avanzando ya hemos pasado de pantalla, y se ha normalizado la situación de los homosexuales, sea cual sea su condición. Cada vez que una ficción aborda este asunto de la discriminación por razones de condición sexual, bien trasladándola atrás en el tiempo o bien desplazándola lejos en el espacio, me aguijonea la conciencia al ser consciente de que en mi infancia al maricón de mi pueblo se le insultaba por la calle. Un día desapareció, nunca volvimos a saber de él. Confío en que encontrara una mega-ciudad en la que rehacer su vida, lejos de la presión social. Y, ojo, mi pueblo no es un andurrial de la España profunda, ni mi infancia está enclavada en la noche negra del franquismo…

En todo caso, no es necesaria una máquina del tiempo ni tener a mano un mapa mundi para topar con un importante sector del feminismo que se muestra excluyente cuando se trata de hacer ley la defensa de los derechos del colectivo transexual…

Volviendo a la película, que me desvío, he de terminar estas líneas glosando el estupendo desenlace que nos tiene reservado Akin. Y lo dice alguien que detesta las secuencias mentirosas, que se rebrinca ante lo onírico o lo imaginario. En este caso, sin embargo, celebro que el encontronazo que parece conducirnos hacia un happy end cogido con pinzas sea en realidad una fabulación perfecta para que sepamos del arrepentimiento de Lia, para que comprendamos definitivamente a esa Tekla escapista, para que hagamos examen de conciencia sobre situaciones análogas que podamos haber causado. Y, sobre todo, para que nos reconforte que Lia no se vaya a ningún sitio. ¿Dónde va a estar mejor que en Estambul? ¿Haciendo qué, mejor que tratando de cumplir con la última voluntad de su hermana?

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/10/06/critica-de-cine-crossing/
6 de marzo de 2022
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Rahim sale de la cárcel para un permiso de dos días. Aprovecha la breve libertad para hablar con el acreedor cuya denuncia le llevó a la cárcel. Y es que cree que , por un golpe de suerte, va a poder convencerle de que retire su acusación.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
No llega a la categoría de gatillazo, pero sí he de admitir que Asghar no ha erizado mi piel con esta película como lo ha hecho con las demás. Me ha costado un poco entrar en su propuesta, y aunque luego he disfrutado y ha contado con mi entrega, no se sentido los soponcios que esperaba. Quizá el exceso de expectativas haya lastrado mi placer…

De las nueve películas de Farhadi, he visto las cinco últimas. No le conocía hasta que se estrenó la sexta, ‘El pasado’, con la que me conmocionó. Desde entonces he sido fiel a todos sus estrenos, y además he rescatado otro de sus trabajos anteriores, la maravillosa ‘Nader y Simin, una separación’, que supone bajo mi criterio la cima de su filmografía. ‘Un héroe’ me parece la menos redonda de todas las que he visto, por varios motivos. El primero es que me cuesta un buen rato sentirme dentro de la película, y eso es algo completamente novedoso en mi experiencia espectadora con el iraní. Durante los primeros 20 minutos, más o menos, nos va situando poco a poco en la historia, pero le cuesta trabajo centrar el tiro, recurre a una coralidad y a un ruido alrededor de la trama que no recordaba de sus películas precedentes. Finalmente sí logra captar mi atención, y a partir de ahí sí identifico rasgos reconocibles de su cine, sobre todo a nivel argumental, exponiéndonos sucesos que parecen livianos pero que no lo son, y menos aún conforme van complicándose. Sí me gusta lo muy iraní que resulta todo, en un acto quizá de contricción tras la incursión española que hizo en 2018 con ‘Todos lo saben’. El resto del metraje lo sigo con notable interés, pero siempre hay de fondo una sensación de no estar en éxtasis, y sobre todo lo achaco a que el protagonista no llena mis ojos. De Farhadi siempre me ha encantado su dirección actoral, lo muy humanos que son todos sus personajes, pero no sé si por culpa de este Rahim, o del Amir Jadidi que lo encarna, no participo de sus desvelos con la intensidad máxima de otras veces.

¿Estaré ahí, en el fin de semana del estreno de la próxima película de Farhadi, sin siquiera leer la sinopsis? Sí.

Pero un par de escalones en mi escalafón de cineastas top sí que ha perdido con ‘Un héroe’.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/03/06/critica-de-cine-un-heroe/
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spoiler:
Rahim (que tiene una cara de buenazo que no puede con ella, parece mentira que un ser así haya podido ser condenado a prisión) tiene 17 razones para pensar que va a convencer a su acreedor de retirar la denuncia. Y es que resulta que la nueva novia de Rahim, con la que espera casarse cuando obtenga la libertad, se ha encontrado un bolso con 17 monedas de oro. La pareja calcula que, vendiéndolas, podrán obtener capital para zanjar la mitad de la deuda que motivó la condena, y una vez fuera del trullo él encontrará un trabajo con el que ir pagando poco a poco el resto. Pero el acreedor no traga: no se fía de un Rahim que, casado con su hermana, le convenció para ser avalista de un préstamo, y luego se divorció de ella y no le pagó a él. Está un poco resentido, el hombre…

Abortado el plan, Rahim decide buscar a la mujer que perdió su bolso para devolverle el dinero. ¿Buen samaritano? ¿Tonto tonto, mierda mierda? Más bien parece lo segundo; y no solo porque tome esa decisión tras haber pinchado en hueso con su acreedor, sino porque hay claros indicios de que lo que desea es que todo el mundo se entere de su acto altruísta, y eso le pueda beneficiar. Por ejemplo, en los carteles que cuelga por la ciudad anunciando que ha encontrado un bolso y quiere devolverlo, el teléfono de contacto que pone no es su número personal, sino el de la cárcel. Que se enteren sus carceleros de que tienen encerrado a un ser de luz, vamos…

La estratagema le sale estupendamente, y cuando una llorosa mujer recupera su bolso perdido, pronto la historia alcanza gran rimbombancia, y periódicos y televisiones se hacen eco de ese preso bienhechor que no se apropia del oro encontrado, sino que lo devuelve. Surge así, con la ayuda de una fundación capaz de recaudar fondos en ayuda de Rahim, una nueva oportunidad de sufragar gran parte de la deuda, y además el Ayuntamiento de la ciudad se ofrece a contratarle en cuanto salga de prisión, para que pueda rehacer su vida y completar el pago de las cantidades pendientes. Todo parece encarrilado, ya que incluso el acreedor, aunque arrastrando los pies, da su brazo a torcer en consideración, dice, al hijo tartamudo de Rahim, que ansía tener a su padre en libertad.

En ese momento apenas llevamos una hora de metraje, así que ya suponemos que las cosas no van a resolverse tan fácilmente. Y así es: todo se complica, adquiriendo derroteros incluso patéticos, en lo que es un factor recurrente en las historias de Farhadi. En otro rasgo de su cine, el público no estará de ahí en adelante en una cómoda posición, con las cartas marcadas, apoyando al protagonista y sufriendo con él. Tendremos dudas sobre si es corto o demasiado listo, sobre si es víctima de oscuras confabulaciones o se merece que los atajos a los que recurre le salgan rana. Solo a última hora, con su reacción posterior a un video casero grabado con muy malas artes, nos quedará clara cuál es la principal prioridad de Rahim. La escena final, una de las cumbres de la película con la pantalla partida entre la oscuridad de la cárcel y la dulce luminosidad de la libertad, nos aclara qué consecuencias se derivan de su reacción.
21 de julio de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlotte y Guillaume, dos hermanos de una conservadora familia canadiense, están en plena ebullición adolescente, y cada uno por su lado van a vivir las turbulencias sentimentales y hormonales propias de su momento vital de tránsito entre el acné y la edad adulta. A modo de postre, también veremos cómo Félix y Béatrice viven un efímero y veraniego primer amor.

Tras leer muy buenas referencias sobre él, decidí conocer viendo esta película a Philippe Lesage, autor y director, quien por lo visto ya había dejado muestras previas de su talento, y a quien apunto en mi listado de cineastas a seguir. La explicación es muy simple: estuve más de dos horas a merced de unas historias protagonizadas por personajes muy, pero muy alejados de mi realidad (tanto geográfica como vitalmente); unas tramas a las que durante su desarrollo no terminaba de verles el hilo conductor; y cuando creía que iban a surgir los títulos de crédito, arrancó un nuevo episodio en plan postre al que tuve que readaptarme. La mera descripción de los elementos no suena muy estimulante, en definitiva, y sin embargo disfruté de cada minuto, salí de la sala con un regusto final estupendo, y tengo la nítida sensación de que conforme pasen los días el recuerdo que me va a quedar de “Génesis” aún va a ser mejor. Por tanto, no hay duda: me interesa mucho este Philippe Lesage.

La película comienza con Guillaume subido encima de su pupitre cantando y bailando una canción popular canadiense ante el despiporre de sus compañeros de clase (todo chicos); después, vemos a la guapísima Charlotte sufrir como una tonta porque su noviete le dice que no puede jurarle amor eterno, que la vida es muy larga como para renunciar a follar con otras. En otras películas, ya podríamos tener un asidero al que aferrarnos, una referencia sobre la que calibrar los futuros comportamientos de los dos hermanos protagonistas. Y, además, les veríamos interactuar entre sí, cruzar sus caminos, coordinar sus andanzas. Sin embargo, “Génesis” rompe esas reglas tácitas. Ni Guillaume va a ser durante todo el metraje el típico alumno payaso, ni Charlotte va a mendigar el cariño de su promiscuo pero sincero noviete, ni las vidas de los dos hermanos van a entrecruzarse constantemente.
Una de los características del guión de Lesage es la evolución que otorga a sus protagonistas, los vaivenes con que nos van a sorprender. Cuando vemos a Guillaume emocionarse leyendo “El guardián entre el centeno” descubrimos que es mucho más que un gamberro bufón, y a lo largo de la película le veremos enfrentarse a sus debilidades, descubrir sus más hondos sentimientos, quitarse máscaras a costa de perder prestigio, pagar las consecuencias, llorar a moco tendido… Lo mismo sucede con Charlotte, también ella fluctúa y se reinventa. Tras su llanto inicial, la siguiente vez que la vemos en pantalla exhibe una faceta diametralmente opuesta, de femme fatal adolescente que hace suya la tesis del poliamor de su novio. De ahí en adelante, ante nuestros ojos desfilarán diferentes versiones de ella, unas desafiantes, otras desamparadas, algunas incluso de doliente patetismo.
Otra pauta que define la obra de Lesage es la sensación durante el visionado de que las cosas no progresan, parece que meramente estamos viendo capítulos de las incipientes vidas de estos dos hermanos. Pero al final del viaje comprendemos que sí que han avanzado, que de hecho ambos han llegado a otro lugar muy diferente del inicial, y les hemos acompañado tan de cerca que sentimos gran identificación con ellos cuando convergen en la preciosa estampa que les vuelve a reunir en la cama al final de su periplo en la pantalla.
Ése es el momento en que pensaba que iba a saltar el ‘The end’. Y habría sido un gran final. Pero entonces vuelve a sonar la canción popular con que arranca la película, esta vez interpretada por un grupeto de músicos rurales ante una audiencia aún más joven, pre-adolescente. El plano secuencia de Lesage nos conduce primero a un lado del campestre auditorio, y nos presenta vía zoom a una niña rubita; después nos traslada al otro lado, y esta vez se acerca hasta un barbilampiño moreno. Cuesta entender qué está sucediendo, pero finalmente asumimos que empieza una nueva historia, la tercera, absolutamente aislada de las otras dos en el tiempo y en el espacio, pero coincidente en su temática sobre el despertar emocional. Desde mi punto de vista, este postre baja un poco el nivel, pero sigo viéndolo con gusto, y sobre todo refuerza mi impresión de que estoy disfrutando la experiencia, porque el nuevo arranque de una trama no me causa pereza, sino alegría al comprender que aún queda metraje por delante.

Supongo que toda la temática de primer amor, del despertar al deseo y al sufrimiento emocional, provocará más o menos mariposas en el estómago de cada espectador en función de las vivencias que haya tenido, de las cicatrices que le queden, y de lo frescas que las pueda tener. En todo caso, Lesage sabe transmitirnos las andanzas de Guillaume, Charlotte, Félix y Béatrice de tal modo que las sintamos a flor de piel, no necesitamos tener las hormonas revolucionadas para empatizar con los personajes.
Pero es que, además, el autor y su equipo saben seducirnos con otros valores añadidos. Por ejemplo, es muy destacable la potencia evocadora y atmosférica que tiene la música durante toda la película. Igualmente, hay numerosos impactos visuales de gran belleza, la fotografía es uno de los puntos álgidos de “Génesis”. En definitiva, la suma de factores tanto narrativos como artísticos depara una obra intensa e interesante en el primer ámbito, y absolutamente disfrutable en el segundo. Poco más se le pueden pedir a dos horas de cine…
19 de octubre de 2022
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Julia, joven y soltera mamá de dos niños, aspira a ser enfermera, pero lo ve difícil porque asegura que “nada se le da bien”. Comprobaremos durante el metraje un aspecto en el que, efectivamente, no da pie con bola: la elección de un compañero de viaje.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Se juntaron tres argumentos:
- El primero tiene nombre propio, y es el de Anna Castillo. Desde que me topé con ella en ‘El olivo’, me ha encantado en todos sus papeles, logra transmitirme siempre, y siento gran comodidad siguiendo sus andanzas.
- El segundo fue el trailer que vi, la semana pasada. Me interesó mucho la atmósfera de la historia, pese a que apenas quedaba claro de qué iba la trama.
- En tercer lugar, y pese a que abandoné con cajas destempladas ‘Un tiro en la cabeza’, tenía ganas de darle una nueva oportunidad a Jaime Rosales. Ésta era, pues, la ocasión de remediarlo…

DESDE MI PUNTO DE VISTA
En ‘La naranja mecánica’, al descarriado protagonista le someten a un experimento para tratar de despojarle de sus instintos violentos; le colocan un artilugio que le impide cerrar los ojos, y le obligan así a ver duras escenas de agresiones, confiando en que gracias a ello terminará aborreciendo toda violencia. Jaime Rosales no necesita esos estrambóticos ganchos para prohibirme pestañear, y me tiene absolutamente a su merced durante todo el metraje. Atiendo con igual intensidad en los momentos de espasmódico dramatismo, que los hay, como en los pasajes bucólicos, agradables, familiares, musicales… Me entrego totalmente, y disfruto de principio a fin. Incluso cuando sufro, paso miedo, o me indigno.

La película se estructura en tres episodios: Óscar, Marcos y Álex.

Óscar me repele desde el primer fotograma, todas mis células se rebrincan contra él y me tienen alerta, convencidas de que no es trigo limpio. Y, sin embargo, consigo comprender, aunque sea sin militancia, que una choni como Julia se deje camelar por sus musculitos y sus soflamas. De todas las escenas de la película, la de la discoteca en que ambos empiezan dándolo todo en la pista, para acabar luego como el rosario de la aurora, me parece la más forzada. Vivimos tiempos en que asistimos a piruetas similares a las que exhibe el macarra poligonero de Óscar, dándole la vuelta de forma impertérrita a los argumentos para justificar su pavoneo en el karaoke mientras censura la inocente conversación de ella en la barra. Pero si me parecen vergonzantes los intentos de quienes tratan de venderme motos imposibles (qué se yo, las becas a disposición de millonarios para mandar a sus hijos a colegios privados, por ejemplo), tengo que criticar el maniqueísmo que se nos muestra cuando Julia y Óscar discuten, de vuelta en casa tras la noche de marcha. Eso sí: incluso aunque crea que el guión debería haberse esmerado más en la construcción del conflicto, he de postrarme ante la atmósfera que se va cargando en esa cocina, hasta acabar exactamente como parecía.

Viajamos en bus hasta Melilla para el segundo acto, en el que aunque solo sea por comparación, me siento confortable al lado del nuevo hombre que entra (re-entra, sabremos pronto) en la vida de Julia. Este episodio me resulta el más redondo, el de una evolución más plausible de los acontecimientos. Admiro la honestidad de Marcos cuando reconoce que la mejor versión que puede dar como padre es sumamente deficiente. Es uno de los momentos del visionado en que me regodeo en mi elección vital de no sacrificar ni mi tiempo ni mi energía en cuitas de crianza, convivencia y entrega. Vivir sin ataduras supone renunciar a disfrutar de las buenas experiencias que puede brindarte el alguien que te acompañe, a cambio de liberarte de tragarte los sapos que van intrínsecamente ligados a deberle a ese alguien un leal compromiso. Y me refiero, tanto en lo bueno como en lo malo, a grandes cosas, pero sobre todo a pequeños detalles. Creo que hago bien en no pagar el peaje, porque terminaría teniendo que admitir las limitaciones que reconoce Marcos, o me escucharía proclamar las mismas frustraciones que grita Julia en el tercer capítulo de la película.

Ese último tercio lo pasamos con una nueva compañía, la de Álex. Nuestra heroína, que confirma la teoría de su hermana Maite de que es “carne de cañón” por mucho que diga que pasa de los hombres, se muda ahora a un piso bien, a un nuevo estatus. Y se lanza, por fin, a preparar el examen de enfermería. Pero nos damos de bruces nuevamente con las dificultades prácticas, prosaicas, que conlleva la procreación. La fiebre por la elipsis que impregna toda la narración tiene el peligro de convertir con demasiada rapidez a ese Álex encantador de la primera cita en un desaborido adicto al trabajo. Pero nada puede disminuir el potencial dramático de la secuencia en que Julia estalla, peta, revienta. Es directa y sincera, como lo ha sido a lo largo de todo el metraje; pero esta vez provoca la máxima empatía, al menos la mía, cuando grita el porqué de su frustración, de su ahogo, de su desesperación. “Me quiero ir con mi padre”, proclama. Y la entendemos, del mismo modo que comprendemos que no puede romper con todo una y otra vez. Que tarde o temprano tendrá que poner el huevo; o, como llegamos a temer, que podría optar por borrarse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En el epílogo, Rosales y Álex se alían para reconciliarnos un poco con la vida. Desde la posición en que asisto a la narración, podría haberme rebrincando contra ese final de selfies, espacios naturales y esperanza. Pero lo siento como el comienzo de un cuarto episodio cuyo desarrollo queda fuera de la película, y no como un desenlace. Y no tengo, por tanto, ninguna queja que expresar.
Acaba la proyección, inspiro hondo, y salgo de la sala con la sensación de que he llenado mis pulmones de buen cine. He encontrado en Rosales una de las virtudes que más admiro, y disfruto, en un cineasta: la dirección de actores, la credibilidad que transmiten todos los personajes, la sensación de nula impostura. Todo lo que ha desfilado ante mis ojos me ha interesado, me ha atrapado, y aunque no todo me haya conmovido por igual, incluso aunque no haya terminado de comprar ciertos pasajes, ni un solo minuto me ha resultado superfluo o hiriente, y muchos de ellos me han concernido poderosamente. Anna Castillo se consolida como una de mis actrices de cabecera, y Jaime Rosales cuenta, desde hoy, con toda mi consideración.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/10/17/critica-de-cine-girasoles-silvestres/
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