Estupenda película. Galardonada con un oscar a la mejor película extranjera (feb-2010) con todo merecimiento.

La historia que nos narra es apasionante y además bastante original, porque pocas veces los protagonistas y héroes de un filme han sido unos funcionarios de un juzgado. En ellos se centra el argumento, en sus deseos de justicia por encima de la "injusta Justicia" o poder oficial burocrático; en su investigación más allá de sus obligaciones y sueldos por hacer luz en un asunto que el papeleo, la corrupción y la falta de sensibilidad típica de la justicia "desalmada", pasan por alto o dan el carpetazo.

Muy aconsejable, porque se trata de una película que no defrauda al espectador.

No es una películón, pero tiene su interés. Para mí, es mucho mejor que "Camino a la libertad" de Peter Weir, producida también en USA, en el mismo año de 2010, que trata también de un largo viaje a pie pero que está hecha con un mayor presupuesto, recursos y resulta ser muchísimo más pesada y desangelada.

Quienes guten de las interpretaciones de actor Martin Sheen, cuyo padre (Francisco Estévez) era gallego y a quién está dedicado este filme, gustarán también de esta cinta, porque Martín Sheen siempre ha hecho películas muy interesantes y extraordinarias. La dirección de su hijo Emilio Estévez, es notable, el itinerario del argumento también es bueno. Quizás, sí se le puede tachar de tostón en algunos momentos del camino, pero por lo general es una historia cargada de nobles sentimientos que le hacen a uno reflexionar sobre su propio camino existencial. Y todo ello aderezado con preciosas panorámicas a lo largo de ese trayecto que va desde el Sur de Francia hasta el Noroeste de España.

La vida es un viaje, con subidas y bajadas, con días de oscuridad y gran luminocidad, con amigos y enemigos, con dichas y desdichas, un viaje que parte de lo desconocido y va hacia lo desconocido, con la esperanza de que ocurra, de hallar, algún milagro fundamental o todavía más: salvación.

Un tipo inglés, cazador en Alemania, que tiene en el punto de mira de su escopeta a Hitler y tontea con la posibilidad de matarlo. De entrada es una propuesta llena de potencial. Sin embargo, poco a poco, la película en blanco y negro, se resbala hacia la mediocridad y encima tiene un final que es casi de teatro de barrio.

Es de estas películas que llegan a nuestros oídos gracias a que unos determinados críticos famosos, vete tú a saber por qué razón o por qué intereses creados, la lanzan a los cuatro vientos como si fuese el último gran invento maravilla, y luego los crítiquillos mediocres se dedican a propagar la misma propaganda.

Sinceramente, "Chungking Express" me ha parecido una película del montón, como las muchas que del montón se hacen cada año en España, sin verdadero "fu" y carente de "fa".

Dos narraciones simplonas sobre dos policías jóvenes, desorientados, que hablan con los objetos inanimados como si fueran seres con alma y que alojan en sus casas a mujeres de revistas de moda, con cuerpos esculturales, que están clamando "¡méteme mano!" además de quedarse dormidas. Pero ellos, nada, tan comedidos y flojos que no se comen una rosca.

Película de poco valor cinematográfico. Como dice Elie Wiesel en "Todos los torrentes van a la mar" (Anaya & Muchnik. Madrid 1996, 400): «Si en toda mi vida he aprendido algo es a desconfiar del confort intelectual.»

Cachondísima. Película a momentos mala de penar y en otros extraodinariamente lúcida, filosófica y genial; con un ritmo tranquilo de paseante que va por el mundo echando unas horas como obrero de la construcción, peleando con un amigo en combate de lucha libre, mirando con gafas negras lo jodidamente corrompido que está este mundo e incluso tirando a matar sobre feos invasores que andan entre nosotros comiéndonos el coco.

O sea una película para verla en equipo de amigos con ánimos de pasarlo bien y acabar ejercitando a base de risas y más risas hasta las coyunturas más inflexibles del cuerpo.

¿Pasa algo, nena?