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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
17 de marzo de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos cosas que me llaman poderosamente la atención sobre “Los ojos de Julia”, una es el disparate en que a veces cae el guión y la otra es la efectiva (incluso más que efectista) realización de la película.

“Los ojos de Julia” pertenece al subgénero del thriller psicológico, y dentro de éste a aquel en que interviene un elemento de discapacidad que dificulta la vida del/la protagonista y que contribuye a dar más juego al desarrollo de la trama, aunque en este caso Guillem Morales, tanto como director como co-guionista, ha querido utilizar esa discapacidad para dotar de cierta poesía, literaria y visual, a la mayoría de imágenes que ha ido creando.

Estamos ante una película efectiva, aunque tremendamente truculenta, tanto a nivel de guión como de realización. Los personajes que van apareciendo y su evolución sólo obedecen a la lógica del truco con sorpresa que pretende impactar, para llamar la atención del espectador, y en esa línea están presentados en imágenes y planificadas las escenas. (Sirva como ejemplo de truculencia esa cuerda que lleva a la ciega hasta una casa determinada y que para realzar la idea la cuerda está ya enganchada en una valla. ¿La persona ciega no puede seguir esa valla y al terminar ésta seguir con la cuerda que debiera empezar allí?)

Hay en “Los ojos de Julia” una interpretación aceptable (no tanto a cargo de los secundarios), pero también una cierta obsesión por parte del director de mostrar desde diferentes ángulos y en diferentes escenas las piernas de Belén Rueda, que lo único que pueden añadir a la historia es un cierto erotismo, algo que siempre viene bien en un thriller (es curioso que haya una doble de piernas para Belén Rueda, llamada Patricia Membrive) y la fotografía es adecuada y tan resolutiva en las escenas de cierta intimidad como en las de violencia. La película consigue mantener cierto interés a pesar de caer en alguna rutina o disparate.

Guillem morales sabe como rodar y lo hace de forma efectiva, utilizando lo que marcan los cánones del género para crear el necesario interés y misterio en las escenas que lo requieren y tanto la planificación como el montaje consiguen esa efectividad; lástima que lo que a veces nos muestre sean momentos absurdos que provienen de un guión mal resuelto, a pesar de partir de una atractiva historia.

Curiosa propuesta del cine español que combina esas dosis de thriller con emotividad necesaria en la psicología de los personajes para conseguir dar entidad a sus protagonistas y compensar los tópicos de las escenas violentas. A pesar de que hacia el desenlace de la última fase existe la tentación de caer en la astracanada (ver spoiler) el director se contiene, más interesado, que en la sangre, en un poético final que quede en la retina del espectador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sirva como ejemplo de efectismo cuando Belén Rueda le clava el cuchillo a su atacante en la pierna, pudiendo clavárselo en otro sitio más mortal, y que nos indica la persecución y forcejeos que habrá a posteriori, para alargar inútilmente las escenas de violencia.
28 de noviembre de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The trial” pertenece, aparentemente, a ese subgénero dentro del cine que son las películas judiciales, aunque en ésta, todo el juicio, que comporta la mayor parte del film, no es lo esencial, ya que Gary Wheeler, como director y como guionista junto a Mark Freiburger, muestra que sus intenciones son otras.

El inicio de la película nos presenta a un abogado retirado totalmente abatido y derrotado a punto del suicido, cuando una llamada telefónica alterará sus intenciones y pondrá en marcha el desarrollo de la película. Aparecerá un acusado de homicidio al que tendrá que representar y lo hará en parte porque el acusado es un chico joven que le recuerda al hijo que ya no tiene y en parte porque a través del esfuerzo que dicha defensa representará podrá conseguir darle un sentido a su vida, del que ahora carece.
Toda la parte de la investigación, las pruebas que se presentan en el juicio y la posible o no culpabilidad del acusado no deja de ser una excusa para los verdaderos intereses del film. El arranque de la película es llamativo y crea expectativas, ya que todavía no conocemos nada del protagonista, consiguiendo que todos sus actos y movimientos provoquen la curiosidad del por qué de todos ellos. Una vez encauzada la película se centra en torno al proceso judicial y veremos como el abogado se vuelca en recopilar pruebas que demuestren la inocencia de su defendido, cosa que no se sabe en ningún momento y que ayuda a dar un interés al posterior desarrollo, aunque cualquier espectador avezado podrá adivinar cuál será el desenlace, tanto del juicio como de la evolución del abatido protagonista.

Mientras todo el proceso judicial se produce vamos conociendo a más personajes que intervienen, hablándonos de tragedias personales, algunas muy duras, que no dejan de crear un cierto debate de cómo afrontar la vida ante la muerte, pero sobre todo ante la pérdida de quienes llenaban nuestra vida y le daban sentido para, una vez desaparecidos para siempre, nunca más llenar el vacío dejado.
Todo lo que sucede nos es mostrado de manera sosegada, con planos fijos, alguna suave panorámica y un montaje efectivo, nada estridente, que envuelven a los intérpretes, los centra y les deja hablar/hablarnos de sus problemas, inquietudes y deseos.

La película no deja de mostrar sin sonrojo su claro mensaje vital y antepone, ante cualquier elemento de distracción o posible desvío de su camino, su fluir reflexivo, entrelazando realidades cotidianas con la aspiración de darle un sentido a la vida por encima de cualquier desgracia.

El veredicto final del juicio al acusado ni lo puedo decir ni es trascendente, ya que todo es una excusa para el verdadero mensaje de la película. Cuando más de cerca vemos la muerte, tanto la propia como la de un extraño, es cuando la vida adquiere su verdadera dimensión, siempre hay un motivo para vivir. Yo encuentro este discurso cuestionable, pero no deja de ser positivo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La secuencia final no deja lugar a dudas sobre esta película, con reminiscencias metafísicas o divinas. El protagonista, una vez recuperado para la vida, después de recuperar otra vida, contempla la sala del juicio, el escenario sobre el que los hombres/mujeres debaten sobre la vida y la muerte, ya vacío; el lugar donde el jurado dicta su veredicto sobre vivir o morir, y en una pared los mandamientos de la ley de Dios. El director Gary Wheeler nos quiere decir que ninguna justicia humana se hace al margen de la divina. Es la postura de su conciencia, quizás no acierte, pero siempre se agradece la sinceridad y el mensaje positivo. Yo lo he hecho.
25 de junio de 2012
18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
(e-mail abierto, enviado en junio de 2012, al Festival de cine de San Sebastián)

Lo que sigue a continuación es tanto una opinión como un desahogo, motivado por un irrefrenable impulso.

Acabo de ver “7 mesas de billar francés”, una película algo antigua (aunque lamentablemente ya lo era en su estreno) y con este e-mail quiero expresar mi indignada sorpresa porque el “Festival de San Sebastián”, reputado y admirable por tantas cosas, haya sido capaz de dar el “Premio del Jurado al mejor guión” a semejante mamotreto, lleno de tópicos, “buenismo” cursi (casi enfermizo) y de una pretenciosa vulgaridad en diálogos y expresiones (y hasta en alguna premiada actuación) No dudo de lo bienintencionada de la propuesta, y más siendo llevada a cabo por mi admirada Gracia Querejeta, pero que esta historia ramplona y amanerada reciba dicho premio es un atentado al cine escrito.

Es solo mi opinión, pero ahí queda.
22 de febrero de 2011
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que llama la atención de “Come, reza, ama” es que hayan sido necesarios 133 interminables minutos para desgranar esta mínima, tópica y vulgar historia de un hecho tan común como no ser feliz en el matrimonio, enrollarse con otro y acabar huyendo hacia un viaje físico y emocional.
En vista del resultado de semejante mamotreto cinematográfico y siendo evidente que las penas del amor solo el amor las puede redimir, se debiera haber comenzado con el amar y así ahorrarnos el comer y el rezar.

La premisa de la que parte la historia y el posterior reencuentro personal es harto convencional. Su hipotético atractivo, en la originalidad del viaje por esas tres fases, falla al ser todo una excusa para insertar folclore local y localizaciones exóticas en una historia carente de pasión.
Uno de sus fracasos es a nivel de imágenes, pues Ryan Murphy filma cualquier fase de la historia con la misma vulgaridad, sin dejar que el escenario donde se desarrolla la historia integre las adecuadas emociones al proceso de búsqueda de la protagonista.

La fotografía es repetitiva, con parecidas fugas de luz, parecidos contraluces y el mismo brillo en las escenas en que se come, se reza o se ama. Así mismo los complejos movimientos de cámara y los complicados encuadres sirven tanto para la intrascendencia de ver a alguien comiendo una pizza o cortándose el pelo como para la posible intensidad poética que quien accede a “la cueva de la meditación” para ensimismarse ante Dios.
El guión es una autentica pesadilla de verborrea inacabable, salpicado de frases irritantes y de destellos de humor tan banal como inadecuado. El recorrido físico de la protagonista está filmado como una retahíla de postales turísticas, en el que el director nos va colocando algún inoperante flashback que no aporta nada a la historia. Se llega incluso al masoquismo femenino, cuando en un diálogo, de banal trascendencia, Julia Roberts es instada a perdonarse a sí misma para liberarse… ¿Perdonarse de qué, de haberse casado, divorciado y escapado de un jovencito que la follaba cada vez menos? Demencial!!!
Las interpretaciones tampoco ayudan, ni la cautivadora mirada melancólica, de brillante sonrisa eterna de Julia Robres, ni sus esforzados comparsas de turno (Bardem llorando porque su hijo de 19 años se va de viaje… ¿Cómo pudiste interpretarnos eso Javier?) y los secundarios están de un artificio asombroso.

Lo único que se salva de este engendro, transformado en penosa letanía de falsas emociones, es mi más que admirado Neil Young (no entiendo por qué “Heart Of Gold” mientras los tragones hacen la siesta), pero, cerrando los ojos y escuchando, una cierta paz y armonía llega al espectador.

“Come, reza, ama” es una historia mínima, a partir de una nadería se estira pomposamente hasta hacerse irritantemente inaguantable, para no decir nada con sus tópicas imágenes y tener que recurrir a esa palabra que degenera en verborrea, más allá del aburrimiento.
12 de junio de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conociendo el cine de “Rosales”, e intuyendo lo que en él pretende decir, podría comenzar con el chiste fácil a partir de “Sueño y silencio”. Decir que en el sueño estuve a punto de caer, pero que no existió el silencio, porque algún bostezo lo impidió. “Jaime Rosales” va de inteligente con su cine y el problema llegará cuando se acabe pasando de listo, aunque parece que todavía no ha llegado ese momento, porque si bien el director se arriesga en apuestas que bordean lo pretencioso aun no ha caído en el ridículo.

Puede parecer que “Las horas del día”(2003), “La soledad”(2007), sobre todo “Tiro en la cabeza”(2008) y definitivamente “Sueño y silencio”(2012) apuestan por la presuntuosidad, la intelectualidad fría o la búsqueda del reconocimiento autoral, pero “Rosales” tiene un pulso narrativo, una audacia y una desvergüenza hacia el público, que consigue dotar a sus películas de momentos sublimes (ese ojo del ogro, en “Tiro en la cabeza”), insertados en esa quietud de imágenes y ese “estaticismo” narrativo con que filma.

Creo que “Sueño y silencio” no es una película para el público, es una película para “Rosales”. El va de autor y así nos lo demuestra, intentando emular a “Erice”, a “Dreyer” a “Bergman” y sobre todo al “Tarkovski” de "Andréi Rubliov"(1966), por el curioso tratamiento que hace del color y hasta a “Welles”, con ese largo y un tanto forzado travelling por el parque, que queda como un elemento hermoso pero paradójico dentro del relato.

Reconozco que el cine de “Rosales” llega a engancharme, aunque aun no a sublimarme. “Sueño y silencio” es una película tan hermosa como triste, tan intensa como hueca, tan preciosista como desatinada.

Es posible que si “Jaime Rosales” me leyera diría que él va a lo suyo, pero yo espero que su próxima propuesta no sea un ejercicio de autor, sino que llegue a ser una película de autor, como esas que hicieron “Welles, “Erice”, “Dreyer”, “Bergman”, “Tarkovski”… esos autores inmensos a los que un aspirante “Rosales” intenta emular.
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