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China China · Desierto de Taklamakán
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
4 de agosto de 2022
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable western filmado y firmado por Whelan.
Su dominio en la composición del plano y la concatenación formal de secuencias y escenas queda reflejado en esta pieza, sutil y elegante, orientada al disfrute epicúreo de la misma.
La pericia poética y la sensibilidad estética del autor son las razones y frutos suficientes para consolidar un filme bello, complejo desde su sencillez luminosa diegética.
Colbert y Sullivan están espléndidos, desde una ausencia total de pretensiones melodramáticas y hieratismos formalistas.
La semántica que despliega Whelan es certera y alambicada, posibilitada por el volkgeist y zeitgeist aludido y formalizado poéticamente. Cine vivo para paladares formados y exentos de pretensiones huecas ora formalistas ora "materialistas".
El sentido cromático cristalizado por el autor es más que acertado: colores pálidos o vivos desde una óptica generadora (al modo del Dios de Berkeley) capaz de vivificar el artificio construido, restituyendo el sentido mismo de las significaciones implicadas.

Obra notable sin atisbo de incertidumbre.

8
2 de mayo de 2022
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sutileza que alcanza el maestro Borzage en este film es inefable. Su poética inerranable desata un lirismo metafísico ininteligible para las subjetividades violentadas de la posmodernidad, machacadas por el turbocapitalismo pirolítico aniquilador de la condición humana, el cual les dota de un cinismo pretencioso que, en el colmo de la nesciencia, se creen superiores a estas obras maestras del espíritu, a las cuales objetivamente no le llegan a la suela del zapato in saecula saeculorum.

El relato maestro objetivado cuya hondura metafísica se mundaniza en un racionalismo crítico desolador y desolado, capaz de extraer la densidad psicológica e ideológica desde la objetividad de la puesta en escena y cuadro sin necesidad de recurrir a virguerías visuales disruptoras, cristaliza formalmente por medio de una escritura fílmica apabullante.
La sensibilidad estética e inteligencia poética del gran creador estadounidense le lleva a concebir el cuadro como totalidad de totalidades (valga el genitivo reduplicativo), desvelando en el decurso escénico impreso en unos claroscuros tortuosos conciliadores del dualismo ontológico y metafísico entre luz y tinieblas, contingencia y devenir, pecado y culpa, libertad y prisión toda la densidad ambigua (y por tanto rica) que conforma la poiesis fílmica, habida en las escalas fundacionales de la realidad. Borzage concilia ontología y metafísica desde el más esmerado entramado cinematográfico, desde la más cuidada realización fílmica, en la que integra las inovaciones que propicia el sonoro dentro de la sublime arquitectura que pudo concebir el cine mudo. Nos hallamos, por tanto, (y parafraseando y modificando a Wagner), ante una obra de arte total, omnisciente y consecuente, sutil y luminosa tanto en intención como en metáfora. Cada cuadro se palpa con la mayor precisión inefable, surgido del más hondo intento por concebir una obra que honre a toda la tradición estética, poética y filosófica heredada durante siglos. Cada secuencia se abre y se cierra en función de una totalidad significacional íntegra, formalmente perfecta, para hilvanarse con otras con la mejor cadencia sutil, con el fin de erigir el todo sublime.

Arte vivo opuesto totalmente a la chapuza artificiosa reificada de los últimos cincuenta años.

10
4 de abril de 2022
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de una delicadeza tal, de una sensibilidad estética y genialidad poética, que solo se torna pertinente y honorífico guardar con extremo silencio su portentosa maestría.

Sincera y honesta obra de arte cuya arquitectónica poética es irresumible en millones o miles de líneas. El lenguaje -que solo puede hablarse o escribirse, no filmarse ni componerse salvo que hablemos de un modo figurado o metafórico- capaz de concebir este relato se torna inmejorable. La forma de narrar totaliza lo real del filme: su delicaza y genialidad elocuente sólo cobra valor por la belleza inefable con la que está filmado.

Sirk aúna en este filme las mejores constantes de su cine: dominio en la puesta en cuadro y escénica como estructura básica para hilvanar secuencialmente los dilemas profundos surgidos durante y tras el relato, medida profunda de las distancias y desenfoques en cada uno de los cuadros, dirección de actores, uso del cromatismo y sentido de la dialéctica en todas sus escalas incluidas la pertinencia trágica del relato. Acaso similar a Ophüls por su eluencia visual y estética, Sirk rezuma vida y pasión en una obra tortuosa, marcada por la tragedia del desengaño y por el conocimiento de las estructuras materiales que pueblan la realidad histórica y general ratificadas por el relato que en su entramado complejo trastocan la vida individual y colectiva, delicada de la protagonista. Filme cuya belleza nos recrea en los parajes geográficos e históricos de Australia, así como del Viejo Mundo: la posibilidad de evocación solo se confirma en virtud de un arte capaz de dar cuenta del abismo insondable, regio y a la vez desaforado, que se concibe de todas estas realidades.

Arte mayúsculo.

10.
6 de marzo de 2025 0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué se esperan de Cuerda, un personaje incapaz de salir del binomio zafiedad-ñoñería?

La película sublima, sobre todo, el segundo término. Allende importantes cuestiones históricas (abordadas con un maniqueísmo tendencioso hegemónico y llorón), la película es un absoluto desastre artístico. La música de Amenábar se corresponde muy bien con la película: simplona, pueril, pretendidamente catártica, monocorde, artificiosa, pseudopoética.

Si uno se ha empapado con los grandes, desde Murnau hasta Dreyer, desde Shimizu hasta Yoshida, desde Renoir hasta Hitchcock, y los ha comprendido con toda la hondura que merecen, más allá del fetichismo por el mundo-imagen y la especialización disciplinar, más allá del nefasto frikismo y los géneros de culto hipostasiados, más allá, en definitiva, de todas las ablaciones del espíritu, advertirá, sin género de dudas el desastre pueril de este bodrio, canon de la infamia posterior y paradigma de la negligencia, de la muerte artística.
Definitivamente, estamos ante otra dimensión (el pozo negro chabacano allende las excelentes coordenadas revolucionarias de Lorentz-Einstein-Minkowski). Esto no es ya cine, sino paracine. Empieza a dejar de ser mal cine para convertirse en una apariencia de cine, apariencia nauseabunda por exceso de glutamato monosódico y ciclamato de sodio.
Todo es un meme, una apariencia cutre relamida, estandarizada, osificada, aletargada por propofol y fentanilo. No hay unidad ni densidad espiritual, solo acumulación bastarda de fenómenos descompuestos e ideología light demagógica. No hay complejidad dramática, sino antesalas ad infinitum de tragedias de centro comercial. No hay afecto, sino NPC y bots por doquier. No hay elocuencia en la sintaxis (la forma poética en tanto forma expresiva que conceptualiza los fenómenos y las ideas etc) sino algoritmo y base de datos.

Todo obvio, todo relamido, todo impostado y afectado, todo pretencioso y malamente didáctico, todo amanerado y malamente manierista. Un todo de todos bastardos.

El final es digno de mención. La cara del niño rata, cara del póster, desvela la totalidad de esta acumulación de descomposiciones pueriles, burdas y patéticas ppsoe1978. Forzando la imagen, la música, las caras, los ralentís, como parte que corrobora el todo monstruosamente didáctico para ajustar al público a la estupidización progresiva de las masas y las élites.

Infamias propias de épocas infames. En las grandes épocas, tenías a grandes poetas dando cera a su sociedad (otros, comiendo la tostada, pero ambos con rigor polifónico salvo algún mequetrefe). En las épocas ridículas, farsantes como decía Marx ("La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa"), tienes a llorones elitistas subvencionados esgrimiendo las peores artes posibles, creando los bodrios más infumables para que tanto acólitos como artífices se refocilen en chabacano espectáculo legitimado por los autoatribuidos premios, los ídolos de barro para culto de los necios y usureros, sátrapas y mercachifles de tercera.

Un 2 por algún acierto atómico. Pero no más.

7,5... Lo que hay que ver.
14 de agosto de 2024 0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a ver: el valor poético (que es de lo que se trata) de esta obra es nulo. Una chapuza descompuesta, sin ninguna complejidad artística, reductible a una sucesión fenoménica de entidades filmadas malamente rodadas. Acabemos de una vez con el delirio posmoderno y no caigamos en la hipocresía de elevar a obra de arte la chorrada que hace gracia basándonos, para colmo, en el relativismo mismo del gusto subjetivo del consumidor canalla, orientado, lamentablemente, por los gurús que dictan héroes y genios por doquier dentro de la industria cultural del momento.

Allen graba una porquería guarra, una astracanada formal y significacional que, sin embargo, entretiene: como puede hacer gracia Martes y Trece o Cruz y Raya, sin que eso los convierta en poetas.

Una errática descomposición sin ningún hondo sentido poético que, eventualmente hace gracia (como si me descojono todo el rato con la película, vaya).

Una marranada chapucera ridícula que se autoparodia.

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