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Serie

5,4
967
4
16 de febrero de 2021
16 de febrero de 2021
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En busca de nuevos proyectos alrededor del continente y con el fin de completar su álbum de cromos personal, Netflix se detiene ahora en Luxemburgo que, después de Bélgica y Países Bajos, es la última pieza que la plataforma necesitaba para rematar el Benelux. Es indiscutible que cualquier producción, independientemente del país de origen, es incapaz de resistirse al trampolín que supone Netflix y su capacidad de difusión, asimismo, la empresa estadounidense no pierde la oportunidad de captar nuevos clientes alrededor del globo. En esta ocasión, el primer “featuring” entre la plataforma y el Gran Ducado de Luxemburgo representa otra gran decepción que se suma a su ya extenso catálogo de decepciones.
‘Capitani’ quiere aportar su granito de arena pero no es más que un thriller de manual, anodino y carente de emoción. A diferencia de otras propuestas de países vecinos, poco tiene que aportar al género, ni en cuanto a forma ni contenido se refiere. No hay nada nuevo ni demasiado estimulante bajo el sol de Luxemburgo. A pesar de que tiene su mejor baza en la breve duración de los episodios, el ritmo parsimonioso y sin carácter, hace que mantener el interés por la historia se convierta en una ardua tarea y ni siquiera el recurso del ‘cliffhanger’ al cierre de cada episodio cumple con su cometido de reavivarlo. Quiere abarcar demasiados temas (la trama en paralelo del protagonista es inoportuna y molesta) y todo se enmaraña hasta llegar a un desenlace atropellado y cuestionable.
“La opción más sencilla siempre es la correcta”, “deja tus sentimientos a un lado”, “las apariencias engañan” o “todos se conocen pero nadie sabe nada de nadie”, son algunos de los ‘clichés’ que el protagonista utiliza para instruir a su joven e inexperta compañera. Mi conclusión una vez finalizada la serie, es que en Luxemburgo se habla luxemburgués (lengua oficial junto con el francés y el alemán) y que los bosques siempre constituyen una trampa mortal para los adolescentes, así que por favor, procuren no dejarlos sueltos si hay alguna arboleda cerca.
‘Capitani’ quiere aportar su granito de arena pero no es más que un thriller de manual, anodino y carente de emoción. A diferencia de otras propuestas de países vecinos, poco tiene que aportar al género, ni en cuanto a forma ni contenido se refiere. No hay nada nuevo ni demasiado estimulante bajo el sol de Luxemburgo. A pesar de que tiene su mejor baza en la breve duración de los episodios, el ritmo parsimonioso y sin carácter, hace que mantener el interés por la historia se convierta en una ardua tarea y ni siquiera el recurso del ‘cliffhanger’ al cierre de cada episodio cumple con su cometido de reavivarlo. Quiere abarcar demasiados temas (la trama en paralelo del protagonista es inoportuna y molesta) y todo se enmaraña hasta llegar a un desenlace atropellado y cuestionable.
“La opción más sencilla siempre es la correcta”, “deja tus sentimientos a un lado”, “las apariencias engañan” o “todos se conocen pero nadie sabe nada de nadie”, son algunos de los ‘clichés’ que el protagonista utiliza para instruir a su joven e inexperta compañera. Mi conclusión una vez finalizada la serie, es que en Luxemburgo se habla luxemburgués (lengua oficial junto con el francés y el alemán) y que los bosques siempre constituyen una trampa mortal para los adolescentes, así que por favor, procuren no dejarlos sueltos si hay alguna arboleda cerca.

6,2
249
7
28 de marzo de 2023
28 de marzo de 2023
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la antigüedad, es decir, a finales de los noventa, no existía otra red social más que aquella que uno mismo iba tejiendo en persona junto con amigos y conocidos. Y la gente se conocía y se enamoraba por casualidad. Así de repente. En la calle paseando al gato, en un ultramarinos disputándose las dos últimas cervezas de la estantería (búsquese Jennifer Aniston y Heineken) o cuando te presentaban al hijo de la sobrina segunda de tu madre en la boda de tu prima la del pueblo. Eran otros tiempos.
‘Of an Age’ nos relata una de esas historias de ciencia ficción pero sin Julia Roberts como protagonista. Se divide en dos actos. El primero acontece en 1999, cuando dos personas se conocen por casualidad, hablan el uno con el otro sin atender al teléfono móvil cada tres minutos y surge algo entre ellos, llámalo x. A priori parece que no tienen nada en común, si por Grindr fuera ni siquiera se hubieran dado la oportunidad, pero después de hablar sobre señores que escriben libros, planes de vida y escuchar juntos la bso de ‘Happy together’ (1997) de Wong Kar-Wai, parece que la cosa comienza a funcionar.
La complicación la encontramos en que se trata de dos homosexuales a finales de los noventa, el más joven a punto de cumplir la mayoría de edad, inmigrante serbio, en el armario y para más inri, aficionado a los bailes de salón. Pero no se preocupen. Aunque haya dos grandiosos momentos de baile, el eurovisivo comienzo de la mano de las Azúcar Moreno y el frenético ‘Maneater’ de Furtado, no estamos ante ‘Fama: a bailar’. La mala costumbre de etiquetar con infinitos géneros sin antes saber de qué va una película… (¿Baile?).
Para el inocente bailarín, ese encuentro supondrá su primer todo y para el otro más versado que recién sufre un desengaño, supone algo bueno que llega en el momento más inoportuno. Y el destino, como no podía ser de otro modo, se encargará de separar y unir caminos a su antojo. El segundo acto es historia o mejor dicho, spoiler.
‘Of an Age’ es una bonita y sencilla historia que convence, sobre todo gracias a unos actores más tiernos que el pan de molde sin corteza. Esperanzadora pero agridulce, es de esas historias que solo ocurren en otra época.
‘Of an Age’ nos relata una de esas historias de ciencia ficción pero sin Julia Roberts como protagonista. Se divide en dos actos. El primero acontece en 1999, cuando dos personas se conocen por casualidad, hablan el uno con el otro sin atender al teléfono móvil cada tres minutos y surge algo entre ellos, llámalo x. A priori parece que no tienen nada en común, si por Grindr fuera ni siquiera se hubieran dado la oportunidad, pero después de hablar sobre señores que escriben libros, planes de vida y escuchar juntos la bso de ‘Happy together’ (1997) de Wong Kar-Wai, parece que la cosa comienza a funcionar.
La complicación la encontramos en que se trata de dos homosexuales a finales de los noventa, el más joven a punto de cumplir la mayoría de edad, inmigrante serbio, en el armario y para más inri, aficionado a los bailes de salón. Pero no se preocupen. Aunque haya dos grandiosos momentos de baile, el eurovisivo comienzo de la mano de las Azúcar Moreno y el frenético ‘Maneater’ de Furtado, no estamos ante ‘Fama: a bailar’. La mala costumbre de etiquetar con infinitos géneros sin antes saber de qué va una película… (¿Baile?).
Para el inocente bailarín, ese encuentro supondrá su primer todo y para el otro más versado que recién sufre un desengaño, supone algo bueno que llega en el momento más inoportuno. Y el destino, como no podía ser de otro modo, se encargará de separar y unir caminos a su antojo. El segundo acto es historia o mejor dicho, spoiler.
‘Of an Age’ es una bonita y sencilla historia que convence, sobre todo gracias a unos actores más tiernos que el pan de molde sin corteza. Esperanzadora pero agridulce, es de esas historias que solo ocurren en otra época.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Vicisitudes de la vida, los dos protagonistas se volverán a reencontrar una década después, en otra época más actual. Aunque los años han ‘pesado’ para ambos (buen trabajo de caracterización de personajes) se les brindará la oportunidad de retomar el asunto donde lo habían dejado, esta vez, con algo más de saber en su haber. Pero las circunstancias vuelven a ser desafortunadas y el final de cuento que todos esperan se vuelve improbable, concluyendo en un abrazo sin fin en recuerdo de los viejos tiempos. O quizás no.
La película comienza con la escena del protagonista llamando borracho a su amiga pero a quien busca en realidad no es a ella, sino a su hermano. Esa escena ocurre antes de la boda y es el motivo por el que probablemente ella lo invita al convite, esperando reconciliar su amistad con él después de años sin verse. Un pretexto para que los dos protagonistas se vuelvan a encontrar.
La película comienza con la escena del protagonista llamando borracho a su amiga pero a quien busca en realidad no es a ella, sino a su hermano. Esa escena ocurre antes de la boda y es el motivo por el que probablemente ella lo invita al convite, esperando reconciliar su amistad con él después de años sin verse. Un pretexto para que los dos protagonistas se vuelvan a encontrar.
7
26 de marzo de 2020
26 de marzo de 2020
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta no es la típica historia de adolescentes uniformadas desfilando en ‘slow motion’ por los pasillos de un instituto, preocupadas por lucir guapas y delgadas esperando que el chico más popular las invite al baile de fin de curso.
En esta historia, las abejas reina son más oscuras y despiadadas y su veneno, más tóxico y letal. Coquetean con la bulimia y la anorexia pero el sufrimiento ajeno les despierta un apetito voraz. Los chicos no son más que zánganos sin aguijón que esperan al día de su sacrificio mientras ellas son elevadas a lo más alto por sus leales obreras. Guardan secretos que las consumen, secretos que podrían arruinar vidas y hacer temblar cimientos. Y no son las únicas que desfilan a cámara lenta, también la sangre cuando es derramada.
Ser animadora no es un simple pasatiempo que mantiene distraídas a las chicas populares, bailando y moviendo pompones mientras sonríen y entonan el “Rah Rah Rah”.
En esta historia ser animadora es una oportunidad, una salida para huir del agujero negro que las arrastra y las engulle en la apatía de una familia emocionalmente inestable y la mediocridad de una comunidad que busca desesperadamente resurgir de sus cenizas. Es una disciplina casi militar que exige un duro entrenamiento y que depende de la fortaleza de un equipo cuyas componentes son impredecibles. Se maquillan con purpurina y se dibujan motivos de guerra y antes de salir, apartan su rivalidad, aprietan con fuerza los puños para dejar de temblar e inmediatamente marchan a construir firmes pirámides y proclamar breves himnos. Y aquellas que lideran la cima se dejan caer al vacío confiando en los brazos que las han de rescatar y elevar otra vez a lo más alto.
Este viaje no consiste en bajar una larga escalera con el vestido perfecto, el desenlace no es una brillante corona y el recuerdo tampoco será una diminuta foto en el anuario.
Esta es una odisea hacia las profundidades para tratar de averiguar, entre sombras y desengaños, quiénes son realmente y qué desean con más fuerza. En este angustioso viaje de fondos de pantalla que reemplazan amistades y cadenas que simbolizan la inocencia pero que son arrancadas de un tirón, las coronas, aunque invisibles, ya se otorgaron tiempo atrás. Y los recuerdos que permanecerán inmortales, son las imágenes de chicas frágiles y asustadas que se observan ante el espejo y las oscuras noches de alcohol, sexo y disparos.
En esta historia, las abejas reina son más oscuras y despiadadas y su veneno, más tóxico y letal. Coquetean con la bulimia y la anorexia pero el sufrimiento ajeno les despierta un apetito voraz. Los chicos no son más que zánganos sin aguijón que esperan al día de su sacrificio mientras ellas son elevadas a lo más alto por sus leales obreras. Guardan secretos que las consumen, secretos que podrían arruinar vidas y hacer temblar cimientos. Y no son las únicas que desfilan a cámara lenta, también la sangre cuando es derramada.
Ser animadora no es un simple pasatiempo que mantiene distraídas a las chicas populares, bailando y moviendo pompones mientras sonríen y entonan el “Rah Rah Rah”.
En esta historia ser animadora es una oportunidad, una salida para huir del agujero negro que las arrastra y las engulle en la apatía de una familia emocionalmente inestable y la mediocridad de una comunidad que busca desesperadamente resurgir de sus cenizas. Es una disciplina casi militar que exige un duro entrenamiento y que depende de la fortaleza de un equipo cuyas componentes son impredecibles. Se maquillan con purpurina y se dibujan motivos de guerra y antes de salir, apartan su rivalidad, aprietan con fuerza los puños para dejar de temblar e inmediatamente marchan a construir firmes pirámides y proclamar breves himnos. Y aquellas que lideran la cima se dejan caer al vacío confiando en los brazos que las han de rescatar y elevar otra vez a lo más alto.
Este viaje no consiste en bajar una larga escalera con el vestido perfecto, el desenlace no es una brillante corona y el recuerdo tampoco será una diminuta foto en el anuario.
Esta es una odisea hacia las profundidades para tratar de averiguar, entre sombras y desengaños, quiénes son realmente y qué desean con más fuerza. En este angustioso viaje de fondos de pantalla que reemplazan amistades y cadenas que simbolizan la inocencia pero que son arrancadas de un tirón, las coronas, aunque invisibles, ya se otorgaron tiempo atrás. Y los recuerdos que permanecerán inmortales, son las imágenes de chicas frágiles y asustadas que se observan ante el espejo y las oscuras noches de alcohol, sexo y disparos.
22 de marzo de 2020
22 de marzo de 2020
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la mano de ‘Netflix Producciones’ nos llega otro thriller policíaco, en esta ocasión, bajo el prisma Islandés. ‘Brot’ o los Asesinatos del Valhalla (su nombre comercial) no es nada que no hayamos visto antes pero, para los habitantes de la isla más aislada de Europa, supone una sacudida a su impenetrable moral.
Como pasada por el filtro ‘Nórdico’ de Instagram, la serie luce apagada y descolorida, como una fotografía que ha sufrido en la intemperie los efectos de la lluvia y la humedad. Sumergidas en pálidos tonos verdes y azules se muestran, en cada episodio, bellas panorámicas del paisaje islandés con imponentes montañas heladas y carreteras infinitas como cicatrices en el blanco de la nieve.
Un desfile de personajes grises a juego con el paisaje, que parecen estar en continua depresión, arrastrando o lidiando con problemas personales y compitiendo por ser el más triste o atormentado, buscan enriquecer una trama que va perdiendo fuelle. A pesar del galimatías de nombres en islandés, el espectador puede ir atando cabos, sin embargo, tu tiempo y paciencia no serán recompensados hasta el término del episodio cinco, aunque a duras penas logrará mantener tu interés hasta el punto y final de una trama que se resuelve de forma torpe y predecible.
Su mensaje es lúcido; mostrar una Islandia que, con los años, ha visto como inevitablemente la pureza de su blanco se ha ido corrompiendo. A pesar de la correcta y aséptica ejecución no posee nada distintivo ni su argumento aporta nada nuevo al género. Desgraciadamente, no engancha y su huella desaparecerá en la nieve tan pronto como llegue la siguiente nevada.
Como pasada por el filtro ‘Nórdico’ de Instagram, la serie luce apagada y descolorida, como una fotografía que ha sufrido en la intemperie los efectos de la lluvia y la humedad. Sumergidas en pálidos tonos verdes y azules se muestran, en cada episodio, bellas panorámicas del paisaje islandés con imponentes montañas heladas y carreteras infinitas como cicatrices en el blanco de la nieve.
Un desfile de personajes grises a juego con el paisaje, que parecen estar en continua depresión, arrastrando o lidiando con problemas personales y compitiendo por ser el más triste o atormentado, buscan enriquecer una trama que va perdiendo fuelle. A pesar del galimatías de nombres en islandés, el espectador puede ir atando cabos, sin embargo, tu tiempo y paciencia no serán recompensados hasta el término del episodio cinco, aunque a duras penas logrará mantener tu interés hasta el punto y final de una trama que se resuelve de forma torpe y predecible.
Su mensaje es lúcido; mostrar una Islandia que, con los años, ha visto como inevitablemente la pureza de su blanco se ha ido corrompiendo. A pesar de la correcta y aséptica ejecución no posee nada distintivo ni su argumento aporta nada nuevo al género. Desgraciadamente, no engancha y su huella desaparecerá en la nieve tan pronto como llegue la siguiente nevada.
6
12 de julio de 2023
12 de julio de 2023
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pregunto qué o quién dictamina que una película tenga éxito o pase completamente desapercibida. 'Arrête avec tes mensonges' es un nuevo caso de película de temática gay ignorada y estrenada por la puerta de atrás. Y solo en este último año ya van... Vestigios de la pandemia, supongo.
Reconozco que en esta ocasión el trabajo de Olivier Peyon viene precedido de un cartel engañoso con apariencia de ser la típica comedia romántica francesa que tiene como 'target' a las jubiladas que van de tardeo a la filmoteca del barrio. No encontraron un fotograma más sugerente en 98 minutos de metraje. Pregunto. Admito que no estamos ante una bacanal de sexo, chardonnay y queso seco de oveja pero hay escenas que alegran la vista y que harían que cualquier señora de bien se relamiera los labios.
El argumento tampoco resulta demasiado original, es la historia de un primer gran amor que deja mella y sus recuerdos, que se verán reavivados cuando el protagonista regresa a su ciudad natal, donde tuvo lugar el affaire. Guarda algún que otro paralelismo con otra gran olvidada, ‘Of an Age’, estrenada el mismo año. Se preguntarán entonces, qué tiene de reseñable la producción de Peyon. Sencillamente, se trata de una historia bien escrita y narrada y en los tiempos que corren, es de agradecer.
Basada en la novela autobiográfica de Philippe Besson de idéntico título, la acción transcurre en el presente pero juega con el pasado mostrando fragmentos de aquel amor adolescente acaecido en los años 80, retazos al fin y al cabo, pero indispensables para comprender los sentimientos que arrastra consigo el protagonista y más tarde, averiguar lo sucedido. La tacañería propia de los franceses queda patente en estos breves flashbacks, que saben a poco, muy poco, lo preciso para poner los dientes largos. En parte, por culpa de la pareja de actores que encarna a la versión joven de los amantes y que rebosan naturalismo e inocencia. Julien de Saint Jean, ojeroso y de tez pálida, destaca como el atormentado e introvertido muchacho incapaz de aceptar su condición y abocado al infortunio.
'Arrête avec tes mensonges' es una historia sólida y madura que sirve sobre todo de advertencia, para que nadie más vuelva a mirar atrás con arrepentimiento por no haber vivido la vida como siempre ha deseado, con orgullo y libertad, sin importar lo que piensen los demás. Una fotografía del pasado y una mirada hacia un futuro esperanzador.
Reconozco que en esta ocasión el trabajo de Olivier Peyon viene precedido de un cartel engañoso con apariencia de ser la típica comedia romántica francesa que tiene como 'target' a las jubiladas que van de tardeo a la filmoteca del barrio. No encontraron un fotograma más sugerente en 98 minutos de metraje. Pregunto. Admito que no estamos ante una bacanal de sexo, chardonnay y queso seco de oveja pero hay escenas que alegran la vista y que harían que cualquier señora de bien se relamiera los labios.
El argumento tampoco resulta demasiado original, es la historia de un primer gran amor que deja mella y sus recuerdos, que se verán reavivados cuando el protagonista regresa a su ciudad natal, donde tuvo lugar el affaire. Guarda algún que otro paralelismo con otra gran olvidada, ‘Of an Age’, estrenada el mismo año. Se preguntarán entonces, qué tiene de reseñable la producción de Peyon. Sencillamente, se trata de una historia bien escrita y narrada y en los tiempos que corren, es de agradecer.
Basada en la novela autobiográfica de Philippe Besson de idéntico título, la acción transcurre en el presente pero juega con el pasado mostrando fragmentos de aquel amor adolescente acaecido en los años 80, retazos al fin y al cabo, pero indispensables para comprender los sentimientos que arrastra consigo el protagonista y más tarde, averiguar lo sucedido. La tacañería propia de los franceses queda patente en estos breves flashbacks, que saben a poco, muy poco, lo preciso para poner los dientes largos. En parte, por culpa de la pareja de actores que encarna a la versión joven de los amantes y que rebosan naturalismo e inocencia. Julien de Saint Jean, ojeroso y de tez pálida, destaca como el atormentado e introvertido muchacho incapaz de aceptar su condición y abocado al infortunio.
'Arrête avec tes mensonges' es una historia sólida y madura que sirve sobre todo de advertencia, para que nadie más vuelva a mirar atrás con arrepentimiento por no haber vivido la vida como siempre ha deseado, con orgullo y libertad, sin importar lo que piensen los demás. Una fotografía del pasado y una mirada hacia un futuro esperanzador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la carta que Thomas le escribe a Stéphane y que nunca le llega a enviar, este le explica el motivo de su marcha. Thomas asume con cobardía su destino como inapelable y no quiere suponer un lastre para Stéphane. Interpreto que en un acto de generosidad, otra forma de amar después de todo, Thomas se aleja de Stéphane para permitirle prosperar, porque dice le augura un futuro prometedor y no cree que pueda ser junto a él. Finalmente, le concede ese ’te quiero’ que siempre se había guardado para sí mismo por miedo a expresar sus sentimientos.
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