Una verdadera lección de cine (de CINE, con mayúsculas, qué coño) a cargo del siempre interesante Roger Donaldson ("Un Pueblo llamado Dante's Peak", nada menos), y una obra clave en el devenir de la sensibilidad fílmica de género de finales del pasado siglo; que se beneficia de un guión sólido, complejo y multidimensional, cuyas muchas lecturas, relecturas y metalecturas se articulan cuales capas de metafórica cebolla; y de un reparto estelar que, capitaneado por un Sir Ben Kingsley en estado de gracia, arropa a Natasha Henstridge en el debut de su meteórica carrera (que incluiría títulos tan imprescindibles como "Adrenalina", "De tal Perro tal Amo" o "Esquía como Puedas"), quien interpreta magistralmente a la indiscutible protagonista del film: Sil, una bella y atribulada muchacha de volátil indumentaria, horrible híbrido mutante extraterrestre para más señas, a cuya trágica búsqueda del amor -pues no es ésta sino una delicada parábola sobre la insatisfacción en las relaciones interpersonales, amén de un hermoso canto al mestizaje- el espectador (masculino, en especial) asiste con el corazón en un puño. Espera, igual no era el corazón...

Sí, me voy a la cama.