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Críticas ordenadas por utilidad
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6,7
20.521
9
13 de octubre de 2010
13 de octubre de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le digo, al conductor del autobús camino de cocheras:
-Una, sólo una película kafkiana.
-Qué manía con las listas. El Proceso de Welles.
-Shakespeare.
-El expresionismo alemán.
-Sí. Y también.
-Ok, estamos llegando.
-Kafka iba al cine. Le impactó.
-Y no te olvides de las marionetas checas.
-Y los antros estos, en el subsuelo, salas de variedades con espejos ahumados.
-Sí, todas las posibilidades de descender.
-Eraserhead.
-¿Cuál?
-Cabeza borradora, joder.
-¿De quién?
-David Lynch
-¿Quién?
-David Lynch, joder.
-Ah.
-Estás conduciendo un organillo. ¿Qué es ese ruido que suena dentro? Nos vamos a estrellar.
-Pues sí.
-Una, sólo una película kafkiana.
-Qué manía con las listas. El Proceso de Welles.
-Shakespeare.
-El expresionismo alemán.
-Sí. Y también.
-Ok, estamos llegando.
-Kafka iba al cine. Le impactó.
-Y no te olvides de las marionetas checas.
-Y los antros estos, en el subsuelo, salas de variedades con espejos ahumados.
-Sí, todas las posibilidades de descender.
-Eraserhead.
-¿Cuál?
-Cabeza borradora, joder.
-¿De quién?
-David Lynch
-¿Quién?
-David Lynch, joder.
-Ah.
-Estás conduciendo un organillo. ¿Qué es ese ruido que suena dentro? Nos vamos a estrellar.
-Pues sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Fats Waller no tenía ni media idea de lo que hacía.
8
11 de septiembre de 2010
11 de septiembre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los muertos son victorianos, mejor, los espectros, que son los muertos de los vivos; los fantasmas son el fantasma de la señora Muir, y también algo más fangoso a veces.
También era oscuro Poe, claro, que escribió a un editor o a un amigo o a un amigo editor algo así como que el tema mejor o más efectivo era el de la amada muerta, y la representación más excelsa quizás de ello es la verde "El valle de la hierba irisada" -cuyo principio son todos sus cuentos de Él y Ella-, donde sopla el lúgubre y original viento que es en realidad la paradisíaca y virginal amada que llega para castigar al amante, que rompió su promesa y volvió a juntarse desafiando a la muerte -la pequeña- y al viento.
Los muertos son el Tiempo, la Tierra, los vivos, etcétera. No corrigen nuestros pensamientos sobre ellos; son, pues, ideales. Caben en un daguerrotipo.
Poe era americano y por ello un tanto brusco en ciertas formas o expresiones, como americano era Henry James, que decidió nacionalizarse británico, y que escribió "El altar de los muertos" cuando murió su hermana, otra especie de amada. Pero James era más de mirar que de tocar -al modo del poeta de Boston-, espectación vs. actuación, sus espectros habitan las casas, y por eso es más líricamente real la amada de Poe, más tuberculosa y menos psicológicamente vaporosa, sí, pero en cualquier caso lo que está fuera de toda discusión es que los demás muertos sólo son colaterales.
Los cementerios están bien si estás triste -o muerto, vaya-, pero duran tan poco como tú duras, y además no hay velas suficientes.
Esta es la película de Truffaut, que mejor interpreta Truffaut, y es bastante madura.
Poe es mejor cuando eres joven porque luego Henry James lo complica y Truffaut quiere ser inglés y todos o sólo unos pocos acabamos hablando de los muertos o algo por el estilo sin saber en realidad dónde mirar.
Vagando sin vagar por las fértiles tierras de los cementerios. Donde no hay memoria porque allí no vivió ni murió -por lo general- nadie.
También era oscuro Poe, claro, que escribió a un editor o a un amigo o a un amigo editor algo así como que el tema mejor o más efectivo era el de la amada muerta, y la representación más excelsa quizás de ello es la verde "El valle de la hierba irisada" -cuyo principio son todos sus cuentos de Él y Ella-, donde sopla el lúgubre y original viento que es en realidad la paradisíaca y virginal amada que llega para castigar al amante, que rompió su promesa y volvió a juntarse desafiando a la muerte -la pequeña- y al viento.
Los muertos son el Tiempo, la Tierra, los vivos, etcétera. No corrigen nuestros pensamientos sobre ellos; son, pues, ideales. Caben en un daguerrotipo.
Poe era americano y por ello un tanto brusco en ciertas formas o expresiones, como americano era Henry James, que decidió nacionalizarse británico, y que escribió "El altar de los muertos" cuando murió su hermana, otra especie de amada. Pero James era más de mirar que de tocar -al modo del poeta de Boston-, espectación vs. actuación, sus espectros habitan las casas, y por eso es más líricamente real la amada de Poe, más tuberculosa y menos psicológicamente vaporosa, sí, pero en cualquier caso lo que está fuera de toda discusión es que los demás muertos sólo son colaterales.
Los cementerios están bien si estás triste -o muerto, vaya-, pero duran tan poco como tú duras, y además no hay velas suficientes.
Esta es la película de Truffaut, que mejor interpreta Truffaut, y es bastante madura.
Poe es mejor cuando eres joven porque luego Henry James lo complica y Truffaut quiere ser inglés y todos o sólo unos pocos acabamos hablando de los muertos o algo por el estilo sin saber en realidad dónde mirar.
Vagando sin vagar por las fértiles tierras de los cementerios. Donde no hay memoria porque allí no vivió ni murió -por lo general- nadie.

7,4
35.610
8
28 de junio de 2010
28 de junio de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
También Shane etc. (son todos el mismo, pero no porque sean iguales, sino porque son el mismo). Pistoleros mejores o peores, a veces disparan y otras veces ya no, según la época y el país, o la zona del país. Por ejemplo, en el Norte de los EEUU tienen iPads y consoladores anales, por ende el resto de países occidentales también, pero -sin haberlo experimentado, obviamente, sólo por lo que vimos-, algunos todavía queremos creer que en el Sur basta una carretera a medio hacer, balas inevitables, corazones maleables, razas aparte, un Ford, etc., todas esas cosas, y sobre todo el espacio. Ya estemos en la latitud que estemos sobre todo un gran espacio para llegar errando y un simple espacio para morir. Morir con una ligera carga sentimentaloide quizá pero después de mirarlo bien en realidad desalojada de toda afectación no ya innecesaria, sino imposible. Como si todo fuera eso. O lo único.
Poderes del Sur, la hierba y el asfalto.
Camisas con mangas a la altura de los hombros. Nadie oyó hablar nunca de un puto GPS.
Poderes del Sur, la hierba y el asfalto.
Camisas con mangas a la altura de los hombros. Nadie oyó hablar nunca de un puto GPS.

6,1
30.327
7
18 de diciembre de 2009
18 de diciembre de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haría falta evaluar o indagar la poética de la Ciencia y aledaños, y algo transversalmente la de los ejercicios puramente formales.
Ya sé, cine es cine, etc.
Pero el hecho de que hiciera falta, ya denota cierta importancia, por lo menos.
Sólo por nombrar dos típicos juegos recientes obvios, "Pi", o "Memento", aun cuando seguramente existen algunos títulos más adecuados en tanto adscritos a la ciencia-ficción -y también habría que delimitar el alcance de este campo, aunque no creo que sea muy difícil-, títulos mortalmente aburridos o sólo insípidos: tiempo, paradojas, tiempo, permutación y un no se qué de parábola que se muerde la cola.
Sólo por nombrar esos dos juegos, esos dos juegos formales, esos dos juegos planos, a mí me parece que no llegan a nada.
Por más que, en tanto cine, pretendan subirse al carro -que quizás se agota aunque al principio pensáramos, oh Lynch, lo contrario- de la fascinación, oh fascinación, oh ciencia, tono.
Esto no sería necesario si la matemática no nos obligara: la matemática es el número -en este caso- de películas que se suben a carros, y los tipos de carros, pero sobre todo los pasajeros por carros y cómo se relacionan entre ellos.
Dejando este pésimo y pretencioso símil-alegoría -para carros y pasajeros véase "La diligencia"-, podemos concluir que de poco en poco -en el caso de que seamos bocas perennes que tienen que tragar con regularidad cierta cantidad representativa de cosas sobre pantallas-, ciertas fascinaciones no dañan, igual que hacer un sudoku.
(Ojalá el mundo fuera tan científica-puerilmente complejo. Con sus numericos y sus apocalipsis y sus conspiraciones y sus paradojas y sus cosas: la mente, te confunden. )
Pero es que el cine es algo sagrado, y cuando el tótem pudiera ser una caja, una caja grande, lamentamos que no lo pueda ser, nosotros -moi-, tan poéticos como somos, faltaría más.
(Eso sí, es verdad que el espacio -el espacio exterior- está por descubrir; dice el de la silla de ruedas.)
Al margen de eso -buen montaje, buena estética-planos, buena hueca fascinación-, cara de queso.
(Pero es cierto que ese último irse -y por tanto lo anterior- tenía algo.)
Ya sé, cine es cine, etc.
Pero el hecho de que hiciera falta, ya denota cierta importancia, por lo menos.
Sólo por nombrar dos típicos juegos recientes obvios, "Pi", o "Memento", aun cuando seguramente existen algunos títulos más adecuados en tanto adscritos a la ciencia-ficción -y también habría que delimitar el alcance de este campo, aunque no creo que sea muy difícil-, títulos mortalmente aburridos o sólo insípidos: tiempo, paradojas, tiempo, permutación y un no se qué de parábola que se muerde la cola.
Sólo por nombrar esos dos juegos, esos dos juegos formales, esos dos juegos planos, a mí me parece que no llegan a nada.
Por más que, en tanto cine, pretendan subirse al carro -que quizás se agota aunque al principio pensáramos, oh Lynch, lo contrario- de la fascinación, oh fascinación, oh ciencia, tono.
Esto no sería necesario si la matemática no nos obligara: la matemática es el número -en este caso- de películas que se suben a carros, y los tipos de carros, pero sobre todo los pasajeros por carros y cómo se relacionan entre ellos.
Dejando este pésimo y pretencioso símil-alegoría -para carros y pasajeros véase "La diligencia"-, podemos concluir que de poco en poco -en el caso de que seamos bocas perennes que tienen que tragar con regularidad cierta cantidad representativa de cosas sobre pantallas-, ciertas fascinaciones no dañan, igual que hacer un sudoku.
(Ojalá el mundo fuera tan científica-puerilmente complejo. Con sus numericos y sus apocalipsis y sus conspiraciones y sus paradojas y sus cosas: la mente, te confunden. )
Pero es que el cine es algo sagrado, y cuando el tótem pudiera ser una caja, una caja grande, lamentamos que no lo pueda ser, nosotros -moi-, tan poéticos como somos, faltaría más.
(Eso sí, es verdad que el espacio -el espacio exterior- está por descubrir; dice el de la silla de ruedas.)
Al margen de eso -buen montaje, buena estética-planos, buena hueca fascinación-, cara de queso.
(Pero es cierto que ese último irse -y por tanto lo anterior- tenía algo.)

7,5
3.996
8
16 de septiembre de 2009
16 de septiembre de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El periodo de entreguerras de un modo aéreo-global se define como algo extraño que sucede por ausencia, antes que por acción, entre los últimos ecos de los muertos de Verdún al golpear la trinchera, y los ecos medio cacofónicos de la furibundia de Hitler por la radio, en Europa; y durante -constituyendo el cuerpo de- unos años que también global-aéreamente se describen como "felices".
-Quieren decir la felicidad o infelicidad de los muros, las azoteas, los caminos, los sombreros, hasta los bancos o las casas y los campos: y puede que quizá hasta de los que los siembran-.
En cualquier caso, lo primero y lo último pueden estar representados por la putrefacción de un nenúfar congelado cuando se asienta el invierno sobre el pantano y sobre el uniforme del que vaga y se aleja o se aproxima, y la agonía de la vejez y la cochambre -aquello de golpear una ventana de cristal como un mal sueño con un rastro de locura en el corazón de los ojos porque aquel que se fue no va a volver-; mientras que el cuerpo sea más bien todo lo demás, lo que permanece entre medio cuando la sombra proyectada se disuelve y queda el sol.
Eso en otro caso, más aéreo-global como si dijéramos, menos a tan ras de suelo -¿pero acaso la Historia no acucia por doquier? No. No en el campo. No para los hijos de las marismas: las marismas siempre han sido ambiguas, ¿no?.
Dejando de lado todo entonces, lo que es evidente-como para figurar en un almanaque- es que una buena historia -quiero decir hombres, abuelo, niña- no se mide tanto por la situación de "x" pantano, o la profundidad o extensión de éste y sus marismas.
De la misma manera que por lo visto es obvia la felicidad de ciertos Años, también es obvio que esa medida dependerá antes y exclusivamente de la riqueza de las orillas de dicho pantano, de la riqueza humilde de las cabañas a su alrededor o en el mismo centro de sus marismas. Desde donde el soñador pueda pronunciar la palabra Libertad de pie en voz muy alta señalándose a sí mismo y a su alrededor y sin menoscabo de su pureza -por mucho que antes la haya leído en un libro.
Pues al margen de lo demás sí son bastante afortunados allí. Se van y vienen. Pero sobre todo se van.
Y pese a todo la Historia -historia, perdón- y pese a concluir no cede, no cede; nunca cede.
-Quieren decir la felicidad o infelicidad de los muros, las azoteas, los caminos, los sombreros, hasta los bancos o las casas y los campos: y puede que quizá hasta de los que los siembran-.
En cualquier caso, lo primero y lo último pueden estar representados por la putrefacción de un nenúfar congelado cuando se asienta el invierno sobre el pantano y sobre el uniforme del que vaga y se aleja o se aproxima, y la agonía de la vejez y la cochambre -aquello de golpear una ventana de cristal como un mal sueño con un rastro de locura en el corazón de los ojos porque aquel que se fue no va a volver-; mientras que el cuerpo sea más bien todo lo demás, lo que permanece entre medio cuando la sombra proyectada se disuelve y queda el sol.
Eso en otro caso, más aéreo-global como si dijéramos, menos a tan ras de suelo -¿pero acaso la Historia no acucia por doquier? No. No en el campo. No para los hijos de las marismas: las marismas siempre han sido ambiguas, ¿no?.
Dejando de lado todo entonces, lo que es evidente-como para figurar en un almanaque- es que una buena historia -quiero decir hombres, abuelo, niña- no se mide tanto por la situación de "x" pantano, o la profundidad o extensión de éste y sus marismas.
De la misma manera que por lo visto es obvia la felicidad de ciertos Años, también es obvio que esa medida dependerá antes y exclusivamente de la riqueza de las orillas de dicho pantano, de la riqueza humilde de las cabañas a su alrededor o en el mismo centro de sus marismas. Desde donde el soñador pueda pronunciar la palabra Libertad de pie en voz muy alta señalándose a sí mismo y a su alrededor y sin menoscabo de su pureza -por mucho que antes la haya leído en un libro.
Pues al margen de lo demás sí son bastante afortunados allí. Se van y vienen. Pero sobre todo se van.
Y pese a todo la Historia -historia, perdón- y pese a concluir no cede, no cede; nunca cede.
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