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6,7
45.171
8
26 de febrero de 2008
26 de febrero de 2008
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es estimulante comprobar cómo, aunque la industria se empeñe en lo contrario, a veces llegan cintas que nos dan la razón a los que seguimos creyendo en el cine.
La película de Payne es toda una demostración de buen hacer y de que las historias más sencillas son las que de verdad nos enganchan a la butaca, quizás por cercanas y creíbles. ¿Quién no se ha sentido alguna vez como una huella dactilar en el cristal de un rascacielos? ¿Quién no ha estado a punto de arrojar la toalla y arrinconar todos sus sueños? ¿Quién no ha dudado aunque sea una décima de segundo antes de tomar una decisión tan importante como la de contraer matrimonio?
En esta ocasión, se utiliza el mundo del vino como una metáfora sobre la vida misma: la abundancia de vinos mediocres entre solo unos cuantos brillantes; el desarrollo a lo largo de la vida de un vino hasta llegar a su momento álgido, instante justo para ser bebido; el modo en el que pasado ese momento la inercia se invierte y la vida del vino se va deteriorando… apliquen todo eso a sus vidas y díganme si no existe paralelismo.
Entre Copas es por tanto, y siguiendo con las metáforas, un grandísimo vino. Igual como un buen caldo tiene que tener el cuerpo justo que lo dote de personalidad pero no demasiado rotundo para que no nos abrume… la película te provoca una sonrisa, pero nunca una carcajada. Y en otras ocasiones, no te hace llorar pero te provoca un pinzamiento en el estómago lo suficientemente grande para irte a la cama pensando en qué ha sido de tu vida y tus proyectos.
Un vino redondo en definitiva, servido por Paul Giamatti, un sumiller en absoluto estado de gracia.
La película de Payne es toda una demostración de buen hacer y de que las historias más sencillas son las que de verdad nos enganchan a la butaca, quizás por cercanas y creíbles. ¿Quién no se ha sentido alguna vez como una huella dactilar en el cristal de un rascacielos? ¿Quién no ha estado a punto de arrojar la toalla y arrinconar todos sus sueños? ¿Quién no ha dudado aunque sea una décima de segundo antes de tomar una decisión tan importante como la de contraer matrimonio?
En esta ocasión, se utiliza el mundo del vino como una metáfora sobre la vida misma: la abundancia de vinos mediocres entre solo unos cuantos brillantes; el desarrollo a lo largo de la vida de un vino hasta llegar a su momento álgido, instante justo para ser bebido; el modo en el que pasado ese momento la inercia se invierte y la vida del vino se va deteriorando… apliquen todo eso a sus vidas y díganme si no existe paralelismo.
Entre Copas es por tanto, y siguiendo con las metáforas, un grandísimo vino. Igual como un buen caldo tiene que tener el cuerpo justo que lo dote de personalidad pero no demasiado rotundo para que no nos abrume… la película te provoca una sonrisa, pero nunca una carcajada. Y en otras ocasiones, no te hace llorar pero te provoca un pinzamiento en el estómago lo suficientemente grande para irte a la cama pensando en qué ha sido de tu vida y tus proyectos.
Un vino redondo en definitiva, servido por Paul Giamatti, un sumiller en absoluto estado de gracia.
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