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6,3
26.684
6
17 de marzo de 2009
17 de marzo de 2009
47 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podrían ser fríos más que rotos estos últimos abrazos de Almodóvar. El director manchego no sorprende pero no decepciona. No nos encontramos ante una de esas obras maestras de las que hace tiempo no nos deleita pero tampoco estamos ante una cinta pésima. Combina como nadie el drama de manos de la inmejorable Blanca Portillo con tintes cómicos de la mano de una sensacional Carmen Machi y una divertida Lola Dueñas. Es evidente que tener en los títulos de crédito a Penélope Cruz vende y mucho pero no nos equivoquemos, no es el mejor papel ni el más complicado de la madrileña ni de lejos. Su interpretación resulta forzada y poco convincente, prefiero a la Penélope menos comedida que a la que se pone a soltar frases mirando al techo con cara de sufrimiento. Del elenco masculino resaltar la labor de Jose Luís Gómez y Lluis Homar, ambos impresionantes encarnando las dos caras opuestas del amor.
Mal acostumbrados nos suele tener Almodóvar a la narración lineal, en los Abrazos Rotos los flashback se suceden constantemente pero no resultan especialmente difíciles de digerir aunque desde Volver el oscarizado director nos hace papilla el guión para que no nos atragantemos. Todo resulta tan mascado y tan previsible que no permite que el espectador llegue a sorprenderse en ningún momento. Sin embargo emocionar lo consigue con creces simplemente con un plano compuesto de un televisor y unas manos. Inolvidable.
Muchos pueden tachar el film de tramposo por concluir con un corto tan cómico que supera el dramatismo pausado pero Almodóvar nos ha querido ofrecer un grandísimo homenaje a su mejor obra (Mujeres al borde de un ataque de nervios) para nada despreciable.
Lo mejor: el plano del televisor con la música de Alberto Iglesias de fondo.
Lo peor: la sensación de frialdad durante gran parte del film.
Mal acostumbrados nos suele tener Almodóvar a la narración lineal, en los Abrazos Rotos los flashback se suceden constantemente pero no resultan especialmente difíciles de digerir aunque desde Volver el oscarizado director nos hace papilla el guión para que no nos atragantemos. Todo resulta tan mascado y tan previsible que no permite que el espectador llegue a sorprenderse en ningún momento. Sin embargo emocionar lo consigue con creces simplemente con un plano compuesto de un televisor y unas manos. Inolvidable.
Muchos pueden tachar el film de tramposo por concluir con un corto tan cómico que supera el dramatismo pausado pero Almodóvar nos ha querido ofrecer un grandísimo homenaje a su mejor obra (Mujeres al borde de un ataque de nervios) para nada despreciable.
Lo mejor: el plano del televisor con la música de Alberto Iglesias de fondo.
Lo peor: la sensación de frialdad durante gran parte del film.

6,0
2.304
7
13 de mayo de 2015
13 de mayo de 2015
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
De fácil visionado y lenta digestión. Así es el cine de François Ozon. Sus historias se siguen con interés, a golpe de inquietantes pianos, dónde cualquier revés es asimilado por muy temerario que pueda ser. Horas después es cuando ponemos el centrifugado dándonos cuenta que nada ha sido gratuito y que por la perversa mente del cineasta fluyen ríos de mala baba que desembocan en una sociedad hermética que responde al nombre de progresista. Esa hipocresía encuentra su Talón de Aquiles en la cinematografía de Ozon, en lucha constante contra el snobismo imperante.
Con "Una nueva amiga", su director afila el aguijón hacia varios blancos desvirtuando el principal. Ahí radica la falta de conexión con un filme de excelente fondo pero de formas cuestionables. Por momentos es un kamikaze dispuesto a jugársela -plausible cuanto más imprudente se vuelve-, mientras que pierde fuelle en pasajes que rozan lo bochornoso y lo cursi. Un conglomerado ya analizado en su interesante trayectoria dónde el estudio de la figura femenina constituye el paradigma. La identidad sexual, el duelo ante la pérdida, las nuevas estructuras familiares suman argumentos de peso a un guión que, en ocasiones, cuesta tomárselo en serio. Al contrario de sus protagonistas. Roman Duris y Anaïs Demoustier. Dos intérpretes que irrumpen en pantalla con un magnetismo brutal. Resulta complicado entrar en este histriónico relato si no es por la presencia de ambos.
En "Una nueva amiga" los géneros transmutan entre sí como ese juego de identidades impreso sobre el guión. No es un capricho, por tanto, que la comedia sea tan zafia. La elección de Ozon viene a certificar nuestro fútil humor ante aquel que no sigue los cánones marcados por una sociedad caduca. En el drama se desenvuelve con una rapidez inusitada. Con la elegancia del país que le ha visto crecer, es capaz de invertir la sonrisa en llano en cuestión de segundos. Sin ir más lejos, su arranque no deja de ser una declaración de intenciones en toda regla. Ese maquillaje, ese velo, ese vestido. Nada es lo que parece en el cine de Ozon. Un juego de perversiones al que ya nos tiene acostumbrados y que no deja de seguir entusiasmando. Un punto de partida prometedor, exquisito, deudor de nuestro director más internacional que conduce a un segundo tercio de subidas y bajadas emocionales, para terminar con un cierre factible pero mordaz.
Con "Una nueva amiga", su director afila el aguijón hacia varios blancos desvirtuando el principal. Ahí radica la falta de conexión con un filme de excelente fondo pero de formas cuestionables. Por momentos es un kamikaze dispuesto a jugársela -plausible cuanto más imprudente se vuelve-, mientras que pierde fuelle en pasajes que rozan lo bochornoso y lo cursi. Un conglomerado ya analizado en su interesante trayectoria dónde el estudio de la figura femenina constituye el paradigma. La identidad sexual, el duelo ante la pérdida, las nuevas estructuras familiares suman argumentos de peso a un guión que, en ocasiones, cuesta tomárselo en serio. Al contrario de sus protagonistas. Roman Duris y Anaïs Demoustier. Dos intérpretes que irrumpen en pantalla con un magnetismo brutal. Resulta complicado entrar en este histriónico relato si no es por la presencia de ambos.
En "Una nueva amiga" los géneros transmutan entre sí como ese juego de identidades impreso sobre el guión. No es un capricho, por tanto, que la comedia sea tan zafia. La elección de Ozon viene a certificar nuestro fútil humor ante aquel que no sigue los cánones marcados por una sociedad caduca. En el drama se desenvuelve con una rapidez inusitada. Con la elegancia del país que le ha visto crecer, es capaz de invertir la sonrisa en llano en cuestión de segundos. Sin ir más lejos, su arranque no deja de ser una declaración de intenciones en toda regla. Ese maquillaje, ese velo, ese vestido. Nada es lo que parece en el cine de Ozon. Un juego de perversiones al que ya nos tiene acostumbrados y que no deja de seguir entusiasmando. Un punto de partida prometedor, exquisito, deudor de nuestro director más internacional que conduce a un segundo tercio de subidas y bajadas emocionales, para terminar con un cierre factible pero mordaz.

2,2
18.548
3
24 de marzo de 2009
24 de marzo de 2009
43 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Era necesario realizar esta copia adaptada a los tiempos que corren de Historias del Kronen? Inaguantable desde el minuto uno, tediosa por momentos y repleta de tópicos hacen de mentiras y gordas un film pretencioso a más no poder.
Ya sabemos que las drogas son malas y sus consecuencias, el cine nos lo ha mostrado en infinitas ocasiones, todos conocemos como acaban estas historias y esta cinta no es la excepción. Pero más allá de la falta de originalidad en el desarrollo nos encontramos con un guión de escritura tan fácil y poco elaborado que aburre. Si sus directores nos quieren vender el film de forma didáctica ya hemos aprobado esa asignatura hace mucho tiempo, si por el contrario pretenden excitar al personal casi lo consiguen pero si realmente nos quieren sorprender fallan en el intento. La fórmula de hay que vivir a tope se agota y los directores de nuestro país parecen no darse cuenta.
Sin embargo Mentiras y Gordas cuenta con un tirón bastante bueno, rodearse de rostros televisivos es todo un acierto y si además esos rostros van acompañados de tremendos desnudos pues ya tienen aseguradas unas cuantas visitas más a la gran pantalla de lo que podría haber sido.
Lo mejor: la acertada canción de Fangoria que abre y cierra el film.
Lo peor: ya está muy visto eso de "niño con eso no se juega"
Ya sabemos que las drogas son malas y sus consecuencias, el cine nos lo ha mostrado en infinitas ocasiones, todos conocemos como acaban estas historias y esta cinta no es la excepción. Pero más allá de la falta de originalidad en el desarrollo nos encontramos con un guión de escritura tan fácil y poco elaborado que aburre. Si sus directores nos quieren vender el film de forma didáctica ya hemos aprobado esa asignatura hace mucho tiempo, si por el contrario pretenden excitar al personal casi lo consiguen pero si realmente nos quieren sorprender fallan en el intento. La fórmula de hay que vivir a tope se agota y los directores de nuestro país parecen no darse cuenta.
Sin embargo Mentiras y Gordas cuenta con un tirón bastante bueno, rodearse de rostros televisivos es todo un acierto y si además esos rostros van acompañados de tremendos desnudos pues ya tienen aseguradas unas cuantas visitas más a la gran pantalla de lo que podría haber sido.
Lo mejor: la acertada canción de Fangoria que abre y cierra el film.
Lo peor: ya está muy visto eso de "niño con eso no se juega"
3
3 de octubre de 2012
3 de octubre de 2012
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
El blanco y negro se lleva esta temporada señores. Si no quieren pertenecer al discriminado y reducido sector de individuos que ven en esta efectista técnica un mero recurso estético víctima de la moda, vayan haciendo cola porque este año las rebajas se presentan suculentas.
Pero más allá del desuso de la paleta de colores, El artista y la modelo es una exquisitez a gusto de contados paladares. Poco o nada ayuda a sucumbir ante tal delicatessen si nunca antes hemos aprendido a colocar los cubiertos sobre el plato tras degustarlo. Puede que el paladar, a veces caprichoso, distinga sabores y demos por gratificante un manjar para el que nuestro estómago no esté preparado.
Dicen los gourmets que ésta es la obra más refinada de su director. Que merece las tres estrellas Michelin. Es posible que no les falte razón pero servidor prefiere platos mejor aderezados y sabrosos, yendo algo lejos, El año de las luces, Belle Époque o la desternillante La niña de tus ojos. Sin embargo, a uno que no acostumbra a contemplar el arte desde el punto de vista impuesto, le puede resultar somnolienta y carente de emoción la manera en que la cámara se recrea con la rama de un árbol. También el bostezo hace acto de presencia ante la ausencia injustificada de una banda sonora necesaria. Los gourmets defenderán esa laguna. Sentenciarán que determinadas salsas estropean el plato pero ahí es cuando hay que cuestionarse si es tan suculento como lo presentan.
El artista, enorme Jean Rochefort, y la modelo, preciosa pero excesivamente estudiada Aida Folch, es creación en un momento de sequía. Segundas o últimas oportunidades de plasmar materialmente lo que somos. La premisa con la que juega Trueba es atractiva pero en su desarrollo sólo encontramos hastío. El uso reiterativo de silencios con la machacona intención de aupar la belleza visual nos conduce a la desconexión de una historia que hubiera ganado enteros si el peso del guión fuera mayor.
Se palpa desde el inicio la adoración por Renoir y su impresionismo. El contacto con la naturaleza y la sensualidad omnipresente de lo femenino. Para esto último la elección del reparto no ha podido ser más acertada. Folch transmite el deseo contenido que muestra la obra. Su cuerpo, tan imperfecto como necesario, habla en determinados momentos por sí mismo. Lástima que el personaje sea tan carente de emoción. Mientras que por otro lado, al rey lo que es del rey, Trueba ha conseguido aunar en un mismo plano a dos grandes de la interpretación, Claudia Cardinale y Chus Lampreave, que junto a Rochefort conforman un tándem inigualable.
Estamos, por tanto, ante una obra peculiar. De difícil digestión dentro del panorama nacional. Nada reflexiva, si contemplativa. En la búsqueda constante del culto. Demasiado francesa para españoles pero, ¿demasiado española para europeos?
Lo mejor: su pulcra técnica. Brillante
Lo peor: se vuelve reiterativa hasta el agotamiento.
Pero más allá del desuso de la paleta de colores, El artista y la modelo es una exquisitez a gusto de contados paladares. Poco o nada ayuda a sucumbir ante tal delicatessen si nunca antes hemos aprendido a colocar los cubiertos sobre el plato tras degustarlo. Puede que el paladar, a veces caprichoso, distinga sabores y demos por gratificante un manjar para el que nuestro estómago no esté preparado.
Dicen los gourmets que ésta es la obra más refinada de su director. Que merece las tres estrellas Michelin. Es posible que no les falte razón pero servidor prefiere platos mejor aderezados y sabrosos, yendo algo lejos, El año de las luces, Belle Époque o la desternillante La niña de tus ojos. Sin embargo, a uno que no acostumbra a contemplar el arte desde el punto de vista impuesto, le puede resultar somnolienta y carente de emoción la manera en que la cámara se recrea con la rama de un árbol. También el bostezo hace acto de presencia ante la ausencia injustificada de una banda sonora necesaria. Los gourmets defenderán esa laguna. Sentenciarán que determinadas salsas estropean el plato pero ahí es cuando hay que cuestionarse si es tan suculento como lo presentan.
El artista, enorme Jean Rochefort, y la modelo, preciosa pero excesivamente estudiada Aida Folch, es creación en un momento de sequía. Segundas o últimas oportunidades de plasmar materialmente lo que somos. La premisa con la que juega Trueba es atractiva pero en su desarrollo sólo encontramos hastío. El uso reiterativo de silencios con la machacona intención de aupar la belleza visual nos conduce a la desconexión de una historia que hubiera ganado enteros si el peso del guión fuera mayor.
Se palpa desde el inicio la adoración por Renoir y su impresionismo. El contacto con la naturaleza y la sensualidad omnipresente de lo femenino. Para esto último la elección del reparto no ha podido ser más acertada. Folch transmite el deseo contenido que muestra la obra. Su cuerpo, tan imperfecto como necesario, habla en determinados momentos por sí mismo. Lástima que el personaje sea tan carente de emoción. Mientras que por otro lado, al rey lo que es del rey, Trueba ha conseguido aunar en un mismo plano a dos grandes de la interpretación, Claudia Cardinale y Chus Lampreave, que junto a Rochefort conforman un tándem inigualable.
Estamos, por tanto, ante una obra peculiar. De difícil digestión dentro del panorama nacional. Nada reflexiva, si contemplativa. En la búsqueda constante del culto. Demasiado francesa para españoles pero, ¿demasiado española para europeos?
Lo mejor: su pulcra técnica. Brillante
Lo peor: se vuelve reiterativa hasta el agotamiento.

5,8
2.358
4
6 de octubre de 2010
6 de octubre de 2010
39 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un anciano consejero postrado en un cama debatiéndose entre la vida y la muerte, una sexagenaria prostituta relatando sus vivencias al más puro estilo El Club de la comedia, los intentos por ocultar un cadáver. ¿Verdad que ya lo hemos visto en nuestro cine patrio en alguna ocasión? Pues bien, Aranoa ha decidido echar mano de su vena recopilatoria para ofrecernos en su último trabajo un compendio de grandes obras del cine español.
El artífice del cine social español nos acerca una historia carne de cualquier programa sensacionalista. Con tópicos a más no poder, Amador llega a nuestras pantallas con ánimo de concienciar al público de lo difícil que resulta para el inmigrante hacerse un hueco en nuestra sociedad.
El objetivo del cine social es constituir una crítica sin embargo el director de Los lunes al sol cumple la premisa muy por encima. Cuando el guión alcanza momentos excelentes, vease las sublimes conversaciones entre los personajes de Magaly Solier y Celso Bugallo, al cineasta se le antoja no llegar al debate e introducir elementos cómicos para sobrevivir al sopor que suponen los primeros planos de la actriz. Y es precisamente aquí donde la cinta se pierde en si misma. Aunque esté catalogada de drama, los momentos desternillantes se comen las lágrimas de Solier. La cinta se recordara por la fantástica Fanny de Castro cuyas escenas inundan la sala de carcajadas.
Con un ritmo exasperadamente lento, Amador resulta una experiencia difícil de digerir y no precisamente por su temática sino por su lenguaje cinematográfico. Los mencionados primeros planos no ayudan a una narración narcótica ni tampoco la interpretación de sus protagonistas. La actriz peruana no contribuye a que el viaje sea más llevadero. En ningún momento su caída de ojos consigue emocionar, algo que se presume como necesario en una cinta que alardea de sufrimiento.
Además nos hayamos ante un guión plagado de frases de anuncio que resultan antinaturales y discursos lapidarios que no dejan en el espectador el efecto deseado.
Aranoa es la Coixet del extrarradio. Pedante por momentos pero de una manera más tosca, el director ahora decide que las putas no son princesas sino sirenas y yo le pregunto ¿por qué?
El artífice del cine social español nos acerca una historia carne de cualquier programa sensacionalista. Con tópicos a más no poder, Amador llega a nuestras pantallas con ánimo de concienciar al público de lo difícil que resulta para el inmigrante hacerse un hueco en nuestra sociedad.
El objetivo del cine social es constituir una crítica sin embargo el director de Los lunes al sol cumple la premisa muy por encima. Cuando el guión alcanza momentos excelentes, vease las sublimes conversaciones entre los personajes de Magaly Solier y Celso Bugallo, al cineasta se le antoja no llegar al debate e introducir elementos cómicos para sobrevivir al sopor que suponen los primeros planos de la actriz. Y es precisamente aquí donde la cinta se pierde en si misma. Aunque esté catalogada de drama, los momentos desternillantes se comen las lágrimas de Solier. La cinta se recordara por la fantástica Fanny de Castro cuyas escenas inundan la sala de carcajadas.
Con un ritmo exasperadamente lento, Amador resulta una experiencia difícil de digerir y no precisamente por su temática sino por su lenguaje cinematográfico. Los mencionados primeros planos no ayudan a una narración narcótica ni tampoco la interpretación de sus protagonistas. La actriz peruana no contribuye a que el viaje sea más llevadero. En ningún momento su caída de ojos consigue emocionar, algo que se presume como necesario en una cinta que alardea de sufrimiento.
Además nos hayamos ante un guión plagado de frases de anuncio que resultan antinaturales y discursos lapidarios que no dejan en el espectador el efecto deseado.
Aranoa es la Coixet del extrarradio. Pedante por momentos pero de una manera más tosca, el director ahora decide que las putas no son princesas sino sirenas y yo le pregunto ¿por qué?
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