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6
23 de enero de 2018
23 de enero de 2018
60 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El hombre que tiene hijos, le da rehenes a la fortuna” John Paul Getty Sr. Cabe empezar con esta cita, pues la encuentro clave para esta película. Dicho esto, parece mentira que el mismo Ridley Scott de ‘Alien: Covenant’ pueda entregarnos un entretenimiento efectivo y bien rodado como ‘Todo el dinero del mundo’ sin despeinarse ni perder demasiado tiempo. Nos hallamos ante una película de actores y diálogos que nos mantiene expectantes de principio a fin. Como las de antes. Son casi dos horas y cuarto de proyección que se pasan rápidas.
Si bien la película en sí es interesante y de sobras, lo que pasó tras las cámaras es aún mejor. Tras la caída en desgracia de Kevin Spacey, Scott rehizo las escenas de Spacey con Christopher Plummer en sólo semana y media/dos semanas. Esto implicó volver a llamar a Michelle Williams y a Mark Wahlberg al set (una pena que el cambio de peinado de este último sea sensiblemente molesto al ojo del espectador, delatando esos cambios) y rehacer varias escenas (muy importantes) de la película. Esto a casi nadie le hubiese salido bien. Pues mira por donde, esas escenas son oro puro de interpretación y tensión narrativa (y no por haber sido grabadas deprisa y corriendo, sino por el temple de los actores y por lo bien que transmiten gracias a su calmada profesionalidad).
La película alterna flashbacks explicativos en su primera media hora, antes de dar paso al desarrollo de la trama de forma lineal en lo que queda de metraje. Asistimos a un desfile de codicia y arrogancia por parte de Getty desde el primer minuto -alguien que se niega a pagar el rescate de su nieto, pero al que vemos gastarse millones en cuadros y edificaciones, al tiempo que regatea valores de compra-. Bien podría ser un Jordan Belfort de tercera edad sin aparentes vicios sexuales pero sintiendo puro amor por la codicia desmesurada. Dinero, dinero y dinero. Más, más y más. Plummer consigue alternar un cariño paternal cuando sonríe a su familia con una escalofriante dureza al segundo siguiente alegando que pese a toda su fortuna se siente vulnerable. Él es la película, y para desgracia para nosotros no sale todo lo que quisiéramos. Pero Williams y Wahlberg no se quedan atrás. Prácticamente Williams es la protagonista de la cinta en muchos momentos y son los principales hombros que la sostienen.
Sobre todo tras ver la interpretación de Williams conociendo la miseria que la pagaron por cada día de grabación en comparación con Wahlberg (datos públicos en la prensa, pueden comprobarse) sentí verdadera impotencia por la injusta codicia en Hollywood. Muy en el tono de la película. Muy a lo Getty. Por cómo los que más tienen pagan a quienes quieren ellos para sacar el beneficio que más les guste, salvando todo lo que puedan o estafando incluso con tal no gastar un céntimo más aún en aquellas cosas -o personas- que sí valen todo el dinero del mundo. Realidad y ficción parecen darse la mano cada vez más fuerte en nuestros días. Y eso da miedo. Me lo da a mí. Por lo demás, desconozco si éste será un futuro clásico en la decadente filmografía del director, pero sí es lo que ‘Covenant’ se negó a darnos: un buen y coherente entretenimiento con verdadero pulso.
Si bien la película en sí es interesante y de sobras, lo que pasó tras las cámaras es aún mejor. Tras la caída en desgracia de Kevin Spacey, Scott rehizo las escenas de Spacey con Christopher Plummer en sólo semana y media/dos semanas. Esto implicó volver a llamar a Michelle Williams y a Mark Wahlberg al set (una pena que el cambio de peinado de este último sea sensiblemente molesto al ojo del espectador, delatando esos cambios) y rehacer varias escenas (muy importantes) de la película. Esto a casi nadie le hubiese salido bien. Pues mira por donde, esas escenas son oro puro de interpretación y tensión narrativa (y no por haber sido grabadas deprisa y corriendo, sino por el temple de los actores y por lo bien que transmiten gracias a su calmada profesionalidad).
La película alterna flashbacks explicativos en su primera media hora, antes de dar paso al desarrollo de la trama de forma lineal en lo que queda de metraje. Asistimos a un desfile de codicia y arrogancia por parte de Getty desde el primer minuto -alguien que se niega a pagar el rescate de su nieto, pero al que vemos gastarse millones en cuadros y edificaciones, al tiempo que regatea valores de compra-. Bien podría ser un Jordan Belfort de tercera edad sin aparentes vicios sexuales pero sintiendo puro amor por la codicia desmesurada. Dinero, dinero y dinero. Más, más y más. Plummer consigue alternar un cariño paternal cuando sonríe a su familia con una escalofriante dureza al segundo siguiente alegando que pese a toda su fortuna se siente vulnerable. Él es la película, y para desgracia para nosotros no sale todo lo que quisiéramos. Pero Williams y Wahlberg no se quedan atrás. Prácticamente Williams es la protagonista de la cinta en muchos momentos y son los principales hombros que la sostienen.
Sobre todo tras ver la interpretación de Williams conociendo la miseria que la pagaron por cada día de grabación en comparación con Wahlberg (datos públicos en la prensa, pueden comprobarse) sentí verdadera impotencia por la injusta codicia en Hollywood. Muy en el tono de la película. Muy a lo Getty. Por cómo los que más tienen pagan a quienes quieren ellos para sacar el beneficio que más les guste, salvando todo lo que puedan o estafando incluso con tal no gastar un céntimo más aún en aquellas cosas -o personas- que sí valen todo el dinero del mundo. Realidad y ficción parecen darse la mano cada vez más fuerte en nuestros días. Y eso da miedo. Me lo da a mí. Por lo demás, desconozco si éste será un futuro clásico en la decadente filmografía del director, pero sí es lo que ‘Covenant’ se negó a darnos: un buen y coherente entretenimiento con verdadero pulso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Atención a la escena del corte de oreja. Será difícil no apartar los ojos de la pantalla. Sólo Scott podía hacerlo así.

5,8
9.804
3
18 de agosto de 2017
18 de agosto de 2017
57 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me quepa ninguna duda de la gran dirección a cargo de Sofia Coppola. De lo que sí me quepan dudas es de por qué no reestrenaron la original (e injustamente poco reconocida) "El seductor" en lugar de hacer un nueva versión frígida y políticamente correcta -demasiado políticamente correcta, en mi opinión-.
Strike 1: Colin Farrell contra Clint Eastwood. A pesar de que Farrell tiene cierto carisma, donde haya un Eastwood cínico y oscuro que se quite lo que venga. Así mismo, ¿recuerdan el personaje inquietante de Geraldine Page, capaz de plantarle cara? Aquí tenemos a una Nicole Kidman tan impedida en sus acciones y motivaciones como su inexpresivo botox. Kirsten Dunst es aceptable, pero no alcanza tampoco los niveles de implicación emocional de Elizabeth Hartman.
Strike 2: La forma de contar la historia en la versión de 1971, sin ser una pura gozada para mí, funcionaba a la perfección. Cómo mezclaba flashbacks que destapaban intenciones y explicaban personalidades, un ritmo lento pero agudo para desarrollar el juego de seducciones y dimes y diretes hasta un clímax sensacional... Aquí todo ha sido planteado como una obra de teatro a lo Fences. Pero ni funciona como la mencionada, ni beneficia para nada a la historia. Todo se muestra frío, sin una mínima profundidad, despojada de la juguetona perversión que levantaba el relato. Sin la pasión, ni el erotismo, ni el morboso canto a lo prohibido de la original. Ni siquiera la última escena, una de las cosas más memorables de la trama, tiene suspense alguno.
Strike 3: El tempo acelerado, pese a la pesadez de contarlo, limita el desarrollo de la historia mucho. Da la impresión que necesita más minutos en su segunda mitad. Desconozco si el guión fue concebido así o se recortaron escenas en la sala de montaje. De cualquiera de los dos casos, termina por hundir aún más esta nueva versión -¿Cómo voy a preocuparme por unos personajes de personalidades y acciones unidimensionales hasta decir basta?-.
Quien nos seduce de verdad es una imponente Elle Fanning, una historia que -aún cercenada de los aspectos que la hicieron interesante de verdad- se nota que no es mala para nada y la mencionada dirección de Coppola. Esos tres puntos a favor son los únicos que esta película tiene para mí. Una verdadera pena, con todo el potencial que había aquí reunido.
Strike 1: Colin Farrell contra Clint Eastwood. A pesar de que Farrell tiene cierto carisma, donde haya un Eastwood cínico y oscuro que se quite lo que venga. Así mismo, ¿recuerdan el personaje inquietante de Geraldine Page, capaz de plantarle cara? Aquí tenemos a una Nicole Kidman tan impedida en sus acciones y motivaciones como su inexpresivo botox. Kirsten Dunst es aceptable, pero no alcanza tampoco los niveles de implicación emocional de Elizabeth Hartman.
Strike 2: La forma de contar la historia en la versión de 1971, sin ser una pura gozada para mí, funcionaba a la perfección. Cómo mezclaba flashbacks que destapaban intenciones y explicaban personalidades, un ritmo lento pero agudo para desarrollar el juego de seducciones y dimes y diretes hasta un clímax sensacional... Aquí todo ha sido planteado como una obra de teatro a lo Fences. Pero ni funciona como la mencionada, ni beneficia para nada a la historia. Todo se muestra frío, sin una mínima profundidad, despojada de la juguetona perversión que levantaba el relato. Sin la pasión, ni el erotismo, ni el morboso canto a lo prohibido de la original. Ni siquiera la última escena, una de las cosas más memorables de la trama, tiene suspense alguno.
Strike 3: El tempo acelerado, pese a la pesadez de contarlo, limita el desarrollo de la historia mucho. Da la impresión que necesita más minutos en su segunda mitad. Desconozco si el guión fue concebido así o se recortaron escenas en la sala de montaje. De cualquiera de los dos casos, termina por hundir aún más esta nueva versión -¿Cómo voy a preocuparme por unos personajes de personalidades y acciones unidimensionales hasta decir basta?-.
Quien nos seduce de verdad es una imponente Elle Fanning, una historia que -aún cercenada de los aspectos que la hicieron interesante de verdad- se nota que no es mala para nada y la mencionada dirección de Coppola. Esos tres puntos a favor son los únicos que esta película tiene para mí. Una verdadera pena, con todo el potencial que había aquí reunido.

5,6
11.930
8
2 de octubre de 2017
2 de octubre de 2017
70 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Combinando retales de Cujo y Eclipse total (Dolores Clairbone) -puede que hasta de Cadena Perpetua (o La redención de Shawshank) con la idea de juguetear con los flashbacks y flashforwards así como en el lado de sobrevivir y penetrar en la psique de los personajes-, El juego de Gerald es la mejor adaptación de Stephen King en términos de pura tensión humana desde los tiempos de Misery.
No es sólo la estupenda tensión (y una imaginería de puro terror que puede inducir a pesadillas fácilmente), ni tampoco unas interpretaciones magistrales de Carla Gugino y Bruce Greenwood. Ni siquiera una premisa llena de suspense, con perro hambriento incluido y puntuales jirones de gore. Son los momentos -por suerte, muchos- en los cuales los diálogos y el corazón de la historia laten muy por encima de todo eso lo que la convierten en todo un pelotazo en sus propios términos.
Que esté sólo en Netflix se me antojo hasta de un tanto injusto, pues aún con una factura un tanto televisiva, está rodada y presentada con la suficiente elegancia como para ser estrenada en salas comerciales (aún teniendo una vida comercial justita). Es una gran película, una genuina sorpresa y otro paso adelante en el rejuvenecimiento actual de Stephen King en el cine. Cuánto menos se sepa, mejor. Haz caso de las críticas positivas, pues esta es una de las ocasiones en las cuales el hype es real. Debe ser vista.
No es sólo la estupenda tensión (y una imaginería de puro terror que puede inducir a pesadillas fácilmente), ni tampoco unas interpretaciones magistrales de Carla Gugino y Bruce Greenwood. Ni siquiera una premisa llena de suspense, con perro hambriento incluido y puntuales jirones de gore. Son los momentos -por suerte, muchos- en los cuales los diálogos y el corazón de la historia laten muy por encima de todo eso lo que la convierten en todo un pelotazo en sus propios términos.
Que esté sólo en Netflix se me antojo hasta de un tanto injusto, pues aún con una factura un tanto televisiva, está rodada y presentada con la suficiente elegancia como para ser estrenada en salas comerciales (aún teniendo una vida comercial justita). Es una gran película, una genuina sorpresa y otro paso adelante en el rejuvenecimiento actual de Stephen King en el cine. Cuánto menos se sepa, mejor. Haz caso de las críticas positivas, pues esta es una de las ocasiones en las cuales el hype es real. Debe ser vista.
5
23 de noviembre de 2018
23 de noviembre de 2018
48 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kevin Spacey aparte, 'House Of Cards' arrancó realmente magnética a todos los niveles. Robin Wright daba la réplica de forma bestial. Kate Mara componía un personaje secundario que se tornaba protagónico con cada nueva pincelada. La dirección y el estilo visual estaba por encima de la gran mayoría de productos televisivos. Y como viene siendo marca de la casa: un final que dejaba con ganas de mucho más.
La segunda temporada es la mejor para mí. La culminación perfecta de los entresijos presentados y desarrollados en la primera. Desde esa escena inolvidable y abre bocas en el metro uno sabe que lo que va a venir va a ser sin ningún tipo de control ni convencionalismo. Hasta su plano final podría haber sido un final de fiesta desolador e implacable.
Pero no. Lo mismo de siempre. Ya sea en Netflix, en Showtime, en Fox. El alargamiento y sus consecuencias. Recordemos que la original era una miniserie de inicio, estructura y final cerrados repartidos en tres entregas. Aquí esta tercera temporada cede fuerza y comienza a resentirse tanto en ideas como en desarrollo. La cuarta era mejor, pero se alejaba de lo sombrío e íntimo de las dos primeras. Ya era definitivamente más comercial.
El declive definitivo de la serie no llegó con el escándalo ya sabido a voces de Spacey. Llegó con una quinta temporada vacía y decepcionante, que prácticamente traicionaba o ponía de cara a la pared cada ideal por los que la serie se había sustentando desde sus principios. Y ya luego la sexta, es de comer aparte. Mira que tenía una división de episodios reducida, a una Robin Wright desatada y a un clima actual del #MeToo a favor. Pues nada, los argumentos son risibles a más no poder. Y aburridos, todo un crimen para el tipo de serie que es ésta. Culminando con un broche final triste y completamente olvidable.
Viendo la nota final, parece que pueden salvarse los muebles por ella. Pero sabiendo que empezó siendo sobresaliente, se comprende el motivo de mi descontento y mi decepción. Otra serie más, otra oportunidad de cuadrar el círculo perdida más.
La segunda temporada es la mejor para mí. La culminación perfecta de los entresijos presentados y desarrollados en la primera. Desde esa escena inolvidable y abre bocas en el metro uno sabe que lo que va a venir va a ser sin ningún tipo de control ni convencionalismo. Hasta su plano final podría haber sido un final de fiesta desolador e implacable.
Pero no. Lo mismo de siempre. Ya sea en Netflix, en Showtime, en Fox. El alargamiento y sus consecuencias. Recordemos que la original era una miniserie de inicio, estructura y final cerrados repartidos en tres entregas. Aquí esta tercera temporada cede fuerza y comienza a resentirse tanto en ideas como en desarrollo. La cuarta era mejor, pero se alejaba de lo sombrío e íntimo de las dos primeras. Ya era definitivamente más comercial.
El declive definitivo de la serie no llegó con el escándalo ya sabido a voces de Spacey. Llegó con una quinta temporada vacía y decepcionante, que prácticamente traicionaba o ponía de cara a la pared cada ideal por los que la serie se había sustentando desde sus principios. Y ya luego la sexta, es de comer aparte. Mira que tenía una división de episodios reducida, a una Robin Wright desatada y a un clima actual del #MeToo a favor. Pues nada, los argumentos son risibles a más no poder. Y aburridos, todo un crimen para el tipo de serie que es ésta. Culminando con un broche final triste y completamente olvidable.
Viendo la nota final, parece que pueden salvarse los muebles por ella. Pero sabiendo que empezó siendo sobresaliente, se comprende el motivo de mi descontento y mi decepción. Otra serie más, otra oportunidad de cuadrar el círculo perdida más.

6,2
10.365
5
30 de septiembre de 2017
30 de septiembre de 2017
56 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconozco si es porque ya van 20 años de la muerte de John Denver o si es que los astros cinematográficos se han alineado, pero tras Alien:Covenant y Kingsman: El círculo de oro ahora le toca a Logan Lucky o La suerte de los Logan el que el tema "Take Me Home, Country Roads" aparezca como un tema recurrente un tanto substancial en una película.
No sé si Soderbergh pretende homenajear a la trilogía Ocean´s -con una nueva entrega protagonizanda por mujeres asomando la patita cerca- o si viendo que no se quiere retirar del cine pese a que siempre suela decirlo, intenta recrear una nueva saga de robos protagonizada por personajes peculiares bajo su dirección particular (repleta de apariciones estelares que adornan más que encarnan sus personajes de forma desarrollada). Si no supiéramos nada de Clooney y los suyos, supongo que vería con mejores ojos a la cuadrilla de Tatum y cia. Las comparaciones son odiosas, pero reconozcamos varios paralelismos ya clichés del género (cómo el plan corre riesgos, cómo se recluta a la gente, las sorpresas del final, etc.).
Y para acabar: Daniel Craig. No es porque sea Daniel Craig, es porque su personaje sencillamente me ha parecido el mejor, el más divertido -el momento de los ositos de goma-, el de mayor carisma y de los mejor interpretados. Tras la cagada de Spectre y una trayectoria irregular, ya era hora de volver a ver un Craig que mereciese la pena fuera de la saga Bond. Aunque muy seguramente no gozará del éxito que goza encarnando al doble cero.
El entretenimiento es potente salvo un tercio final de investigación policial que frena unos peldaños la diversión, hay buenos momentos cómicos, Craig está genial y un motín con un chiste involucrando a Juego de Tronos hará las delicias de sus seguidores. Pero el problema de esta película es que ya existen varias como ella y su guión no escapa a tópicos. Correcto entretenimiento, pero más pasajero que otra cosa.
No sé si Soderbergh pretende homenajear a la trilogía Ocean´s -con una nueva entrega protagonizanda por mujeres asomando la patita cerca- o si viendo que no se quiere retirar del cine pese a que siempre suela decirlo, intenta recrear una nueva saga de robos protagonizada por personajes peculiares bajo su dirección particular (repleta de apariciones estelares que adornan más que encarnan sus personajes de forma desarrollada). Si no supiéramos nada de Clooney y los suyos, supongo que vería con mejores ojos a la cuadrilla de Tatum y cia. Las comparaciones son odiosas, pero reconozcamos varios paralelismos ya clichés del género (cómo el plan corre riesgos, cómo se recluta a la gente, las sorpresas del final, etc.).
Y para acabar: Daniel Craig. No es porque sea Daniel Craig, es porque su personaje sencillamente me ha parecido el mejor, el más divertido -el momento de los ositos de goma-, el de mayor carisma y de los mejor interpretados. Tras la cagada de Spectre y una trayectoria irregular, ya era hora de volver a ver un Craig que mereciese la pena fuera de la saga Bond. Aunque muy seguramente no gozará del éxito que goza encarnando al doble cero.
El entretenimiento es potente salvo un tercio final de investigación policial que frena unos peldaños la diversión, hay buenos momentos cómicos, Craig está genial y un motín con un chiste involucrando a Juego de Tronos hará las delicias de sus seguidores. Pero el problema de esta película es que ya existen varias como ella y su guión no escapa a tópicos. Correcto entretenimiento, pero más pasajero que otra cosa.
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