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Críticas ordenadas por utilidad
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10
14 de mayo de 2012
14 de mayo de 2012
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda distopía tecnológica propuesta por la brutal e inteligente serie Black Mirror.
Un futuro en el que los seres humanos pasan su tiempo pedaleando como hamsters frente a un monitor para ganar méritos.
Monitores omnipresentes en sus vidas, que los aíslan de sus semejantes, que prácticamente los alienan de cualquier cosa real.
Monitores que no cesan de mostrar todo tipo de burda telebasura, recompensando su visionado con méritos y penalizando su omisión con la pérdida de los mismos.
Un ambiente opresivo, inhumano, donde la máxima aspiración del individuo es conseguir los 15 millones de méritos necesarios para poder participar en un concurso de talentos, al estilo X- Factor, y convertirse en una estrella de la telebasura si finalmente resulta vencedor.
Aun estando familiarizado con todo tipo de planteamientos pesimistas, esta obra me ha resultado particularmente devastadora.
Porque me ha mostrado la belleza del amor a través de una canción y un rostro que después han sido prostituidos y pisoteados ante mí sin poder cerrar los ojos siquiera.
Considero muy acertada la comparación hecha con la obra 1984 de Orwell. La amarga desesperanza que deja el final de “15 Million Merits”, en mi opinión, es idéntica.
Desde el punto de vista técnico el capítulo es de una factura impecable, consiguiendo transmitir con contundencia los mensajes que propone la historia narrada.
Esto se debe en buena medida a la magnífica interpretación de su actor protagonista Daniel Kaluuya y la sobrecogedora actuación musical de Jessica Brown Findlay.
Una obra que hiere la sensibilidad y que, personalmente, considero una obra maestra de nuestro tiempo. Algo que merece verse.
Un futuro en el que los seres humanos pasan su tiempo pedaleando como hamsters frente a un monitor para ganar méritos.
Monitores omnipresentes en sus vidas, que los aíslan de sus semejantes, que prácticamente los alienan de cualquier cosa real.
Monitores que no cesan de mostrar todo tipo de burda telebasura, recompensando su visionado con méritos y penalizando su omisión con la pérdida de los mismos.
Un ambiente opresivo, inhumano, donde la máxima aspiración del individuo es conseguir los 15 millones de méritos necesarios para poder participar en un concurso de talentos, al estilo X- Factor, y convertirse en una estrella de la telebasura si finalmente resulta vencedor.
Aun estando familiarizado con todo tipo de planteamientos pesimistas, esta obra me ha resultado particularmente devastadora.
Porque me ha mostrado la belleza del amor a través de una canción y un rostro que después han sido prostituidos y pisoteados ante mí sin poder cerrar los ojos siquiera.
Considero muy acertada la comparación hecha con la obra 1984 de Orwell. La amarga desesperanza que deja el final de “15 Million Merits”, en mi opinión, es idéntica.
Desde el punto de vista técnico el capítulo es de una factura impecable, consiguiendo transmitir con contundencia los mensajes que propone la historia narrada.
Esto se debe en buena medida a la magnífica interpretación de su actor protagonista Daniel Kaluuya y la sobrecogedora actuación musical de Jessica Brown Findlay.
Una obra que hiere la sensibilidad y que, personalmente, considero una obra maestra de nuestro tiempo. Algo que merece verse.
10
12 de octubre de 2019
12 de octubre de 2019
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como muchos otros empecé a ver esta serie pensado que se trataba de una comedia ácida del mundo de Hollywood y de las celebrities…y afortunadamente me equivoqué porque encontré muchísimo más que eso. Olvídense de los Simpson, South Park y demás, esto es otra liga.
Porque críticas mordaces al mencionado mundillo del espectáculo y su impacto mediático no faltan, pero Bojack Horseman es probablemente una de la mejores, sino la mejor, tragicomedia que haya visto en tiempos. Es existencialismo en estado puro.
Gracias en buena parte a la escritura de los personajes que la pueblan. Son maravillosos. Complejos, imperfectos y con reacciones muy humanas. Es inevitable verse reflejado en sus contradicciones, sus dilemas, sus miserias…Y sentir una profunda empatía por ellos, hasta el punto de dejarte roto.
Quién me iría a decir que sentiría la imperiosa necesidad de abrazar a una gata rosa antropomórfica que rompe a llorar en el peor día de su vida o que me asaltarían las lágrimas en el capítulo de Sarah Lynn visitando el planetario.
Pero así es Bojack Horseman. Cuando menos te lo esperas te da una coz donde más duele y te deja con un nudo en la garganta reflexionando sobre lo que acabas de ver.
De todos modos que nadie piense que está exenta de humor porque lo hay también, muchas veces tirando del absurdo y de la crítica más o menos sutil. El hombre niño que es Vincent Adultman, las canciones genéricas de década o el robot sexual de Todd que llega a presidente de una compañía. Hay muchas situaciones parecidas en la serie que seguramente dibujen una sonrisa en la cara del buen entendedor.
Otra virtud a alabar de Bojack Horseman es que nunca busca la complacencia del espectador, busca su complicidad. No lo pone fácil y se arriesga incluso con un capítulo mudo u otro que es un monólogo todo él. Y lo ves, y te absorbe, porque percibes su afilada inteligencia a cada minuto.
Voy a echar de menos a ese hombre caballo o a ese caballo hombre mirándome, o mirando al vacío, mientras el mundo gira tras él. Y también al irreflexivo optimista de Mr. Peanutbutter, las aventuras delirantes de Todd el soñador, a la luchadora y tenaz Princess Carolyn y a la miserable e inteligente Diane.
Cabalgamos juntos hacia la última temporada y estoy encantado de haberos conocido.
Porque críticas mordaces al mencionado mundillo del espectáculo y su impacto mediático no faltan, pero Bojack Horseman es probablemente una de la mejores, sino la mejor, tragicomedia que haya visto en tiempos. Es existencialismo en estado puro.
Gracias en buena parte a la escritura de los personajes que la pueblan. Son maravillosos. Complejos, imperfectos y con reacciones muy humanas. Es inevitable verse reflejado en sus contradicciones, sus dilemas, sus miserias…Y sentir una profunda empatía por ellos, hasta el punto de dejarte roto.
Quién me iría a decir que sentiría la imperiosa necesidad de abrazar a una gata rosa antropomórfica que rompe a llorar en el peor día de su vida o que me asaltarían las lágrimas en el capítulo de Sarah Lynn visitando el planetario.
Pero así es Bojack Horseman. Cuando menos te lo esperas te da una coz donde más duele y te deja con un nudo en la garganta reflexionando sobre lo que acabas de ver.
De todos modos que nadie piense que está exenta de humor porque lo hay también, muchas veces tirando del absurdo y de la crítica más o menos sutil. El hombre niño que es Vincent Adultman, las canciones genéricas de década o el robot sexual de Todd que llega a presidente de una compañía. Hay muchas situaciones parecidas en la serie que seguramente dibujen una sonrisa en la cara del buen entendedor.
Otra virtud a alabar de Bojack Horseman es que nunca busca la complacencia del espectador, busca su complicidad. No lo pone fácil y se arriesga incluso con un capítulo mudo u otro que es un monólogo todo él. Y lo ves, y te absorbe, porque percibes su afilada inteligencia a cada minuto.
Voy a echar de menos a ese hombre caballo o a ese caballo hombre mirándome, o mirando al vacío, mientras el mundo gira tras él. Y también al irreflexivo optimista de Mr. Peanutbutter, las aventuras delirantes de Todd el soñador, a la luchadora y tenaz Princess Carolyn y a la miserable e inteligente Diane.
Cabalgamos juntos hacia la última temporada y estoy encantado de haberos conocido.

8,1
138.957
10
11 de agosto de 2010
11 de agosto de 2010
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de Blade Runner es hablar de un mito del cine.
De un oscuro poema visual de sobrecogedora belleza.
De música futurista envolvente salida de los sintetizadores intemporales de Vangelis.
Es hablar de noche, neon, lluvia, tristeza, soledad, vacío.
De penetrantes preguntas que interrogan sobre el significado de ser humano, sobre el papel que juegan los recuerdos en nuestra identidad, sobre quiénes somos y qué buscamos.
De humanos que juegan a ser dioses y son superados y destruidos por sus creaciones.
Son lágrimas en la lluvia y una paloma que escapa a un cielo azul lejos de la oscuridad de un mundo moribundo.
Blade Runner es un milagro, una película que con tan solo escuchar los acordes del prólogo provoca un escalofrío.
La mejor película de Ciencia Ficción de todos los tiempos.
De un oscuro poema visual de sobrecogedora belleza.
De música futurista envolvente salida de los sintetizadores intemporales de Vangelis.
Es hablar de noche, neon, lluvia, tristeza, soledad, vacío.
De penetrantes preguntas que interrogan sobre el significado de ser humano, sobre el papel que juegan los recuerdos en nuestra identidad, sobre quiénes somos y qué buscamos.
De humanos que juegan a ser dioses y son superados y destruidos por sus creaciones.
Son lágrimas en la lluvia y una paloma que escapa a un cielo azul lejos de la oscuridad de un mundo moribundo.
Blade Runner es un milagro, una película que con tan solo escuchar los acordes del prólogo provoca un escalofrío.
La mejor película de Ciencia Ficción de todos los tiempos.

5,0
17.651
5
25 de octubre de 2015
25 de octubre de 2015
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no tengo el privilegio de conocer a Álex me cuesta mucho criticar negativamente sus películas.
Es como decirle a alguien que te cae bien y que respetas por su manera valiente de hacer cine que la fórmula se está agotando.
De su cine siempre me ha gustado el humor negro cáustico, sus apuestas por actores que otros directores hubiesen ignorado, el punto bizarro y desquiciado de sus historias, las pinceladas (a veces brochazos) de crítica social y sobre todo el hecho de que nunca haya tenido miedo de la etiqueta “friki”.
Cuando repaso mentalmente “Mi gran noche” me doy cuenta que muchos ingredientes de los que antes he mencionado están presentes... Pero no funcionan.
Es como si la magia que surgiera de forma “espontánea” del ADN del director se hubiera convertido en un producto de diseño debido a un exceso de autoconsciencia.
Salvo alguna que otra perla de guión (a veces metida con calzador, como a quien se le ocurre una buena cita y no quiere desaprovecharla aunque no venga mucho a cuento) los diálogos son mucho menos mordaces y ocurrentes de lo que pretenden. El frenético ritmo impreso tampoco disimula esta carencia.
Respecto a los actores (y amiguetes), hay una enorme variedad de caras y talentos. De nuevo vuelve a apostarse por un reparto coral y eso es como hacer malabares con muchos ítems, hay que saber. Y qué pasa cuando no se domina la técnica, pues que acabas obteniendo un montón de personajes planos, monigotes en algunos casos, que dejan totalmente indiferente al espectador.
Sólo Raphael consigue destacar por encima del conjunto por lo...insólito que resulta verle “actuar”. Lo único que se me ocurre comparable sería el villano de José Luis Moreno en “Torrente 2”.
Y la crítica social... Está. Pero es muy, muy obvia.
En definitiva Álex, estamos a una campanada de la medianoche nuclear. Tú decides.
Es como decirle a alguien que te cae bien y que respetas por su manera valiente de hacer cine que la fórmula se está agotando.
De su cine siempre me ha gustado el humor negro cáustico, sus apuestas por actores que otros directores hubiesen ignorado, el punto bizarro y desquiciado de sus historias, las pinceladas (a veces brochazos) de crítica social y sobre todo el hecho de que nunca haya tenido miedo de la etiqueta “friki”.
Cuando repaso mentalmente “Mi gran noche” me doy cuenta que muchos ingredientes de los que antes he mencionado están presentes... Pero no funcionan.
Es como si la magia que surgiera de forma “espontánea” del ADN del director se hubiera convertido en un producto de diseño debido a un exceso de autoconsciencia.
Salvo alguna que otra perla de guión (a veces metida con calzador, como a quien se le ocurre una buena cita y no quiere desaprovecharla aunque no venga mucho a cuento) los diálogos son mucho menos mordaces y ocurrentes de lo que pretenden. El frenético ritmo impreso tampoco disimula esta carencia.
Respecto a los actores (y amiguetes), hay una enorme variedad de caras y talentos. De nuevo vuelve a apostarse por un reparto coral y eso es como hacer malabares con muchos ítems, hay que saber. Y qué pasa cuando no se domina la técnica, pues que acabas obteniendo un montón de personajes planos, monigotes en algunos casos, que dejan totalmente indiferente al espectador.
Sólo Raphael consigue destacar por encima del conjunto por lo...insólito que resulta verle “actuar”. Lo único que se me ocurre comparable sería el villano de José Luis Moreno en “Torrente 2”.
Y la crítica social... Está. Pero es muy, muy obvia.
En definitiva Álex, estamos a una campanada de la medianoche nuclear. Tú decides.

5,3
14.717
10
17 de julio de 2010
17 de julio de 2010
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque Manolito Gafotas es una comedia familiar que puede ser disfrutada por personas de toda edad y condición, no es una película para todo el mundo ni para todas las edades.
Y esto no lo digo por su contenido, sino por su contexto.
En realidad esta película va dirigida a todos aquellos que vivieron infancias similares a la de Manolito, los cuales, probablemente, serán quien empaticen mejor con las situaciones relatadas a lo largo del metraje.
Objetivamente resulta evidente que no reúne las condiciones técnicas ni artísticas para convertirse en un clásico del cine. No obstante, tiene grandes virtudes que conviene destacar.
La principal y más importante de todas ellas es su gran naturalismo, al cual contribuye en buena medida la acertada ambientación y las convincentes actuaciones.
Vemos a niños y adultos deambulando en gayumbos por un piso de reducidas dimensiones sin aire acondicionado, ropa de mercadillo, un barrio de esencia cañí, familias con dificultades para llegar a fin de mes, una madre histérica, un abuelo enfermo de la próstata, un padre agobiado por el trabajo,… pero sin dramatismos, como la vida misma. Todo ello presentado irónicamente desde la ingenua visión de un niño, el cual consigue dotar de humor al contexto antes mencionado, cual desventurado Quijote infantil.
La crítica social presente en el film es presentada de forma inteligentemente sutil, ya que de otro modo dejaría de ser una comedia para convertirse en un drama.
Es está pues, una película que homenajea una forma de vivir la infancia que se está perdiendo, y es por ello, que tipos como yo de pelo en pecho pertenecientes a esa generación nos sintamos invadidos por la nostalgia cuando la vemos.
Para mí es impagable los buenos ratos que me ha hecho pasar viéndola junto a mi familia, y de ahí el 10 que le otorgo sin ningún pudor.
Una película que deja una sonrisa en la boca y una lagrimita en la mejilla.
Y esto no lo digo por su contenido, sino por su contexto.
En realidad esta película va dirigida a todos aquellos que vivieron infancias similares a la de Manolito, los cuales, probablemente, serán quien empaticen mejor con las situaciones relatadas a lo largo del metraje.
Objetivamente resulta evidente que no reúne las condiciones técnicas ni artísticas para convertirse en un clásico del cine. No obstante, tiene grandes virtudes que conviene destacar.
La principal y más importante de todas ellas es su gran naturalismo, al cual contribuye en buena medida la acertada ambientación y las convincentes actuaciones.
Vemos a niños y adultos deambulando en gayumbos por un piso de reducidas dimensiones sin aire acondicionado, ropa de mercadillo, un barrio de esencia cañí, familias con dificultades para llegar a fin de mes, una madre histérica, un abuelo enfermo de la próstata, un padre agobiado por el trabajo,… pero sin dramatismos, como la vida misma. Todo ello presentado irónicamente desde la ingenua visión de un niño, el cual consigue dotar de humor al contexto antes mencionado, cual desventurado Quijote infantil.
La crítica social presente en el film es presentada de forma inteligentemente sutil, ya que de otro modo dejaría de ser una comedia para convertirse en un drama.
Es está pues, una película que homenajea una forma de vivir la infancia que se está perdiendo, y es por ello, que tipos como yo de pelo en pecho pertenecientes a esa generación nos sintamos invadidos por la nostalgia cuando la vemos.
Para mí es impagable los buenos ratos que me ha hecho pasar viéndola junto a mi familia, y de ahí el 10 que le otorgo sin ningún pudor.
Una película que deja una sonrisa en la boca y una lagrimita en la mejilla.
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