A Bruce Labruce hay que quererle o repudiarle. No caben los términos medios. Otto era, "per se", una propuesta arriesgada, y tiene, cómo no, puntos flojos, entre ellos algunas escenas de casquería que podrían haber quedado mejor, pero, no nos engañemos, esto no es una superproducción, no lo pretende tampoco, a dios gracias.

Esta es una historia de amor contada de una manera inteligente, mucho más de lo que parece a priori. Conforme avanza la trama, se revuelve, cada vez más intrincada, con más dudas, tropezones, resbalones, hasta que el espectador está casi tan zombie como el protagonista.

El final, bello, realista, melancólico. Yo, como habreis adivinado, soy de los que quiero a Bruce.

Me gusta el cine lento. Incluso aquel en el que aparentemente no sucede nada.
Pero esta película de Edgardo Castro es puro aburrimiento. Alarga las escenas sin contar nada y, lo que es peor, sin emocionar. Las escenas de sexo real aportan poco, y que el director sea el protagonista también no sé si ayuda al conjunto.

La historia enlaza 3 historias, cada una de 30 minutos, y todas con ciertos puntos en común. Pero solo la primera contiene a Pepe Isbert, y él solo hace que la película -muy entretenida, sensiblona a ratos, demasiado religiosa- merezca el visionado.

Pero le doy un siete solo por la pedazo de actriz y de estrella que es la que hace de hermana pequeña del prota.

Por otro lado, la peli no está mal, entretenida, con algunos puntos curiosos, algunas escenas bonitas, tierna dentro de lo rudo e inhumano del mundo de la prostitución callejera en que se mueve. La historia de amor está bien contada, aunque hacia el final se diluya, quizá por decisión del guionista, quizá por falta de engranajes internos, no sé.

Es como una hermana pequeña de My Idaho Privado, aunque sin la intensidad y belleza extrema, tristeza y apatía vital que rezumaba la estupenda cinta de Gus Van Sant.

La película es interesante, a ratos intensa. El gran fallo son los personajes, en especial el de la chica que va a por la protagonista. Su actitud no parece creíble o convincente, aunque las actuaciones sí dan la talla. Es un problema, parece, de guión.

En cualquier caso, la cinta se deja ver con agrado y el último tramo es bastante bueno. Hay algunos planos preciosos y la fotografía en blanco y negro es bellísima, recuerda a la de Gus Van Sant en su primer film (la historia también tiene algunos puntos en común).

Por todo esto, me veré las otras dos pelis de Diego Lerman a ver si ha tamizado esas asperezas de guión para redondear su propuesta.