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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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6 de noviembre de 2023 Sé el primero en valorar esta crítica
Actualmente el nombre de Henri Fescourt poco dirá incluso a los cinéfilos más impenitentes. Tampoco ayudará su relativo pronto abandono de la creación cinematográfica, producida durante la ocupación alemana de Francia. Sin embargo este antiguo colaborador de Louis Feuillade, nacido en Beziers allá por 1880, es el responsable de dos de los mejores films rodadas en el periodo mudo en el país vecino. El que ahora nos ocupa es uno de ellos. El otro, igualmente dividido en dos partes es Monte Cristo (1929).
La adaptación de la obra de Hugo es prolija en aciertos visuales que ayudan a la asimilación del continuo devenir de acontecimientos que transcurren en pantalla. Bien interpretada por Gabriel Gabrio (el futuro Cesar Borgia del film de Abel Gance sobre la meritada familia) la película sorprende por la fuerza de sus imágenes y la integración del paisaje, sea rural o urbano con los personajes, resultando un magnífico antecedente de la que para mí es la mejor adaptación de la obra de Hugo, la hecha por Raymond Bernard en 1934. Una buena oportunidad para conocer los orígenes del cine galo, a través de la adaptación de una de las novelas más veces llevadas a la pantalla, que sorprenderá a más de uno.
5 de mayo de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
Debería hacer un estudio realmente concienzudo de porqué todas las películas que me gustan de Christian-JAque, algunas de ellas que incluso puedo catalogar de excelentes como la que nos ocupa, están datadas en el periodo comprendido entre los años 1938 y 1949, cuando ello sólo supone un tercio de su carrera. Nada de su cine me interesa posteriormente a esta fecha, si bien cabe exponer a su favor que en ocasiones al menos le acompañó el éxito comercial de la propuesta.
Un revenant se ve favorecida inicialmente de la participación de para mí, uno de los mejores interpretes del cine francés de todos los tiempos, Louis Jouvet, y de uno de sus mejores guionistas, Jacques Prevert. Ambos perfilan uno de los personajes más complejos del cine de Christian Jaque. Un hombre que vuelve tras veinte años a su ciudad natal y que el destino le da la oportunidad de realizar una venganza folletinesca a un previo episodio de su vida no menos folletinesco.
Christian-Jaque se deja seducir por el texto, por la magia de la representación, tanto dentro del escenario del teatro como fuera de él, por la seducción que ejerce el personaje principal, por la pobreza espiritual de los burgueses de provincias rivales, y nos regala su mejor obra, conjuntamente con El prisionero de Parma. Juego de apariencias y manipulación de acontecimientos, la trama avanza con inusitada fluidez acompañando unos diálogos maestros, a veces hirientes otras veces surrealistas, pero siempre dotados de un profundo humanismo. Poco importa el resultado final vindicado, y más allá del juego de piezas dispuesto, es el tiempo y la imposibilidad de su recuperación, lo que de verdad acongoja a los personajes que transitan en esta historia.
Película a disfrutar como otras del periodo reseñado de su autor, tales como Bola de sebo, Los desaparecidos de Saint Agil, Sortilegios o El prisionero de Parma.
20 de junio de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
No es Robert Compton Bennett el ejemplo más reconocido del cineasta inglés siquiera probablemente fuere profeta en su tierra. Su debut en el largometraje con su singular El séptimo velo le permitió situar una carrera dentro de cierto nivel artesanal, tipo medio industrial que le llevó a codirigir la famosa Las minas del rey salomón, versión 1950, título por el que los cinéfilos más inquietos le suelen recordar. No es este su título más redondo peso a no negarle su encanto, sobre todo vistas el resto de adaptaciones de la serie de R.H. Haggard. Compton Bennett se sintió más atraído por las diversas formas del melodrama, y más estrictamente por el criminal. De las películas que conozco, al menos cinco pueden adscribirse al género con mayor o menor derivación hacia el noire. Dos de ellas me parecen francamente buenas: el Septimo velo y la que ahora me ocupa, sin olvidar los elementos dramáticos de otro de sus films para mí, más interesantes, Momento desesperado
Daybreak es un triangulo amoroso ideado por su productor, Sidney Box, y esa ilustre desconocida que fue Muriel Box. Pero es un triangulo que remite a senderos poco trillados de la sociedad inglesa. Al potente comienzo sigue una narración en flashback que describe a los personajes como atrapados paulatinamente en la tela de una araña que ellos mismo han creado al definir sus relaciones internas y que inexorablemente les conduce a su fin. Y esa referencia al destino, remite a otro ilustre cineasta y a una película que guarda ciertos puntos de conexión con la presente, la langiana, Encuentro en la noche, aunque también la sombra de títulos como Furia, colea en torno a la narración. La impecable prestación que a su personaje confiere Eric Portman contrasta con la fragilidad e inseguridad que se adueña del desempeñado de modo competente por Ann Todd. La transformación progresiva del decorado principal que pasa a ser de un remanso de paz a una jaula sofocante, esta trabajada progresivamente a raíz de un magnifico uso del espacio. Notable es igualmente el recurso a lo que no acontece dentro del plano principal o se intuye fuera del campo visual. También el uso del sonido se refleja de modo estupendo para generar tensión dramática, sobre todo en la última fase de la proyección.
En suma, una película especial para aquellos cinefilos que no se conforman con revisar las listas de los diez mejores de...
8 de junio de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Hay en el cine de Zhuangzhuang una querencia por el estilo documentalista aunque las películas que rueden tengan un componente de ficción. Las imágenes que recorren películas como El guerrero y el lobo deben más al interés de su director por reflejar la lucha del hombre ante una naturaleza todopoderosa que a los recovecos de un guíon fantasioso. Y lo mismo cabe decir de las pulidas impresiones que reflejan ese amor prohibido en su remake de Primavera en una ciudad pequeña. No es por tanto extraño pensar que sus mejores películas, al menos para mí, tienen un sesgo marcadamente documental. Es el caso de El ladrón de caballos o sobre todo de esta magnífica travesía a través de las montañas del Himalaya que es Delamu. Recordando sus imágenes uno tiene la impresión de transportarse a otro mundo, de la misma manera que los pioneros Schoedsack y Cooper a mediados de los años veinte se vieron inmersos en una aventura en el tiempo en su maravillosa obra Grass. Hay planos en este film de una belleza sobrecogedora, pero hay sobre todo una lección de vida. Un film para recordar
1 de febrero de 2021 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trenker fue esencialmente un hombre apegado a la Tierra, por más que se le sitúe en general suspendido de una cuerda. Este nacido austrohúngaro, arquitecto de titulación, cineasta por afición ,y montañero por vocación, resultó siempre apasionado tanto en sus ficciones cuanto en sus documentales. No es de extrañar que una película como la que nos ocupa le generase ulteriores problemas atendiendo el año de su producción y su no simulado nacionalismo, al término de la segunda guerra mundial. A los que nos interesa el cine como manifestación expresiva, ésta si no me equivoco, su tercera película como director, retoma la fuerza paisajistica de Berge in Flammen, el vigor de unos personajes concienciados de su papel en la Historia, y el lirismo que impregna la relación del ser humano con la naturaleza y la tierra que le ha visto nacer. No en vano su siguiente film, la también reivindicable Der verlorene Sohn puede servir tanto como estandarte nacionalsocialista como precedente del neorrealismo crítico social italiano. Partiendo de una premisa histórica, las Guerras Napoleónicas y los conflictos entre Francia y Austria con motivo de la Quinta y sexta Coalición, Trenker monta una película que mezcla con brío las secuencias bélicas, las persecuciones propias del más espectacular film de aventuras, los lances de capa y espada, y el romance propia de cualquier folletín de prestigio. Por supuesto que hay soflamas políticas, pero poco importa a estas alturas la extrapolación mesiánica que del personaje principal pudiera extraerse respecto del entonces Canciller del Reich, como poco importa la de Alexander Nevsky respecto al apodado "Hombre de acero". en el excelso film de Einsenstein. Importa la fuerza de las imágenes y la bien aprendida técnica del montaje auspiciada por los maestros soviéticos. Una estupenda película que conviene ver dejándose llevar.
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