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Críticas 2.199
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
3
20 de noviembre de 2015
45 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena lo que ocurre con «Nostalgia». Esta película tiene un bonito planteamiento y unas emociones sinceras: las emociones del exiliado Tarkovsky de su madre patria rusa. Sabemos el terrible contexto histórico que vivió el director y comprendemos su angustia, sus anhelos de regreso al hogar, su melancolía ante el presente. Todo eso está muy bien, es real y auténtico. Todo lo demás no.

Me sigue pareciendo artificioso. No digo que sea hipócrita; digo que fuerza la estética y el lenguaje cinematográfico para buscar una poesía inexistente y por supuesto subjetiva. Una iglesia gótica será siempre hermosa, pero plantarla en una película no hace de la cinta algo bello o poético, sublime. Se necesita un plus, un añadido, una visión posiblemente más sutil y trabajada del concepto. Así, Tarkovsky se adentra en la parsimonia y en los silencios más que en las palabras durante la estancia de su poeta Andrei en Italia. Mucha agua y muchas ruinas, una devastación espiritual en la que se mueven los personajes. Simbólico, sí, pero insuficiente, pesado, escaso, irreflexivo e incluso limitado desde un punto de vista técnico.

Las obsesiones de Tarkovsky se hacen de nuevo evidentes, pero son obsesiones intransferibles que solo le interesan a él y que solo él, y algún erudito, pedante, de la misma mentalidad o acoplado a la mayoría, traducirán con los ojos llenos de lágrimas y sin apenas certezas. Las bicicletas, el barro, el nombre de María o el fuego son constantes presentes en ese universo propio de locura y sacrificio que no conduce a nada ni nos enseña nada relevante. Decir que estamos en decadencia es quedarse en lo superficial; lo que importa es señalar las causas, los motivos, las consecuencias, los porqué, las soluciones, las posibilidades de esa decadencia. Ofrecer algo más aparte de obviedades.

El vehemente y abstraído Domenico terminará como se veía venir que iba a acabar, lo que parece ya de chiste, y Andrei se hará cargo de cumplir la obsesión de la vela encendida. Para ellos será importantísimo. Para mí no. Porque una vela encendida no es más que una vela encendida a no ser que previamente construyas un significado sólido para esa metáfora, para ese acto que se presenta elevado. Ser más o menos sombrío y abstracto no hace de una obra algo extraordinario.

Y ahora sacrificadme.
14 de agosto de 2011
35 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo puede tener tan pocas críticas esta película? Y, lo que es peor, ¿cómo puede tener tan mala nota? Vale que no es lo mejor de Tony Scott, vale que toda la historia es bastante simple, vale que el mundo de los coches no es de lo que más enganche... Podemos ponerle las pegas que queramos, pero, señores, ¡que es puro entretenimiento!

Y entretenimiento, además, hecho con estilo y mucha elegancia. La épica de las carreras se plasma con tal encanto que es difícil no verse asaltada por la emoción de la velocidad. Preciosa fotografía, por cierto, de la pista de carrera con el atardecer sobre los coches. Todo esto condimentado con una banda sonora inevitablemente buena (es la época, lo tengo claro), amistad a prueba de fuego y los clásicos valores de superación, ambición y mucha voluntad.

Sobresale, como siempre, el icono absoluto del cine Tom Cruise. Verle aparecer en moto desde la distancia, con gafas de sol y abrigo largo, equivale a ver la imagen ochentera y noventera de la masculinidad. Pese a sus muchos detractores, hay que reconocerle lo evidente: el enorme carisma que tiene. Porque actores guapos hay muchos, pero actores que transciendan la pantalla y construyan personajes que marquen épocas, hay pocos. Tom Cruise lo consigue, y al verle en escena, cara a cara con Robert Duvall, es imposible no rendirse ante su talento. Esta película con otro actor, no valdría la mitad de lo que vale.

Admito que «Días de trueno» está más cerca del cinco que del seis, pero mi nota es una (débil) forma de reivindicar este tipo de cine comercial, juvenil y ligero, pero con muchísima personalidad.
26 de junio de 2015
75 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora resulta que McConaughey es un buen actor. Hace un año era malo. Hoy es bueno. Qué descubrimiento, oye. La corriente de opinión ha dictado que es un intérprete de talento y carisma y, claro, cómo vas a decir tú lo contrario de la mayoría. Así, mágicamente los espectadores se han convencido de que Matthew es muy bueno y del mismo modo defenderán con pasión que «True Detective» es la mejor serie del mundo. Hoy lo es. Mañana ya veremos. Con esto no quiero despreciar a quienes les gusta «True Detective», sino resaltar el poder que un criterio establecido tiene sobre la masa. Admitámoslo: somos muy manipulables.

Lousiana, 2012. Dos ex policías están siendo interrogados sobre un crimen que investigaron hace diecisiete años. Se entremezcla, no sin pretenciosidad, presente, pasado y muchos monólogos entre humo de tabaco. El todopoderoso Rustin Cohle expulsa por su boquita, con aire de ser muy listo y muy profundo, palabras tipo oscuridad, moral, vacío, existencia, universo, muerte. Qué pasada, ¿eh?, os decís desde casa, y os creéis que Rust es nihilista, concepto sinónimo de calidad instantánea, porque es un ateo pesimista a quien las drogas le han dejado secuelas. Sin embargo, si este señor fuese de verdad nihilista, ni siquiera podría hacer una distinción entre lo correcto o incorrecto. Le daría igual resolver la muerte de una mujer o de cien. Le importaría un bledo la amistad de Martin. Iría por la vida sin juzgar nada ni a nadie. Esto no es filosofía camuflada. No es literatura en imágenes. Es apariencia y sombra. Nada tangible, sincero y afilado. Solo palabras con bonita sonoridad y una maravillosa interpretación del siempre, ayer, hoy y mañana, McConaughey.

Woody Harrelson también hace un trabajo excelente, aunque le toque el personaje de policía incompetente... Ah, ¿que no es ese su papel? Pues, chico, que revisen el guión, porque su Martin Hart no hace absolutamente nada útil para la investigación hasta los dos últimos capítulos, y encima le pone trabas a Rust quitándole la razón o negando sus hipótesis de trabajo. Pero qué pachorra, hijo. Mujer, no te fíes de un hombre que al llegar a casa pone a lavar su ropa. Mala señal. La señora Hart lo sabe y actuará en consecuencia desencadenando lo que sabemos desde el capítulo uno; igual que sabemos lo que quieren y buscan los agentes en su interrogatorio. ¿Misterio? Por favor.

Pese a todo, lo principal es descubrir quién o quiénes son los culpables del horrendo crimen de una mujer encontrada en el bosque. Así arranca la serie y así nos vemos envueltos en una investigación dividida en dos fases que, por desgracia, deja bastante que desear. El grueso de la información se destapa en el penúltimo capítulo, así, de golpe, tras casi veinte años mirándose el ombligo. Quizá los detectives se engañen, pero nosotros no nos engañamos con los datos y los sospechosos que van apareciendo. Además, el desenlace viene a ser el siguiente: la historia es tan fuerte, retorcida, misteriosa, increíble, espectacular y asombrosa... que no vamos a contártela. ¡Oh, Dios mío! ¡No me lo esperaba! ¡Qué pasada de serie!

No me causa antipatía y tiene una correcta realización, pero se mueve entre estereotipos, vaguedades y reclamos obvios como puede ser el sexo. La sigues con el interés de resolver un crimen pero termina sin convencerte. El interrogatorio en Spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-Se encuentra un cadáver con simbología desconocida. ¿Tratan de averiguar el significado de esos símbolos y, de paso, rastrear los cotos de caza o cazadores por la cornamenta? Nada. Con el tiempo se demostrará que hubiera sido lo más inteligente.

-Consiguen el diario de la víctima. ¡El diario íntimo de la víctima! Martin llega a decir que eso para qué les sirve... Sin comentarios. Rust lo lee por encima y saca el nombre de «El rey amarillo». ¿Se investiga? No. ¿Se sabe que/quién es al final? No. ¿De verdad pretenden hacernos creer que ese psicópata Childress ha leído a Chambers, si es que Chambers tiene algo que ver? ¿O que ha cautivado a las víctimas hasta el punto de convertirlas en seguidoras de no sabemos qué? Hombre, por favor.

-En la iglesia evangélica a la que llegan por algunos testimonios, unas feligresas les hablan de un hombre con cicatrices en la cara que sin duda puede ser interesante. ¿Le buscan? ¡No! ¿Se olvidan de él? ¡Sí! ¿Continúan tirando del hilo de las iglesias? Para qué, ¿verdad? Como es evidente que el crimen no tiene nada que ver con esos asuntos... De hecho, Rust niega al principio que esté relacionado con el satanismo. En fin.

-¿Hacen un perfil psicológico del psicópata? En absoluto. De hecho, atrapan a un traficante de drogas del que nadie, menos ellos, se cree que sea el culpable y el incompetente de Martin le mata como todo un policía profesional. Bueno, vale. A partir de aquí, ¿establecen nexos entre el traficante y el resto de pistas? No. Tienen que pasar diez años para que Rust empiece a pensar lo que los espectadores sabemos desde hace capítulos: ¡que el culpable sigue libre!

-La trama criminal no se explica, lo que me parece imperdonable. No se trata de ser ambiguos o dejar abiertas varias posibilidades, sino de pasar directamente de toda coherencia interna y de los propios elementos que la historia ha planteado. El resultado es un final chapucero donde se quedan sin resolver todas las preguntas importantes porque no son capaces de componer la historia y, por lo tanto, la trama se desmorona. ¿Qué relación hay con las iglesias y los proyectos educativos? ¿Qué pasa dentro de la familia Childress? ¿Qué es la «ascensión»? ¿Qué es el símbolo del espiral? ¿Qué ritual hay detrás? Si hay rituales, ¿de qué tipo? ¿De qué forma interviene Errol Childress en todo el entramado? ¿Cuál es su trasfondo? ¿Qué consecuencias tiene «Carcosa»? ¿Dónde encaja el traficante? ¿Y la familia Tuttle?

-Lo más inquietante: ¿el Sur de los Estados Unidos es así de sucio, degradante y endogámico?
13 de febrero de 2022
41 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me las prometía muy felices con esta producción de Netflix que está teniendo bastante éxito en la plataforma y fuera de ella. La verdad es que sin leer sinopsis de ningún tipo, ya solo por el nombre, «Archivo 81» te entra por los ojos. Luego empiezas a verla y todo se desinfla. Al menos es lo que me ha pasado a mí.

Esto se me ha ocurrido viendo otra serie, pero igualmente la reflexión sirve para «Archivo 81»: una obra tiene que ser armoniosa, debe estar equilibrada. No sé cómo explicarlo. La importancia de la proporción en un sentido amplio del término. Saber cuándo hablar, qué mostrar, qué explicar y qué no; cuándo introducir una idea, detenerse o seguir. Suena complejo, y lo es, porque el cine es arte, no ciencias.

Así, «Archivo 81» empieza recurriendo a un precipitado flashforward, o parecido, con el que ya sabes perfectamente que: hay una chica desaparecida, hay un edificio misterioso, la gente del edificio es mala y muy probablemente el protagonista irá a buscarla. ¿Era necesario? Puede parecer una anécdota, pero te marca el estilo de la serie, la falta de proporción. Lo analógico está lleno de encanto pero la historia no sabe utilizar ese elemento para crear miedo o fascinación. Solo hay que ver al protagonista, quien para nada muestra signos de terror o tensión, no hay atmósfera propicia. Tampoco es que sufra mucho, ¿realmente este chico está expuesto a algún peligro? Es verdad que sí hay cierto misterio, sobre todo en los capítulos finales, que son más entretenido, pero no es gran cosa.

Casi todo el guion carece de lógica. El recurso de las grabaciones está manipulado: hay cosas que nosotros vemos pero que Dan es imposible que vea porque en ese momento ni siquiera se está grabando; otras, la grabación resulta muy forzada, como el metraje final de Jess. ¿Hacía falta mostrar todas las vivencias de Melody en el pasado? No lo creo, roba misterio. La premisa misma es un sinsentido, con un multimillonario ultra poderoso a quien se le ocurre la brillante idea de contratar para su proyecto secreto a la única persona con implicaciones emocionales en las cintas y a quien, encima, pone a trabajar en el edificio donde están todos los secretos a descubrir… Por favor, qué falta de cordura.

Además, hay demasiados frentes, fenómenos, muchos muy vistos: sueños, alucinaciones, brujas, sectas, dimensiones desconocidas, demonios, videntes, drogas… Es muy difícil que funcione. Otro fallo es el monstruo principal, un desconocido sin entidad ninguna y que, por su inoperancia, resulta lamentable. Un ente que no hace nada es un fracaso rotundo, y este demonio es una pena. Ya quisiera ser como Sadako de «The Ring», a la que inevitablemente nos recuerda la serie; se le iban a quitar las tonterías a todos estos.

Otros usuarios han señalado convenientemente muchos de los problemas de la historia, pero es que hay millones y te los cuento en spoiler. La serie no te la recomiendo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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-A Dan lo meten para trabajar en las cintas en una casa apartada, aislada… y con un pueblo a treinta kilómetros al que puede ir en bicicleta y con el que puede quedar con su amigo Mark, incluso largarse. ¡Qué miedo!

-El amigo Mark sirve para todo. Este personaje es un elemento que solo tiene el propósito de investigar y averiguar lo que Dan no puede. ¿Que no sé qué está pasando? Tranqui, Mark te lo aclara todo. ¡Qué miedo!

-¿Qué le pasa a la vidente durante la sesión de espiritismo? ¿Contacta con el otro lado? ¿A qué viene tanto miedo?

-¿Por qué el interés de la secta en la snuff movie? No la necesitan para nada. Además, luego se descubrirá que la película la tiene la familia Crest, simplemente la debían buscar entre el material de su padre en vez de contactar con un muerto…

-La secta… El origen de la secta es una loca que quiere ser madre, cómo no, de nuevo la maternidad como leit motiv. La cuestión es: ¿qué hace la secta durante décadas? Porque si tienen que esperar a que pase el cometa Caronte cada veinticinco años, vaya plan. Se limitan a reunirse en un sótano a cantar, cogidos casi de las manos. ¡Qué miedo!

-El doctor Turner, ¿sabe lo que se cuece con la secta? ¿O lo averigua a partir de las cintas? Ojo, ¿el hombre vuelve al edificio para llevarse las cintas después del incendio…? Facilísimo. ¿No se las había dado Melody? ¿Quién le quema la casa? ¿Las brujas?

-¿Por qué no se encuentran los cuerpos de los habitantes del Visser? ¿Están en la otra dimensión? Si es así, como parece, ¿dónde están? ¿No han muerto, entonces? ¿Sí han muerto?

-Samuel empieza a matar a los que le molestan justo cuando Melody más sospecha de él y del Visser… Qué genio.

-¿Para qué puñetas le dan la pintura a Anabelle? ¿Para que Melody se asuste más y confirme sus sospechas de que son gente rarita? Es que de verdad...

-A Melody le hablan de un tal Samuel que parece sospechoso. Minutos después conoce a un vecino que se llama Samuel… y no ata cabos. Pasando.

-Solo pueden tener abierta la puerta a otra dimensión durante cinco minutos, dicen, pero… ¿cómo saben dentro de la otra dimensión el paso del tiempo?

-¿Dónde ha ido a parar Samuel cuando vuelven al final?

-Las cintas de telenovelas que graba una del Visser… ¿me explicas?

-Suma y sigue…
22 de abril de 2012
41 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así me quedo después de ver «Top Gun»: sin aliento, sin respiración y sin oxígeno. El culpable es Tom Cruise, del que vuelvo a manifestar mi admiración como actor y como hombre. Como actor porque, leídas algunas críticas, me pregunto qué más tendría que haber hecho para llegar a la «buena» interpretación; de verdad que no sé qué otros talentos se le pueden pedir a un actor que arrasa la pantalla y siempre hace suyo a los personajes. Como hombre..., en fin, salta a la vista.

Y sois precisamente vosotros, los hombres, los que más deberías alabar esta película y agradecerle a Tony Scott que haya dirigido semejante homenaje a la masculinidad, al hombre como ser dinámico, de imponente belleza, de lealtades inquebrantables, de amores enraizados y de noble corazón. El hombre que llora cuando hay que llorar, y se ríe de sí mismo desde la absoluta dignidad; el hombre como amante que deja rosas amarillas en la almohada, como seductor nato, como sublime conquistador que hace el amor con la mirada. El hombre que sudando sigue estando limpio, que no pierde la elegancia ni medio desnudo y no necesita casco para ir en moto. El hombre que compite sin tregua, pero aplaude y reconoce el valor del contrario; el hombre que se esfuerza, se hunde, se equivoca y se hace más fuerte. El hombre siempre dispuesto a ser héroe, aunque a veces sea un poco niño, inaccesible, irritante, caótico pero siempre caballero.

Es justo por esa propuesta de vida y de masculinidad, y por la preciosa fotografía de los aviones y de los atardeceres; y por la estupenda banda sonora, y por la estética (benditas gafas de sol), la pose, la teatralidad de toda la puesta en escena; y por Tom Cruise hecho icono y sex symbol por los siglos de los siglos; es por todo esto por lo que «Top Gun» tiene que verse y tiene que valorarse como lo que es: una película que sin ser brillante ni demasiado profunda, es todo un ejemplo de cine lleno de estilo, con clase, que mueve emociones y nos hace ser un poco (aunque sólo sea un poquito) mejores.

Sin duda alguna, totalmente imprescindible. Es más: obligatoria.
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