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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2011 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresiona Kurosawa en cada fotograma; nada queda al azar en un despliegue de imágenes de bella composición. Épicas, dramáticas y con un punto de humor, en sus películas Kurosawa desnuda, con su ritmo pausado e hipnótico, el alma humana.
Cabe destacar también el rigor histórico al que se obliga y que pone en evidencia la mayor parte de las producciones del género. Vestuario, decorados, exteriores, actitudes de los personajes: son una ventana abierta al pasado ‘feudal’ japonés y, en el caso particular de esta película, a su enfrentamiento al modernismo occidental, sus armas de fuego y su cristianismo.
12 de febrero de 2012
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pésimo, violento, vacío, irrespetuoso, inconsciente, banal, infantil, pueril, irresponsable, calamitoso, bárbaro, incoherente, mentiroso, salvaje, hipócrita, bochornoso, depravado, manipulador, megalómano, caricaturesco, alienante, primitivo, inmoral, morboso, insano, vergonzoso, injusto, retrógrado, cínico, innecesario y dañino.

Un caracter por cada valiente de Tebas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
“He comprendido algo que siempre me había asombrado: por qué Platón (¿o Aristóteles?) coloca el coraje en la última línea de las virtudes. No está formado de sentimientos muy hermosos: un poco de rabia, un poco de vanidad, mucha obcecación y algo de vulgar placer deportivo. Sobre todo la exaltación de la fuerza física, la cual, sin embargo, nada tiene que ver con él. Uno cruza los brazos sobre la camisa abierta y respira bien. Es bastante agradable. Cuando esto sucede, se mezcla a ello el sentimiento de haber cometido una enorme tontería. Jamás volveré a admirar a un hombre que no sea más que valiente.”

Antoine de Saint-Exupéry
21 de agosto de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy fan de este tipo de películas pero con ésta tenía una especie de corazonada. No esperaba una comedia hilarante ni bien trenzada, ni rica en golpes de humor sutiles ni giros en el argumento inesperados, era consciente de que sería una ‘americanada’ propia de la misma ciudad de Las Vegas, con ‘niños bien’ como protagonistas y final feliz con redenciones y castigos repartidos con justicia dentro de un marco político aceptable.

Para cuando aparecieron en pantalla esos supuestos desternillantes títulos de crédito ya hacía mucho que mi sexto sentido había perdido todo el respeto; el mundillo de la crítica asalariada también.

La película no es un plomazo sin más, tan sólo es un producto prefabricado del montón, con un guión y unos personajes cargados de tópicos y con un argumento que necesita de constantes trampas para salir de un enredo burdamente engrosado a los pocos minutos de comenzar esta artificial peripecia en la cuidad del pecado.

Cabe reseñar el doble discurso al que se abandona la película. Las supuestas gamberradas de los protagonistas no son al final más que simples niñerías tan fuera de toda realidad que no escandalizarían ni al más radical de los partidarios republicanos del Tea Party. Por el contario, escenas que parecen añadidas para hacer bulto denotan una profunda inmoralidad que no parece incomodar a nadie. Somos testigos del chantaje a diferentes empleados públicos, presenciamos como un grupo de niños electrocutan bajo tutela policial a nuestros infelices amigos (aplaudiendo incluso que elijan como blanco de la diana sus partes nobles o la cabeza), y hasta se bromea con el hecho de dejar a un neonato metido en un coche sólo… ¡en Las Vegas!... total, si tampoco dimos parte alguno tras encontrárnoslo abandonado, bastará con bajarle un poco la ventanilla… ¿?

En fin, pasarán más de mil años, muchos más, hasta que vuelvan a pillarme en una de éstas.
21 de febrero de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salvador Dalí, como todo bicho viviente sabe, fue un famoso pintor surrealista, pero también destacó como escultor, colaboró en múltiples producciones cinematográficas y hasta escribió una novela. Pues bien, aun le quedaba tiempo al tío para ejercer de ‘showman’ en los ratos libres que le permitía su vocación artística, una ‘virtud’ que no podía pasar desapercibida en USA, la nación que le recogió en el exilio con los brazos abiertos. En el país del dinero Dalí era una mina de oro que no pasaban por alto buscadores experimentados como Walt Disney, pero en este caso en particular la colaboración no llegó a buen puerto y el trabajo cayó en el olvido apenas comenzado.

Al menos esa era su historia en común hasta hace pocos años que fue retomado el proyecto (o parte de lo que fue). Seguidas con mayor o menor rigor las instrucciones dejadas por Dalí en su momento, el resultado no podía ser otro que el que se resume en los siete minutos escasos que dura este corto, y que podemos describir en pocas líneas como las andanzas de una princesita disney entre un mosaico de figuras del pintor, sin mayor orden ni concierto que la de obedecer a una coreografía facilona al son de una composición de Armando «Chamaco» Domínguez, tampoco ésta libre del edulcorante añadido que tanto gusta en la firma americana. Siendo aun más escuetos: que todo lo que huele a Disney empobrece el conjunto.

Seamos realistas, si Dalí se embarcaba en experimentos de este tipo era por razones bien distintas a las que le llevaron a ser un reconocido artista. Cuando quiso construir algo con cierto valor cinematográfico eligió a otros arquitectos de mucho mayor peso, como su amigo y compañero de juventud Luís Buñuel.
15 de diciembre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se lo debió encontrar por casualidad en un trayecto de tren que de Francia partía en dirección a la lejana Rusia. De cómo el rumano supo del balcánico, de seguro que no fue un hecho tan casual.

Allá en el 97 se abre una polémica a tres bandas: Benigni arranca aplausos en medio mundo con ‘La vita è bella’, mientras que el otro medio le acusa de plagiar a Mihaileanu la idea original que sostiene tan notable película; mientras tanto, en la antigua Yugoslavia, el bueno de Kusturica, que se disponía al rodaje de ‘Gato negro, gato blanco’, se preguntaba dónde leches se había metido Goran Bregovic, su compatriota y arreglista musical en sus últimas obras, las que le llevaron a la fama internacional. Resultó que el músico se había ido con su música a otra parte, concretamente a Francia, donde estaba el rumano con todo dispuesto para poner en marcha su ‘Train de vie’. Si el director balcánico alguna vez la vio, seguro que lo que menos le dolió fue escuchar en obra ajena los acordes compuestos por su amigo Bregovic. A Mihaileanu no le bastó con coger prestado al músico, cada escena, cada secuencia, cada fotograma, es un plagio impudoroso al cine de Kusturica. Sólo faltó su saber hacer, y es que eso viene de serie, y el rumano, lo que son dotes para el lenguaje cinematográfico, en esta película demuestra más bien poquitas.
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