Me cuesta trabajo entender que este film de vampiros se clasifique como existencial. El paisaje helado, los árboles sin hojas, el barrio obrero por la noche, no me transmiten nada. Y es que no vale sólo con mostrar, hay que sugerir. El director se entretiene con sus cosas frías, pero cuando la historia se mueve sí se ve algo distinto. La relación de amistad atípica entre el niño y el vampiro, y la violencia fuerte, siempre cuidada en escena, del no-muerto la salvan. Pero yo esperaba más. Las esperas hacen la película pesada y los horrores, aunque refinados, no son nunca tan horribles ni fascinantes, salvo al final.