La serie la emiten solamente en versión original -sin doblaje-, es decir, en el incomprensible idioma en el que hablan la mitad de los actores españoles, por lo que es obligado su visionado con los pertinentes subtítulos. Tan solo los actores de origen hispanoamericano vocalizan con la debida corrección, lo que no deja de ser digno de análisis.

Dicho lo anterior, esta producción "made José Manuel Lorenzo" no deja de ser otra estafa más -como tantas- de las que ya nos tienen acostumbrados los "hacedores de series televisivas"; a saber: interminables metrajes que no aportan absolutamente nada en una historia que se puede contar bien -cinematográficamente hablando- en un par de horas. En este caso, han tirado por la calle de en medio, y el relleno es bien sencillo, todo consiste en colocar cada cinco minutos un buena paliza bien aderezada de bates de béisbol, puños americanos y demás instrumentos de negociación. Buen trabajo de los maquilladores para afear rostros después de una buena golpiza.

Pero hete aquí que, a partir del final de la primera temporada, la cosa se templa (bajan las palizas y sube la intriga) y mejora ostensiblemente. Pero sin tirar cohetes, eh!.

Celebrada película en su época, sobre todo por haber reunido a Frank Sinatra y su amigotes, pero que, dejando al margen este insignificante dato, no ofrece ningún atractivo importante.

La película tiene una duración de 2 horas y malgasta una entera en presentar a todos los personajes, haciéndolo de una forma tan tediosa y con tan poca gracia que el espectador tendrá que hacer esfuerzos por no abandonar lo que, a todas luces, se presenta como un bodrío de campeonato. De los distintos caracteres que el film ofrece no se puede decir mucho bueno: algunos, como Peter Lawford, se dedicaron a la interpretación como se podían haber dedicado a esquilar ovejas; el resto, incluido Sinatra, no ofrece nada relevante; solo salvaríamos a Sammy Davis jr. que sí presenta algo parecido a una interpretación. Merece destacarse, por lo chocante e irritante que resulta, el continuo tono machista de la película que, si al menos estuviera acompañado de algo de ingenio, nos podría robar una sonrisa, pero no.

La segunda mitad del film se centra en el robo, más simple que desenvolver un sugus. Escenas imposibles, diálogos bobos, y poco más.

Para aquellos que hemos apreciado la obra de un director original y talentoso (y, a veces, decepcionante) como Saura este documental se presentaba como una ocasión perfecta para conocer los entresijos personales y familiares del cineasta aragonés. Tras el visionado de la película, lo que queda es un retrato superficial, pura espuma; no sabemos si por la manifiesta y expresa resistencia del propio Saura a abrir su pensamiento y sus recuerdos o por la falta de ideas y recursos del director, pero lo cierto es que la película nada ofrece. Le falta pasión, conmoción, esfuerzo por sus protagonistas. Los hijos del cineasta (y el propio cineasta) van desfilando por la pantalla con una apatía y una desgana merecedora de haber mandado a la papelera este proyecto. Quizás otro gallo hubiera cantado si, a la manera de la antológica "El desencanto" de Chávarri, los vástagos de Saura nos hubieran ofrecido un retrato de su padre lejos de su presencia, obviando esas conversaciones breves e inútiles que esta película nos presenta. Y si algo queda de interés -sin ser quizás el propósito de sus protagonistas- es un retrato indirecto y no intencionado de una persona egocéntrica, despegada, empedernida y desmemoriada; y, además, un mal padre, sin duda, a la vista, no de lo que sus hijos cuentan, sino más bien de lo que se adivina que callan.

Un obsceno "Fast and furious" a la española, más malo que pegar a un padre. Con un descaro digno de mejor causa, los creadores de este engendro han decidido hacer caja, copiar la saga yanqui y que le vayan dando mucho por ahí a las buenas formas cinematográficas.
La estética es repelente, pero la trama parece creada por un hatajo de machotes adolescentes en una escapada de fin de semana hasta las trancas de farlopa (no se descartan otras sustancias) y comparándose unos con otros el cimborrio y sus huevos toreros.
Jodidamente aburrida y muy, muy irritante por lo insustancial que resulta todo.
¿Emoción, pasatiempo, intriga, ...? Qué va; cómprense un gato chino de esos que mueven el brazo y vibrarán más.

Tristeza y cierto desasosiego, eso es lo que me produce leer los elogiosos comentarios de algunos críticos a esta insufrible estafa perpetrada para embaucar al inocente espectador (sí, los hay; ¿será esto esnobismo cultural?). Una larguísima sucesión de "bonitas" estampas de la Albufera, bien aliñadas con canciones pegadizas, para mejor gloria de esta suerte de "cañas y barro" 2.0 que fía todo su atractivo (¿?) a estomagantes escenas de sexo de pobre realización. La palma se la lleva un irritante momento en que los protagonistas deciden echar un polvo sobre montañas de arroz (¿cabe mayor estupidez?), que bien podría ser un sonrojante homenaje a "Nueve semanas y media" en versión "socarrat".
Pero detrás de todo eso, no hay nada; solo una pretenciosa trama de misterio, bien previsible, que no transmite ninguna emoción, ninguna tensión, que ni conmueve ni inquieta. Todo parece un gigantesco spot publicitario de cerveza hecha "mediterráneamente" (¡viva la música y las canciones alegres!, ¡viva el sol y el amor fou!). Un absurdo hecho serie -alargadísima serie- que, además, no concluye y nos deja (¡ja!) pendientes de otra temporada. Pero que sepan que nos importa un higo el desenlace: la siguiente temporada que la vea Rita.