¡Qué barbaridad! Esta peli tiene el dudoso honor de pertenecer a esa clase de obras maestras que hacen que se te encoja el corazón y que salgas del cine con el ánimo destrozado (véase "ven y mira", "noche y niebla"...) Esas pelis que te gustan porque sabes que son buenas, y porque crees que son necesarias, pero que nunca recomendarías a un amigo. Por supuesto, todo ese desasosiego se funda en que la película está basada (o se inspira) en hechos reales. De lo contrario tomarías al director por un loco sádico y mirarías a otro lado (eso me pasa a mí con Haneke...) Y, siempre, cuanto más frio y contenido sea el relato, más efectivo...

ni David Lynch en sus primeros cortos fue capaz de hacer algo tan obsesivo y malsano como esta animación de transformaciones psicóticas y degeneradas sin descanso. Realmente, es lo más parecido que he visto a un mal rollo de tripi, y uno tiene serias dudas sobre la lucidez de su autor...claro que lo mismo pensé cuando ví los cortos de David Lynch, y parece que al final ha salido adelante... en cualquier caso, para los que tenemos el cerebro medianamente sano, el corto no es peligroso...yo incluso diría que me ha gustado...

la primera vez que lo vi, no entendí nada.

La segunda vez, tampoco.

Y no va a haber una tercera vez...

Es una pena, porque talento y trabajo, hay a patadas.

Pero el caso es que el mensaje no me llega...

Hermosa película pero actualmente sólo visible en "modo antropológico", ya que sus valores han quedado más que caducos. Aunque muy bien actuada, y muy bien hecha (excepto la escena del atropello, que es una auténtica chapuza), su fuerte olor a moralina machista la reduce a sólo apta para mucamas sudamericanas o románticas incorregibles.
Por cierto, circula por ahí una versión coloreada en la que le han puesto a Vivien Leigh unos ojos color verde absolutamente imposibles. Nada recomendable.

Se ve a las claras que está llena de las típicas ideas que te hacen mucha gracia cuando estás puesto, las escribes, y al día siguiente, en vez de tirarlas como se merecen, se las das a tu camello para que las ruede. Lo mismo podemos decir de las canciones, cuyas letras sólo hallan sentido en el mundo paralelo en el que fueron creadas. Por lo demás, la restauración está cojonuda, se ve y se oye de vicio.