Visión emigrante de la España oculta de jornaleros y gitanos a través de dos jóvenes franceses segunda generación argelí, para llegar al Magreb, mostrándonos su trasformación vital según se van aproximando a su destino, encontrando allí un mundo nuevo, desconocido pero que les une por motivos culturales. Tony Gatlif nos enseña la otra España de campos de cultivos y la realidad al otro lado del mediterráneo, además de un gran director es un maravilloso músico que siembra la película de innumerables momentos mágicos de flamenco fusionado con la música sufí argelina.

Sencillamente genial, tanto en su concepto como en su idea, aborda de una manera socarrona los principales defectos que vive la sociedad actual, es más inmoral decir un taco, que cometer todas las atrocidades que se comenten en nombre del bienestar de unos pocos. Momentos como la actuación del regimiento de soldados negros en primera línea de fuego me parecen épicos. La película es una antesala de los hechos que vinieron después, la caricaturización de Sadam Hussein, acordes a ello. Película que sí la viéramos más analíticamente nos daría mucho que pensar.

Visión de una realidad que vemos todos los días en las noticias, pero que por su cotidianidad, la mayoría de la gente no analizamos en todas sus consecuencias. ¿Qué piensa un palestino antes de inmolarse?, ¿Por qué lo hacen?. Estas preguntas son contestadas de una manera espeluznante en esta película. Hay una frase del protagonista que a mí me ha impresionado. ¿Por que ante los ojos del mundo las fuerzas invasoras aparecen como las victimas y las verdaderas victimas son tratadas como terroristas?,

Ki-Duk ha querido reducir al máximo cualquier expresión artística en esta película que la ha desposeído de todo interés, tremendamente lenta pero sin aportar nada, secuencias repetidas sin demasiado interés, la historia en sí misma floja, lo peor que he visto de Ki-Duk.

Si algo trasmite esta película es sensibilidad, en las miradas, en los gestos, en la música. La transformación llega al mundo. Hasta las culturas más aborígenes, enraizadas en costumbres machistas, pueden comtemporalizarse con valores actuales como la igualdad y el respeto sin perder sus orígenes. Impresionante la niña protagonista, el papel del hermano segundón lleno de ternura y sentimiento. Si lo valores religiosos occidentales evolucionaran como el de estos personajes otro gallo nos cantaría.