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8
28 de febrero de 2009
28 de febrero de 2009
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué delicia de película, por el flequillo de Lynch. Por fin la cacé, hostias. Media vida detrás de la maldita película y se levanta uno un día cualquiera, orina, expulsa un par de gargajos y ahí estaba, resplandeciendo en mi mesa, obra de la divina providencia. Qué coño le pasó a Alexandre Rockwell? Debutó con esta pequeña joya y luego filmó una mediocridad como Alguien A Quien Amar, un insulso episodio en aquel invento llamado Four Rooms y una tal Louis Y Frank, que no he tenido el placer de ver pero que pasó sin pena ni gloria y cuyas críticas no auguran nada memorable. Esta película, en cambio, a pesar de denotar terriblemente la ausencia de medios y algún evidente socavón en el guión, exuda una frescura y una magia que para sí quisieran los engendros que se hacen llamar comedias hoy en día. Entrañable es la palabra, y entrañable a rabiar. Uno se pasa la película sonriendo como un tonto a la pantalla. Y enormes Buscemi y Cassel, verdaderas estrellas de la función, no sé cuál es más grande de los dos.
Qué tremendamente entrañable se contempla el cine independiente de principios de los 90 hoy en día. O quizás sea yo.
Qué tremendamente entrañable se contempla el cine independiente de principios de los 90 hoy en día. O quizás sea yo.
4 de julio de 2009
4 de julio de 2009
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues coincido con Travis y Foghat, una película enorme, de una crudeza inédita para la época, supongo, ya que no estoy muy ducho en el cine japonés de aquella época, salvando a Kurosawa, con el que aún tengo un sinfín de cuentas pendientes.
Puede que me equivoque, pero debió ser una de las primeras películas en reflejar el más puro y salvaje instinto de supervivencia en la guerra, y pocas debe de haber habido desde entonces más contundentes,sangrantes y feroces. La puesta en escena de Ichikawa es soberbia, avivando el fuego de la barbarie con esos primeros planos, esos picados y contrapicados y algunos planos sencillamente maravillosos. Plagada de secuencias memorables y más rotundas que un golpe de mayo en la frente, con esa BSO entre lo onírico y lo intrigante que la lleva en volandas y que es una delicia, esa voz en off que sale a flote sólo cuando ha de salir, y el tremendo trabajo de todo el elenco, especialmente de su protagonista, con esa cara de pobre desdichado con la que uno se identifica desde el primer instante. Y mención aparte para la avasalladora recta final, que no deja títere con cabeza.
Puede que me equivoque, pero debió ser una de las primeras películas en reflejar el más puro y salvaje instinto de supervivencia en la guerra, y pocas debe de haber habido desde entonces más contundentes,sangrantes y feroces. La puesta en escena de Ichikawa es soberbia, avivando el fuego de la barbarie con esos primeros planos, esos picados y contrapicados y algunos planos sencillamente maravillosos. Plagada de secuencias memorables y más rotundas que un golpe de mayo en la frente, con esa BSO entre lo onírico y lo intrigante que la lleva en volandas y que es una delicia, esa voz en off que sale a flote sólo cuando ha de salir, y el tremendo trabajo de todo el elenco, especialmente de su protagonista, con esa cara de pobre desdichado con la que uno se identifica desde el primer instante. Y mención aparte para la avasalladora recta final, que no deja títere con cabeza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Memorable la secuencia en la que el protagonista ejecuta a la tipa en la cabaña, en un maremágnum de confusión mental, toda una metáfora del sinsentido de la guerra. Maravillosa también la secuencia en la que observa a una hormiga, de una sensibilidad plenamente oriental, y que a mi modo de ver engarza atronadoramente con la impresionante secuencia del tiroteo aéreo sobre el destacamento que se arrastra, en la que parecen hormigas siendo pisoteadas por un ser humano, y cuando el avión pasa los supervivientes se levantan y siguen su camino con la misma resignación sin emociones de un simple insecto.
Y muy peculiar también ese extraño apunte de humor negro, con el soldado con la cara hundida en un charco que parece que está muerto y no lo está. Me recordó a algunas de las idas de pelota de Herzog en Aguirre.
Habrá que seguir hincándole el diente a Ichikawa, no cabe duda.
Y muy peculiar también ese extraño apunte de humor negro, con el soldado con la cara hundida en un charco que parece que está muerto y no lo está. Me recordó a algunas de las idas de pelota de Herzog en Aguirre.
Habrá que seguir hincándole el diente a Ichikawa, no cabe duda.

7,0
869
9
21 de junio de 2009
21 de junio de 2009
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, qué barbaridad de película. Entra como un elefante en una cacharrería en mi podio de westerns de Mann, que se dice pronto. La verdad, se me escapa la razón por la que este western está tan olvidado, pero desde luego, recuerdo pocas injusticias en este género más atroces que ésta. Y digo western por decir algo, por que esto es un drama donde el apelativo genérico western está de más.
Las Furias, imposible imaginar un título más adecuado, es una película furiosa, violenta sin apenas violencia, abarrotada de rayos y truenos, inyectada en odio, rencor y pasión, al igual que todos los personajes, cuyo motor son los instintos más bajos, cuyos odios se van retroalimentando. Y que viva el odio. Walter Huston nos regala una interpretación memorable y furibunda como pocas y Stanwyck no le va a la zaga, ambos están sencillamente soberbios. El único pero que soy capaz de ponerle a la función es que no gocen de compañeros a su altura en el arrebato, Wendell Corey cumple a la perfección pero le es imposible estar a su altura. Aunque ahora que lo pienso, este pero es un peral y yo me como esta pera. La labor de Mann es extraordinaria, de un vigor narrativo sin fisuras, uno puede imaginarse a Mann, también furioso y poseído tras la cámara, impregnando a la cinta de una urgencia y una épica arrolladoras, con el espectador en la palma de su mano, como en la memorable secuencia en la que Walter Huston reduce a una res y lo tiene a uno en vilo con una maestría tremenda.
Por las barbas del creador, cómo he gozado.
Las Furias, imposible imaginar un título más adecuado, es una película furiosa, violenta sin apenas violencia, abarrotada de rayos y truenos, inyectada en odio, rencor y pasión, al igual que todos los personajes, cuyo motor son los instintos más bajos, cuyos odios se van retroalimentando. Y que viva el odio. Walter Huston nos regala una interpretación memorable y furibunda como pocas y Stanwyck no le va a la zaga, ambos están sencillamente soberbios. El único pero que soy capaz de ponerle a la función es que no gocen de compañeros a su altura en el arrebato, Wendell Corey cumple a la perfección pero le es imposible estar a su altura. Aunque ahora que lo pienso, este pero es un peral y yo me como esta pera. La labor de Mann es extraordinaria, de un vigor narrativo sin fisuras, uno puede imaginarse a Mann, también furioso y poseído tras la cámara, impregnando a la cinta de una urgencia y una épica arrolladoras, con el espectador en la palma de su mano, como en la memorable secuencia en la que Walter Huston reduce a una res y lo tiene a uno en vilo con una maestría tremenda.
Por las barbas del creador, cómo he gozado.
9
21 de mayo de 2009
21 de mayo de 2009
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantástica cinta de terror un poco olvidada que me dejó estupefacto.
Un grupo de personas se reune en un caserón y comienza a contarse historias, a partir de ahí la película se compone de los susodichos episodios que basculan entre lo genial y lo notable (exceptuando uno, de cariz cómico, que supone el punto flaco de la función, para mi gusto) hasta que llega uno de los más memorables finales que he visto en mucho tiempo y que eleva la cinta a los altares del género. Luego, investigando, he descubierto que no está tan olvidada y que ya residía en los altares en los que la coloqué yo anoche.
Muy recomendable.
Un grupo de personas se reune en un caserón y comienza a contarse historias, a partir de ahí la película se compone de los susodichos episodios que basculan entre lo genial y lo notable (exceptuando uno, de cariz cómico, que supone el punto flaco de la función, para mi gusto) hasta que llega uno de los más memorables finales que he visto en mucho tiempo y que eleva la cinta a los altares del género. Luego, investigando, he descubierto que no está tan olvidada y que ya residía en los altares en los que la coloqué yo anoche.
Muy recomendable.
9
11 de octubre de 2008
11 de octubre de 2008
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, después de años leyendo sobre ella y de ignorarla en un pase que Garci hizo hace años, ayer por fin la vi, y capitulé. Acabé rendido ante lo que me pareció una obra maestra absoluta, mi favorita de Dreyer hasta el momento. He de decir que me resulta curioso, pero me seduce más el cine de Dreyer que el de Bergman. Y me resulta curioso porque a priori no debería ser así. Aquí tenemos una película con una carga religiosa impresionante que me ha dejado anonadado. Y yo tengo de creyente lo que tengo de abstemio, pero no me ha costado nada creer en Dreyer mientras la gozaba. Los personajes, la planificación de las secuencias, el ritmo, los diálogos, las actuaciones... El estilo narrativo de Dreyer posee una cualidad hipnótica tremenda. Yo me siento imantado a sus películas desde el primer instante, absorbido, aunque lo que me cuenta me sea relativamente ajeno o lejano. Dreyer lo tenía, y yo lo celebro. El final de Dies Irae me hizo fruncir de ceño un poco, pero aquí hinqué la rodilla y me maravillé, dejando los demás juicios a un lado.
Inmensa.
Inmensa.
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