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7
7 de abril de 2024
7 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ronin, traducido literalmente del japonés significa "hombre ola". En el contexto actual se usa para llamar a alguien desempleado. En la época feudal, eran así llamados los samuráis sin señor, caídos en desgracia y condenados a un estamento social en el que lo único que los diferenciaba de la plebe era su derecho a portar armas.
El jidaigeki ha sabido tratar bien a esta figura. Algunos de los grandes héroes del cine de samuráis (Sanjuro, Tsugumo Hanshiro, Kikuchiyo, Ryunosuke o Magobei son ejemplos de ello) eran ronin y no samuráis, ya que la figura del samurái de pleno derecho suele usarse como símil del abuso de autoridad y la hipocresía burocrática, dado el pesimismo marcado de la cultura nipona posterior a la bomba atómica.
La realidad histórica, sin embargo, tenía poco que ver. Los ronin en el mejor de los casos eran oportunistas sin escrúpulos cuya espada les permitía robar, saquear o matar por un poco de arroz. Los menos afortunados eran poco más que muertos de hambre que ahogaban sus penas en sake y el único motivo por el que no los echaban de los bares era por el riesgo de ser desmembrados sin ningun miramiento.
Ese acercamiento crudo es el esqueleto argumental de la película. Solo el inicio es una completa declaración de intenciones: un duelo que de primeras parece ser épico, ve su resultado opacado por un ronin espectador que saquea el cadáver del muerto para cambiarle su espada por una de madera.
El escenario principal, sin embargo, es una taberna/prostíbulo/hostal de segunda categoría regentado por unos yakuzas un tanto considerados para como nos tiene acostumbrados el género. Allí se van desarrollando varias subtramas: el samurái caído en desgracia capaz de hacer todo lo posible para ser readmitido, una prostituta de lujo envuelta en una suerte de triángulo amoroso entre un bastardo perroflauta y el único ronin con sentido común, y cualquier estupidez que manden hacer al pobre de Shintaro Katsu, que no son pocas.
Su mayor lastre es quizás el tramo central. No llega a aburrir pero se andan un poco por las ramas y el plan de los villanos, un grupo de samuráis asesinos de putas que justifican su barbarie en la preservación de la decencia, si bien no es del todo anacrónico (aunque desde luego lo parece), no se justifica ni explica para nada.
Puntos a favor hay unos cuantos. La película nos hace esperar para ver acción de verdad, pero cuando llega en el tramo final, no decepciona lo más mínimo. Las coreografías, hechas de forma analógica usando muy buenos efectos de sonido y sangre de vez en cuando, se ven muy estilizadas y han envejecido bastante bien.
También destacan los detalles (a veces sutiles, a veces no tanto) que muestran como los ronin se ven obligados a hacer trabajos indignos para ganarse el pan: profesores de dibujos, criaderos de pájaros y esa memorable escena donde un personaje debe probar la nueva espada del señor con el cadáver de una mujer decapitada.
Para los amantes del chambara merece la pena y para los iniciados un pequeño aviso: la bipolaridad de las mujeres en el cine de samuráis y en el cine nipón en general es el pan de cada día. Lo digo para que no os sorprendáis por algunas decisiones de las protagonistas.
El jidaigeki ha sabido tratar bien a esta figura. Algunos de los grandes héroes del cine de samuráis (Sanjuro, Tsugumo Hanshiro, Kikuchiyo, Ryunosuke o Magobei son ejemplos de ello) eran ronin y no samuráis, ya que la figura del samurái de pleno derecho suele usarse como símil del abuso de autoridad y la hipocresía burocrática, dado el pesimismo marcado de la cultura nipona posterior a la bomba atómica.
La realidad histórica, sin embargo, tenía poco que ver. Los ronin en el mejor de los casos eran oportunistas sin escrúpulos cuya espada les permitía robar, saquear o matar por un poco de arroz. Los menos afortunados eran poco más que muertos de hambre que ahogaban sus penas en sake y el único motivo por el que no los echaban de los bares era por el riesgo de ser desmembrados sin ningun miramiento.
Ese acercamiento crudo es el esqueleto argumental de la película. Solo el inicio es una completa declaración de intenciones: un duelo que de primeras parece ser épico, ve su resultado opacado por un ronin espectador que saquea el cadáver del muerto para cambiarle su espada por una de madera.
El escenario principal, sin embargo, es una taberna/prostíbulo/hostal de segunda categoría regentado por unos yakuzas un tanto considerados para como nos tiene acostumbrados el género. Allí se van desarrollando varias subtramas: el samurái caído en desgracia capaz de hacer todo lo posible para ser readmitido, una prostituta de lujo envuelta en una suerte de triángulo amoroso entre un bastardo perroflauta y el único ronin con sentido común, y cualquier estupidez que manden hacer al pobre de Shintaro Katsu, que no son pocas.
Su mayor lastre es quizás el tramo central. No llega a aburrir pero se andan un poco por las ramas y el plan de los villanos, un grupo de samuráis asesinos de putas que justifican su barbarie en la preservación de la decencia, si bien no es del todo anacrónico (aunque desde luego lo parece), no se justifica ni explica para nada.
Puntos a favor hay unos cuantos. La película nos hace esperar para ver acción de verdad, pero cuando llega en el tramo final, no decepciona lo más mínimo. Las coreografías, hechas de forma analógica usando muy buenos efectos de sonido y sangre de vez en cuando, se ven muy estilizadas y han envejecido bastante bien.
También destacan los detalles (a veces sutiles, a veces no tanto) que muestran como los ronin se ven obligados a hacer trabajos indignos para ganarse el pan: profesores de dibujos, criaderos de pájaros y esa memorable escena donde un personaje debe probar la nueva espada del señor con el cadáver de una mujer decapitada.
Para los amantes del chambara merece la pena y para los iniciados un pequeño aviso: la bipolaridad de las mujeres en el cine de samuráis y en el cine nipón en general es el pan de cada día. Lo digo para que no os sorprendáis por algunas decisiones de las protagonistas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por cierto, la interpretación de los actores no desentona. Katsu en particular funciona otra vez como samurái cazurro y hasta hace el mismo gesto de escupir sobre el mango de su katana que hacía en la película de Hitokiri (por cierto, no ha envejecido nada en veinte años, mis respetos caballero).

6,5
72
9
6 de abril de 2024
6 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En realidad no he visto la original. Estaba pensando en un título cuando he caído en que la maravilla que acabo de ver es una reinterpretación del clásico de King Hu, director también de "A Touch of Zen" y un puñado de obras por las que será recordado.
Por la nota queda constatado que me ha gustado. Ni qué decir que me tenía completamente ganado desde el trailer, con esa Maggie Cheung juguetona y unas escenas de acción que, para ser de la etapa pre-matrix, no tenían nada que envidiar a las elaboradas por Yuen Woo-ping en Tigre y Dragón, Hero o Fearless. De hecho cuentan con una personalidad propia que alterna demostraciones de wushu con las más alocadas piruetas. Si a eso le sumas una edición comepetente capaz de mostrar de forma clara cada movimiento, pues qué decir: basta con verlo por uno mismo.
Otro punto muy a favor son los personajes, así como los actores y actrices que les dan vida. A veces sucede que te encuentras con un actor conocidísimo en una película previa a su estrellato. En este caso tenemos a Donnie Yen haciendo del villano, lo que ya es punto porque con lo endiosado que está su Ip Man, nada me alegra más que verlo como un señor de la guerra eunuco, maquillado y con un carisma que es para quitarse el sombrero.
Maggie Cheung también es un gran acierto. Interpreta a un personaje que es poco menos que una sociópata que incita a sus clientes a cometer canibalismo y no tiene reparo en seducir a hombres solo por diversión. Sin embargo, su interpretación alocada y apariencia inocentona se ganan el corazón del espectador, a pesar de que para ella su único problema es que el protagonista no ha caído rendido a sus encantos.
La producción toma un enfoque interesante. El argumento es relativamente sencillo y tampoco requería de demasiado presupuesto. Aún así el trabajo en los decorados, vestuario y la estética de la propia posada destacan por su atención al detalle. Hay montones de extras a caballo, armaduras y efectos prácticos recurrentes como la sangre analógica. Pudieron haber ido a lo fácil, pero no lo hicieron.
Antes de pasar al spoiler, hablo un poco del tono del filme. Si bien conserva el tono shakesperiano que veríamos después en las ya citadas Tigre y Dragón o Shadow, aquí todo es mucho más desenfadado. Hay drama, sí, pero se administra a cuentagotas y solo cuando hace falta. Aunque como viene siendo costumbre en este tipo de películas, son pocos los que sobreviven a la misma.
En cualquier caso la recomiendo enormemente. Me ha hecho pasar un rato divertido y las peleas son casi un orgasmo técnico. Saludos.
Por la nota queda constatado que me ha gustado. Ni qué decir que me tenía completamente ganado desde el trailer, con esa Maggie Cheung juguetona y unas escenas de acción que, para ser de la etapa pre-matrix, no tenían nada que envidiar a las elaboradas por Yuen Woo-ping en Tigre y Dragón, Hero o Fearless. De hecho cuentan con una personalidad propia que alterna demostraciones de wushu con las más alocadas piruetas. Si a eso le sumas una edición comepetente capaz de mostrar de forma clara cada movimiento, pues qué decir: basta con verlo por uno mismo.
Otro punto muy a favor son los personajes, así como los actores y actrices que les dan vida. A veces sucede que te encuentras con un actor conocidísimo en una película previa a su estrellato. En este caso tenemos a Donnie Yen haciendo del villano, lo que ya es punto porque con lo endiosado que está su Ip Man, nada me alegra más que verlo como un señor de la guerra eunuco, maquillado y con un carisma que es para quitarse el sombrero.
Maggie Cheung también es un gran acierto. Interpreta a un personaje que es poco menos que una sociópata que incita a sus clientes a cometer canibalismo y no tiene reparo en seducir a hombres solo por diversión. Sin embargo, su interpretación alocada y apariencia inocentona se ganan el corazón del espectador, a pesar de que para ella su único problema es que el protagonista no ha caído rendido a sus encantos.
La producción toma un enfoque interesante. El argumento es relativamente sencillo y tampoco requería de demasiado presupuesto. Aún así el trabajo en los decorados, vestuario y la estética de la propia posada destacan por su atención al detalle. Hay montones de extras a caballo, armaduras y efectos prácticos recurrentes como la sangre analógica. Pudieron haber ido a lo fácil, pero no lo hicieron.
Antes de pasar al spoiler, hablo un poco del tono del filme. Si bien conserva el tono shakesperiano que veríamos después en las ya citadas Tigre y Dragón o Shadow, aquí todo es mucho más desenfadado. Hay drama, sí, pero se administra a cuentagotas y solo cuando hace falta. Aunque como viene siendo costumbre en este tipo de películas, son pocos los que sobreviven a la misma.
En cualquier caso la recomiendo enormemente. Me ha hecho pasar un rato divertido y las peleas son casi un orgasmo técnico. Saludos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La pelea final... qué barbaridad. Y ojito con el carnicero. Éxtasis, simplemente éxtasis.

5,5
10.872
5
21 de noviembre de 2022
21 de noviembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo lo reconozco. No soy fan de Scream, no puedo sentirme traicionado porque unos ejecutivos hayan dado el visto bueno a lo que parece una secuela de mierda. Pero sigue siendo una película y, por tanto, criticable como cualquier otra. Que comience la carnicería.
Basándome en mis nulos conocimientos de psicología, he dispuesto que a los que enumeran primero los defectos y luego las virtudes, por lo general les ha gustado la película. Cuando sucede al revés, o bien el resultado ha sido decepcionante o bien la experiencia ha sido el equivalente a cortarse un dedo sin anestesia. Dicho esto, comencemos por sus virtudes.
La película no es muy larga, lo cual se agradece. La dirección no se reduce al plano contra plano constante. De las muertes, mi falta de experiencia en el cine slasher juega a su favor (en el sentido de cuesta diferenciar una muerte creativa de una del montón) y poco puedo aportar al respecto. Las actuaciones son mediocres pero por lo general no te sacan de la peli (la prota es un tanto inexpresiva). Y creo que ya está...
Vamos a por sangre: El guion es un poco mierda; el desarrollo de personajes, paupérrimo; el plan de los villanos, de cachondeo; la resolución, más de lo mismo. Y miren, yo entiendo que escribir un guion es complicado, pero no me jodas. En vuestro reparto hay estrellas y una buena realización, por presupuesto seguro que no ha sido. Los personajes se lanzan acusaciones entre sí por la puta cara y excepto en una ocasión, se lo toman con humor o de una forma un tanto infantil. Joder, que hay un asesino suelto, que podría ser cualquiera de ellos. Un poco de sangre en el cuerpo, macho. Para hablar del final tendría que habilitar el apartado de spoilers, pero paso. Mejor que lo veáis por vosotros mismos para entenderlo (y seguro que mis doctos compañeros lo habrán tratado mucho mejor que yo). El desarrollo de personajes me molesta, da la impresión de que a los jóvenes les importa una puta mierda el destino de sus compañeros muertos y lo que están por morir. Así lo único que deseas es que los maten por cabrones.
El motivo por el que le he puesto un cinco es porque al menos me ha entretenido, que es lo básico para que tenga el aprobado raspado. No me ha emocionado ni me ha sorprendido, pero bueno, es mejor que nada. Aun así, si no tienes nada que hacer, mejor será que veas otra cosa (aquí pondría una recomendación, pero es que en el género de terror soy un negado. Pondré "El resplandor", por ejemplo).
Un saludo y que tengan un buen día.
Basándome en mis nulos conocimientos de psicología, he dispuesto que a los que enumeran primero los defectos y luego las virtudes, por lo general les ha gustado la película. Cuando sucede al revés, o bien el resultado ha sido decepcionante o bien la experiencia ha sido el equivalente a cortarse un dedo sin anestesia. Dicho esto, comencemos por sus virtudes.
La película no es muy larga, lo cual se agradece. La dirección no se reduce al plano contra plano constante. De las muertes, mi falta de experiencia en el cine slasher juega a su favor (en el sentido de cuesta diferenciar una muerte creativa de una del montón) y poco puedo aportar al respecto. Las actuaciones son mediocres pero por lo general no te sacan de la peli (la prota es un tanto inexpresiva). Y creo que ya está...
Vamos a por sangre: El guion es un poco mierda; el desarrollo de personajes, paupérrimo; el plan de los villanos, de cachondeo; la resolución, más de lo mismo. Y miren, yo entiendo que escribir un guion es complicado, pero no me jodas. En vuestro reparto hay estrellas y una buena realización, por presupuesto seguro que no ha sido. Los personajes se lanzan acusaciones entre sí por la puta cara y excepto en una ocasión, se lo toman con humor o de una forma un tanto infantil. Joder, que hay un asesino suelto, que podría ser cualquiera de ellos. Un poco de sangre en el cuerpo, macho. Para hablar del final tendría que habilitar el apartado de spoilers, pero paso. Mejor que lo veáis por vosotros mismos para entenderlo (y seguro que mis doctos compañeros lo habrán tratado mucho mejor que yo). El desarrollo de personajes me molesta, da la impresión de que a los jóvenes les importa una puta mierda el destino de sus compañeros muertos y lo que están por morir. Así lo único que deseas es que los maten por cabrones.
El motivo por el que le he puesto un cinco es porque al menos me ha entretenido, que es lo básico para que tenga el aprobado raspado. No me ha emocionado ni me ha sorprendido, pero bueno, es mejor que nada. Aun así, si no tienes nada que hacer, mejor será que veas otra cosa (aquí pondría una recomendación, pero es que en el género de terror soy un negado. Pondré "El resplandor", por ejemplo).
Un saludo y que tengan un buen día.
6 de mayo de 2025
6 de mayo de 2025
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Los asiduos a la longeva saga "Sleepy Eyes of Death" estarán de acuerdo conmigo en que las 12 películas canónicas de la saga (hay consenso, y muy acertado, sobre ignorar las películas posteriores a la muerte de Raizo Ichikawa) bien pueden clasificarse en dos tipos: los enfrentamientos con sectas satánicas y las intrigas palaciegas. La onceava entrega entra dentro de esta segunda categoría.
El punto de partida es sencillo: Kyoshiro vuelve a su tierra natal para visitar la tumba de su madre (que yo juraría que se quitó la vida nada más parir a nuestro antihéroe, o eso daba a entender el final de la cuarta entrega, pero bueno) y se reencuentra con su antiguo tutor, un anciano amable que cuida de otro hijo de la misa negra llamado Hyogo. El crudo destino que pesa sobre este joven es lo que llevará a Kyoshiro a regar de sangre la tierra de sus antepasados.
Me referiré primero a lo malo, que no va tan dirigido hacia sus fallas como a lo que podría haber sido con una mejor escritura. No se le puede exigir al pobre Seiji Hoshikawa, guionista de todas las películas salvo la octava, una obra maestra a estas alturas. La dirección de Yasuda, aunque correcta, no ofrece casi nada memorable e incluso la acción se vuelve algo repetitiva y sin mucha consecuencia.
Ichikawa está bien, a secas, pero el entorno supuestamente familiar en el que tiene lugar la historia no se aprovecha en absoluto salvo una única visita a la tumba de su madre (no te pido momentos emotivísimos a lo Zatoichi, pero joder, hasta desde el nihilismo se puede abordar un drama feroz, y la Trilogía de la Espada de Kenji Misumi es ejemplo de ello).
El personaje del Ometsuke (inspector del shogunato) está reciclado de la séptima entrega, incluyendo ese desenlace donde intenta hacer un ataque traicionero y le sale el tiro por la culata. No me molesta especialmente, pero el actor de aquella lo hacía mucho mejor.
Pero vayamos a lo bueno, que tanta negatividad le hace a uno más mal que bien. Algunos de los personajes parecen salidos de una película de Teruo Ishii, y lo digo como un cumplido. Ese esbirro sadomasoquista con su barra de acero e inquebrantable lealtad a su señora brilla cada vez que aparece. Los villanos principales aquí son una pareja de hermanos bastardos del shogun Ienari, que se valen de su estatus y poder para secuestrar campesinos y matarlos lentamente, cada uno a su sádica manera. La mujer se enamora de Kyoshiro, evidentemente, aunque Hoshikawa hace el giro interesante al hacer que su hermano se sienta celoso. Que los malos sean incestuosos siempre suma.
El hermano está interpretado por Yusuke Kawazu, un actor que disfruta metiéndose en personajes despreciables y mezquinos, sin nunca escapar de cierto patetismo. Aquí está pletórico, la mejor interpretación de la película.
Poco más que añadir. Como doceava entrega no está mal, pero esta saga está siempre a la sombra de la del masajista ciego, que fue evolucionando drásticamente con el paso de años y entregas fallidas, enriqueciéndose mucho más que esta saga, que para empezar tardó cuatro películas en encontrar su tono.
El punto de partida es sencillo: Kyoshiro vuelve a su tierra natal para visitar la tumba de su madre (que yo juraría que se quitó la vida nada más parir a nuestro antihéroe, o eso daba a entender el final de la cuarta entrega, pero bueno) y se reencuentra con su antiguo tutor, un anciano amable que cuida de otro hijo de la misa negra llamado Hyogo. El crudo destino que pesa sobre este joven es lo que llevará a Kyoshiro a regar de sangre la tierra de sus antepasados.
Me referiré primero a lo malo, que no va tan dirigido hacia sus fallas como a lo que podría haber sido con una mejor escritura. No se le puede exigir al pobre Seiji Hoshikawa, guionista de todas las películas salvo la octava, una obra maestra a estas alturas. La dirección de Yasuda, aunque correcta, no ofrece casi nada memorable e incluso la acción se vuelve algo repetitiva y sin mucha consecuencia.
Ichikawa está bien, a secas, pero el entorno supuestamente familiar en el que tiene lugar la historia no se aprovecha en absoluto salvo una única visita a la tumba de su madre (no te pido momentos emotivísimos a lo Zatoichi, pero joder, hasta desde el nihilismo se puede abordar un drama feroz, y la Trilogía de la Espada de Kenji Misumi es ejemplo de ello).
El personaje del Ometsuke (inspector del shogunato) está reciclado de la séptima entrega, incluyendo ese desenlace donde intenta hacer un ataque traicionero y le sale el tiro por la culata. No me molesta especialmente, pero el actor de aquella lo hacía mucho mejor.
Pero vayamos a lo bueno, que tanta negatividad le hace a uno más mal que bien. Algunos de los personajes parecen salidos de una película de Teruo Ishii, y lo digo como un cumplido. Ese esbirro sadomasoquista con su barra de acero e inquebrantable lealtad a su señora brilla cada vez que aparece. Los villanos principales aquí son una pareja de hermanos bastardos del shogun Ienari, que se valen de su estatus y poder para secuestrar campesinos y matarlos lentamente, cada uno a su sádica manera. La mujer se enamora de Kyoshiro, evidentemente, aunque Hoshikawa hace el giro interesante al hacer que su hermano se sienta celoso. Que los malos sean incestuosos siempre suma.
El hermano está interpretado por Yusuke Kawazu, un actor que disfruta metiéndose en personajes despreciables y mezquinos, sin nunca escapar de cierto patetismo. Aquí está pletórico, la mejor interpretación de la película.
Poco más que añadir. Como doceava entrega no está mal, pero esta saga está siempre a la sombra de la del masajista ciego, que fue evolucionando drásticamente con el paso de años y entregas fallidas, enriqueciéndose mucho más que esta saga, que para empezar tardó cuatro películas en encontrar su tono.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La mejor escena sin lugar a dudas es una donde la princesa obliga a un cautivo a violar a la prometida de Hyogo a cambio de perdonarle la vida después de hacerlo. Debido a su desesperación, él accede pero al ver como ella asume su destino y reza en silencio, termina por negarse y es ejecutado.
30 de marzo de 2025
30 de marzo de 2025
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Entonaba este lamento la Dama Yozeiin (interpretada por Yoshiko Mita) cerca del final de "The Fall of Ako Castle", película de 1978 que para un servidor fue su primer acercamiento a la leyenda de los 47 Ronin. En aquella película había respeto por los textos y personajes originales, si bien por momentos puntuales dejaba entrever una crítica sutil al fanatismo samurái del que tanta apología hace este relato. Nada de eso sucede aquí, aunque tiene su razón de ser.
Sin lugar a dudas la leyenda más famosa de Japón, bastante conocida en Occidente y con un sinfín de adaptaciones cinematográficas ya desde la etapa muda. A fecha del estreno de "The Loyal 47 Ronin", la más importante película sobre la gesta de los samuráis de Ako había venido de la mano de Kenji Mizoguchi: un film de casi cuatro horas, teniendo por base la obra kabuki de un dramaturgo comunista y el estigma de ser una obra encargada por el ministerio de propaganda imperialista, a las puertas del bombardeo japonés en Pearl Harbor.
Era aquella, además, una película en sobrio B/N y sin apenas secuencias de acción (no se le puede negar audacia ni valor al cineasta, con su osadía de omitir el enfrentamiento final, que da nombre y sentido a la leyenda). No suena descabellado pues, que el presidente Nagata (de Daiei Studios) decidiera preparar una nueva versión, esta vez a color, con un jugoso presupuesto y reparto de élite.
Desde luego, leer en los créditos iniciales sobre el elenco que participa hace las delicias de cualquier fan del cine japonés clásico: Kazuo Hasegawa, Ayako Wakao, Machiko Kyo, Takashi Shimura, Koji Tsuruta, Shintaro Katsu, Raizo Ichikawa, Fujiko Yamamoto, Ganjiro Nakamura, Chikage Awashima... esa profesionalidad inherente a los japoneses hace que todos brillen, cada uno a su manera y sin desentonar para nada en esta historia cuasi coral.
Su duración (2h 40), menor que la de Mizoguchi (inferior también a la conocida versión de Inagaki del 62), facilita la presentación y desarrollo de estos personajes, con una historia que les plantea situaciones que, directa o indirectamente, hacen alusión a lo honorable de su misión, a la sufrida abnegación de los samuráis en aras de llevar a cabo la venganza prometida. A mi el visionado me ha resultado enriquecedor habiendo leído previamente la novela homónima de Tamenaga Shunsui, escrita durante la era feudal y donde también abundaban este tipo de conflictos.
Kazuo Hasegawa da vida al Oishi más dramático, también al que más límites sobrepasa a la hora de engañar a sus enemigos y hacerles creer que no existe en él ningún deseo a represalias: humilla a su mujer e hijos en público, se emborracha sin pudor, frecuenta burdeles y finge no reconocer a sus compañeros. Esta subtrama tan recurrente tiene por segunda virtud la inclusión de una mujer enviada por Kira para espiarlo (brillantemente interpretada por Machiko Kyo).
A lo largo del metraje brotan puntuales estallidos de violencia, si bien el plato fuerte está reservado para el enfrentamiento final: bajo la nieve, al compás de los tambores de guerra, los 47 ronin de Ako irrumpen en la mansión de Kira con espadas, lanzas y arcos. A través de travelings, coreografías con pocos cortes y un aceptable uso de la sangre (al menos comparando con cualquier película pre-yojimbo), el expectador puede a todas luces disfrutar de un climax la mar de satisfactorio, seguido de la procesión triunfal que da cierre a esta épica (si Mizoguchi omitió el combate, Watanabe se toma el lujo de no firmar los seppukus masivos; decisión motivada por intereses comerciales, pero triunfadora a la hora de mantener al espectador en esa euforia final).
En Occidente esta versión apenas se conoce, eclipsada por la versión de Toho dirigida por Inagaki. Ambas son muy similares, si bien esta no contó con la suerte de tener a Akira Ifukube a cargo de la banda sonora. Sin embargo, creo que los personajes están aquí algo mejor perfilados. Ambas valen muchísimo la pena.
Sin lugar a dudas la leyenda más famosa de Japón, bastante conocida en Occidente y con un sinfín de adaptaciones cinematográficas ya desde la etapa muda. A fecha del estreno de "The Loyal 47 Ronin", la más importante película sobre la gesta de los samuráis de Ako había venido de la mano de Kenji Mizoguchi: un film de casi cuatro horas, teniendo por base la obra kabuki de un dramaturgo comunista y el estigma de ser una obra encargada por el ministerio de propaganda imperialista, a las puertas del bombardeo japonés en Pearl Harbor.
Era aquella, además, una película en sobrio B/N y sin apenas secuencias de acción (no se le puede negar audacia ni valor al cineasta, con su osadía de omitir el enfrentamiento final, que da nombre y sentido a la leyenda). No suena descabellado pues, que el presidente Nagata (de Daiei Studios) decidiera preparar una nueva versión, esta vez a color, con un jugoso presupuesto y reparto de élite.
Desde luego, leer en los créditos iniciales sobre el elenco que participa hace las delicias de cualquier fan del cine japonés clásico: Kazuo Hasegawa, Ayako Wakao, Machiko Kyo, Takashi Shimura, Koji Tsuruta, Shintaro Katsu, Raizo Ichikawa, Fujiko Yamamoto, Ganjiro Nakamura, Chikage Awashima... esa profesionalidad inherente a los japoneses hace que todos brillen, cada uno a su manera y sin desentonar para nada en esta historia cuasi coral.
Su duración (2h 40), menor que la de Mizoguchi (inferior también a la conocida versión de Inagaki del 62), facilita la presentación y desarrollo de estos personajes, con una historia que les plantea situaciones que, directa o indirectamente, hacen alusión a lo honorable de su misión, a la sufrida abnegación de los samuráis en aras de llevar a cabo la venganza prometida. A mi el visionado me ha resultado enriquecedor habiendo leído previamente la novela homónima de Tamenaga Shunsui, escrita durante la era feudal y donde también abundaban este tipo de conflictos.
Kazuo Hasegawa da vida al Oishi más dramático, también al que más límites sobrepasa a la hora de engañar a sus enemigos y hacerles creer que no existe en él ningún deseo a represalias: humilla a su mujer e hijos en público, se emborracha sin pudor, frecuenta burdeles y finge no reconocer a sus compañeros. Esta subtrama tan recurrente tiene por segunda virtud la inclusión de una mujer enviada por Kira para espiarlo (brillantemente interpretada por Machiko Kyo).
A lo largo del metraje brotan puntuales estallidos de violencia, si bien el plato fuerte está reservado para el enfrentamiento final: bajo la nieve, al compás de los tambores de guerra, los 47 ronin de Ako irrumpen en la mansión de Kira con espadas, lanzas y arcos. A través de travelings, coreografías con pocos cortes y un aceptable uso de la sangre (al menos comparando con cualquier película pre-yojimbo), el expectador puede a todas luces disfrutar de un climax la mar de satisfactorio, seguido de la procesión triunfal que da cierre a esta épica (si Mizoguchi omitió el combate, Watanabe se toma el lujo de no firmar los seppukus masivos; decisión motivada por intereses comerciales, pero triunfadora a la hora de mantener al espectador en esa euforia final).
En Occidente esta versión apenas se conoce, eclipsada por la versión de Toho dirigida por Inagaki. Ambas son muy similares, si bien esta no contó con la suerte de tener a Akira Ifukube a cargo de la banda sonora. Sin embargo, creo que los personajes están aquí algo mejor perfilados. Ambas valen muchísimo la pena.
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