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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
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Críticas 282
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
14 de abril de 2008
38 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí el que escribe de vez en cuando le asalta la duda si no tendrá una cafetera o algo parecido en vez de corazón. Admito que no me es fácil entregarme así como así a las películas y emocionarme con ellas y la explicación a eso es que no todas las películas son tan maravillosas como La Escafandra y la Mariposa. Esta película de Schnabel es dueña de una sensibilidad enorme, tanto que consigue adentrarse en los recovecos de esa mente dolorida y trasladarnos esos posibles pensamientos a una pantalla de cine con una claridad magistral y convertir la película en una especie de experiencia sensorial. Nunca antes he visto un uso tan preciso del plano subjetivo, tanta coherencia y elegancia a la hora de relatar unas experiencias biográficas, de manera que los recuerdos y las fantasías aparecen y desaparecen con la mayor de las naturalidades. Se le nota tan libre y desenvuelta y su capacidad para hacerte partícipe de esa experiencia-viaje es tan grande que el conjunto está rebosante de fuerza y poderío, queda para la posteridad una obra conmovedora, profunda, apasionada y apasionante, rebosante de dolor... y de belleza. El contraste es tan fuerte que los momentos de las recuerdos y las imaginaciones tienen un aire casi épico, transmiten una grandeza que parecen que sean tuyos (¡y qué soberbia utilización de la banda sonora!).

Puede que, si te fijas, veas que en el fondo la película responde al arquetipo de película de superación personal que tanto gusta en los Oscars, no obstante está filmada y narrada con una pericia tan consistente y creativa que consigue hacer una gran película sacándola del terreno que tenía abonado, el de los melodramas, las melancolías sensibleras y recrear las imágenes de esta historia con generosidad, cuando lo más probable es que las manos de un director menos habilidoso hubiesen hecho una película muy estática y probablemente pesada (sí, te estoy mirando a ti, Isabel Coxiet). A parte de esa claridad a la hora de escenificar los recuerdos también ayuda el sorprendente sentido del humor que ataca cuando menos te lo esperas, que, sin llegar a frivolizar, también nos ayuda a comprender que nada, ni los momentos más duros, deben recibir un exagerado trato dramático y que nunca hay excusa para no imaginar. Para mí eso es sabiduría.

Fui al cine con las expectativas muy altas y, cosa rara, todas fueron saciadas. No recuerdo la última vez que me emocioné tanto en una sala de cine y que la sala estuviera medio vacía y a oscuras para que no me vieran lloriquear como una nena. Grandiosa de veras.
27 de noviembre de 2008
81 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que Dreyer fuera pionero en eso de la autocomplacencia cinematográfica europea, pero Renoir consiguió superarle con creces. Mientras que el danés se esforzaba en cuadrarlo todo con su estricto código moral, el gabacho fue más allá e intentó por todos los medios satisfacer principalmente a su propia persona, que para algo era el más guapo (según la opinión de su mamá). Si pensáis que miento, recordad entonces quien (incomprensiblemente) al final de todo se lleva el gato al agua en 'La Regla del Juego'. Tan increíble como cierto. Por lo visto, con la edad, Renoir no ganó en sutilidad y en 'El Río' decidió pasarse por el forro las indirectas y colocó a Arthur Shields como su nada disimulado alter ego sosainas para que fuera el epicentro dionisíaco de las cutre-pasiones de las desfavorecidas hijas del fabricante de cáñamo, las cuales echan chispas de entre las piernas cada vez que divisan en el horizonte la cara de acelga del capitán Renoir, personaje mal escrito y mal interpretado dónde los haya que eleva la obra a la dimensión de pantomima egocéntrica.

Mal que pese, a Renoir no se le puede negar su talento para la composición visual de los planos, que resultan muy agradables para la vista, consigue encontrar una serie de imágenes encantadoras y cargadas de un exotismo que a buen seguro en los 60 y los 70 debieron ser la sensación entre los hippies que aspiraban viajar a la India en busca de espiritualidad gratuita. Ahora bien, lo que tampoco se le puede negar es lo machacona que llega a resultar la voz en off, que de tan omnipresente debería alcanzar el estatus de audiocomentario. Ningún favor le hace a la película tener que escuchar casi en cada dichosa escena obviedades rematadas en la voz de pito de Harriet, el personaje más detestable de toda la filmografía de Renoir debido a su carácter repelente y su enfermiza insistencia, tan cargante que dan ganas de romperle una botella en la cara. Ella, la madre que la parió y la niñera sabionda son las principales protagonistas de la sucesión de conversaciones que componen el esqueleto de esta película. Un torrente de diálogo fatuo que va a caballo entre lo ridículo y lo afectado, y que frena injustificadamente el desarrollo de la historia, ya de por sí bastante nulo.

Lo único que, por lo tanto, puede provocar El Río es un profundo aburrimiento supino. Más allá de un puñado de imágenes no le encuentro valor alguno, pues nada me ha aportado ni me ha dicho, me la traen al fresco sus metáforas visuales de los remeros navegando juntos por el río y como intenta mostrar la fragilidad de la vida con lo de la mordedura... me embotó tanto los sentidos que todas esas polleces me la pelan hasta el infinito y no me sale de los webs aprobarla a pesar de sus cualidades. Ahí le peten bien.
14 de abril de 2008
118 de 210 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ir vestido con un traje del Kukuxklan en pleno Bronx, tirarme sangrando a una piscina llena de tiburones, conducir un camión sin frenos que transporte dinamita por una carretera de montañas llena de curvas, cruzar corriendo la frontera de México y EEUU con una diana pintada en el pecho, leerme las obras completas de Javier Marías del tirón, someterme a una operación de cirugía estética para ser calcado a Bin Laden, compartir una cama de clavos con un fakir hasta ver quien de los dos aguanta más tiempo tumbado, ser pillado infraganti por The Rock mientras me trinco a su parienta, pasearme por las calles de Belfast cantando el god save the queen a todo pulmón mientras ondeo una gran bandera inglesa, escuchar regetón durante 48 horas seguidas, beber alcohol de botiquín, quedarme encerrado con un Liam Gallagher puesto hasta las cejas dentro de un minúsculo ascensor, entrar a una Herriko taberna cantando el cara el sol... todo eso lo haría antes que volver a ver tan mastodóntico mierdón
6 de enero de 2007
62 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tendré que ser la voz disonante en esta avalancha de críticas entusiastas, porque a mí la verdad es que esta película no me ha transmitido gran cosa.

Se nota que es la obra de un guionista, porque lo que es el entramado del crimen está reflejado de una manera sólida, a prueba de bombas, todos los cabos están muy bien atados, sin fallo alguno. Ahora bien, exceptuando a Edward G. Robinson, que está excelente y lo mejor de la película, las interpretaciones no me parecieron gran cosa, especialmente las de su dúo protagonista Fred McMurray y Barbara Stanwyck (siendo frívolo, incluso diré que me pareció poco agraciada). No me parecieron creíbles de lo artificial que resultan, no pude asimilar su historia de amor, que sucede de manera tan repentina. Y la renombrada sordidez no me parece tal. Seguro que soy yo, que juzgo con ojos contemporáneos la historia, pero la verdad es que es que en ningún momento llegué a sentir esa sensación de "qué jodido que es todo esto", todo me pareció bastante higiénico. Y no hace falta recurrir a Ciudad de Dios para encontrar esta sensación, otra obra cumbre del cine negro, La Jungla de Asfalto, si que consiguió hacerme notar ese sentimiento tan clave en el noir, ahí si que noté turbiedad por un tubo. Para colmo la banda sonora me chirrió en exceso de lo oxidada que está, tampoco ayuda a crear esa terrible atmósfera que se supone nos ha de oprimir. Globalmente he de decir que para mí se trata de un film bastante caduco y muy inflado.

En fin, que yo, como hijo de mi tiempo, sigo sin conectar plenamente con el cine de Billy Wilder. Me gustó moderadamente El Apartamento y El Crepúsculo de los Dioses, pero el resto me suele dejar bastante tibio y no consigo notar su grandeza, como es este caso.
10 de marzo de 2006
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que destaca por su naturalidad, la escenificación sin golpes efectistas y excesivamente dramáticos es imprescindible que sus diálogos sean capaces de parecer realistas pero a la vez inteligentes. En esta película eso se alcanza, y con buena nota. Mientras uno ve esta película tiene la sensación de estar viendo otra película europea de cine de autor, es decir, que hay calidad, hay madurez y hay solidez si uno sabe aceptar lo que se le ofrece. Que nadie espere grandes tragedias ni excesos, esta película no va de eso. Es como ver una película de Eric Rohmer, se nota ese gusto por rodar en lugares naturales, el cuidado de la composición de los personajes y sus diálogos, la exploración con mirada realista de la reacción humana mediante las pruebas que el director les va imponiendo. Su influencia tiene bastante peso aquí, aunque esso sí, hay que tener claro que hablamos de influencia, pero no calco. Esta película tiene cáracter propio. El resultado es de una solidez envidiable en cualquier película española, un delicioso trozo de realidad.
Los actores por lo general lo hacen bien, pero destacaría a mi vecino David Selvas por lo bien que transmite esa maldad que hay en el personaje de Robert y su inteligencia, sin caer en ningún exceso. Bravo por él. Sus escenas con Roberto Enríquez son lo mejor de la película.

En resumen, no queda una película agradable pero sin querer ser complaciente y que sabe aprovechar la belleza de sus localizaciones, la madurez de su texto y la gran solvencia de sus actores, todo eso unido por una estupenda dirección de Felipe Vega.
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