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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de septiembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sentimientos encontrados con la nueva obra del genio alemán. La película parte de una buena idea pero la ejecución no acaba de convencer. Los primeros 45 minutos, que se supone que deben ser los más dramáticos y los más impactantes (donde ocurre el accidente), son tratados con la misma lentitud y frialdad que el resto del metraje. Esto puede llevar a la desesperación de alguno al ver que todo el rato es lo mismo, pues durante toda la película asistiremos al constante conflicto interior que tendrá el personaje de James Franco. Este sentimiento de culpabilidad le impide expresar sus sentimientos, no se puede sacar los fantasmas del pasado y eso le llevará a que su relación empeore y acabe naufragando. Aunque la experiencia vivida le sirve para triunfar como escritor, él no encuentra la felicidad por ningún lado.

El 3D le sirve para potenciar esta lucha interior, mostrándonos más de cerca los rostros del protagonista. Que haya sido un acierto o un error lo dejo para la opinión de cada uno.

Los personajes femeninos son los que no terminan de cuajar. El abandono que sufre Rachel McAdams no me termina de conmover y no sé muy bien cuál es el papel que representa Marie-Josée Croze. De Charlotte Gainsbourg me conmueve un poco su desgracia al principio pero el resto de sus escenas me dejan indiferente.

Aprovechando unas interpretaciones tan contenidas, Wenders plantea un desarrollo pausado, con imágenes bellas que se toman su tiempo y seguidas de elipsis que sirven para acortar los 12 años que dura la trama. Acompañado de una banda sonora del siempre genial Alexandre Desplat, la nueva película de Wim puede ser hipnótica o hacerte que caigas en la desesperación.

Yo veo destellos del que fue uno de los grandes, pero de manera intermitente.

https://cinedeautorblog.wordpress.com/
13 de octubre de 2015
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo Hou Hsiao-Hsien en Cannes que siempre quiso llevar al cine aquel género – el de las artes marciales – que le había acompañado desde que era un crío. Muchos pensaban que dejaría a un lado su estilo tan contemplativo para acercarse un poco más a la acción, y sobre todo, al dinamismo. Pero, en realidad, ha hecho todo lo contrario; se lo ha llevado a su terreno reinventando así este tipo de cine.

The assassin comienza poniéndonos en situación sobre el estado en la que se encuentra la dinastía Tang en la época donde se desarrolla la historia. El gobierno está en decadencia y muchas de las provincias se empiezan a preguntar seriamente sobre si deben ser leales al emperador. En este contexto, nos situamos en Weibo, donde su gobernador está en peligro, puesto que una asesina, su prima, tiene orden de asesinarle. Tras un breve texto en pantalla, la película comienza en blanco y negro, y con una relación de aspecto 4:3, para introducirnos a nuestra protagonista. Más tarde, la pantalla quedará invadida por unos colores, que junto con los paisajes, llegan a enamorar a cualquier persona interesada mínimamente en el arte pictórico.

La línea argumental de la película destaca por su simpleza. No va más allá de las pequeñas ideas expuestas al principio, pero paradójicamente supone un laberinto narrativo del que puede ser difícil salir para llegar a traducir completamente lo que vemos en pantalla. Y es que The assassin está codificada – es hermética -, y obliga al espectador a poner todos los sentido con el fin de adentrarse en ella. Su ritmo pausado, su carácter contemplativo y su escasez de diálogos ponen trabas a la hora de seguir la historia.

Pero Hou Hsiao-Hsienno no pretende que veas una historia llena de acción y de luchas de katanas con interminables coreografías espectaculares; de hecho todo esto ocurre de manera fugaz. Aparca a un lado la narrativa y se mete de lleno en la composición plástica de la imagen. Tanto la fotografía como los elementos materiales (decoración, vestuario, etc) son de una belleza sobrecogedora. El director estira los planos de manera para que todos podemos observarlos, incluso en la acción se olvida de meter un ritmo rápido y, en su lugar, apuesta por planos secuencias. Todo está milimétricamente ordenado ( por algo ha tardado siete años en realizarla). El significado mismo de la película se encuentra en el interior; va más allá de lo superficial. Se localiza en los sentimientos contenidos de la protagonista al debatirse sobre si asesinar a aquel con el que estuvo prometida o traicionar a aquellos que la criaron.

En ningún momento Hou Hsiao decide exponerte el significado directamente; al igual que la situación corroe internamente a la protagonista, que logra contenerse a la hora de expresar sus sentimientos, el director chino te sugiere metafóricamente las ideas pero siempre desde una perspectiva alejada. Es una pura experiencia sensorial; somos el fiel acompañante de la cámara que nos lleva a través de los vastos paisajes susurrándonos al oído todo el rato, a ritmo de tambores de guerra. Todo lo que vemos alrededor está lleno de violencia y de sangre, por eso nos apartan de ella; nos nos dejan acercarnos a los personajes para saber lo que piensan, lo que temen o lo que aman. Avanzamos despacio, con sigilo, siempre escondidos detrás de una cortina o de las paredes. Somos el fiel reflejo de Nie Yinniang, formamos parte del plano pero camuflados para no desviar la atención.

The assassin es una película inabarcable en un solo visionado. Hay que dejarse hipnotizar por las imágenes, aun con riesgo de perderse, porque tal vez así uno llegue a entender todos los elementos propuestos sobre el papel. Habrá quien la considere vacua mientras que otros la considerarán una obra de arte; pero en donde no hay ninguna duda es en que no deja indiferente a nadie.

https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/13/the-assassin-nie-yin-niang/
17 de enero de 2016
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La II Guerra Mundial ha sido tratada infinidad de veces desde miles puntos de vista y situaciones, hasta el punto de parecer que ya no se podía sacar un producto que rezumara frescura y sin tener la sensación de algo ya visto. La complejidad del conflicto permitió que salieran multitud de películas contando una parte de él o un suceso en un momento determinado. Y casi todas eran contadas a través de los ejércitos o de los peces gordos que movían los hilos. Pero pocos han sido los que se han atrevido a plasmar de manera ficcionada el horror que se vivía en los campos de concentración. Es indudable que hay que nombrar a Steven Spielberg y a La lista de Schindler como trabajo más destacado de los que se han hecho. Esa faraónica obra emocionó a todos por igual ante la maravillosa historia de Oskar Schindler y los judíos que intentó salvar. Del mismo modo tenemos La vida es bella, de Roberto Benigni, y en clave de comedia. Te reías y te estremecías con la divertida y cruel vida que tuvo que vivir Guido y su hijo. Nunca una comedia había hecho llorar a tanta gente. Ambas películas encontraban en el sentimentalismo su forma de ser, buscando la emoción de los espectadores en primer lugar y las lágrimas como punto fulminante. Pero, como dijo Géza Röhrig ( Saúl) en una reciente entrevista, “son obras muy sentimentales, quieren que llores al verla, y nosotros queríamos evitar eso porque pensamos que llorar te hace sentir mejor falsamente“. Lo que buscó esta pareja de húngaros era una película que se te quedara en la retina después del visionado y a partir de un enfoque realista y honesto.

El hijo de Saúl no es una película cualquiera sobre la II Guerra Mundial. Ni siquiera es una película que trate el holocausto tomando como modelo los trabajos antes mencionados. Porque resulta difícil pensar en una película que reduzca al minimalismo la historia de los prisioneros judíos hasta el punto de contarla a través exclusivamente del protagonista. Sin ninguna influencia del exterior ni secundarios que logren tener cierta importancia en la trama. László Nemes consigue hacer funcionar tal proeza gracias a la compleja labor que se labró detrás de las cámaras. Usando un formato clasicista (4:3), pega la cámara sobre los hombros de Saúl para convertir la pantalla en sus ojos. Una visión en primera persona sin ser técnicamente primera persona, pero que resulta igual o más eficaz. Junto a ello, despoja al film prácticamente de la profundidad de campo, dejando los fondos borrosos y sin apenas visibilidad. Solo las caras de las personas serán las que podamos ver de una forma clara. Con el fin de terminar de sumergirnos en este drama infernal, la importancia del fuera de campo será crucial, pues los horrores que pasan alrededor, no seremos capaces de verlos en su totalidad. Gritos, charlas y susurros, conformarán la banda sonora que haya en todo momento en los escenarios visitados. Y es que El hijo de Saúl parece un videojuego ambientado en un mundo abierto, donde el personaje principal se mueve sin apenas cortes entre las diferentes salas ocupadas por individuos que están realizando una tarea y que le dan información necesaria para avanzar en el momento que se acerca a ellos para hablarles. Y cuando se dispone a ir hacia otro objetivo, aparecerá un nuevo problema que le prohibirá de conseguir la recompensa. El realismo desprendido por la película queda establecido completamente con el uso de amplios planos secuencias a lo largo de la película para que no haya ningún corte artificial.

László Nemes esquiva todo tipo de sentimentalismo barato, ya que su objetivo es contar lo que realmente pasó a través de una perspectiva dura y seca. Le importa más que te pares a reflexionar sobre ella a que te pongas a llorar, pues es así como se consigue concienciar; mostrándote la realidad de una forma cruda y sin artificios. El fondo de la cuestión ya ha sido tratado mil veces, pero no la manera de tratarla. Pegar la cámara a su espalda – junto con el formato 4:3, la pantalla, casi en su totalidad, queda ocupada por el cuerpo de Saúl- nos obliga a seguirle; a tener la sensación de que no es buena idea estar en los lugares por los que pasamos; a sentir miedo cuando te aproximas a un nazi; a tener pánico cuando damos un paso en falso que nos condene a poner fin a nuestra existencia. Nunca antes habían permitido a los espectadores estar dentro de una cámara de gas, en una fila de la muerte, entre cadáveres o con una pistola apuntándote a escasos centímetros. Y junto a ello, gritos que no sabes de donde vienen o personas siendo ejecutadas pero que no alcanzamos a apreciarlas al encontrarse al final del plano y, por ello, borrosas. No hay libertad; no hay vida allá a lo lejos, solo destrucción y eso no es lo que uno quiere ver. Ni el 3D te da tal bofetada de realismo.

- Sigue en spoilers sin spoilers -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esa falta de nitidez nos lleva a pensar en la ambigüedad de la que hace gala la película. Saúl cree que el cuerpo que recoge es su hijo, pero eso nunca se confirma. Puede ser o puede no ser. Nemes viene a hablarnos del grado de locura al que llegan los prisioneros causándoles imaginaciones y falsas esperanzas. Y es el propio niño el que le da cierta humanidad. Que forme parte del Sonderkommando nos permite observar cómo ha perdido toda condición de ser humano al mentir a su propia gente para que se metan dentro de la cámara de gas. Un hombre insensibilizado y convertido en una máquina tenebrosa. Es el propio niño el que le da fuerzas para seguir luchando por algo; y esto es el entierro digno que se merece su hijo y que debe oficializar un rabino. No importa si con ello perjudica a sus propios compañeros que están planeando una sublevación. Es consciente que morirá tarde o temprano, así que realiza lo que él cree que es lo más adecuado. Nemes se atreve a meter una visión casi religiosa para decir que la salvación de alma es posible en un mundo cruel e inhumano. Sorprende que sea una película dura y no agradable de ver a pesar de que lo que ocurre dentro de pantalla es insignificante en comparación con lo que ocurre fuera. Spielberg nos mostró a cientos de judíos metidos en una sala donde no sabían si iban a morir o a ducharse. Esa secuencia era tenebrosa durante unos segundos. En El hijo de Saúl, nos basta con escuchar los golpes y los gritos de ellos, mientras observamos la cara de Saúl, para sentir lo mismo. La imaginación nuestra es mucho más potente, y más siniestra, a la hora de hacernos la idea de lo que está ocurriendo ahí dentro.

Resulta admirable que semejante trabajo haya sido rodado por dos novatos. Géza Röhrig nunca había sido actor y consigue una de las actuaciones más creíbles de la temporada. Qué pena que sea húngaro y no americano para que fuera nominado a los premios. László Nemes ha sido ayudante de Bela Tarr, director icónico en su país, y eso le ha permitido enriquecerse, audiovisualmente hablando, y poder realizar así una labor de dirección tan madura que no parece hecha por alguien sin experiencia al mando. El hijo de Saúl nos hace recordar a la maravillosa (y cruel) Elephant, de Gus Van Sant. En ella, se contaba la matanza del instituto Columbine a través de varios personajes, de los cuales no se despegaba la cámara. Algunos dijeron que era un documental de pasillos, al ver simplemente la vida diaria de los alumnos de un colegio. Pero en realidad, el objetivo era el mismo que la película que tratamos ahora: Un viaje a través del infierno. La historia es lo secundario, lo que importa es apreciar lo que se siente estar ahí dentro y ver que no hay escapatoria.

El hijo de Saúl es una de las mejores películas que se han realizado en los últimos años. Una auténtica obra maestra del ya género de la II Guerra Mundial. Y ello contando solo con un millón de dólares de presupuesto. Un hito que no tardará en alzarse con el Oscar a mejor película de habla no inglesa en apenas un mes; aunque allí también deberá enfrentarse ante una de las otras joyas descubiertas recientemente: Mustang.

http://www.cineautorweb.com/2016/01/17/el-hijo-de-saul/
24 de diciembre de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema de los casos de corrupción en el cuerpo de policías es algo que se ha contando multitud de veces y en diversas épocas. Así, sin irnos muy lejos, podemos ver cómo este año han estrenado Black Mass, protagonizada por Jhonny Depp y donde se mostraba al mafioso que tuvo en jaque a una ciudad por la permisividad de la policía en los años 70. Echando la vista atrás, y por citar algunas, podríamos recordar que Antoine Fuqua trajo Training Day con un sensacional Denzel Washington, cuyos métodos para desmantelar a los traficantes pasa lo estrictamente legal al quedarse con parte del pastel. El rey de las tramas mafiosas, Martin Scorsese, también llevó al cine la historia de un corrupto en Infiltrados, con Matt Damon a la cabeza. Gerard Johnson sabe muy bien que tiene las de perder si simplemente se esfuerza en crear una historia diferente, partiendo de una base saturada; por lo que su mayor esfuerzo no viene de estructurar una idea compleja, sino establecer un estilo moderno y cargante que hace que nos venga a la mente a Nicolas Winding Refn.

Hiena comienza fuerte y en los primeros minutos ya nos muestra a Michael y a su cuadrilla entrando en una discoteca mientras reparten palos a diestro y siniestro a todos los que están ahí, a son de una música misteriosa y que, junto a la fotografía y a la coreografía de la secuencia, parece que estamos ante una versión policial de la Naranja mecánica, de Stanley Kubrick. La trama es tan sencilla como trillada; Logan y sus compañeros pertenecen a la unidad de antivicio y se dedican sacar tajada de cada una de las operaciones. Lo que consiguen lo invierten en nuevas operaciones o se lo quedan ellos para su propio disfrute. El tinglado está formado perfectamente y parece que nadie sospecha. El problema viene cuando asesinan a un contacto de Logan que tenía que mover la droga entre Londres y Turquía. ¿Quién le ha asesinado y qué efectos podría repercutir en él? Todo se desmorona aun más cuando entra en escena un policía británico (Stephen Graham) destinado en Bruselas y que se encargará de la operación de acabar con unos albanos tras la inutilidad de Michael por resolver el caso. Estos dos personajes ya tenían cuentas pendientes y se va a ir agravando en función de las complicaciones que les esperan.

Gerard Johnson propone una atmósfera turbia, oscura y que visualmente representa el mundo subterráneo de las drogas. El protagonista vive cada día un descenso a los infiernos donde las leyes las establecen los más fuertes y del que no puede escapar una vez dentro. La carga de conciencia al que uno es sometido no es apto para todo tipo de personas, y solo será el más ingenioso y el que tenga a sangre mas fría el que salga con la victoria. Y este es Michael Logan, un tío tan inestable como duro. Es consciente de lo que hace y sabe que no es lo correcto, pero también se da cuenta de que es la única forma de poder acercarse a su presa. Exitoso en trabajo, no lo es así en su vida privada, que cuenta con más altibajos que estabilidad. La llegada de unos albaneses, que aspiran a controlar el negocio en todo Londres, meterán a Logan en un triángulo de corrupción y amoroso. Mientras se las apaña para salir airoso de la delicada situación en la que se ve envuelto, hará todo lo posible para ayudar a una joven inmigrante que tenían los albaneses secuestrada. Una dosis de humanismo recorrerá su cuerpo para hacerle entender cuál es el límite en el que un hombre debería moverse. Todo lo contrario a sus compañeros, tan salidos como inconscientes. Entre juergas y violencia radica su existencia.

Hiena es una película cuya fuerza principal radica en lo visual. Refn, director de culto, marcó una tendencia a seguir por parte de los que quieren hacer algo rompedor. Como en Solo dios perdona, Gerard Johnson envuelve una trama aparentemente simple en un espectáculo de luces (de neón) y sombras. Una atmósfera que se va cargando debido, en parte, a que casi todas las secuencias transcurren de noche y entre cuatro paredes a la vez que la incomodidad y la asfixia va a aumentando entre los espectadores y el propio protagonista. La violencia, presente en muchas partes del film sin cortarse en mostrar lo más desagradable, es una de las características de este estilo y que le dan cierto atractivo a la hora de ponernos a ver algo tan trillado. Lamentablemente, y como viene siendo habitual, a nivel narrativo no llega a la altura de los grandes trabajos de este género, y al final nos queda una historia alargada sin necesidad y con tantas vueltas de tuercas que uno se llega a hacer un lío a pesar de la simpleza. Los personajes femeninos – la supuesta novia del protagonista y la inmigrante- son los más perjudicados y quedan relegados a un segundo plano. Esto no es solo culpa de la escasa construcción de los caracteres, también viene de las varias líneas argumentales que se van abriendo y que quedan sin desarrollarse completamente. Y podemos observarlo en cómo termina la película; es decir, abierto a la interpretación de cada uno y del que se puede llegar a sospechar de que en realidad es así porque el director no fue capaz de resolver aquello que él mismo complicó. Gerard va de un lado a otro y parece que por momentos se olvida de otras subtramas igual de importantes.

Pero hay que alabar el atrevimiento de querer darle una identidad propia a la película, teniendo en cuenta que es una obra de bajo presupuesto. Peter Ferdinando está espectacular, y te llegas a creer completamente su actuación. Al igual que la corta aparición de Stephen Graham, que, si bien se podría haber tenido un papel mucho más determinante, cumple con creces. Hiena no es buena ni es mala, pero supone un ejercicio más que entretenido para los que busquen algo diferente a una película convencional.

http://www.cineautorweb.com/2015/12/21/hyena/
8 de enero de 2016 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre hay expectación cada vez que David O. Russell estrena una película. Desde que triunfara con The fighter, ha visto cómo su caché ha aumentado considerablemente hasta el punto de ser considerado como uno de los grandes de la actualidad. Es por ello que cuenta ahora mismo con cuatro películas (si no contamos la fallida Accidental love) en tan solo 5 años. Y, además, sus últimos tres trabajos ostentan ni más ni menos que 25 nominaciones a los Oscars. Lamentablemente, de ellos solo ha conseguido tres ( todos a mejor actor/actriz). También tres veces son las nominaciones seguidas que ha tenido a mejor director. Con Joy puede hacer que sean cuatro, aunque este año lo tiene más difícil; pero si algo caracteriza al neoyorquino es que siempre está ahí. Continuando con sus actores fetiche (el trío Lawrence – Cooper – De Niro), que tantas alegrías le ha dado, vuelve a un proyecto a priori más sencillo, al estilo de El lado buenos de las cosas, pero ambientado en los años 90.

La película comienza con una secuencia en blanco y negro de una telenovela, donde un hombre se impone a dos mujeres. Sin duda, es una pista por donde irán los tiros. Joy Mangano es cabeza de familia, trabajadora y madre soltera. Además, debe lidiar con los problemas que tiene dentro de casa. Una madre que nunca sale de su cama y se pasa el día viendo culebrones, una hija pequeña, un exmarido latino que, tras un intento de triunfar en la música, se ha quedado a vivir en el sótano y un padre obsesionado con encontrar otra vez el amor de su vida. Un día, la suerte de Joy cambia cuando en una boda se hace daño fregando los restos de una copa. En ese instante es cuando piensa en crear la “miracle mop”, una especie de fregona novedosa que revolucionará el mercado de productos del hogar. Claro está que para ello necesita salir en un canal de televisión. Y aquí es donde aparece la figura de Neil Walker ( Bradley Cooper), el hombre que le permitirá aparecer delante de las cámaras para que anuncie su invento. Problemas con los materiales, con la financiación o con las patentes serán los quebraderos de esta joven que no le impedirán recorrerse medio país para aprovechar una oportunidad que tiempo atrás había tirado por la borda por cuidar de su familia.

David O. Russell parece haber aprendido un esquema que no para de repetir una y otra vez. Debe ser que para él la familia es lo más importante puesto que en sus últimos trabajos la fuente de los problemas surgían de ella. Ya en The fighter retrató un núcleo familiar difícil desde la óptica del drama social. Incluso en La gran estafa americana podemos observar un tipo de familia artificial que trabaja para triunfar en su querida patria. Joy se aproxima mucho más a ese modelo que ya hizo en El lado buenos de las cosas. Robert De Niro repite el mismo papel de padre obsesionado por diversos motivos. En aquel trabajo que le valió su última nominación a los Oscars, su rompecabezas era una apuesta que había hecho con un seguidor de los Giants. Esta vez se pone más sentimental y se obsesiona con encontrar el amor. Bradley Cooper y Jennifer Lawrence se cambian el papel de hijo que quiere dar un vuelco a su vida para que tenga sentido. Uno lo encontró en el baile y la otra en la teletienda.

A nivel actoral Russell no se arriesga, pero donde sí lo hace es en los géneros. Joy puede ser su comedia menos cómica. Y es que aunque el humor, sencillo y sutil, esté presente en toda la obra, sobre todo cuando la acción transcurre dentro de la casa haciendo que sea una especie de Screwball Comedy – o culebrón de telenovela-, el drama es lo que más destaca, dejando un trabajo un tanto serio. Ahí queda la secuencia donde Joy dispara con una escopeta. Lo que empieza con música marchosa, termina con un primer plano de su cara respirando y con amagos de llorar. El problema que tiene Joy es que pretende en parte ser un biopic real pero utilizando elementos ficticios y un tanto artificiales. Para embellecer el relato, la voz en off de la abuela será la encargada de ir contando la historia como si de un cuento se tratara, a la vez que nos muestran flashbacks de la infancia de nuestra protagonista resaltando sus amistades e inquietudes que le llevaron a querer inventar cosas o su primera cita con su futuro marido. Incluso podríamos decir que es el David más experimental, pues contiene partes totalmente oníricas al más puro estilo de Lynch, como las ya comentadas escenas televisivas o el sueño donde podemos ver a la Joy pequeña hablando a la Joy grande mientras un zoom nos va acercando a ella al ritmo de una banda sonora que pasa de ser celestial a tenebrosa. Esta mezcla de situaciones, deja al desarrollo de la historia como algo simple, a pesar que en la teoría Joy tiene más de un problema serio. Solo al final parece que la película hace un amago de coger aquella epicidad que es la que le tendría que haber caracterizado.

- Sigue en spoiler sin spoilers -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Más que de problemas familiares, la película trata sobre un homenaje a todas aquellas mujeres que triunfaron ante las adversidades. Ya lo pone David al principio del film: “Inspiradas en hechos reales de audaces mujeres“. Y por si no queda claro, se molesta en insertar fragmentos de telenovelas en las que la figura del hombre se antepone a la de la mujer. Y es por ello, y a diferencias de sus anteriores películas, Joy se centra exclusivamente en su protagonista, una heroína que lucha por encontrar su sitio en el mundo, dejando de lado a los secundarios que habían tenido hasta ahora mucho mayor protagonismo. Jennifer Lawrence, a opinión del que escribe, realiza un papel mucho más completo que los que hemos visto. Lamentablemente ni la historia ni el resto del reparto le acompaña, así que caerá en el olvido está actuación tan madura y seria. Bradley Cooper no consigue tener los minutos necesarios que requiere su personaje, de capital importancia para el devenir de Joy. Lo mismo le pasa a Isabella Rossellini, también crucial, con el plus de que su breve papel es mucho más caricaturesco y que no llega a encajar del todo. Y esto último es lo que pasa en cierta medida en los otros personajes como puede ser la madre, donde su aportación al film parece ser la de dar cierta comicidad al asunto.

Joy se podría resumir como Jennifer Lawrence, pues es ella la que sostiene la película. Tal vez David O. Russell debía haber planteado la historia desde una óptica más cercana a The fighter, ya que le habría otorgado mucha más verosimilitud y sentimentalismo al ser una trama que cuenta la vida de una joven que quiere triunfar y sacar adelante a su familia. Como producto final es entretenido y, sobre todo, mucho menos cargante que sus anteriores films, lo cual se agradece, pero que te deja una espina clavada sobre cómo podría haber sido si se hubiera enfocado desde otra perspectiva.

http://www.cineautorweb.com/2016/01/08/joy/
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