Estamos ante una pequeña maravilla entre el cine contemporáneo. Conmovedora como pocas.
Hablamos de una película cuyo argumento no aporta mucho a lo que ya conocíamos, pero que tiene un elemento que impera, domina y da valor incalculable a la cinta. Ese elemento no es otro que la realidad, naturalidad y sencillez que da a la cinta el hecho de que nuestro protagonista y el resto de actores hayan sido rodados durante 12 años. Verles crecer, verles envejecer y verles, en definitiva evolucionar hace que te comprometas con ellos, que te lleven de la mano por su historia. Historia de la que acabas formando parte si te dejas llevar.
Reirás, te sorprenderás, sentirás, llorarás... y sobre todo te conmoverás ante el triunfo de la naturalidad de los sentimientos.