Cuando era niño anhelaba, a ratos y si es que me acordaba, que la feria llegara a mi ciudad cada año, principalmente por la mezcla de atracción, fascinación e inquietud que me producía la posibilidad de montar en El Tren del Terror (o La Casa Del Terror o como se llame). Era algo deseado a la vez que temido en su justa medida, aunque, ciertamente, no me pareciera muy justa la proporción de temor frente a la de deseo, hablemos claro. Esta era la primera parte del espectáculo, atreverse a entrar. La segunda parte era, ya sentado en tu cochecito sobre el raíl, cuando no podías escapar sin vergüenza de tu asiento, cómo tu cochecito empezaba a moverse y a atravesar la iniciática primera cortina de goma negra para adentrarte en no sabías qué. Y aquello igual eran gritos por los sustos que se te echaban literalmente encima o era vértigo y adrenalina por la empinadísima cuesta final por la descendía tu cochecito o era risa por el desmadre de todo aquello. Luego estaban los coches de choque, en donde te lo pasabas muy bien chocando con tus amigos, y los puestos de azucar rosa o la clásica e inefable noria.
David Lynch es El tren del Terror del cine, y esta película una de sus visitas imprescindibles a nuestra ciudad cinematográfica plagada de algodones rosas y suntuosas norias.

Película televisiva infame emitida en España por primera vez por Antena 3, carente de guión, coherencia o interés alguno. El único interés es, a saber: para los fanes -con legítima voluntad libidinosa- de Brad Pitt.

LO PEOR: toda la película, una sucesión de tópicos de terror adolescente aderezados por la comicidad de la serie Z (que, voluntaria o involuntaria, se agradece para así poder digerir semejante engrudo).

LO MEJOR: que sólo es sufrible por fanes de Brad Pitt con fines lúbricos.
Es decir: el actor tiene entonces 22-23 años y enseña torsos y chulería sin recatos. Si sus motivaciones para ver la película no son estas, entonces es que es usted un enfermo.

El documental refleja unos cuantos puntos de vista de personas supuestamente intervinientes en el conflicto: personas no especialmente cualificadas ni interesantes (uno de ellos un ministro de exterior -Moratinos- español ¿ein?).
Un contenido lleno de lugares comunes que no aporta nada a una persona interesada en el tema, aunque probablemente sí que le aporte a una persona que esté por alfabetizar: no tiene más 'target' que ese.
En la parte técnica y cinematográfica es sencillamente cutre (el lo formal -imágenes- y, sobre todo, en lo estructural: guión y montaje).
En resumen: no eché usted en falta su visionado -es difícil de conseguir el documental- porque es absolutamente prescindible (véase un programa de "Salvador por el folllonero"-programa de tv de la cadena española La Sexta- y tendrá más chica que esto; y, con suerte, hasta se puede llevar algún chiste que no ofenda mucho su inteligencia.

Por fin un clásico del cine realizado en esa década, parecía imposible pero aquí está. Una película estimulante e incapaz de defraudar. No obstante y para que nadie se llame a engaño, su director, Christopher Nolan, tan sólo ha devenido posteriormente en dignísimo entretenimiento (El prestigio y Batman Begins), entretenimiento sólo digno de ser descargado de internet (El caballero oscuro) y bazofia en estado puro y sin fisuras (Origen). Tras sufrir la última de sus películas ("Origen" al escribir esto), nada mejor que recordarlo en sus orígenes, este Memento, que hace que poner a tus hijos a mendigar unos días para poder pagar la elitista entrada al cine merezca la pena

Interesante película de este sobrevalorado director. Es "Los pájaros" pero mucho mejor hecha. Combina muy bien la nada -un acierto frente a complacientes vueltas de tuerca- con las mayores expectativas creadas jamás en una película (los primeros 15-20 minutos). Apta (en parte) para amantes de "Elefant". No se lleve palomitas para verla porque no es ese el rollo, aunque lo parezca. Obra que quiere arriesgar con un camino distinto, sin caer (aunque por motivos cuestionables) en los indignantes agujeros negros de guión con que el director acostumbra a malograr su filmografía. Para espectadores que no esperen mainstream ni por asomo, sino desconcierto artístico y metafísico