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Críticas ordenadas por utilidad
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8,2
109.841
9
4 de marzo de 2010
4 de marzo de 2010
96 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya desde el inicio se nos indica por dónde van a discurrir los cauces de esta película. Esa habitación de ventiladores que recuerdan helicópteros y napalm, de botellas vacías y olor a alcohol, de espejos rotos y manos ensangrentadas. Ese cuartel militar con asfixiantes primeros planos, de sudor en la frente, y con la voz de Kurtz de fondo. No se me ocurre mejor pistoletazo de salida para entrar en el alucinado universo que nos propone Coppola.
Poco a poco, de forma incesante, la película va adquiriendo volumen. Se confirma esa pulsión malsana apuntada en el arranque, apretándola hasta el estallido final. El descenso en picado al corazón del horror. Lográndolo Coppola sin apenas mostrarlo. No lo necesita para transmitirlo de forma absoluta.
El horror en sí no le interesa. Sangre y vísceras aparecen bastante menos de lo acostumbrado en una película bélica, pues Coppola sabe que la violencia es efímera. Lo que perdura son las cicatrices que deja tras de sí. Para explorarlas, se nos ofrece siempre el punto de vista de Willard, se nos prestan sus ojos. Por ello compartimos la evolución alucinada del personaje, y nos metemos hasta el tuétano en la atmósfera de la película.
Contribuyendo a esta fascinante atmósfera está la situación de la guerra de Vietnam, pero en absoluto es lo primordial. Por eso la versión Redux me parece que añade más lastre que otra cosa, con la escena de los franceses sobre todo. Con ella parece que se quiere aportar una visión política del conflicto, que la película aporte al contexto, cuando es el contexto el que debe aportar a la película (con los Rolling, con the Doors, con las drogas). Así se resta a la universalidad que se gana a pulso durante el resto del metraje.
Y es que buena parte de esta universalidad ya estaba en "El corazón de las tinieblas" de Conrad. Aquí demuestra una vez más Coppola lo privilegiado de sus neuronas al adaptar la novela, despedazándola, despreciando la trama para quedarse con lo primordial: su esencia. Al pulirla y darle forma es cuando aparece "Apocalypse Now". No es el resultado de la narrativa. Es Wagner a todo volumen ambientando un ataque de helicópteros. Es el olor a napalm por la mañana. Es la locura de un fuego cruzado alumbrado por bengalas. Es la sobrecogedora evocación de un Brando desatado, por medio de la palabra, del horror de brazos seccionados. Es eso y más.
Es cine en vena.
Poco a poco, de forma incesante, la película va adquiriendo volumen. Se confirma esa pulsión malsana apuntada en el arranque, apretándola hasta el estallido final. El descenso en picado al corazón del horror. Lográndolo Coppola sin apenas mostrarlo. No lo necesita para transmitirlo de forma absoluta.
El horror en sí no le interesa. Sangre y vísceras aparecen bastante menos de lo acostumbrado en una película bélica, pues Coppola sabe que la violencia es efímera. Lo que perdura son las cicatrices que deja tras de sí. Para explorarlas, se nos ofrece siempre el punto de vista de Willard, se nos prestan sus ojos. Por ello compartimos la evolución alucinada del personaje, y nos metemos hasta el tuétano en la atmósfera de la película.
Contribuyendo a esta fascinante atmósfera está la situación de la guerra de Vietnam, pero en absoluto es lo primordial. Por eso la versión Redux me parece que añade más lastre que otra cosa, con la escena de los franceses sobre todo. Con ella parece que se quiere aportar una visión política del conflicto, que la película aporte al contexto, cuando es el contexto el que debe aportar a la película (con los Rolling, con the Doors, con las drogas). Así se resta a la universalidad que se gana a pulso durante el resto del metraje.
Y es que buena parte de esta universalidad ya estaba en "El corazón de las tinieblas" de Conrad. Aquí demuestra una vez más Coppola lo privilegiado de sus neuronas al adaptar la novela, despedazándola, despreciando la trama para quedarse con lo primordial: su esencia. Al pulirla y darle forma es cuando aparece "Apocalypse Now". No es el resultado de la narrativa. Es Wagner a todo volumen ambientando un ataque de helicópteros. Es el olor a napalm por la mañana. Es la locura de un fuego cruzado alumbrado por bengalas. Es la sobrecogedora evocación de un Brando desatado, por medio de la palabra, del horror de brazos seccionados. Es eso y más.
Es cine en vena.

8,2
73.464
10
18 de julio de 2007
18 de julio de 2007
115 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
AVISO: TODA LA CRÍTICA ES SPOILER
Hitchcock era un genio muy perverso. Y eso es de las cosas que más me gustan de él. No sólo llena su cine de esa perversión, a veces muy explícita, la mayoría tan sugerente como atractiva, sino que me la contagia, me saca mis instintos más básicos y me fascina. "Vértigo" o "De entre los muertos" es una sucesión de perversiones, perversiones pasionales, con ánimo de lucro, enfermas, irracionales, todas ellas una sola, la fascinación.
Se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera es la que creemos que es real, sin embargo es todo apariencia salvo la obsesión que permanece en el personaje de Stewart, y la segunda es en la que Hitchcock nos desvela sabiamente que es todo apariencia, sin embargo ahí es cuando descubrimos que el poder de la película hasta ahora era sólo la punta del iceberg.
La atmósfera de esta película es de una fuerza vampírica, emerge de la propia pantalla para absorber casi todo el raciocinio que pretenda volcar para meterme en este tortuoso pasillo de espejos, de apariencias, un pasillo mágico y recóndito. Porque Hitchcok hace unas pocas trampas, y casi se lo perdono porque la trama queda casi por completo eclipsada por el ambiente que consigue, un ambiente casi indescriptible, pero al que tengo claro que ayuda una magistral partitura de Herrman, los títulos de crédito de Bass, la impecable fotografía, y sin duda lo más importante, Kim Novak.
La escena del beso es una de las mejores de la historia del cine. Es la que resume toda la esencia del film, Hithcock gira ante ese torrente de magia, fascinación, pasiones, perversión en el que podemos observar como los fantasmas que han poseído a Stewart se liberan en la duración de ese beso, y como Novak le atrapa y le chupa la sangre, y la música de Herrman acompasando todo ese baile de máscaras.
No es posible otro final, tiene que acabar así. No hay "happy ending" posible, ya no. Stewart ha sido curado de espanto, ya es inmune, le han arruinado la vida. Lo que ya no le perdono a Hitch es la forma tan atropellada y cutre con que me lo cuenta, que me hace despertar del fascinante trance incómodamente, y la magia desparece en parte. Eso impide que yo la considere un obra maestra, pero de entre todas las "casi obras maestras" de Hitchcock, ésta es la más "casi".
Hitchcock era un genio muy perverso. Y eso es de las cosas que más me gustan de él. No sólo llena su cine de esa perversión, a veces muy explícita, la mayoría tan sugerente como atractiva, sino que me la contagia, me saca mis instintos más básicos y me fascina. "Vértigo" o "De entre los muertos" es una sucesión de perversiones, perversiones pasionales, con ánimo de lucro, enfermas, irracionales, todas ellas una sola, la fascinación.
Se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera es la que creemos que es real, sin embargo es todo apariencia salvo la obsesión que permanece en el personaje de Stewart, y la segunda es en la que Hitchcock nos desvela sabiamente que es todo apariencia, sin embargo ahí es cuando descubrimos que el poder de la película hasta ahora era sólo la punta del iceberg.
La atmósfera de esta película es de una fuerza vampírica, emerge de la propia pantalla para absorber casi todo el raciocinio que pretenda volcar para meterme en este tortuoso pasillo de espejos, de apariencias, un pasillo mágico y recóndito. Porque Hitchcok hace unas pocas trampas, y casi se lo perdono porque la trama queda casi por completo eclipsada por el ambiente que consigue, un ambiente casi indescriptible, pero al que tengo claro que ayuda una magistral partitura de Herrman, los títulos de crédito de Bass, la impecable fotografía, y sin duda lo más importante, Kim Novak.
La escena del beso es una de las mejores de la historia del cine. Es la que resume toda la esencia del film, Hithcock gira ante ese torrente de magia, fascinación, pasiones, perversión en el que podemos observar como los fantasmas que han poseído a Stewart se liberan en la duración de ese beso, y como Novak le atrapa y le chupa la sangre, y la música de Herrman acompasando todo ese baile de máscaras.
No es posible otro final, tiene que acabar así. No hay "happy ending" posible, ya no. Stewart ha sido curado de espanto, ya es inmune, le han arruinado la vida. Lo que ya no le perdono a Hitch es la forma tan atropellada y cutre con que me lo cuenta, que me hace despertar del fascinante trance incómodamente, y la magia desparece en parte. Eso impide que yo la considere un obra maestra, pero de entre todas las "casi obras maestras" de Hitchcock, ésta es la más "casi".

7,0
9.904
8
22 de noviembre de 2008
22 de noviembre de 2008
102 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el seno de las familias estadounidenses de los setenta se ha colado un chino. Y no contento con ello, se ha puesto a diseccionar sus entresijos con la precisión de un cirujano, removiendo hasta los cimientos, para lograr desde una cultura ajena una bomba que nos afecta a todos. Con un par.
El chino nos abre la puerta de estas familias como si fuera su casa, qué cabrón, y dentro hace un frío espantoso. Entre todos los montones de hielo del interior, el guía nos indica cuál es el motor que hace que se circulen los miembros de estas familias: el sexo. Tampoco están tan alejados de nosotros, pienso.
La atmósfera es helada, todo está congelado por planos de cuberterías, témpanos, ramas quebradizas, escarcha, ríos de hielo en definitiva que arrastran a los personajes sin concederles un soporte al que agarrarse. Caen en picado y yo también empiezo a resbalarme con facilidad. El chino se ríe por lo bajini.
Llegamos a los corazones de los personajes, y vemos que están separados, que quieren acercarse entre sí y no saben cómo, pero están lo suficientemente cerca para latir juntos. Conforman un corazón grande, un tanto frío, pero que todavía funciona. De repente, el chino, como si de una tormenta repentina se tratase, clava un picahielos en el centro de este corazón. Siento el pinchazo como si fuera propio y estoy al borde de la lágrima.
Le pido al chino que me saque de aquí, que el dolor empieza a ser insoportable, a lo que éste me responde: "Si esta es tu casa". Y no sé vosotros, pero yo me quedo helado.
El chino nos abre la puerta de estas familias como si fuera su casa, qué cabrón, y dentro hace un frío espantoso. Entre todos los montones de hielo del interior, el guía nos indica cuál es el motor que hace que se circulen los miembros de estas familias: el sexo. Tampoco están tan alejados de nosotros, pienso.
La atmósfera es helada, todo está congelado por planos de cuberterías, témpanos, ramas quebradizas, escarcha, ríos de hielo en definitiva que arrastran a los personajes sin concederles un soporte al que agarrarse. Caen en picado y yo también empiezo a resbalarme con facilidad. El chino se ríe por lo bajini.
Llegamos a los corazones de los personajes, y vemos que están separados, que quieren acercarse entre sí y no saben cómo, pero están lo suficientemente cerca para latir juntos. Conforman un corazón grande, un tanto frío, pero que todavía funciona. De repente, el chino, como si de una tormenta repentina se tratase, clava un picahielos en el centro de este corazón. Siento el pinchazo como si fuera propio y estoy al borde de la lágrima.
Le pido al chino que me saque de aquí, que el dolor empieza a ser insoportable, a lo que éste me responde: "Si esta es tu casa". Y no sé vosotros, pero yo me quedo helado.

7,8
30.051
8
13 de octubre de 2007
13 de octubre de 2007
93 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es acojonante comprobar cómo sentado en un sofá y teniendo una pantalla delante se puede llegar a ser feliz. Quizá sólo durante la duración de la película, unas horas o el día, pero la felicidad está ahí, en la pantalla. Muy pocas películas logran eso, y encontrarlas es muy difícil, pero cuando llegan a tus manos sientes como si hubieses encontrado un tesoro. Y "El hombre que pudo reinar" es un diamante en bruto.
Es una película que consigue que vuelva a ser niño, ponerme una amplia sonrisa bobalicona. Es un atajo al sentimiento, a la adrenalina. Te muestra auténticas barbaridades como asesinatos, torturas, cabezas que sirven de pelota, etc., pero te lo enfocan de tal manera que te ríes de ello, consiguen sacar la gracia de la situación, y creo que eso se debe al espíritu aventurero de Huston.
A muchos les jode que a Huston se le mitifique como aventurero, especialmente a los creen que su cine está sobrevalorado, pero creo que es imposible que alguien plasme de manera tan espontánea y auténtica esta historia sobre lugares lejanos, sobre aventura, y amistad, si no ha vivido en carne propia todas esas experiencias. Y Huston cuenta la historia tan vividamente, que me contagia esa alegría e irreverencia de los protagonistas, esos vividores a los que yo acompaño en todo momento en este viaje.
Los protagonistas están encarnados por unos Sean Connery y Michael Caine en total estado de gracia, que están más allá del elogio. Pero no sólo logran estar perfectos en sus respectivos papeles, sino que consiguen hacer que la amistad de los protagonistas sea absolutamente creíble, gracias a una química y una compenetración fabulosa. La pareja nos lleva por risas, acción, paisajes maravillosos, y se adentra en el corazón, logrando en mi caso que al final salga al exterior en forma de lágrimas.
Son lágrimas apenas reprimidas, son amargas y tristes, pero que también contienen alegría porque sé que estoy contemplando algo auténtico, de verdad. Acompañan a una canción que significa la dignidad y la amistad hasta el final, que resuena en el más profundo de los abismos y que resonará por siempre, al menos en mi memoria, por mucho que los años intenten enterrarla.
Cuando acaban los títulos de crédito el hechizo no se rompe, sigue ahí, invencible. Lo dicho, acojonante.
Es una película que consigue que vuelva a ser niño, ponerme una amplia sonrisa bobalicona. Es un atajo al sentimiento, a la adrenalina. Te muestra auténticas barbaridades como asesinatos, torturas, cabezas que sirven de pelota, etc., pero te lo enfocan de tal manera que te ríes de ello, consiguen sacar la gracia de la situación, y creo que eso se debe al espíritu aventurero de Huston.
A muchos les jode que a Huston se le mitifique como aventurero, especialmente a los creen que su cine está sobrevalorado, pero creo que es imposible que alguien plasme de manera tan espontánea y auténtica esta historia sobre lugares lejanos, sobre aventura, y amistad, si no ha vivido en carne propia todas esas experiencias. Y Huston cuenta la historia tan vividamente, que me contagia esa alegría e irreverencia de los protagonistas, esos vividores a los que yo acompaño en todo momento en este viaje.
Los protagonistas están encarnados por unos Sean Connery y Michael Caine en total estado de gracia, que están más allá del elogio. Pero no sólo logran estar perfectos en sus respectivos papeles, sino que consiguen hacer que la amistad de los protagonistas sea absolutamente creíble, gracias a una química y una compenetración fabulosa. La pareja nos lleva por risas, acción, paisajes maravillosos, y se adentra en el corazón, logrando en mi caso que al final salga al exterior en forma de lágrimas.
Son lágrimas apenas reprimidas, son amargas y tristes, pero que también contienen alegría porque sé que estoy contemplando algo auténtico, de verdad. Acompañan a una canción que significa la dignidad y la amistad hasta el final, que resuena en el más profundo de los abismos y que resonará por siempre, al menos en mi memoria, por mucho que los años intenten enterrarla.
Cuando acaban los títulos de crédito el hechizo no se rompe, sigue ahí, invencible. Lo dicho, acojonante.

8,1
14.397
7
14 de noviembre de 2007
14 de noviembre de 2007
106 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
EL PRODUCTOR: Personaje que diseccionan los tres siguientes.
EL DIRECTOR: Creador, con futuro, talento, oficio. Traicionado por el productor.
LA ACTRIZ: Guapa, con un talento que ha de madurar, con madera de estrella. Traicionada por el productor.
EL GUIONISTA: Experto en su campo, con muchas cosas que ofrecer, enamorado. Traicionado por el productor.
______________________________________________________________________________
EL CINE: Sin los cuatro anteriores esto es imposible. Son indispensables para que nos sentemos en una butaca, en la oscuridad, para ver a través de una pantalla todo un mundo, sensaciones, magia. Pero lo que sí es prescindible es lo que estos cuatro sientan, lo que deseen o cómo se lleven. Están para lo que están, para hacernos vibrar a través de una pantalla. Esta película cuenta con una dirección invisible, el director desaparece; con interpretaciones hipnóticas, llenas de rabia; con un guión perfecto. Y el resultado destila magia, perfección, hipnotismo, puro CINE. Porque si hay algo que nos une a los que estamos delante y a los que están detrás de la pantalla es el amor por el cine. "Cautivos del mal" es un magnífico poema dedicado a los que lo hacen y a los que lo disfrutamos.
EL DIRECTOR: Creador, con futuro, talento, oficio. Traicionado por el productor.
LA ACTRIZ: Guapa, con un talento que ha de madurar, con madera de estrella. Traicionada por el productor.
EL GUIONISTA: Experto en su campo, con muchas cosas que ofrecer, enamorado. Traicionado por el productor.
______________________________________________________________________________
EL CINE: Sin los cuatro anteriores esto es imposible. Son indispensables para que nos sentemos en una butaca, en la oscuridad, para ver a través de una pantalla todo un mundo, sensaciones, magia. Pero lo que sí es prescindible es lo que estos cuatro sientan, lo que deseen o cómo se lleven. Están para lo que están, para hacernos vibrar a través de una pantalla. Esta película cuenta con una dirección invisible, el director desaparece; con interpretaciones hipnóticas, llenas de rabia; con un guión perfecto. Y el resultado destila magia, perfección, hipnotismo, puro CINE. Porque si hay algo que nos une a los que estamos delante y a los que están detrás de la pantalla es el amor por el cine. "Cautivos del mal" es un magnífico poema dedicado a los que lo hacen y a los que lo disfrutamos.
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