You must be a loged user to know your affinity with manulynk
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

5,9
3.630
7
5 de septiembre de 2009
5 de septiembre de 2009
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película en la que coincidieron el realizador Don Siegel y el actor (y más tarde director) Clint Eastwood. El film viene a ser una especie de híbrido, llevando a la gran ciudad al entonces popular pistolero sin nombre que popularizó el actor pocos años antes. Eastwood interpreta a Walter Cugan, un policia de Arizona que viene a Nueva York en busca de un criminal. Siegel plantea el film a partir del enorme contraste entre un policia “de pueblo” (Eastwood) y el de la gran ciudad (interpretado por el gran Lee J. Cobb), que viene a ser como si Cugan viniera del mismísimo planeta Marte.
Siegel se aprovecha de los aspectos principales que caracterizaron al personaje creado por Leone, adaptándolo a un ámbito esencialmente urbano, con una trama bastante simplona (no es más que la persecución de un criminal), pero a la que el director sabe dotarla tanto de sus momentos de acción (con una persecución en moto, cual caballo moderno, que parece querer emular a “Bullit”) como de sus momentos cómicos (basados principalmente en la adaptación de Cugan a las formas de hacer en la gran ciudad), casi prefigurando una “buddy movie”, sobretodo porque el principal aliciente del film cuando no van detrás del fugado es precisamente incidir en el contraste entre ambos policias.
Aunque, a veces, se quiere exagerar tanto el contraste que acaba produciendo el efecto contrario, caso de la “escena hippy”, en su momento de rabiosa actualidad pero vista hoy apenas tiene gracia, e incluso muchos no entenderán el chiste. Hoy en día, prácticamente el film sólo es recordado precisamente por ser la primera vez que coincidieron Eastwood y Siegel, y quizás interese a quienes quieran observar en acción al germen del primer “Harry Calahan”, aunque en realidad ambos personajes son bastante diferentes ya que Cugan es un ingénuo policia de provincias que se tiene que espabilar en la gran ciudad, mientras que Callahan es un policía escéptico resultado de la inoperancia de sus superiores inmediatos y otros cargos políticos.
Aún así, hay que reconocer que comparten los mismos “tics” a la hora de componer el personaje. Hay que reconocer que films como este los hay a patadas hoy en día, aunque son pocos los que demuestran un cuidado casi artesanal tanto en la puesta escena así como en la planificación de las escenas de acción, por más que hoy nos parezcan pueriles con tanta tecnología digital a nuestra disposición.
Siegel se aprovecha de los aspectos principales que caracterizaron al personaje creado por Leone, adaptándolo a un ámbito esencialmente urbano, con una trama bastante simplona (no es más que la persecución de un criminal), pero a la que el director sabe dotarla tanto de sus momentos de acción (con una persecución en moto, cual caballo moderno, que parece querer emular a “Bullit”) como de sus momentos cómicos (basados principalmente en la adaptación de Cugan a las formas de hacer en la gran ciudad), casi prefigurando una “buddy movie”, sobretodo porque el principal aliciente del film cuando no van detrás del fugado es precisamente incidir en el contraste entre ambos policias.
Aunque, a veces, se quiere exagerar tanto el contraste que acaba produciendo el efecto contrario, caso de la “escena hippy”, en su momento de rabiosa actualidad pero vista hoy apenas tiene gracia, e incluso muchos no entenderán el chiste. Hoy en día, prácticamente el film sólo es recordado precisamente por ser la primera vez que coincidieron Eastwood y Siegel, y quizás interese a quienes quieran observar en acción al germen del primer “Harry Calahan”, aunque en realidad ambos personajes son bastante diferentes ya que Cugan es un ingénuo policia de provincias que se tiene que espabilar en la gran ciudad, mientras que Callahan es un policía escéptico resultado de la inoperancia de sus superiores inmediatos y otros cargos políticos.
Aún así, hay que reconocer que comparten los mismos “tics” a la hora de componer el personaje. Hay que reconocer que films como este los hay a patadas hoy en día, aunque son pocos los que demuestran un cuidado casi artesanal tanto en la puesta escena así como en la planificación de las escenas de acción, por más que hoy nos parezcan pueriles con tanta tecnología digital a nuestra disposición.

6,7
967
8
19 de octubre de 2011
19 de octubre de 2011
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en año 67 cuando el espectador todavía no se había recuperado del impacto de la genial trilogía de Leone, el realizador Giulio Petroni demostró haber aprendido bien la lección del maestro con una historia cuyo trazos principales bien hubieran podido salir de la mente del propio Leone. Además, Petroni consiguió hacerse con uno de los actores de la famosa trilogía, Lee Van Cleef (actor que incluso estaba semi-retirado cuando recibió la llamada para interpretar "La muerte tenía un precio" y que vivió una segunda juventud grácias a su participación). Y no sólo consiguió algunos de los secundarios habituales en la trilogía (como Mario Brega o Luigi Pistilli), sinó además la banda sonora corrió a cargo del gran Ennio Morricone.
El film nos cuenta fundamentalmente una historia de venganza. La del joven Bill (John Phillip Law), en busca de los asesinos de su familia cuando era niño. En su camino (que se irá sembrando de cadáveres a medida que vaya avanzando el metraje), se encontrará a Ryan (Lee Van Cleef) un misterioso personaje, que parece buscar lo mismo que él aunque sus motivos no parecen demasiado claros.
Petroni basa el film en la confrontación de ambos personajes, que tiene más de un guiño (por no decir otra cosa) con la famosa "La muerte tenía un precio". A veces, la historia parece recrearse más en los vaivenes de los dos protagonistas que no en la venganza en sí, la cual a veces parece que no va a llegar nunca. Pese a que el personaje de Lee Van Cleef se limita a repetir el cliché que le hizo famoso, el realizador intenta evitar el plagio dibujando un personaje más típico del western clásico como el que interpreta John Phillip Law, muy alejado de la habitual ambiguedad que caracterizó el spaguetti-western, y que asume a la perfección Lee Van Cleef manteniendo el cliché que le hizo famoso.
Por otro lado, pese a que a Clint Eastwood siempre se le tachó de actor limitado, Law no consigue ni acercarse, componiendo un personaje excesivamente rígido y más soso que el palillo que se empeña en masticar a todas horas. Y es que incluso para adoptar una postura hierática es necesario saber algo de actuar.
El film nos cuenta fundamentalmente una historia de venganza. La del joven Bill (John Phillip Law), en busca de los asesinos de su familia cuando era niño. En su camino (que se irá sembrando de cadáveres a medida que vaya avanzando el metraje), se encontrará a Ryan (Lee Van Cleef) un misterioso personaje, que parece buscar lo mismo que él aunque sus motivos no parecen demasiado claros.
Petroni basa el film en la confrontación de ambos personajes, que tiene más de un guiño (por no decir otra cosa) con la famosa "La muerte tenía un precio". A veces, la historia parece recrearse más en los vaivenes de los dos protagonistas que no en la venganza en sí, la cual a veces parece que no va a llegar nunca. Pese a que el personaje de Lee Van Cleef se limita a repetir el cliché que le hizo famoso, el realizador intenta evitar el plagio dibujando un personaje más típico del western clásico como el que interpreta John Phillip Law, muy alejado de la habitual ambiguedad que caracterizó el spaguetti-western, y que asume a la perfección Lee Van Cleef manteniendo el cliché que le hizo famoso.
Por otro lado, pese a que a Clint Eastwood siempre se le tachó de actor limitado, Law no consigue ni acercarse, componiendo un personaje excesivamente rígido y más soso que el palillo que se empeña en masticar a todas horas. Y es que incluso para adoptar una postura hierática es necesario saber algo de actuar.

7,5
3.933
7
5 de abril de 2009
5 de abril de 2009
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador John Ford, muy recordado por sus excelentes westerns ubicados en Monument Valley tenía además una especial predilección por su país de orígen, Irlanda, como lo demuestran las bellísimas películas en las que volcó con mimo toda la poesía de que era capaz (que era mucha). Ambientado en Dublin, en el año 1922, toda la acción sucede en realidad durante una noche, en la que el bravucon Gypo Nolan (Victor McLaglen) se debate entre la fidelidad a sus ex-compañeros del IRA y la recompensa que ofrecen las autoridades británicas por uno de ellos que le permitiría iniciar una nueva vida.
La película, es excesivamente deudora del cine mudo, como lo demuestran los numerosos insertos que intentan dar explicación a determinadas situaciones, así como la excesiva expresividad del personaje principal, con una interpretación quizás un tanto exagerada por parte del genial Victor McLaglen, que compone un más que creible rol de personaje atormentado por la duda primero y los remordimientos después, a pesar de lo cual es inevitable sentir simpatía por él. Otro tema importante es la delicadeza con la que Ford, y su guionista Dudley Nichols, tocaron un tema tan peliagudo como la situación de Irlanda en los años 20, centrando el foco en la persona de Gypo Nolan, y eludiendo con habilidad una excesiva politización del asunto, a pesar que el tema podría dar pie a ello. A pesar de que es inevitable tocar el tema de una forma aunque sea indirecta, y desde luego quedan bastante claras las posturas de guionista y realizador pese a su aparente neutralidad, pese a la sutileza de su tratamiento el cual declina tomar partido de forma explícita.
También llama la atención es la influencia que tiene el film de la estética expresionista que le es muy util a Ford para recrear la noche que nos está contando casi como si fuera una pesadilla (sobretodo las vacias calles de Dublin), al mismo tiempo que le sirve para enfatizar determinadas secuencias (hacia el final de la cinta). A la hora de valorar el film, hay que tener en cuenta que se trata de uno de los primeros films sonoros de John Ford, en el que aunque apunta buenas maneras, no cabe duda que se trata de un film "menor". Uno además, que ha envejecido demasiado, y que hoy nos parece un tanto simplón, con unos personajes excesivamente unidimensionales y esquematizados, lo que le resta de profundidad al conjunto.
Además algunas asociaciones son demasiado simplistas como la de Gypo con Judas, intentando dar al film un cierto aire bíblico que no le pega en absoluto. Pese algún que otro buen acierto (sobretodo alrededor de la composición de su protagonista que pasa de la duda, al remordimiento y terminando en la compasión), el film dista mucho de las grandes obras que el realizador nos ofrecerá en los próximos años
La película, es excesivamente deudora del cine mudo, como lo demuestran los numerosos insertos que intentan dar explicación a determinadas situaciones, así como la excesiva expresividad del personaje principal, con una interpretación quizás un tanto exagerada por parte del genial Victor McLaglen, que compone un más que creible rol de personaje atormentado por la duda primero y los remordimientos después, a pesar de lo cual es inevitable sentir simpatía por él. Otro tema importante es la delicadeza con la que Ford, y su guionista Dudley Nichols, tocaron un tema tan peliagudo como la situación de Irlanda en los años 20, centrando el foco en la persona de Gypo Nolan, y eludiendo con habilidad una excesiva politización del asunto, a pesar que el tema podría dar pie a ello. A pesar de que es inevitable tocar el tema de una forma aunque sea indirecta, y desde luego quedan bastante claras las posturas de guionista y realizador pese a su aparente neutralidad, pese a la sutileza de su tratamiento el cual declina tomar partido de forma explícita.
También llama la atención es la influencia que tiene el film de la estética expresionista que le es muy util a Ford para recrear la noche que nos está contando casi como si fuera una pesadilla (sobretodo las vacias calles de Dublin), al mismo tiempo que le sirve para enfatizar determinadas secuencias (hacia el final de la cinta). A la hora de valorar el film, hay que tener en cuenta que se trata de uno de los primeros films sonoros de John Ford, en el que aunque apunta buenas maneras, no cabe duda que se trata de un film "menor". Uno además, que ha envejecido demasiado, y que hoy nos parece un tanto simplón, con unos personajes excesivamente unidimensionales y esquematizados, lo que le resta de profundidad al conjunto.
Además algunas asociaciones son demasiado simplistas como la de Gypo con Judas, intentando dar al film un cierto aire bíblico que no le pega en absoluto. Pese algún que otro buen acierto (sobretodo alrededor de la composición de su protagonista que pasa de la duda, al remordimiento y terminando en la compasión), el film dista mucho de las grandes obras que el realizador nos ofrecerá en los próximos años

5,6
2.269
7
4 de septiembre de 2008
4 de septiembre de 2008
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film con este título y una temática que gira alrededor del estilo de lucha jiu-jitsu brasileño, puede dar la idea (equivocada como veremos) que vamos a ver un película del subgénero “artes marciales”, con espectaculares y coreografiadas peleas a la manera del resto de películas.
Sin embargo, en manos del realizador David Mamet, el film se convierte en realidad en un denso drama que gira entorno a Mike Terry (Chiwetel Ejiofor), un maestro de jiu-jitsu que regenta un modesto gimnasio, y que no está pasando precisamente por un buen momento económico. Sin embargo, trata de salir adelante agarrándose a sus propios principios, y transmitir eso mismo a sus escasos alumnos, con la máxima “nunca deja de haber una salida a cualquier situación”.
Mamet se aleja de las típicas películas de acción (aunque es cierto que hay algunas escenas de peleas, éstas están despojadas de ornamentos espectaculares y están rodadas con concisión pero sin énfasis), centrándose en los personajes, sobretodo el de Mike Terry, pero sin olvidarse de los que le rodean: su mujer Sondra (Alice Braga), su mejor alumno, el policia Randy (Dylan Flynn), y los turbios Chet (Tim Allen) y Jerry (Joe Mantenga).
Con todo ello, el director coloca Terry en un callejón sin salida, para mostrarnos como a partir de sus propias enseñanzas, encontrará una salida, aferrándose a sus creencias y sobretodo a su honor. Es por ello que el film parece más bien dirigido a la manera contenida de los films de samuráis de oriente (de hecho, en el mismo film se hace la comparación). Mamet nos muestra a un típico perdedor, al que solo le queda su propia dignidad, y a ella se aferra, en un mundo poblado de tiburones, y tramposos. El trasfondo del film es bastante pesimista en general (preside la idea que todo está corrupto en este mundo, por más que el director le ofrezca una salida un tanto inverosímil y forzada a su protagonista), acentúado con ese tono pausado con que nos va narrando la historia.
Quien espere ver un film espectacular con alucinantes peleas y patadas imposibles, saldrá del cine totalmente decepcionado. Sin embargo, aquel que no se haya hecho grandes expectativas, quizás salga de la sala de cine, sino satisfecho, al menos con el convencimiento que ha vista una película sólida, bien dirigida, y correctamente interpretada, y aunque tiene algún que otro defecto, priman más la virtudes, de un producto realizado medios más bien modestos y sin excesivas pretensiones.
Sin embargo, en manos del realizador David Mamet, el film se convierte en realidad en un denso drama que gira entorno a Mike Terry (Chiwetel Ejiofor), un maestro de jiu-jitsu que regenta un modesto gimnasio, y que no está pasando precisamente por un buen momento económico. Sin embargo, trata de salir adelante agarrándose a sus propios principios, y transmitir eso mismo a sus escasos alumnos, con la máxima “nunca deja de haber una salida a cualquier situación”.
Mamet se aleja de las típicas películas de acción (aunque es cierto que hay algunas escenas de peleas, éstas están despojadas de ornamentos espectaculares y están rodadas con concisión pero sin énfasis), centrándose en los personajes, sobretodo el de Mike Terry, pero sin olvidarse de los que le rodean: su mujer Sondra (Alice Braga), su mejor alumno, el policia Randy (Dylan Flynn), y los turbios Chet (Tim Allen) y Jerry (Joe Mantenga).
Con todo ello, el director coloca Terry en un callejón sin salida, para mostrarnos como a partir de sus propias enseñanzas, encontrará una salida, aferrándose a sus creencias y sobretodo a su honor. Es por ello que el film parece más bien dirigido a la manera contenida de los films de samuráis de oriente (de hecho, en el mismo film se hace la comparación). Mamet nos muestra a un típico perdedor, al que solo le queda su propia dignidad, y a ella se aferra, en un mundo poblado de tiburones, y tramposos. El trasfondo del film es bastante pesimista en general (preside la idea que todo está corrupto en este mundo, por más que el director le ofrezca una salida un tanto inverosímil y forzada a su protagonista), acentúado con ese tono pausado con que nos va narrando la historia.
Quien espere ver un film espectacular con alucinantes peleas y patadas imposibles, saldrá del cine totalmente decepcionado. Sin embargo, aquel que no se haya hecho grandes expectativas, quizás salga de la sala de cine, sino satisfecho, al menos con el convencimiento que ha vista una película sólida, bien dirigida, y correctamente interpretada, y aunque tiene algún que otro defecto, priman más la virtudes, de un producto realizado medios más bien modestos y sin excesivas pretensiones.

6,2
16.497
6
8 de septiembre de 2011
8 de septiembre de 2011
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador Peter Berg, debutante en temas de dirección, iba a empezar su carrera tras las cámaras destrozando por completo cualquier idea preconcebida de la despedida de soltero. Pese a que el film se inicia de la forma convencional: tenemos a una novia deseando casarse (Cameron Díaz), un novio (Jon Favreau) dócil e influenciable, y por supuesto un diverso y heterogeneo grupo de amigos (entres los que están las caras conocidas de Christian Slater y otras menos conocidas como Leland Orser, Jeremy Piven o Daniel Stern), los cuales se marchan a Las Vegas en busca de "la última juerga". Sin embargo, un suceso romperá totalmente lo que parecía una comedia convencional.
A partir de aquí, el film de Berg deriva hacia un humor negro, que a medida que avanza el metraje cada vez es más negro y menos humor. De hecho, las últimas secuencias rozan el surrealismo. Pero también es a partir de ahí donde el realizador empieza de verdad su propio film. Y es que Berg destroza sin ningún tipo de piedad, no solo los convencionalismos del género de la comedia típica de los años 80, sino que va incluso más allá.
Es imposible no ver en este film una crítica frontal hacia los modos y comportamientos de una clase social, que sin pertenecer al estamento más elevado, por lo menos sí que puede decir que es acomodada. Un grupo que vive instalado en las apariencias, la superficilidad y una total hipocresía. No hay pilar sagrado que no quede totalmente malherido en el film, empezando por el matrimonio, que es visto más como un escaparate social que no como una verdadera institución pilar de la sociedad actual, siguiendo por la religión, que es quizás la que se lleva la parte más mordaz, y sin olvidarse de los lazos de amistad, que a la hora de la verdad son mucho más endebles de lo que aparentan. No se salvan ni las relaciones familiares ni mucho menos los lazos filiares y es que el film de Berg tiene una curiosa tendencia hacia el nihilismo. Parece que el realizador quiere ofrecernos la visión que las cosas que nos muestran como importantes en nuestra sociedad (la familia, el matrimonio, la amistad, etc), son una mera apariencia que se sustenta en pilares con base de barro, que a la primera dificultad se desmorona como si fuera un castillo hecho de naipes.
A partir de aquí, el film de Berg deriva hacia un humor negro, que a medida que avanza el metraje cada vez es más negro y menos humor. De hecho, las últimas secuencias rozan el surrealismo. Pero también es a partir de ahí donde el realizador empieza de verdad su propio film. Y es que Berg destroza sin ningún tipo de piedad, no solo los convencionalismos del género de la comedia típica de los años 80, sino que va incluso más allá.
Es imposible no ver en este film una crítica frontal hacia los modos y comportamientos de una clase social, que sin pertenecer al estamento más elevado, por lo menos sí que puede decir que es acomodada. Un grupo que vive instalado en las apariencias, la superficilidad y una total hipocresía. No hay pilar sagrado que no quede totalmente malherido en el film, empezando por el matrimonio, que es visto más como un escaparate social que no como una verdadera institución pilar de la sociedad actual, siguiendo por la religión, que es quizás la que se lleva la parte más mordaz, y sin olvidarse de los lazos de amistad, que a la hora de la verdad son mucho más endebles de lo que aparentan. No se salvan ni las relaciones familiares ni mucho menos los lazos filiares y es que el film de Berg tiene una curiosa tendencia hacia el nihilismo. Parece que el realizador quiere ofrecernos la visión que las cosas que nos muestran como importantes en nuestra sociedad (la familia, el matrimonio, la amistad, etc), son una mera apariencia que se sustenta en pilares con base de barro, que a la primera dificultad se desmorona como si fuera un castillo hecho de naipes.
Más sobre manulynk
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here