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5,4
2.096
7
13 de octubre de 2018
13 de octubre de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las historias de secuestros de aviones y las vicisitudes experimentadas por sus pasajeros tuvieron un auge importante en la década de los 70'. Quizás ahora a lo lejos, puedan haber perdido vigencia, como ocurrió con dicha modalidad terrorista que originaban frecuentemente estos sucesos. Es posible que las nuevas generaciones de espectadores no encuentren atractivos estos relatos porque evidentemente los gustos han cambiado.
Pero rescato algunos aspectos interesantes que presumo van a constituir una opinión aislada por las 7 (como los días en Entebbe) críticas adversas que me han precedido.
En principio, celebro que un director latinoamericano como José Padilha haya entrado al cine internacional por la puerta grande. Sus películas en su país natal ("Tropa de Elite 1 y 2") y sus series televisivas ("Narcos" y "El Mecanismo") lo hacen merecedor de esta distinción. Por eso puede darse el lujo de fallar de vez en cuando.
Me atrajo el modo en que hilvana el desarrollo de la trama mediante el hilo conductor de un grupo coreográfico de danza moderna que por sí sólo merece la atención y justifica la visión del film. ¿Habrá querido este director incluir una especie de coro de las tragedias griegas que va conduciendo la historia mientras ésta se desarrolla en otro plano independiente?. Esta inclusión coral no es gratuita, y por eso constituye un acierto, porque motiva, impresiona y emociona por la plasticidad y fuerza de estas escenas que valen por sí mismas, independientemente de historia central.
La respuesta a este interrogante la da el propio Padilha en cuanto consideró que la película debía comenzar con los bailarines, vestidos con indumentaria de judíos jaredíes, saliendo a escena y preparándose para interpretar la secuencia de la "danza de las sillas" de la obra del coreógrafo israelí Ohad Naharin "Echad Mi Yodea". Eso simboliza la llegada del pueblo judío a Palestina justo antes y justo después de la Segunda Guerra Mundial.
La hipnótica danza, interpretada por la compañía de baile Batsheva, incluye una fila de sillas sobre el escenario. A lo largo de la película, se van intercalando más pasajes de la danza, que culminan en un final espectacular ejecutado durante los títulos de crédito de cierre.Con su energía contenida, los cuerpos de los bailarines, sus movimientos que sugieren dolor autoinfligido, constituyen un comentario implícito sobre la historia que están presenciando los espectadores.
A medida que avanza el baile, los bailarines se van quitando su ropa jaredí. "Metafóricamente, se están despojando de su ortodoxia", explica Padilha. "Se están liberando de la tradición a base de abrirse a nuevas ideas que podrían contradecir sus viejas creencias".
Por su intensidad dramática y metafórica, este recurso coreográfico debió haber sido más aprovechado para unirlo al desarrollo de la trama central que no se le corresponde y parece ir por otros carriles. Una oportunidad desperdiciada que podría haber potenciado al film jerarquizando su originalidad. Las actuaciones son correctas pero no deslumbrantes. Otro aspecto interesante lo constituye la interna política entre el Primer Ministro Rabin y el entonces Ministro de Defensa Shimon Peres, que ha quedado debidamente reflejada.
El resto se diluye en un final anunciado y sin el crescendo dramático que ameritaba este acontecimiento verídico, a raíz del antiguo conflicto territorial entre judíos y palestinos que persiste hasta nuestro días y ha dado lugar a tensiones bélicas que aún no fueron superadas.
Pero rescato algunos aspectos interesantes que presumo van a constituir una opinión aislada por las 7 (como los días en Entebbe) críticas adversas que me han precedido.
En principio, celebro que un director latinoamericano como José Padilha haya entrado al cine internacional por la puerta grande. Sus películas en su país natal ("Tropa de Elite 1 y 2") y sus series televisivas ("Narcos" y "El Mecanismo") lo hacen merecedor de esta distinción. Por eso puede darse el lujo de fallar de vez en cuando.
Me atrajo el modo en que hilvana el desarrollo de la trama mediante el hilo conductor de un grupo coreográfico de danza moderna que por sí sólo merece la atención y justifica la visión del film. ¿Habrá querido este director incluir una especie de coro de las tragedias griegas que va conduciendo la historia mientras ésta se desarrolla en otro plano independiente?. Esta inclusión coral no es gratuita, y por eso constituye un acierto, porque motiva, impresiona y emociona por la plasticidad y fuerza de estas escenas que valen por sí mismas, independientemente de historia central.
La respuesta a este interrogante la da el propio Padilha en cuanto consideró que la película debía comenzar con los bailarines, vestidos con indumentaria de judíos jaredíes, saliendo a escena y preparándose para interpretar la secuencia de la "danza de las sillas" de la obra del coreógrafo israelí Ohad Naharin "Echad Mi Yodea". Eso simboliza la llegada del pueblo judío a Palestina justo antes y justo después de la Segunda Guerra Mundial.
La hipnótica danza, interpretada por la compañía de baile Batsheva, incluye una fila de sillas sobre el escenario. A lo largo de la película, se van intercalando más pasajes de la danza, que culminan en un final espectacular ejecutado durante los títulos de crédito de cierre.Con su energía contenida, los cuerpos de los bailarines, sus movimientos que sugieren dolor autoinfligido, constituyen un comentario implícito sobre la historia que están presenciando los espectadores.
A medida que avanza el baile, los bailarines se van quitando su ropa jaredí. "Metafóricamente, se están despojando de su ortodoxia", explica Padilha. "Se están liberando de la tradición a base de abrirse a nuevas ideas que podrían contradecir sus viejas creencias".
Por su intensidad dramática y metafórica, este recurso coreográfico debió haber sido más aprovechado para unirlo al desarrollo de la trama central que no se le corresponde y parece ir por otros carriles. Una oportunidad desperdiciada que podría haber potenciado al film jerarquizando su originalidad. Las actuaciones son correctas pero no deslumbrantes. Otro aspecto interesante lo constituye la interna política entre el Primer Ministro Rabin y el entonces Ministro de Defensa Shimon Peres, que ha quedado debidamente reflejada.
El resto se diluye en un final anunciado y sin el crescendo dramático que ameritaba este acontecimiento verídico, a raíz del antiguo conflicto territorial entre judíos y palestinos que persiste hasta nuestro días y ha dado lugar a tensiones bélicas que aún no fueron superadas.

7,2
20.498
10
22 de julio de 2012
22 de julio de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún cuando no haya tenido grandes premios ni fuera seleccionada para el Oscar; aún cuando los críticos profesionales la hayan denigrado en su gran mayoría, considerándola un "dejá vú" de otros filmes, yo la rescato por su potencia estremecedora.
Puede que el tema haya sido largamente explotado por el cine español, pero conmociona tanto como "Ay Carmela" o "El laberinto del fauno".
Una reconstrucción fidedigna y obsesiva de los años 40, una fuerza interpretativa que lacera en casi la totalidad de los personajes femeninos, incluso los secundarios como las guardiacárceles y las compañeras de prisión de Hortensia. La actriz María León, que al comienzo del filme induce a pensar que va a componer un personaje forzado de telenovelas, tiene armas para atrapar al espectador más duro de convencer. Para muestra sólo un botón, y creo que con ello no incurro en "spoiler": la escena desgarradora de su tortura.
Quizás el tema de la guerra civil española me apasione por su impactante injusticia; quizás esta historia tenga puntos de contacto con cualquier otro régimen dictatorial que deje víctimas y heridas sin cerrrar, como ha ocurrido en mi país (Argentina) donde se cometieron crímenes y arbitrariedades más atroces porque ni siquiera hubo simulacros de juicio como en España, sino cobardes desapariciones forzadas de personales. Todo ello puede influenciarme a valorar la película. Pero créanme que no lo es por ninguna idea política. Es por descubrir como "el hombre puede ser lobo del hombre" y asumir situaciones inhumanas y atroces que ponen al descubierto la ferocidad que esconde cualquier persona con miedos, fanatismos o ambiciones desmedidas.
En España parece que el pasado se ha sepultado con un manto de piedad, lo que no pudo lograrse todavía en Argentina. Por eso, mi "excelente" es justificado.
Puede que el tema haya sido largamente explotado por el cine español, pero conmociona tanto como "Ay Carmela" o "El laberinto del fauno".
Una reconstrucción fidedigna y obsesiva de los años 40, una fuerza interpretativa que lacera en casi la totalidad de los personajes femeninos, incluso los secundarios como las guardiacárceles y las compañeras de prisión de Hortensia. La actriz María León, que al comienzo del filme induce a pensar que va a componer un personaje forzado de telenovelas, tiene armas para atrapar al espectador más duro de convencer. Para muestra sólo un botón, y creo que con ello no incurro en "spoiler": la escena desgarradora de su tortura.
Quizás el tema de la guerra civil española me apasione por su impactante injusticia; quizás esta historia tenga puntos de contacto con cualquier otro régimen dictatorial que deje víctimas y heridas sin cerrrar, como ha ocurrido en mi país (Argentina) donde se cometieron crímenes y arbitrariedades más atroces porque ni siquiera hubo simulacros de juicio como en España, sino cobardes desapariciones forzadas de personales. Todo ello puede influenciarme a valorar la película. Pero créanme que no lo es por ninguna idea política. Es por descubrir como "el hombre puede ser lobo del hombre" y asumir situaciones inhumanas y atroces que ponen al descubierto la ferocidad que esconde cualquier persona con miedos, fanatismos o ambiciones desmedidas.
En España parece que el pasado se ha sepultado con un manto de piedad, lo que no pudo lograrse todavía en Argentina. Por eso, mi "excelente" es justificado.

6,2
2.362
8
22 de septiembre de 2023
22 de septiembre de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que esta producción puede hacer trascender al cine chileno, quizás muy escondido detrás de la cordillera.
Aunque actualmente no puede negarse que Pablo Larraín ha superado internacionalmente esas cerradas fronteras de consumo interno, aquí nos sorprende con una obra digna de Fellini. Pienso que si el director italiano viviera sería su entusiasta divulgador y hasta la podría aplaudir de pie, pues hay escenas dignas de su estilo (el vuelo libre pero a la vez grotesco y despatarrado de Carmen es un claro ejemplo de mi presunción y a la vez una de las escenas más logradas del film, lo mismo que la incursión bizarra de la banda militar). Escenas surrealistas de primer nivel, tanto en lo visual como en el aspecto técnico.
Es una sátira feroz, ferocísima. Aunque su género, como puede apreciarse en la síntesis de esta misma página es inclasificable y hasta promiscuo: "Comedia. Fantástico - Comedia negra.-Vampiros - Sátira".
He tratado siempre de que otras críticas no me influyan para realizar mis modestos aportes, pero hay una en este mismo sitio que ha dicho algo con lo que concuerdo, en cuanto a que la crudeza del tema no puede motivar una sonrisa. Pero en muchas partes la ironía está insertada con suma inteligencia y consigue provocar una reacción contradictoria: reírnos de las absurdas confesiones y justificaciones de un genocida y su familia disfuncional. Larraín saca así a la luz la expresión de las miserias humanas en toda su gama.
Tampoco para todos los gustos ni propicia para la juventud desinformada de la historia de esos tiempos. Resulta fundamental haber conocido la personalidad de Pinochet para valorar la parábola y el parangón de "dictador sangriento=vampiro" que inteligentemente han introducido los guionistas, avalados en el Festival de Venecia.
El director no ahorra esfuerzos para exprimir su original historia, pues también saca a la luz la callada y delicada cuestión de la guerra de Malvinas o Falkland (como guste denominársela) tan dolorosa para nosotros, los argentinos, en un encuentro memorable e imaginario de dos personajes históricos muy fuertes y controvertidos.
Su desarrollo cuasi total en una muy buena fotografía en blanco y negro y circunscripto casi totalmente a un paraje desolado de la extensa costa chilena, contribuye al clima grotesco y tétrico de la historia, característica un tanto truncada hacia el final de la película. Por último, la banda sonora acompaña sombría y atinadamente la alegoría (desde su atinado e inicial comienzo acudiendo a la "Marcha de Radetzky" de Strauss"), todo lo cual nos presenta a un realizador que espera y merece su consagratorio reconocimiento internacional.
Aunque actualmente no puede negarse que Pablo Larraín ha superado internacionalmente esas cerradas fronteras de consumo interno, aquí nos sorprende con una obra digna de Fellini. Pienso que si el director italiano viviera sería su entusiasta divulgador y hasta la podría aplaudir de pie, pues hay escenas dignas de su estilo (el vuelo libre pero a la vez grotesco y despatarrado de Carmen es un claro ejemplo de mi presunción y a la vez una de las escenas más logradas del film, lo mismo que la incursión bizarra de la banda militar). Escenas surrealistas de primer nivel, tanto en lo visual como en el aspecto técnico.
Es una sátira feroz, ferocísima. Aunque su género, como puede apreciarse en la síntesis de esta misma página es inclasificable y hasta promiscuo: "Comedia. Fantástico - Comedia negra.-Vampiros - Sátira".
He tratado siempre de que otras críticas no me influyan para realizar mis modestos aportes, pero hay una en este mismo sitio que ha dicho algo con lo que concuerdo, en cuanto a que la crudeza del tema no puede motivar una sonrisa. Pero en muchas partes la ironía está insertada con suma inteligencia y consigue provocar una reacción contradictoria: reírnos de las absurdas confesiones y justificaciones de un genocida y su familia disfuncional. Larraín saca así a la luz la expresión de las miserias humanas en toda su gama.
Tampoco para todos los gustos ni propicia para la juventud desinformada de la historia de esos tiempos. Resulta fundamental haber conocido la personalidad de Pinochet para valorar la parábola y el parangón de "dictador sangriento=vampiro" que inteligentemente han introducido los guionistas, avalados en el Festival de Venecia.
El director no ahorra esfuerzos para exprimir su original historia, pues también saca a la luz la callada y delicada cuestión de la guerra de Malvinas o Falkland (como guste denominársela) tan dolorosa para nosotros, los argentinos, en un encuentro memorable e imaginario de dos personajes históricos muy fuertes y controvertidos.
Su desarrollo cuasi total en una muy buena fotografía en blanco y negro y circunscripto casi totalmente a un paraje desolado de la extensa costa chilena, contribuye al clima grotesco y tétrico de la historia, característica un tanto truncada hacia el final de la película. Por último, la banda sonora acompaña sombría y atinadamente la alegoría (desde su atinado e inicial comienzo acudiendo a la "Marcha de Radetzky" de Strauss"), todo lo cual nos presenta a un realizador que espera y merece su consagratorio reconocimiento internacional.

5,9
81
10
22 de noviembre de 2021
22 de noviembre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De no ser que "Beni çok sev" responde a un tema musical compuesto por un artista muy reconocido en Turquía y que ha trascendido incluso sus fronteras, el título “Ámame mucho” poco aportaría para la dimensión exacta del excelente film de Mehmet Ada Öztekin (recordar este nombre que podría agigantarse en un futuro inmediato, luego de tres producciones anteriores en años sucesivos desde 2017).
También se la ha traducido al español como “Ámame igualmente” o “Quiéreme tanto”, lo que lo emparenta un poco más con el intenso contenido de la historia.
Si la Academia de Hollywood, o los festivales más relevantes que comenzarán seguramente a reorganizarse luego de la pandemia, actuaran sin las suspicacias que trasuntan muchas veces sus decisiones basadas más en las coyunturas del momento para sus premiaciones políticamente correctas o de conveniencia política, la película debería arrasar, en principio, con el galardón de la mejor producción extranjera y de extenderse este reconocimiento a otros rubros, como viene ocurriendo últimamente, al mejor director, los mejores actores, el mejor guión y la mejor música incidental, como mínimo, aunque no se trate de un film en idioma inglés.
Tanto Sarp Akkaya (como el recluso que debe ser conducido para visitar en su lugar natal y en realidad conocer a su hija a quien no ha visto ni supo nada en años) así como el guardia encargado del traslado, Ercan Kesal, se sacan chispas en un duelo interpretativo de alto nivel. Öztekin se ha detenido mucho en el trabajo actoral y todo el elenco sincroniza armónicamente para converger en un resultado altamente creíble que nos hace sumergir en un relato con el broche de una vuelta de tuerca totalmente inesperada y a olvidar que estamos asistiendo a una ficción.
No son actores ni actrices representando papeles. Son los auténticos personajes que no casualmente les ha tocado encarnar: tanto Arkaya, como Kesal, así como Aleyna Özgeçen (prestar también atención a este bello rostro de un seguro futuro promisorio) y Songül Öden, se sumergen en una verdadera metamorfosis de Musa, Sedat, Yonca y Nuriye, respectivamente, y el resto del elenco los acompaña sincrónicamente como una afiatada orquesta bajo la batuta de un auténtico maestro.
Párrafos de elogios aparte para Hasan Ozsut, creador de una música que se suma a la intensidad de cada escena (con un leve dejo de Gustavo Santaolalla) y para el propio director que supo cristalizar un sólido guión de su propia autoría.
Es un film para ver más de una vez con el sólo propósito de bucear en los detalles que en una sola visión pueden no percibirse y ratificar de ese modo que no presenta objeción ni desencanto alguno luego de una primera incursión que nos deja realmente estupefactos.
También se la ha traducido al español como “Ámame igualmente” o “Quiéreme tanto”, lo que lo emparenta un poco más con el intenso contenido de la historia.
Si la Academia de Hollywood, o los festivales más relevantes que comenzarán seguramente a reorganizarse luego de la pandemia, actuaran sin las suspicacias que trasuntan muchas veces sus decisiones basadas más en las coyunturas del momento para sus premiaciones políticamente correctas o de conveniencia política, la película debería arrasar, en principio, con el galardón de la mejor producción extranjera y de extenderse este reconocimiento a otros rubros, como viene ocurriendo últimamente, al mejor director, los mejores actores, el mejor guión y la mejor música incidental, como mínimo, aunque no se trate de un film en idioma inglés.
Tanto Sarp Akkaya (como el recluso que debe ser conducido para visitar en su lugar natal y en realidad conocer a su hija a quien no ha visto ni supo nada en años) así como el guardia encargado del traslado, Ercan Kesal, se sacan chispas en un duelo interpretativo de alto nivel. Öztekin se ha detenido mucho en el trabajo actoral y todo el elenco sincroniza armónicamente para converger en un resultado altamente creíble que nos hace sumergir en un relato con el broche de una vuelta de tuerca totalmente inesperada y a olvidar que estamos asistiendo a una ficción.
No son actores ni actrices representando papeles. Son los auténticos personajes que no casualmente les ha tocado encarnar: tanto Arkaya, como Kesal, así como Aleyna Özgeçen (prestar también atención a este bello rostro de un seguro futuro promisorio) y Songül Öden, se sumergen en una verdadera metamorfosis de Musa, Sedat, Yonca y Nuriye, respectivamente, y el resto del elenco los acompaña sincrónicamente como una afiatada orquesta bajo la batuta de un auténtico maestro.
Párrafos de elogios aparte para Hasan Ozsut, creador de una música que se suma a la intensidad de cada escena (con un leve dejo de Gustavo Santaolalla) y para el propio director que supo cristalizar un sólido guión de su propia autoría.
Es un film para ver más de una vez con el sólo propósito de bucear en los detalles que en una sola visión pueden no percibirse y ratificar de ese modo que no presenta objeción ni desencanto alguno luego de una primera incursión que nos deja realmente estupefactos.

4,8
3.401
3
31 de octubre de 2020
31 de octubre de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mío esta vez va a ser muy sintético, pues la película no es susceptible de mayores comentarios.
En principio, me vino a la memoria una antigua revista que existía en mi país, donde había una sección que calificaba los estrenos cinematográficos de la semana. Lo hacían en forma muy simpática utilizando el dibujo de un perrito que, cuando el film era muy bueno, se mostraba alegre moviendo la cola; luego iba decayendo gradualmente en entusiasmo si las películas no le eran satisfactoras, hasta llegar a dormirse (si resultaba soporífera) o bien por último salir corriendo ahuyentado. Creo que en cualquiera estas dos últimas categorías podría hoy esa publicación ya extinguida ubicar a "Rebecca".
Lo único rescatable de esta producción es una buena fotografía y los locales donde se filmaron sus tramos iniciales (Montecarlo especialmente, para retratar la dolce vita de las personas con grandes fortunas).De allí pasa, sin solución de continuidad, a un romance fulminante a primera vista nada creíble y apresurado donde un solitario y atormentado aristócrata deja de lado su melancolía para tomar la decisión de casarse en una semana con Lily James, quien podría haberse presentado ataviada con la jardinera de "Mamma mía, vamos otra vez" y el zapatito de Cenicienta sin que lo hubiéramos advertido. Sólo el despertar de sus pesadillas es una clara muestra de sus limitaciones para papeles dramáticos.
Se advierte entonces que ha sido muy deficiente en general la selección del casting, vaya como sustento de esta apreciación el papel del atormentado Maximilian de Winter, concedido a un galán que podrá seguramente hacer suspirar a las mujeres (Armie Hammer) pero nada más. Totalmente alejado del genial Laurence Olivier de la versión original que si bien tenía que recrear esa misma historia, lo hacía con su estatura de actorazo . Creo que este muchacho Hammer debería ser aprovechado en el futuro para películas de acción o bélicas sin demasiadas pretensiones y donde la expresividad no sea exigida.
Pero lo que resulta imperdonable radica en el desaprovechamiento de la talentosa y atrapante Kristin Scott Thomas, encerrada en un papel incómodo y esteriotipado, como preguntándose todo el tiempo ¿qué estoy haciendo yo en medio de esta mediocridad? o bien explicando: "El director me marcó esto y yo debo obedecerle, disculpen". Bueno, hay que comer.
En lo demás, no se entiende la tendencia a hacer remakes de films exitosos de otrora sin que se les agregue algún condimiento para aggiornarlo debidamente y con la calidad que merecen. El director (Ben Wheatley) y todo el staff deberian rendir homenaje a la memoria de Alfred (Hitchcock) y pedirle clemencia, pues profanaron la obra original que lo hizo merecedor de un Oscar hace exactamente ochenta años.
Sin más comentarios.
En principio, me vino a la memoria una antigua revista que existía en mi país, donde había una sección que calificaba los estrenos cinematográficos de la semana. Lo hacían en forma muy simpática utilizando el dibujo de un perrito que, cuando el film era muy bueno, se mostraba alegre moviendo la cola; luego iba decayendo gradualmente en entusiasmo si las películas no le eran satisfactoras, hasta llegar a dormirse (si resultaba soporífera) o bien por último salir corriendo ahuyentado. Creo que en cualquiera estas dos últimas categorías podría hoy esa publicación ya extinguida ubicar a "Rebecca".
Lo único rescatable de esta producción es una buena fotografía y los locales donde se filmaron sus tramos iniciales (Montecarlo especialmente, para retratar la dolce vita de las personas con grandes fortunas).De allí pasa, sin solución de continuidad, a un romance fulminante a primera vista nada creíble y apresurado donde un solitario y atormentado aristócrata deja de lado su melancolía para tomar la decisión de casarse en una semana con Lily James, quien podría haberse presentado ataviada con la jardinera de "Mamma mía, vamos otra vez" y el zapatito de Cenicienta sin que lo hubiéramos advertido. Sólo el despertar de sus pesadillas es una clara muestra de sus limitaciones para papeles dramáticos.
Se advierte entonces que ha sido muy deficiente en general la selección del casting, vaya como sustento de esta apreciación el papel del atormentado Maximilian de Winter, concedido a un galán que podrá seguramente hacer suspirar a las mujeres (Armie Hammer) pero nada más. Totalmente alejado del genial Laurence Olivier de la versión original que si bien tenía que recrear esa misma historia, lo hacía con su estatura de actorazo . Creo que este muchacho Hammer debería ser aprovechado en el futuro para películas de acción o bélicas sin demasiadas pretensiones y donde la expresividad no sea exigida.
Pero lo que resulta imperdonable radica en el desaprovechamiento de la talentosa y atrapante Kristin Scott Thomas, encerrada en un papel incómodo y esteriotipado, como preguntándose todo el tiempo ¿qué estoy haciendo yo en medio de esta mediocridad? o bien explicando: "El director me marcó esto y yo debo obedecerle, disculpen". Bueno, hay que comer.
En lo demás, no se entiende la tendencia a hacer remakes de films exitosos de otrora sin que se les agregue algún condimiento para aggiornarlo debidamente y con la calidad que merecen. El director (Ben Wheatley) y todo el staff deberian rendir homenaje a la memoria de Alfred (Hitchcock) y pedirle clemencia, pues profanaron la obra original que lo hizo merecedor de un Oscar hace exactamente ochenta años.
Sin más comentarios.
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