Hablar de buenos actores y fijarse en una personal y efectiva fotografia no nos salva del pozo de la incoherencia narrativa de esta película.
Pronto asoma la sensación es que pierdes el tiempo ante lo que te cuentan. La curiosidad y el interes se pierden facilmente dejando pasar al despiste, la extrañeza y el qué más da.
No se olvida de lo mala que es.

El director retiene su oficio en la descripción humana, en las emociones contradictorias de una situación que pondrá a prueba la conciencia de la protagonista, pero durante ese camino hay frases introducidas, encajadas, diálogos no ajustados en la historia que nos hacen fruncir ceño.
Cuando más preparados estamos para el drama, es en la ultimísima parte de la película donde quedamos cojos de explicaciones, las lágrimas no se secan fácilmente en la trama propuesta, no nos lo creemos, unos escasos minutos no resultan insuficientes para que asumamos la resolución de las sonrisas.
Lo íntimo se difumina y nos perdemos en una rotonda con varias salidas. El aliño no ha salido, agua y aceite. Contar dos tramas es licito, es posible, es un reto, pero ‘Madres Paralelas’ no lo supera.

Huye del postureo. Si estuviste sentado casi 170 minutos y el metraje no se te hizo largo huelga decir que el espectáculo te ha resultado mucho más que convincente. Un carrusel de secuencias que, aunque vaticinadas por el aficionado engancharan por una simple razón: todo se escribe, realiza e interpreta de una manera milimetradamente tan profesional que uno empieza a temer durante el visionado si la ‘Warner’ va a decidir en un futuro próximo exprimir el concepto del payaso y sus globitos…
Un remate pirotécnico y un mensaje final con frases de autoayuda no te van a hacer cambiar de opinión de que el dinero gastado valió la pena.
Y el gran público se unió a los amantes del genero, la producción prevista y lograda lo permite, pero… ¿Para cuándo una película donde asesinen a los que miran el whassap en el cine?

'El Buen Patrón' se presenta como un mural donde se identifican fácilmente retratos bien conocidos para muchos. Familiares a nuestro entorno, perfiles que salpican agrio pero que también nos hacen sonreír, ciertamente la senda de la trama conduce al desastre pero no se renuncia a la etiqueta de la comedia.

El guion no juega a sorpresas ni dramas desmedidos, se aplica un crescendo emocional, donde el enredo nos marca el camino. Nace la empatía incluso con las peores decisiones de algunos protagonistas. Vasallos y señores, matices, siempre matices, sol y sombra para cada acción y para cada reacción, incluso el esperpento y casi la caricatura juega al ladrón y al policía con nuestros sentimientos.

Buena película, mejor guion y grandes interpretaciones donde sobresale, por supuesto, su protagonista.