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7,7
11.925
8
15 de octubre de 2010
15 de octubre de 2010
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
El western es un gran invento hollywoodiano. Consiste en coger un drama, una comedia una tragedia o lo que apetezca y ubicarlo en un tiempo y un espacio con una iconografía muy precisa en la que convergen, llevados al límite, los valores fundamentales de nuestra sociedad occidental y su código ético. Los que tenemos más de treinta y cinco años creemos que nos educaron en las escuelas cristianas del final del franquismo y de la transición, pero en realidad fueron los westerns los que nos proporcionaron nuestro código de valores. Sí, es cierto, exagero un rato. ¿O no tanto?
Es solo una teoría.
En esta ocasión, tenemos un drama. La historia es sencilla, podría ubicarse en nuestros días, y tener por protagonista a un drogadicto, o a un corruptor de menores, o a un político corrupto. El efecto no sería el mismo. La transparencia y la solidez de los estereotipos en las películas del oeste, su caracter mítico, añejo, les convierte en símbolos reconocibles, exentos de matices. Sus actos son predecibles, los de los buenos y los de los malos. Son cartas de un poker descubierto. Hoy eso puede parecer catastrófico, posiblemente por eso el western sea hoy un genero pasado de moda. Ese código de valores hoy está en crisis, y con él, aquellos personajes que lo encarnaron.
Simplicidad y transparencia. Esas eran las claves del western. No hacía falta más cuando el honor, la dignidad, la decencia, la lealtad, el orgullo, etc. eran todavía palabras creíbles, que no provocaban la risa. Hoy nos mola más el sarcasmo, preferimos la parodia, pero solo como tapadera, porque en el fondo, los grandes valores, los héroes, son lo que nos sigue emocionando. Solo que hay que dar un gran rodeo para llegar a ellos, hay que disfrazarlos.
"Shane" hace un recorrido inverso al que vemos en las películas actuales. Es una película simple y transparente. Las cartas con las que juega están a la vista. Utiliza toda la iconografía del género. Un jinete solitario que llega por la pradera. Un conflicto entre ganaderos y agricultores. Un pueblo. Un saloon. Los malos y los buenos. Y Shane, el hombre que no puede huir de su pasado, de su naturaleza. En este caso no es un corruptor de menores, sino un pistolero, un asesino a sueldo. Debajo de esa simplicidad, de esa iconografía trillada, está el drama. El de los parias, el de los antisistema, el de los que no encajan. El retrato de una sociedad compleja y racista que se vale de lo más rastrero para eliminar lo podrido que hay en ella, para mantener sus valores de decencia y dignidad.
El cine de hoy utiliza el drama para alcanzar los viejos valores.
El western se valía de los viejos valores para alcanzar el drama.
¿En cuál de los dos está la hipocresía?
Es solo una teoría.
En esta ocasión, tenemos un drama. La historia es sencilla, podría ubicarse en nuestros días, y tener por protagonista a un drogadicto, o a un corruptor de menores, o a un político corrupto. El efecto no sería el mismo. La transparencia y la solidez de los estereotipos en las películas del oeste, su caracter mítico, añejo, les convierte en símbolos reconocibles, exentos de matices. Sus actos son predecibles, los de los buenos y los de los malos. Son cartas de un poker descubierto. Hoy eso puede parecer catastrófico, posiblemente por eso el western sea hoy un genero pasado de moda. Ese código de valores hoy está en crisis, y con él, aquellos personajes que lo encarnaron.
Simplicidad y transparencia. Esas eran las claves del western. No hacía falta más cuando el honor, la dignidad, la decencia, la lealtad, el orgullo, etc. eran todavía palabras creíbles, que no provocaban la risa. Hoy nos mola más el sarcasmo, preferimos la parodia, pero solo como tapadera, porque en el fondo, los grandes valores, los héroes, son lo que nos sigue emocionando. Solo que hay que dar un gran rodeo para llegar a ellos, hay que disfrazarlos.
"Shane" hace un recorrido inverso al que vemos en las películas actuales. Es una película simple y transparente. Las cartas con las que juega están a la vista. Utiliza toda la iconografía del género. Un jinete solitario que llega por la pradera. Un conflicto entre ganaderos y agricultores. Un pueblo. Un saloon. Los malos y los buenos. Y Shane, el hombre que no puede huir de su pasado, de su naturaleza. En este caso no es un corruptor de menores, sino un pistolero, un asesino a sueldo. Debajo de esa simplicidad, de esa iconografía trillada, está el drama. El de los parias, el de los antisistema, el de los que no encajan. El retrato de una sociedad compleja y racista que se vale de lo más rastrero para eliminar lo podrido que hay en ella, para mantener sus valores de decencia y dignidad.
El cine de hoy utiliza el drama para alcanzar los viejos valores.
El western se valía de los viejos valores para alcanzar el drama.
¿En cuál de los dos está la hipocresía?

7,6
60.333
4
26 de marzo de 2012
26 de marzo de 2012
36 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que me pregunto cuando empieza esta película, es por qué se tiene que hacer una película muda en 2011. Espero averiguarlo a lo largo de la proyección. Me fijo ese objetivo elemental y, con severidad, me obligo ya de antemano a suspenderla si no termino por hallar una respuesta satisfactoria. No vengo con prejuicios, no me molesta que exista una película muda en 2011. Tengo expectativas. Siempre he pensado que las mejores películas de toda la historia, en términos visuales, se hicieron el año antes de que se impusiera el sonido en el cine: seguramente nunca se ha llegado a explorar tanto la fuerza expresiva de la imagen como ese último año. Luego ya entraron otros elementos y ya no fue necesario sacarle tanto jugo. Me gusta la imagen pura, me gustan los cortometrajes silenciosos que se emplean a fondo con los encuadres y los movimientos de cámara, que exprimen unos ojos húmedos, o una larga sonrisa, o un plano contraplano en el que subyace un discurso. La mayoría son una mierda, pero aprecio el esfuerzo, y se tropieza uno con imágenes evocadoras y con caracter.
¿Qué pretende The Artist? ¿A qué viene este extraño experimento? Se apagan las luces.
Un bonito y folklórico paseo por tiempos pasados, no solo un paseo histórico, sino un recorrido desvergonzado por el mundo del cine, montado en el vehículo maravilloso del plagio (¿acaso homenaje?). Al principio no parece otra cosa que una imitación desconcertante, rayana en la parodia. Se encadenan números que tienen un poco de payasil, de gag circense, cuando el payaso nos hace reír o llorar entre el número del trapecio y el del domador de leones.
Con ese poco de ingenio mímico, avanza el plagio (¿acaso homenaje?), derivando de "Cantando bajo la lluvia", a "Ha nacido una estrella", entre otras, para revelarse definitivamente como una simple fábula de animales mudos cuya esencia está directamente a la vista, bajo los focos del escenario o del rodaje. Si se tacha a "Pretty woman" de cuento, no puede irse mucho más allá con "The artist". El argumento y el tema son tan complejos como el cuento de los tres cerditos, y de hecho, a groso modo tratan asuntos cercanos: más te vale ponerte al día, afrontar con decisión los cambios que se presentan en la vida, o puede ocurrir que se te lleve el viento (o los soplidos del lobo feroz), del mismo modo que quedó barrido el viejo sur en la mítica película de David O. Selznick.
En realidad ahí me llevo una decepción: si algo diferencia esta película de los clásicos mudos, es que estos eran verdaderos dramas/comedias/tragedias... "The artist" renuncia por completo a cualquier complejidad en ese aspecto. Quizás lo más agudo de todo el asunto resida en la ironía de hacer una película muda para tratar ese tema.
¿Qué pretende The Artist? ¿A qué viene este extraño experimento? Se apagan las luces.
Un bonito y folklórico paseo por tiempos pasados, no solo un paseo histórico, sino un recorrido desvergonzado por el mundo del cine, montado en el vehículo maravilloso del plagio (¿acaso homenaje?). Al principio no parece otra cosa que una imitación desconcertante, rayana en la parodia. Se encadenan números que tienen un poco de payasil, de gag circense, cuando el payaso nos hace reír o llorar entre el número del trapecio y el del domador de leones.
Con ese poco de ingenio mímico, avanza el plagio (¿acaso homenaje?), derivando de "Cantando bajo la lluvia", a "Ha nacido una estrella", entre otras, para revelarse definitivamente como una simple fábula de animales mudos cuya esencia está directamente a la vista, bajo los focos del escenario o del rodaje. Si se tacha a "Pretty woman" de cuento, no puede irse mucho más allá con "The artist". El argumento y el tema son tan complejos como el cuento de los tres cerditos, y de hecho, a groso modo tratan asuntos cercanos: más te vale ponerte al día, afrontar con decisión los cambios que se presentan en la vida, o puede ocurrir que se te lleve el viento (o los soplidos del lobo feroz), del mismo modo que quedó barrido el viejo sur en la mítica película de David O. Selznick.
En realidad ahí me llevo una decepción: si algo diferencia esta película de los clásicos mudos, es que estos eran verdaderos dramas/comedias/tragedias... "The artist" renuncia por completo a cualquier complejidad en ese aspecto. Quizás lo más agudo de todo el asunto resida en la ironía de hacer una película muda para tratar ese tema.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El encanto de los números hace agradable la proyección, y el encanto de Bérénice Bejo y sus asombrosas piernas. Los cuentos son pura inocencia, y a todos nos gusta aniñarnos un poco cuando se apagan las luces y nadie puede vernos la cara de bobos.
El mutismo. Como planteamiento es verdaderamente absurdo, pero embarcados en ello, los responsables de esta película se preocupan en darle un sentido a tal absurdo. Ante todo se vende como homenaje a una época que no necesita ningún homenaje, pero más allá de eso, se esfuerzan por sacarle jugo cinematográfico, intentando emular lo que lograron hacer los últimos directores del cine mudo en los años 20. Y debo admitir, con satisfacción, que existen algunas escenas orquestradas en torno al sonido/silencio que consiguen caracter expresivo. Especialmente bella me parece las escena de las escaleras, cuando él baja, apocado y en decadencia, y ella sube, llena de vida y de juventud. En ese contraste solo una cosa tienen en común, la llama del amor (¿dónde he visto yo antes una escena parecida?). Hay encuadres remarcables, y un brillante uso de la luz, en escenas con toques expresionistas. También tiene mucha fuerza el uso del silencio en una de las escenas finales. Claro que, siguiendo con la línea de los plágios (¿acaso homenajes?), resulta un empujoncito muy útil meterle a todo volumen la potentísima pieza principal de "Vértigo", creada por Bernard Hermann. Sin duda, un espectáculo para los sentidos. Un señor "homenaje" que a más de un purista le puede producir urticaria.
Terminado el experimento y deslumbrado por las luces de la sala, me hago la pregunta clave. ¿Por qué hacer una película muda en 2011? La formulo mejor. ¿Por qué hacer esta película muda en 2011? La sala se vacía lentamente y permanezco en mi butaca. Me lo he pasado bien viéndola, y me han gustado las piernas de Bérénice Bejo, claro. Hay números de mímica muy conseguidos, de esos que te hacen pensar: "¡Qué gracia!". Hay un cuento para que los niños mayores se emboben, y hay un espírito "Cantando bajo..." que te hincha de optimismo para el resto del día. No se puede decir que no sea una película honesta, toda la carne está puesta en el asador. No pretende ser más que lo que muestra.
Pero, ¿por qué? Creo que lo tengo. La respuesta es tan simple, bella y humana como la película: por vanidad.
El mutismo. Como planteamiento es verdaderamente absurdo, pero embarcados en ello, los responsables de esta película se preocupan en darle un sentido a tal absurdo. Ante todo se vende como homenaje a una época que no necesita ningún homenaje, pero más allá de eso, se esfuerzan por sacarle jugo cinematográfico, intentando emular lo que lograron hacer los últimos directores del cine mudo en los años 20. Y debo admitir, con satisfacción, que existen algunas escenas orquestradas en torno al sonido/silencio que consiguen caracter expresivo. Especialmente bella me parece las escena de las escaleras, cuando él baja, apocado y en decadencia, y ella sube, llena de vida y de juventud. En ese contraste solo una cosa tienen en común, la llama del amor (¿dónde he visto yo antes una escena parecida?). Hay encuadres remarcables, y un brillante uso de la luz, en escenas con toques expresionistas. También tiene mucha fuerza el uso del silencio en una de las escenas finales. Claro que, siguiendo con la línea de los plágios (¿acaso homenajes?), resulta un empujoncito muy útil meterle a todo volumen la potentísima pieza principal de "Vértigo", creada por Bernard Hermann. Sin duda, un espectáculo para los sentidos. Un señor "homenaje" que a más de un purista le puede producir urticaria.
Terminado el experimento y deslumbrado por las luces de la sala, me hago la pregunta clave. ¿Por qué hacer una película muda en 2011? La formulo mejor. ¿Por qué hacer esta película muda en 2011? La sala se vacía lentamente y permanezco en mi butaca. Me lo he pasado bien viéndola, y me han gustado las piernas de Bérénice Bejo, claro. Hay números de mímica muy conseguidos, de esos que te hacen pensar: "¡Qué gracia!". Hay un cuento para que los niños mayores se emboben, y hay un espírito "Cantando bajo..." que te hincha de optimismo para el resto del día. No se puede decir que no sea una película honesta, toda la carne está puesta en el asador. No pretende ser más que lo que muestra.
Pero, ¿por qué? Creo que lo tengo. La respuesta es tan simple, bella y humana como la película: por vanidad.

7,2
635
9
3 de mayo de 2010
3 de mayo de 2010
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frank Borzage era un maestro del melodrama en años en que este género despertaba pasiones y era altamente valorado. Hoy está en horas bajas y todo se disfraza de drama, cualquier cosa para evitar esa palabreja tan denostada. Las películas de Borzage han quedado en la actualidad como algo antiguo para la mayoría, seguramente son muchos (de los pocos que le conocen hoy) los que echarán mano de la palabra rancio para hablar de él, sin embargo, la autenticidad de sus películas está intacta, y el aire "melodramático" que llevan impregnado, se transmite con fuerza al espectador que las aborda con buena disposición, con curiosidad para hacer un salto en el tiempo. Y ese aire termina por calar hasta los huesos.
"Tres camaradas" es una película impregnada de tristeza. Puede que en ello tengan también mucho que ver Remarque, autor de la novela en que se basa, y sobretodo Scott Fitgerald, otro escritor amargo, aquí en tareas de guionista. Incluso en los momentos más alegres, planean sombras de amargura, avisos de desastre. Es el sello del melodrama, el sello de Borzage.
La película plantea unos personajes muy definidos, distintos todos ellos, pero unidos por la amistad y una causa común, la libertad y la dignidad del individuo. La acción transcurre en la Alemania de entreguerras, un periodo convulso donde el nacional-socialismo empieza a arraigar en una sociedad castigada por la desorientación, la baja autoestima, y el caos económico y social. El desastre se masca en el ambiente gracias a las pinceladas de recreación histórica que introduce Borzage, y que utiliza habilmente ora como motor de la acción, haciendo que ésta avance, ora como un elemento definitorio de los personajes y anticipador de su destino. El conflicto externo (la Alemania convulsa) y el interno (la accion que transcurre entre los personajes) se mezclan para retroalimentarse y para hacerse indisociables, y devienen claros antagonistas. Este decorado, en el que transcurre la acción, se convierte por su trascendencia en un personaje más de la película, los protagonistas luchan por ser simples hombres libres en un tiempo de fanatismo.
Existe una clara lectura política en la película, rodada poco antes del inicio de la 2a Guerra Mundial, pero, a diferencia de otras películas de la época, no es ésta un panfleto. El melodrama es lo que la mueve y a lo que se debe por entero, Borzage nunca se traiciona aunque el mensaje político es inequívoco y da para un debate, pues cada uno de los personajes actua frente al conflicto de un modo distinto, lo cual pudo tener interpretaciones en su época, cuando algunos países eran partidarios de intervenir ante los desmanes de Alemania, mientras otros optaban por ser pasivos.
"Tres camaradas" es una película impregnada de tristeza. Puede que en ello tengan también mucho que ver Remarque, autor de la novela en que se basa, y sobretodo Scott Fitgerald, otro escritor amargo, aquí en tareas de guionista. Incluso en los momentos más alegres, planean sombras de amargura, avisos de desastre. Es el sello del melodrama, el sello de Borzage.
La película plantea unos personajes muy definidos, distintos todos ellos, pero unidos por la amistad y una causa común, la libertad y la dignidad del individuo. La acción transcurre en la Alemania de entreguerras, un periodo convulso donde el nacional-socialismo empieza a arraigar en una sociedad castigada por la desorientación, la baja autoestima, y el caos económico y social. El desastre se masca en el ambiente gracias a las pinceladas de recreación histórica que introduce Borzage, y que utiliza habilmente ora como motor de la acción, haciendo que ésta avance, ora como un elemento definitorio de los personajes y anticipador de su destino. El conflicto externo (la Alemania convulsa) y el interno (la accion que transcurre entre los personajes) se mezclan para retroalimentarse y para hacerse indisociables, y devienen claros antagonistas. Este decorado, en el que transcurre la acción, se convierte por su trascendencia en un personaje más de la película, los protagonistas luchan por ser simples hombres libres en un tiempo de fanatismo.
Existe una clara lectura política en la película, rodada poco antes del inicio de la 2a Guerra Mundial, pero, a diferencia de otras películas de la época, no es ésta un panfleto. El melodrama es lo que la mueve y a lo que se debe por entero, Borzage nunca se traiciona aunque el mensaje político es inequívoco y da para un debate, pues cada uno de los personajes actua frente al conflicto de un modo distinto, lo cual pudo tener interpretaciones en su época, cuando algunos países eran partidarios de intervenir ante los desmanes de Alemania, mientras otros optaban por ser pasivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Pero como digo, es el melodrama lo que mueve la película. Sito en ese decorado, Borzage nos cuenta una historia de amistad, de las formas que ésta toma, de los lazos que puede generar y de cómo llegan a crearse, de las pruebas que debe resistir. Ese es el primer gran eje temático. El segundo, puesto en evidencia con el personaje femenino que interpreta Margaret Sullavan, refuerza el tema de la libertad del individuo y de su independencia en un mundo que siempre, en cualquier época, trata de fanatizarnos y de utilizarnos. El personaje femenino añade fatalismo a esta historia de seres injustamente agredidos, obligados a luchar por sobrevivir en un mundo desquiciado, y cuyos sueños, tan sencillos como trabajar o enamorarse, se ven truncados. Es ésta la historia misma del ser humano, obligado a sobrevivir, necesitado de la unión con otros seres para seguir adelante ante las adversidades de un mundo cruel, necesitado de amor y de entereza para no derrumbarse cuando se pierden batallas y se quedan compañeros por el camino.
Borzage retrata ese drama humano universal (el hombre en lucha con el mundo) con una sencillez que amplifica su mensaje. La impotencia, lo efímero de la felicidad a la vez que su valía, la fragilidad, son emociones que Borzage transmite con imágenes sobrias, con diálogos cuya única arma es la sinceridad, con interpretaciones llenas de una sutileza subterranea que consigue remarcar las emociones de los personajes y darles alma. La música es otro elemento fundamental del melodrama, y aquí Borzage la utiliza con generosidad, a la vez que precisión. Los momentos cumbre de esta película son una lección de guión, se entremezclan las subtramas dándose fuerza unas a otras, y convergen para devastarnos.
“Tres Camaradas” no tiene hoy la categoría de gran clásico (de hecho es ésta, increiblemente, la primera crítica en esta web), lo cual Uma lamenta. Ahora mismo esta película habita en un agujero negro. Puede que sea porque lleva asociada esa palabra maldita (melodrama), puede que sea porque es un poco más antigua que las antiguas, o su director lo es. Pero algo me dice que algún día no muy lejano, en este mundo ávido de nuevos filones a los que rendir culto, alguien redescubrirá a Borzage y a “Tres Camaradas”, y despertará a una legión de FANATICOS.
Borzage retrata ese drama humano universal (el hombre en lucha con el mundo) con una sencillez que amplifica su mensaje. La impotencia, lo efímero de la felicidad a la vez que su valía, la fragilidad, son emociones que Borzage transmite con imágenes sobrias, con diálogos cuya única arma es la sinceridad, con interpretaciones llenas de una sutileza subterranea que consigue remarcar las emociones de los personajes y darles alma. La música es otro elemento fundamental del melodrama, y aquí Borzage la utiliza con generosidad, a la vez que precisión. Los momentos cumbre de esta película son una lección de guión, se entremezclan las subtramas dándose fuerza unas a otras, y convergen para devastarnos.
“Tres Camaradas” no tiene hoy la categoría de gran clásico (de hecho es ésta, increiblemente, la primera crítica en esta web), lo cual Uma lamenta. Ahora mismo esta película habita en un agujero negro. Puede que sea porque lleva asociada esa palabra maldita (melodrama), puede que sea porque es un poco más antigua que las antiguas, o su director lo es. Pero algo me dice que algún día no muy lejano, en este mundo ávido de nuevos filones a los que rendir culto, alguien redescubrirá a Borzage y a “Tres Camaradas”, y despertará a una legión de FANATICOS.

7,3
3.934
8
9 de enero de 2011
9 de enero de 2011
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre bombas y platillos, a uno, a veces, se le olvida que el cine es "puesta en escena", y que eso compete básicamente al director. "Puesta en escena" es un concepto poco utilizado en España, no así en otros países. Y quizá por eso muchos directores españoles atienden a otros elementos como la música, el montaje, la interpretación, etc, antes que al encuadre. No es que esos elementos no sean fundamentales y no deban ser trabajados, pero lo primero que debe "componer" un director es lo que hay dentro de los límites de un visor, o un objetivo o una pantalla.
"Solo el cielo lo sabe" es una película de grandísimos encuadres. Douglas Sirk era un virtuoso en esa faceta. Esta película no tiene el reconocimiento de otras como "Escrito sobre el viento" o "Imitación a la vida", seguramente porque es un melodrama (hablamos siempre de melodramas con Sirk) menos enrevesado. Pero precisamente gracias a su simplicidad argumental, destaca especialmente esa faceta de "pintor de encuadres" que, en mi opinión, es la mayor virtud de este excelente director. Si en otras películas tenía historias muy potentes, con muchos personajes, largas en el tiempo, cargadas de acontecimientos, aquí Sirk cuenta solo con un sencillo argumento. Y tiene entonces la oportunidad de recrearse en las imágenes con las que nos cuenta la película. Desde el punto de vista de la puesta en escena, de la composición de los planos, del uso del color con intención expresiva, esta película está al nivel de las películas de Sirk consideradas obras maestras.
Yo soy un fan de la simplicidad, de la claridad en los datos que una película transmite, lo cual no está reñido en absoluto con la complejidad de los carácteres o la sutileza de los mensajes. Habiendo visto esta película varias veces, me sigue impactando la potencia con la que las emociones están transmitidas, la contundencia del idioma con el que Sirk nos cuenta, paso a paso, esta sencilla historia de amor casi prohibido, surgido en medio de una sociedad hipócrita y aburrida que, sin perder la sonrisa y las maneras, no tiene otra cosa que hacer que meterse en las vidas ajenas para gobernarlas. Existen lecturas subyacentes en la película claramente expuestas. El discurso de Sirk, animando a buscar la armonía interna en la vida, la verdadera libertad como seres humanos, se repite en varias de sus películas, en especial en "Obsesión", pero es, sin duda, la fuerza del melodrama y el modo tan "cromático" como está expuesto lo que hace tan atractiva "Solo el cielo lo sabe".
(Sigo sin desvelar)
"Solo el cielo lo sabe" es una película de grandísimos encuadres. Douglas Sirk era un virtuoso en esa faceta. Esta película no tiene el reconocimiento de otras como "Escrito sobre el viento" o "Imitación a la vida", seguramente porque es un melodrama (hablamos siempre de melodramas con Sirk) menos enrevesado. Pero precisamente gracias a su simplicidad argumental, destaca especialmente esa faceta de "pintor de encuadres" que, en mi opinión, es la mayor virtud de este excelente director. Si en otras películas tenía historias muy potentes, con muchos personajes, largas en el tiempo, cargadas de acontecimientos, aquí Sirk cuenta solo con un sencillo argumento. Y tiene entonces la oportunidad de recrearse en las imágenes con las que nos cuenta la película. Desde el punto de vista de la puesta en escena, de la composición de los planos, del uso del color con intención expresiva, esta película está al nivel de las películas de Sirk consideradas obras maestras.
Yo soy un fan de la simplicidad, de la claridad en los datos que una película transmite, lo cual no está reñido en absoluto con la complejidad de los carácteres o la sutileza de los mensajes. Habiendo visto esta película varias veces, me sigue impactando la potencia con la que las emociones están transmitidas, la contundencia del idioma con el que Sirk nos cuenta, paso a paso, esta sencilla historia de amor casi prohibido, surgido en medio de una sociedad hipócrita y aburrida que, sin perder la sonrisa y las maneras, no tiene otra cosa que hacer que meterse en las vidas ajenas para gobernarlas. Existen lecturas subyacentes en la película claramente expuestas. El discurso de Sirk, animando a buscar la armonía interna en la vida, la verdadera libertad como seres humanos, se repite en varias de sus películas, en especial en "Obsesión", pero es, sin duda, la fuerza del melodrama y el modo tan "cromático" como está expuesto lo que hace tan atractiva "Solo el cielo lo sabe".
(Sigo sin desvelar)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para muchos esta película resulta arcáica, una pieza de arqueología. Recomiendo a quien lea esto y ame el CINE, a quitarse el polvo de esos prejuicios de encima y a darle una oportunidad. A observar la autenticidad de los personajes y la intensidad con que están planteados sus actos, a comprobar la precisión de su estructura narrativa, asociada al milímetro con las emociones que emite y que el espectador desea recibir. Y por supuesto, a dejarse hipnotizar por su puesta en escena. Porque "puesta en escena" es, en algunos idiomas extrangeros (no en español), ni más ni menos que sinónimo de CINE.
7
23 de julio de 2011
23 de julio de 2011
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Echaba de menos una película italiana en el sentido más catizo de la palabra. Y ni siquiera lo sabía. Se me han despertado recuerdos aletargados y se me han reabierto senderos largamente abandonados.
Los méritos de esta película podrían resumirse en un vocablo: desenfado. Un desenfado al más puro estilo italiano.
Desenfado en sus personajes, que se despliegan en toda su extensión poniendo de manifiesto que están concebidos con verdadera solidez. No siempre tiene sentido lo que dicen o lo que hacen, pero, extrañamente, se comprende. Es ese uno de los síntomas más contundentes del cuadro clínico de una buena película.
Desenfado en las situaciones, que vagabundean del drama a la comedia con la misma alegría con que vagabundeaba el mismísimo Elmer Gantry. Situaciones donde se proyectan a sus anchas esos personajes desenfadados y tienen la oportunidad de expresarse sin más mesura que su propio caracter.
Desenfado en la estructura narrativa y en el ritmo, que no tienen artificios ni triquiñuelas, solo una anarquía y una desvergüenza contagiosas pero muy saludables. Saltos en el tiempo y en el ánimo, sin red, sin disimulos ni requiebros, para darnos un galimatías emocional a la altura de este enredo familiar, y del enredo interno que gobierna a estos personajes.
Desenfado en el propio enredo, donde, (¡milagro!), por una vez en la vida, ningún personaje queda arrinconado ni sometido, todos encuentran su hueco y salen a flote sin molestarse unos a otros, complementándose de un modo asombroso, en lo bueno y en lo menos bueno. En verdad que el que suscribe pocas veces ha visto semejante filigrana. Digno de estudio.
Desenfado, verdadero desenfado, al apelar a las emociones del espectador. Y aquí debo hacer una advertencia: habrá muy pocos que no se vean reflejados en uno u otro de estos seres desmandados, cuyas vidas se nos lanzan a la cara cual copa de whisky en un melodrama, para hacer reír más que otra cosa. Muy pocos no se verán en esta película.
Y el mayor desenfado de todos: el del propio y acongojado espectador, que secuestrado por tan desvergonzada película, se permitirá desatarse cual gaseosa, y le importará un rábano verse y ser visto en uno de los estados de ánimo más saludables y a la vez absurdos en que puede caer un ser humano: riendo y llorando al mismo tiempo.
Los méritos de esta película podrían resumirse en un vocablo: desenfado. Un desenfado al más puro estilo italiano.
Desenfado en sus personajes, que se despliegan en toda su extensión poniendo de manifiesto que están concebidos con verdadera solidez. No siempre tiene sentido lo que dicen o lo que hacen, pero, extrañamente, se comprende. Es ese uno de los síntomas más contundentes del cuadro clínico de una buena película.
Desenfado en las situaciones, que vagabundean del drama a la comedia con la misma alegría con que vagabundeaba el mismísimo Elmer Gantry. Situaciones donde se proyectan a sus anchas esos personajes desenfadados y tienen la oportunidad de expresarse sin más mesura que su propio caracter.
Desenfado en la estructura narrativa y en el ritmo, que no tienen artificios ni triquiñuelas, solo una anarquía y una desvergüenza contagiosas pero muy saludables. Saltos en el tiempo y en el ánimo, sin red, sin disimulos ni requiebros, para darnos un galimatías emocional a la altura de este enredo familiar, y del enredo interno que gobierna a estos personajes.
Desenfado en el propio enredo, donde, (¡milagro!), por una vez en la vida, ningún personaje queda arrinconado ni sometido, todos encuentran su hueco y salen a flote sin molestarse unos a otros, complementándose de un modo asombroso, en lo bueno y en lo menos bueno. En verdad que el que suscribe pocas veces ha visto semejante filigrana. Digno de estudio.
Desenfado, verdadero desenfado, al apelar a las emociones del espectador. Y aquí debo hacer una advertencia: habrá muy pocos que no se vean reflejados en uno u otro de estos seres desmandados, cuyas vidas se nos lanzan a la cara cual copa de whisky en un melodrama, para hacer reír más que otra cosa. Muy pocos no se verán en esta película.
Y el mayor desenfado de todos: el del propio y acongojado espectador, que secuestrado por tan desvergonzada película, se permitirá desatarse cual gaseosa, y le importará un rábano verse y ser visto en uno de los estados de ánimo más saludables y a la vez absurdos en que puede caer un ser humano: riendo y llorando al mismo tiempo.
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