Fusionar zombies de serie B con animación para todos los públicos podría haber sido una experiencia bastante divertida y novedosa, pero la película falla estrepitosamente en las dos vertientes. Una verdadera decepción demostradas las buenas intenciones, el regusto a cine adolescente irreverente y el acierto en el uso del stop-motion.

El acierto de Stockholm es el no quedarse en otra simpática película de chico-conoce-a-chica que utiliza con solvencia los manidos recursos del género, sino en mostrar sin tapujos las miserias y las verdaderas caras del día de después (a través del contrapunto entre noche y día y sus matices en cuanto a luz); y todo sin tirar por la borda la sensación de enamoramiento tonto en el espectador.

Lineal y anodina historia de ciencia ficción, con Matt LeBlanc haciendo todo lo posible por huir de 'Joey' y con la niña-adolescente más carismática de la época (la Lacey Chabert previa a su conversión en una mulata siliconada por obra y gracia de ¿los rayos uva?), que ni siquiera logrará convencer a los fanáticos del género.

Manida historia de iniciación homosexual, con una pose de cine independiente y un tratamiento simplista que la convierten en una agradable experiencia.

Construir una burla del género, a través de chistes escatológicos y estereotipos mucho más marcados que los clichés criticados, de ninguna manera podía dar buenos resultados; a pesar del siempre simpático Chris Evans y de la gracia en el sinsentido de las múltiples apariciones de actores que ya participaron en las cintas originales (¿debemos considerarlos unos fracasados o unos guasones?). Aunque, ¿acaso teníamos que esperar algo mejor?