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Críticas ordenadas por utilidad
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8,3
12.533
6
20 de diciembre de 2007
20 de diciembre de 2007
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivir...¿qué es exactamente?... ¿respirar?... ¿sentir?... ¿simplemente existir?. No es necesario que se rompan la mollera para saber qué significa, porque son muchas las acepciones, sino que lo importante es inquirir cómo uno distingue si está vivo o es una "momia". El Sr Watanabe vivía para el trabajo en una húmeda oficina desde hacía 30 años, hasta que por gracia del destino recibió una horrible noticia que trastocaría su rutina y encendería su ilusión por recuperar el tiempo perdido...porque el Sr Watanabe había olvidado cómo disfrutar de la vida de tanto no usarla.
No pienso que el título de este film haga referencia únicamente al devenir de la muerte y al sentido de la vida, aunque también. Digo esto porque, sin embargo, conmociona presenciar una parte de nosotros en la pantalla grande, como por ejemplo en la relación paterno-filial entre el protagonista y su hijo, donde observamos la opiniones opuestas entre jóvenes y mayores sobre la responsabilidad de los hijos sobre los padres; los primeros excusándose en que es ley de vida que los hijos se marchen, y los segundos argumentando haber dedicado toda su vida a y para sus hijos como para acabar siendo un estorbo. Por otra parte, se hace sitio una crítica al sistema burocrático, y con ella a las despreciables sabandijas con habanos que se aprovechan del sacrificio de los justicieros humildes de a pie; he aquí una oda a la inmortalidad de estos héroes sin espada.
A pesar de lo que me ha gustado, del exceso de realidad y huella que deja al alma casi sin aliento, la última parte me ha resultado extraordinaramente pesada, pues se recrea en diálogos repetitivos que se salen del armonioso contexto forjado anteriormente con las vivencias perentorias del Sr Watanabe. Fue acertada mi decisión de esperar hasta el final, ya que tras esos largos ¿20 minutos quizá?, enmudecí de tanta belleza y emoción con las escenas finales. Si no fuese por ese tiempo intermedio mi nota sería de un 9, debido a que si no llego a aguantar hasta el final, jamás hubiese contemplado uno de los finales más bonitos y esperanzadores de la historia del cine. Desgarrador Takashi Shimura.
¿Les cuento un secreto? Al igual que cada maestrillo tiene su librillo, yo tengo mi propio método para cerciorarme de que aún existo, de que soy algo más que un reflejo; cuando miro al cielo, o al sol, y reconozco su hermosura; cuando advierto el brillo de mis ojos en sus ojos; cuando soy feliz un día nublado; cuando olvido mis quehaceres por un minuto más en la cama...cuando soy algo más que un cuerpo con una misión: no hay duda.
Cantemos todos juntos: "¡Qué corta es la vida! Ama, doncella hermosa, mientras tus labios sean rojos, ama. Mientras tengas el calor de tú pasión, ama. Ama, que el día de hoy
no volverá jamás."
No pienso que el título de este film haga referencia únicamente al devenir de la muerte y al sentido de la vida, aunque también. Digo esto porque, sin embargo, conmociona presenciar una parte de nosotros en la pantalla grande, como por ejemplo en la relación paterno-filial entre el protagonista y su hijo, donde observamos la opiniones opuestas entre jóvenes y mayores sobre la responsabilidad de los hijos sobre los padres; los primeros excusándose en que es ley de vida que los hijos se marchen, y los segundos argumentando haber dedicado toda su vida a y para sus hijos como para acabar siendo un estorbo. Por otra parte, se hace sitio una crítica al sistema burocrático, y con ella a las despreciables sabandijas con habanos que se aprovechan del sacrificio de los justicieros humildes de a pie; he aquí una oda a la inmortalidad de estos héroes sin espada.
A pesar de lo que me ha gustado, del exceso de realidad y huella que deja al alma casi sin aliento, la última parte me ha resultado extraordinaramente pesada, pues se recrea en diálogos repetitivos que se salen del armonioso contexto forjado anteriormente con las vivencias perentorias del Sr Watanabe. Fue acertada mi decisión de esperar hasta el final, ya que tras esos largos ¿20 minutos quizá?, enmudecí de tanta belleza y emoción con las escenas finales. Si no fuese por ese tiempo intermedio mi nota sería de un 9, debido a que si no llego a aguantar hasta el final, jamás hubiese contemplado uno de los finales más bonitos y esperanzadores de la historia del cine. Desgarrador Takashi Shimura.
¿Les cuento un secreto? Al igual que cada maestrillo tiene su librillo, yo tengo mi propio método para cerciorarme de que aún existo, de que soy algo más que un reflejo; cuando miro al cielo, o al sol, y reconozco su hermosura; cuando advierto el brillo de mis ojos en sus ojos; cuando soy feliz un día nublado; cuando olvido mis quehaceres por un minuto más en la cama...cuando soy algo más que un cuerpo con una misión: no hay duda.
Cantemos todos juntos: "¡Qué corta es la vida! Ama, doncella hermosa, mientras tus labios sean rojos, ama. Mientras tengas el calor de tú pasión, ama. Ama, que el día de hoy
no volverá jamás."
Miniserie

7,0
15.961
8
20 de abril de 2024
20 de abril de 2024
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta serie dura siete capítulos de escopaestesia provocada por una brillante Jessica Gunning y cuatro horas con la sensación perturbadora de una demacración en directo, que dejan un irremediable y compulsivo regusto agridulce a humor negro.
Todo lo desencadena de un té. O eso parece. Porque también podría ser la lástima. O la necesidad de agradar. Qué chunga es la necesidad de ayudar y de aprobación. Pero empieza con un té. Y una tipa rara que se llama Martha que huele una coyuntura.
La trama es sencilla y con un adictivo toque de realidad. No tiene nada de lo que acostumbran a abusar en las cintas sobre acoso, sino que se aborda el tema desde una perspectiva psicológica diferente, donde se exponen magistralmente los trastornos post-traumáticos tanto de una parte como de la otra, y con el plus de que el actor principal, Richard Gadd, es el propio protagonista de la historia real.
La película hila con tacto y coherencia las causas y consecuencias de una cadena de desórdenes mentales que comienzan con una baja autoestima y a la que le siguen el abuso de poder, la pérdida de identidad, la búsqueda de validación externa, la dificultad para poner límites, la dependencia emocional y muchos otros que, en conjunto, forman un cóctel molotov capaz de destruir a cualquier persona. Y, entre drama y drama, te saca alguna carcajada.
Definitivamente, una sorpresa que te encuentras en Netflix una noche que no buscabas nada en particular. Recomendable 100%.
Todo lo desencadena de un té. O eso parece. Porque también podría ser la lástima. O la necesidad de agradar. Qué chunga es la necesidad de ayudar y de aprobación. Pero empieza con un té. Y una tipa rara que se llama Martha que huele una coyuntura.
La trama es sencilla y con un adictivo toque de realidad. No tiene nada de lo que acostumbran a abusar en las cintas sobre acoso, sino que se aborda el tema desde una perspectiva psicológica diferente, donde se exponen magistralmente los trastornos post-traumáticos tanto de una parte como de la otra, y con el plus de que el actor principal, Richard Gadd, es el propio protagonista de la historia real.
La película hila con tacto y coherencia las causas y consecuencias de una cadena de desórdenes mentales que comienzan con una baja autoestima y a la que le siguen el abuso de poder, la pérdida de identidad, la búsqueda de validación externa, la dificultad para poner límites, la dependencia emocional y muchos otros que, en conjunto, forman un cóctel molotov capaz de destruir a cualquier persona. Y, entre drama y drama, te saca alguna carcajada.
Definitivamente, una sorpresa que te encuentras en Netflix una noche que no buscabas nada en particular. Recomendable 100%.

5,7
30.247
6
20 de septiembre de 2008
20 de septiembre de 2008
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de tantas críticas negativas al respecto, reconozco que dudaba si enfrentarme a esta película o no, y aquí me tienen, un aprobado y no por los pelos.
Al hablar de "El número 23" hay que hacerlo de la obsesión que persigue a un hombre, no de un número malvado (como algunos osan decir) o de combinaciones que no tienen sentido; claro que no tienen sentido y que realizar operaciones con otro número cualquiera también podría llevarnos a caminos paralelos, pero no tiene nada que ver con esta trama porque el contexto que engloba al número 23 es el trauma de una persona que se aferra al mismo y éste le obceca*, de este modo las relaciones que percibe entre lo que le rodea y el número 23 son producto de su subconsciente*. Y sé de lo que hablo cuando digo que esto puede suceder, pues yo misma tenía un profesor que afirmaba que a través de la numerología, concretamente con una matrícula de coche, había podido visionar lo que sucedería el 11-S... a ver si no es para llevarse las manos a la cabeza, señores.
En mi caso, el suspense no ha sido demasiado intenso pero sí continuado, así como la obra en sí: curiosa y entretenida pero sin distinción entre otras tantas. Un buen film para ver, disfrutar y olvidar, como suele ocurrir con todo lo que lleva a cabo Schumacher. Lo realmente destacable es el reparto, bastante convincente por cierto, y Jim Carrey, ese hombre al que la cámara adora y que nació para vivir entre focos.
Algo que me ha llamado la atención son las absurdas preguntas que surgen sobre algunas escenas o frases de personajes, cuando justo antes no faltaban los reproches por el final cargante y detallado del que hace gala la película. Si de algún film han de decir "no entiendo esto", les aseguro que no es este; todo misterio queda resuelto y quizá esto le reste magia, pero evidencia la sinceridad y el cuidado que se ha depositado en ella. Si algo me indigna es que cuando se defiende una idea no se aporten suficientes alegaciones y se utilice únicamente la burla como arma; tanto en el cine como en otras circunstancias es un acto despreciable.
Al hablar de "El número 23" hay que hacerlo de la obsesión que persigue a un hombre, no de un número malvado (como algunos osan decir) o de combinaciones que no tienen sentido; claro que no tienen sentido y que realizar operaciones con otro número cualquiera también podría llevarnos a caminos paralelos, pero no tiene nada que ver con esta trama porque el contexto que engloba al número 23 es el trauma de una persona que se aferra al mismo y éste le obceca*, de este modo las relaciones que percibe entre lo que le rodea y el número 23 son producto de su subconsciente*. Y sé de lo que hablo cuando digo que esto puede suceder, pues yo misma tenía un profesor que afirmaba que a través de la numerología, concretamente con una matrícula de coche, había podido visionar lo que sucedería el 11-S... a ver si no es para llevarse las manos a la cabeza, señores.
En mi caso, el suspense no ha sido demasiado intenso pero sí continuado, así como la obra en sí: curiosa y entretenida pero sin distinción entre otras tantas. Un buen film para ver, disfrutar y olvidar, como suele ocurrir con todo lo que lleva a cabo Schumacher. Lo realmente destacable es el reparto, bastante convincente por cierto, y Jim Carrey, ese hombre al que la cámara adora y que nació para vivir entre focos.
Algo que me ha llamado la atención son las absurdas preguntas que surgen sobre algunas escenas o frases de personajes, cuando justo antes no faltaban los reproches por el final cargante y detallado del que hace gala la película. Si de algún film han de decir "no entiendo esto", les aseguro que no es este; todo misterio queda resuelto y quizá esto le reste magia, pero evidencia la sinceridad y el cuidado que se ha depositado en ella. Si algo me indigna es que cuando se defiende una idea no se aporten suficientes alegaciones y se utilice únicamente la burla como arma; tanto en el cine como en otras circunstancias es un acto despreciable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*Se obsesiona con el número 23 porque es la cifra que encontró entre unos papeles de su padre, el cual al suicidarse no dejó tan siquiera una nota.
*En su subconsciente, él retiene todas aquellas semejanzas con el número 23 que un día escribió en papel y que, posteriormente, sería hallado y publicado por el Dr. Sirius Leary, al cual la obsesión le condujo al suicidio.
*En su subconsciente, él retiene todas aquellas semejanzas con el número 23 que un día escribió en papel y que, posteriormente, sería hallado y publicado por el Dr. Sirius Leary, al cual la obsesión le condujo al suicidio.

6,2
3.963
6
19 de marzo de 2008
19 de marzo de 2008
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ópera prima, que hace honor a su nombre por ser la primera película de Trueba, es calificada por éste como su película más infantil, cuando infantil no debería ser exactamente la palabra, más bien joven diría yo. Joven porque conoce el pensamiento veinteañero, por resultar diversión y sensualidad continuas, por ser tan sencilla que se basa en la forma de la palabra, utilizando tres o cuatro escenarios que poca importancia pueden tener.
Los actores Óscar Ladoire y Antonio Resines, asegura Trueba, eran compañeros suyos de facultad, por lo que la historia cuánto menos parece auténtica. Aunque aquí lo que prima son los personajes y sus diferentes inquietudes, personajes que hoy en día podemos ver en cualquier rinconcito de antro alternativo, mentando a Truffaut y tomando té negro; que "la Coca-cola es para los cretinos". Paula Molina no lo hace mal, si bien el papel más arriesgado lo lleva a cabo Óscar Ladoire, que da vida a una personalidad más convencional y sin falsos misticismos, un tipo que no necesita vestir con trapos rotos ni tocar el violín para ser especial.
Lo que es el film en sí es bastante aceptable, nada artificioso y, si me apuran, llega a caer en algunos desniveles, pero es único. Es una obra tan extraordinariamente exclusiva que desborda comicidad y sarcasmo por los cuatro costados; tan genial que puede ofrecer un punto de vista sobre algo más que corriente -a diferencia de Matías, que expresaba que no tenía sentido escribir una novela sobre algo que se ve todos los días - y que destaque por su peculiaridad.
Sin dilaciones, los días de un novelista con una lista de fracasos amorosos a su espalda al que el destino sorprende con el encuentro de su prima, y que convierte lo que fuera un día más en el comienzo de una nueva batalla de la que, con sabores y sinsabores, seremos testigos durante una hora y media; también sería válido cambiar el sintagma “un novelista” por “cualquiera de nosotros” y “su prima” por “aquel viejo amor de verano”.
No es imprescindible, pero véanla.
Los actores Óscar Ladoire y Antonio Resines, asegura Trueba, eran compañeros suyos de facultad, por lo que la historia cuánto menos parece auténtica. Aunque aquí lo que prima son los personajes y sus diferentes inquietudes, personajes que hoy en día podemos ver en cualquier rinconcito de antro alternativo, mentando a Truffaut y tomando té negro; que "la Coca-cola es para los cretinos". Paula Molina no lo hace mal, si bien el papel más arriesgado lo lleva a cabo Óscar Ladoire, que da vida a una personalidad más convencional y sin falsos misticismos, un tipo que no necesita vestir con trapos rotos ni tocar el violín para ser especial.
Lo que es el film en sí es bastante aceptable, nada artificioso y, si me apuran, llega a caer en algunos desniveles, pero es único. Es una obra tan extraordinariamente exclusiva que desborda comicidad y sarcasmo por los cuatro costados; tan genial que puede ofrecer un punto de vista sobre algo más que corriente -a diferencia de Matías, que expresaba que no tenía sentido escribir una novela sobre algo que se ve todos los días - y que destaque por su peculiaridad.
Sin dilaciones, los días de un novelista con una lista de fracasos amorosos a su espalda al que el destino sorprende con el encuentro de su prima, y que convierte lo que fuera un día más en el comienzo de una nueva batalla de la que, con sabores y sinsabores, seremos testigos durante una hora y media; también sería válido cambiar el sintagma “un novelista” por “cualquiera de nosotros” y “su prima” por “aquel viejo amor de verano”.
No es imprescindible, pero véanla.
8
26 de diciembre de 2007
26 de diciembre de 2007
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Guerra Civil marcó un antes y un después en la historia de España, pues la instauración del régimen dictatorial de Francisco Franco hizo del pueblo un puñado de ojos grises y agachados, un montón de familias que, como en las colmenas, se movían y actuaban por inercia y obedecían a las órdenes del silencio y la represión.
Sin embargo, sólo algo tan grande como el cine conseguía despertar la ilusión de niños y mayores, conducir la mente a lugares donde únicamente la imaginación puede alcanzar. En Hoyuelos, en una sala de proyección, emitían "El doctor Frankenstein", película que calaría profundamente en una niña llamada Ana, hasta unos límites insospechados.
En los personajes puede observarse el carácter que antes hemos comentado. Los padres de la niña, siempre en silencio, son el triste reflejo de los rescoldos de una guerra reciente; de este modo, pocas son las palabras que se cruza entre sí esta familia, haciendo cada cual lo suyo, como si nada hubiere sucedido; como demasiados españoles. Pero Ana...¡ay! Ana, dulce niña de inocencia impoluta y con ganas de creer; ella se llevó la peor parte.
Estamos, señores, ante la mayor de las realidades y la mayor de las fantasías, y ningún extremo es bueno, pues los realistas son la viva imagen del pesimismo y los fantasiosos a veces pierden el norte. Es tal el realismo que, si lo han notado, los personajes se llaman como los actores; a mí me chocó bastante, pero luego leí en una famosa página de Internet que Víctor Erice así lo decidió tras haberle preguntado la niña protagonista que por qué habían los actores de cambiarse los nombres.
Una vez se entiende, es maravillosa. Reconozco que cuando terminó estaba algo desorientada, pero reflexionando, investigando y atando cabos...¡eureka!. Así que les advierto que no es una película fácil, por mucho que se dejen engañar ante la escasez de diálogos. No les voy a explicar la película, lo siento, porque si lo intentan averiguar por sí mismos la disfrutarán el doble.
Sin embargo, sólo algo tan grande como el cine conseguía despertar la ilusión de niños y mayores, conducir la mente a lugares donde únicamente la imaginación puede alcanzar. En Hoyuelos, en una sala de proyección, emitían "El doctor Frankenstein", película que calaría profundamente en una niña llamada Ana, hasta unos límites insospechados.
En los personajes puede observarse el carácter que antes hemos comentado. Los padres de la niña, siempre en silencio, son el triste reflejo de los rescoldos de una guerra reciente; de este modo, pocas son las palabras que se cruza entre sí esta familia, haciendo cada cual lo suyo, como si nada hubiere sucedido; como demasiados españoles. Pero Ana...¡ay! Ana, dulce niña de inocencia impoluta y con ganas de creer; ella se llevó la peor parte.
Estamos, señores, ante la mayor de las realidades y la mayor de las fantasías, y ningún extremo es bueno, pues los realistas son la viva imagen del pesimismo y los fantasiosos a veces pierden el norte. Es tal el realismo que, si lo han notado, los personajes se llaman como los actores; a mí me chocó bastante, pero luego leí en una famosa página de Internet que Víctor Erice así lo decidió tras haberle preguntado la niña protagonista que por qué habían los actores de cambiarse los nombres.
Una vez se entiende, es maravillosa. Reconozco que cuando terminó estaba algo desorientada, pero reflexionando, investigando y atando cabos...¡eureka!. Así que les advierto que no es una película fácil, por mucho que se dejen engañar ante la escasez de diálogos. No les voy a explicar la película, lo siento, porque si lo intentan averiguar por sí mismos la disfrutarán el doble.
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