You must be a loged user to know your affinity with Tomine
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

7,2
38.293
6
19 de enero de 2010
19 de enero de 2010
180 de 245 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director nº1 se sentaba en la mesa de la izquierda, desde donde atendía amablemente a los periodistas. Sujetaba con las dos manos la Palma de Oro, que le habían otorgado unas horas antes. Su blanca cabellera le daba un aspecto de druida ancestral.
- Señor K. ¿De qué trata su película?
- Mi principal objetivo era presentar cómo se interiorizan valores considerados absolutos si son inculcados desde la infancia. De cómo la consideración de un valor o creencia como absoluto, sea este político o religioso, puede llevar al terrorismo y, por extensión, a lo inhumano. Por otro lado, la película, a pesar de desarrollarse en contexto alemán, no habla solamente del nazismo; la interpretación se extiende a una observación crítica del modelo del ideal, pero del ideal pervertido.
El director nº2 se sentaba en el taburete de la derecha, en el otro extremo de la sala de prensa. Respondía las preguntas mientras ordeñaba una vaca, que había sido trasladada al recinto a petición suya. Su blanca cabellera le daba un aspecto de friki anacrónico.
- Señor Y. ¿De qué trata su película?
- Es sobre una mujer en problemas.
- ¿Podría explicarse más?
- No.*
(*) Los personajes y los textos de esta crítica son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura alevosía.
- Señor K. ¿De qué trata su película?
- Mi principal objetivo era presentar cómo se interiorizan valores considerados absolutos si son inculcados desde la infancia. De cómo la consideración de un valor o creencia como absoluto, sea este político o religioso, puede llevar al terrorismo y, por extensión, a lo inhumano. Por otro lado, la película, a pesar de desarrollarse en contexto alemán, no habla solamente del nazismo; la interpretación se extiende a una observación crítica del modelo del ideal, pero del ideal pervertido.
El director nº2 se sentaba en el taburete de la derecha, en el otro extremo de la sala de prensa. Respondía las preguntas mientras ordeñaba una vaca, que había sido trasladada al recinto a petición suya. Su blanca cabellera le daba un aspecto de friki anacrónico.
- Señor Y. ¿De qué trata su película?
- Es sobre una mujer en problemas.
- ¿Podría explicarse más?
- No.*
(*) Los personajes y los textos de esta crítica son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura alevosía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Te veo el plumero, Haneke. Te lo veo mucho. Después de cuatro películas vistas de este interesante y muy capaz director, creo haber llegado a una conclusión: Michael Haneke no es un poeta; es un disertador, un tesista. Lo siento mucho pero este director no me apasionará jamás; no tiene verdadero talento para la imagen, lo que suple (como Lars von Trier, otro buen director, distinto) mediante la violencia emocional (lloros de niños, silencios tensos, conversaciones agresivas en el primero; lloros de adultos, situaciones melodramáticas, violencia/sexo explícitos el segundo). Ha aprendido muy bien la lección y sabe rodar para expresar lo que quiere, lo cual lo convierte, ni más ni menos, en un buen artesano, pero no en un artista. Se le ven demasiado los hilos, adónde te quiere llevar con esa discusión, ese castigo, ese mirar de los niños por la ventana. Se pueden contar historias con mensaje donde éste quede englobado en una totalidad poética y profundamente expresiva (“La conversación”, “Quieto, muere, resucita”, “El tercer hombre”, “La regla del juego”, “La chaqueta metálica” o la –aparentemente- hanekiana “4 meses, 3 semanas, 2 días”, por poner algunos ejemplos de filmes con conclusiones humanístico-políticas). Esa parte poética en Haneke no existe, de modo que lo que debería ser la transmisión sentida de una idea se convierte en un sermón. La cinta blanca no me parece superior en modo alguno a “Funny games”, “Código desconocido” o “Caché”. Se mantienen sus virtudes y sus defectos, aquí mostrados en un contexto muy premiable y potencialmente obramaéstrico (blanco y negro, 1ª/2ª Guerra Mundial). Al salir del cine, pude leer en un artículo colgado en la puerta que Michael Haneke es el heredero directo, entre otros directores, de Carl Theodor Dreyer. A esto me refiero. Me hubiese gustado que, además de ciertas ideas sobre la puesta en escena, hubiese heredado del danés lo intransferible, lo que no se aprende: la capacidad de hacer llorar a la imagen, de hacerla sentir.

8,5
14.945
10
3 de abril de 2012
3 de abril de 2012
123 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sales a la calle y allí están: edificios de ladrillo, vidrio y acero, que alguien construyó, en los que probablemente ni has pensado las mil y una veces que has pasado por delante de ellos, ni te has preguntado si eran buenos o malos, si se podrían mejorar; si, por lo contrario, son tan geniales que tú, ni aun estudiando durante cien años, serías capaz de emularlos. Lo máximo que has dicho de ellos es “quedamos a las tres, en ese bar tan bonito”, o “tan feo”, o “en la biblioteca tan grande”, “tan pequeña”, o “tan cómoda”, o “en la biblioteca de la esquina”, sin más.
Entras en el cine y allí están: actores hablando, moviéndose, siguiendo una pauta que llamamos guión, iluminados por un foco o dos o por el sol, pero en el fondo nunca has pensado en ello, ni en si cortando el plano tres décimas antes la escena sería mejor, si esa luz es la adecuada o no lo es; si ese actor, con esa luz y esa disposición de todos los elementos ante la cámara consigue algo. Lo máximo que llegas a decir es “qué peli tan chula, es mejor que la novela”, o “me ha llegado, Citranito está muy bien”, o “qué bodrio, es infame, no vayáis a verla”.
Todo cambia cuando dejas de ser espectador y te conviertes en artífice, y de golpe te das de lleno con las líneas, la composición, la tectónica, la orientación, el equilibrio asimétrico, el confort, los presupuestos y sobre todo, la terrible concreción del dibujo, que no miente, que revela de un plumazo todos sus errores o lagunas ante una mente entrenada, y que no te permite fallar. La cosa en sí misma es así, y no de otra forma.
En efecto, todo cambia cuando coges la cámara y diriges al actor y colocas el foco y luego ves lo que has rodado y sientes que no está. Que le falta algo a esa mirada, a esa frase, que todo es falso, impostado, o inexpresivo, o que el tono es inadecuado. Que la sensación producida en la primera transición debería ser otra, y vuelves a la cámara y al foco y al actor y lo repites hasta que esté exactamente como debe estar, y no de otra forma.
El miedo se produce cuando concretar algo es enormemente difícil.
Mis máximos respetos para el maestro Kobayashi, que decidió que esa era la luz y esa la duración, que ese era el encuadre de los primeros planos, y el ritmo de los combates, que esa era la intensidad de las miradas, y ese el desenlace, que tuvo la autoexigencia y el talento necesarios para llegar a ese resultado final, y no a otro, que decidió que esta película tenía que ser así, y no de otra forma.
Entras en el cine y allí están: actores hablando, moviéndose, siguiendo una pauta que llamamos guión, iluminados por un foco o dos o por el sol, pero en el fondo nunca has pensado en ello, ni en si cortando el plano tres décimas antes la escena sería mejor, si esa luz es la adecuada o no lo es; si ese actor, con esa luz y esa disposición de todos los elementos ante la cámara consigue algo. Lo máximo que llegas a decir es “qué peli tan chula, es mejor que la novela”, o “me ha llegado, Citranito está muy bien”, o “qué bodrio, es infame, no vayáis a verla”.
Todo cambia cuando dejas de ser espectador y te conviertes en artífice, y de golpe te das de lleno con las líneas, la composición, la tectónica, la orientación, el equilibrio asimétrico, el confort, los presupuestos y sobre todo, la terrible concreción del dibujo, que no miente, que revela de un plumazo todos sus errores o lagunas ante una mente entrenada, y que no te permite fallar. La cosa en sí misma es así, y no de otra forma.
En efecto, todo cambia cuando coges la cámara y diriges al actor y colocas el foco y luego ves lo que has rodado y sientes que no está. Que le falta algo a esa mirada, a esa frase, que todo es falso, impostado, o inexpresivo, o que el tono es inadecuado. Que la sensación producida en la primera transición debería ser otra, y vuelves a la cámara y al foco y al actor y lo repites hasta que esté exactamente como debe estar, y no de otra forma.
El miedo se produce cuando concretar algo es enormemente difícil.
Mis máximos respetos para el maestro Kobayashi, que decidió que esa era la luz y esa la duración, que ese era el encuadre de los primeros planos, y el ritmo de los combates, que esa era la intensidad de las miradas, y ese el desenlace, que tuvo la autoexigencia y el talento necesarios para llegar a ese resultado final, y no a otro, que decidió que esta película tenía que ser así, y no de otra forma.

8,0
159.860
4
8 de agosto de 2010
8 de agosto de 2010
184 de 265 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se despertó en una calle vacía y silenciosa. No le dio importancia y se dirigió al punto de venta.
- Vengo a por lo de siempre.
- Caballero, lo que usted pide está agotado. Tendrá que volver a despertarse aquí, en este mismo lugar, dentro de 50 años, y probar suerte.
Pero nuestro hombre no quiso salir de allí con las manos vacías, y se fue a su casa con una copia de "Inception" en sus manos.
----
A las películas que amplifican sus defectos a través de una pretenciosidad sin límites, sin dejar de ser patéticamente vulgares en su esencia, yo no las llamaría malas películas. Las llamaría pamplinas. Bagatelas, frivolidades ejecutadas no por Nolan ni otro cualquiera, sino por una industria infantilizada, en permanente caída al vacío.
Creedme, no me gusta poner etiquetas. Nunca emplearía estos términos en una película de Almodóvar o Lars von Trier, y no me agradan estos directores. El motivo es que sé que sus películas, buenas o malas, son suyas, y que al calificarlas le estoy poniendo un nombre a su voluntad y a su esfuerzo.
----
• La figura del superprofesional que todo lo domina y que se adapta con la velocidad del rayo a las retorcidas circunstancias que se supone deberían estar flipando al espectador, ese tío, digo, ya me asquea. Y si todos los personajes siguen ese molde, ni te digo.
• La ultracomercial “Matrix” es diez veces mejor que ésta. Habemus problemón.
• “Trepidancia” de principio a fin. Esa música... chanchan chanchan chanchan chanchan. Sólo falta Jack Bauer.
• Narración descarriada. Ritmo desbocado. Duración injustificada. Expresividad nula.
- Vengo a por lo de siempre.
- Caballero, lo que usted pide está agotado. Tendrá que volver a despertarse aquí, en este mismo lugar, dentro de 50 años, y probar suerte.
Pero nuestro hombre no quiso salir de allí con las manos vacías, y se fue a su casa con una copia de "Inception" en sus manos.
----
A las películas que amplifican sus defectos a través de una pretenciosidad sin límites, sin dejar de ser patéticamente vulgares en su esencia, yo no las llamaría malas películas. Las llamaría pamplinas. Bagatelas, frivolidades ejecutadas no por Nolan ni otro cualquiera, sino por una industria infantilizada, en permanente caída al vacío.
Creedme, no me gusta poner etiquetas. Nunca emplearía estos términos en una película de Almodóvar o Lars von Trier, y no me agradan estos directores. El motivo es que sé que sus películas, buenas o malas, son suyas, y que al calificarlas le estoy poniendo un nombre a su voluntad y a su esfuerzo.
----
• La figura del superprofesional que todo lo domina y que se adapta con la velocidad del rayo a las retorcidas circunstancias que se supone deberían estar flipando al espectador, ese tío, digo, ya me asquea. Y si todos los personajes siguen ese molde, ni te digo.
• La ultracomercial “Matrix” es diez veces mejor que ésta. Habemus problemón.
• “Trepidancia” de principio a fin. Esa música... chanchan chanchan chanchan chanchan. Sólo falta Jack Bauer.
• Narración descarriada. Ritmo desbocado. Duración injustificada. Expresividad nula.

7,8
15.295
9
8 de mayo de 2008
8 de mayo de 2008
138 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cuánta frecuencia he visto en el cine a edificios míticos vulgarizados por su paso al celuloide.
Stalker representa lo opuesto: a partir de un espacio anodino, crea un lugar. El lugar no es un espacio, ni un artefacto. Se refiere a una proyección mental de una emoción producida por el entorno.
Así que bienvenido a la zona, que no es nada en sí misma. No opongas resistencia a la invitación de Tarkovsky para adentrarte en el mito del sitio. Tu mente correrá el riesgo de quedar fuera de esa proyección, y el viento dejará de soplar en la habitación paralela.
Stalker representa lo opuesto: a partir de un espacio anodino, crea un lugar. El lugar no es un espacio, ni un artefacto. Se refiere a una proyección mental de una emoción producida por el entorno.
Así que bienvenido a la zona, que no es nada en sí misma. No opongas resistencia a la invitación de Tarkovsky para adentrarte en el mito del sitio. Tu mente correrá el riesgo de quedar fuera de esa proyección, y el viento dejará de soplar en la habitación paralela.

7,8
159.030
4
20 de septiembre de 2009
20 de septiembre de 2009
305 de 510 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y otra vez más. He perdido la cuenta del número de veces que, en esta década de caos y decadencia fosforescente, he salido de la sala negando con la cabeza y mirando al suelo, diciendo que no, Quentin (o el que toque). Que tú tienes talento. No caigas tú también en la mediocridad pandémica, infinita, que todo lo cubre y todo lo idiotiza.
Ya... Lo sé, es un cliché. El victimismo y tal. Esto ya no es lo que era, the times they are a-changin' and I am lost overhere looking for a reason to live one. Pero es que, por increíble que parezca, una verdad no deja de ser cierta a través de la repetición. Y tal vez haya que preguntarse por qué esta década que está acabando ha sido la peor en la historia del cine. Los motivos no caben en una crítica de 3000 caracteres, así que este no es el sitio. Aquí sólo me cabe la queja, las tres palabras desapasionadas del que está cansado de verlos caer, uno tras otro, en ese lago de hojas grises o de directores que vagan sin rumbo.
Y uno se dice: joder. Si estos tíos fueron buenos; muchos de ellos fueron grandes en su día. Y uno piensa que gente como Tim Burton, Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Brian de Palma, Clint Eastwood, Julio Medem y Roman Polanski deberían ser focos de la cultura. Guías para el cine, que, hijas de su tiempo, le dijeran al mundo: mirad, gente. Esta es la imagen del 2000, la foto de estos días. Miradla bien, porque dentro de unos años os recordará a esta época. Sólo hay calidad en ella, y en virtud de mi condición y del don que me ha sido concedido, sólo yo puedo hacerla. Sólo hay calidad en ella.
Ya... Lo sé, es un cliché. El victimismo y tal. Esto ya no es lo que era, the times they are a-changin' and I am lost overhere looking for a reason to live one. Pero es que, por increíble que parezca, una verdad no deja de ser cierta a través de la repetición. Y tal vez haya que preguntarse por qué esta década que está acabando ha sido la peor en la historia del cine. Los motivos no caben en una crítica de 3000 caracteres, así que este no es el sitio. Aquí sólo me cabe la queja, las tres palabras desapasionadas del que está cansado de verlos caer, uno tras otro, en ese lago de hojas grises o de directores que vagan sin rumbo.
Y uno se dice: joder. Si estos tíos fueron buenos; muchos de ellos fueron grandes en su día. Y uno piensa que gente como Tim Burton, Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Brian de Palma, Clint Eastwood, Julio Medem y Roman Polanski deberían ser focos de la cultura. Guías para el cine, que, hijas de su tiempo, le dijeran al mundo: mirad, gente. Esta es la imagen del 2000, la foto de estos días. Miradla bien, porque dentro de unos años os recordará a esta época. Sólo hay calidad en ella, y en virtud de mi condición y del don que me ha sido concedido, sólo yo puedo hacerla. Sólo hay calidad en ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y aquí, doliéndome el alma, de eso hay muy poco. La fotografía es horrible, en la línea blanda de Indy 4 y “Sweeney Todd”. No hay aire en las escenas, todo huele a doping y fotoshop; las caras de los actores, a modo de cartoon en 3D, no te transmiten ninguna verdad. No existe la percepción de lugar, tanto espacial como temporal, y por tanto, no existe la “situación”.
El diálogo entre las escenas ha desaparecido, también el equilibrio entre ellas. En una escena, veinte minutos de planos cortos; en la siguiente, otros veinte minutos de planos cortos; no hay esa sensibilidad a la hora de concebir la duración del plano dentro de la escena y la de la escena dentro de la película, que sí tenía Tarantino en sus primeras obras. El montaje es paupérrimo, mucho más descuidado que, por ejemplo, en “Death proof”, una película que, dicho sea, me parece ampliamente mejor que esta.
Emplea mal sus referencias. La primera escena no “bebe” de “Hasta que llegó su hora”; es una copia de “Hasta que llegó su hora”. La influencia es enriquecedora, el guiño es vulgar. Esta película está trufada de ellos: “Scarface”, “El padrino”, “Muerte entre las flores”. Que si Clouzot esto, que si Riefenstahl. Empápate de ellos, no los cites. He ido a ver “Inglorious basterds”, del 2009, no una revisión cinéfila que busque, previo golpecito con el codo, la sonrisa cómplice del que mira.
No hace gracia. Las coñas parecen sacadas del peor Robert Rodríguez (la sensación que me transmitió la película fue por momentos similar a la que tuve en su día con “Planet terror”). Esos guiños mal hechos, esas actuaciones a lo cameo en Friends (ay, Pitt), esas risas forzadas... qué cutre todo. Las escenas de violencia no dan bien en pantalla, no funcionan.
La banda sonora, puesta al tuntún, no evita el síndrome “tocadiscos”. No va de la mano con la imagen.
Todo esto conduce a que la película adolezca de una falta de credibilidad interna, a todos los niveles. No se trata de verosimilitud. No veo a personajes, aunque sean caricaturescos o excesivos, sólo a actores haciendo que actúan. Shoshanna Dreyfus gimotea de miedo tras una escena con Hans Landa que debería haber sido tensa. Esa mezcla perfecta entre emoción real y autoconsciencia pulp, entre lo humano y lo grotesco, fue el gran logro del primer Tarantino, hasta "Jackie Brown". Aquí no lo hay, y ese gimoteo te parece fuera de lugar, sólo piensas: esto es una coña, una birra entre amigos. Todo en ella pertenece no al campo de la ficción ni el de la realidad, sino el de la estridencia. No hay Landa y no hay Shoshanna, así que ¿por qué llora?
El diálogo entre las escenas ha desaparecido, también el equilibrio entre ellas. En una escena, veinte minutos de planos cortos; en la siguiente, otros veinte minutos de planos cortos; no hay esa sensibilidad a la hora de concebir la duración del plano dentro de la escena y la de la escena dentro de la película, que sí tenía Tarantino en sus primeras obras. El montaje es paupérrimo, mucho más descuidado que, por ejemplo, en “Death proof”, una película que, dicho sea, me parece ampliamente mejor que esta.
Emplea mal sus referencias. La primera escena no “bebe” de “Hasta que llegó su hora”; es una copia de “Hasta que llegó su hora”. La influencia es enriquecedora, el guiño es vulgar. Esta película está trufada de ellos: “Scarface”, “El padrino”, “Muerte entre las flores”. Que si Clouzot esto, que si Riefenstahl. Empápate de ellos, no los cites. He ido a ver “Inglorious basterds”, del 2009, no una revisión cinéfila que busque, previo golpecito con el codo, la sonrisa cómplice del que mira.
No hace gracia. Las coñas parecen sacadas del peor Robert Rodríguez (la sensación que me transmitió la película fue por momentos similar a la que tuve en su día con “Planet terror”). Esos guiños mal hechos, esas actuaciones a lo cameo en Friends (ay, Pitt), esas risas forzadas... qué cutre todo. Las escenas de violencia no dan bien en pantalla, no funcionan.
La banda sonora, puesta al tuntún, no evita el síndrome “tocadiscos”. No va de la mano con la imagen.
Todo esto conduce a que la película adolezca de una falta de credibilidad interna, a todos los niveles. No se trata de verosimilitud. No veo a personajes, aunque sean caricaturescos o excesivos, sólo a actores haciendo que actúan. Shoshanna Dreyfus gimotea de miedo tras una escena con Hans Landa que debería haber sido tensa. Esa mezcla perfecta entre emoción real y autoconsciencia pulp, entre lo humano y lo grotesco, fue el gran logro del primer Tarantino, hasta "Jackie Brown". Aquí no lo hay, y ese gimoteo te parece fuera de lugar, sólo piensas: esto es una coña, una birra entre amigos. Todo en ella pertenece no al campo de la ficción ni el de la realidad, sino el de la estridencia. No hay Landa y no hay Shoshanna, así que ¿por qué llora?
Más sobre Tomine
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here