Esta a priori simpática película se torna en una complicada meditación acerca del peso de nuestras acciones. Como buen relato de saltos temporales, el sopesamiento de las acciones y sus consecuencias resulta ser el motor de la trama, que, en este particular caso, se ve aderezada con una tierna historia de amor puro y real. Lo cierto es que resulta refrescante como la cinta equilibra estas dos facetas.
Por un lado, su trama de saltos temporales y ciencia ficción es coherente con lo que propone, y sin ser original logra abrir nuevos caminos en lo que a las películas sobre este tema se refiere, gracias sobretodo al carácter de su adorable protagonista, una adolescente rebelde en busca de un lugar en el mundo que usara su habilidad para divertirse e intentar lograr sus objetivos, como haríamos cualquiera en su situación.
Por otro lado, la película hace gala de una poética adolescente no demasiado vista en nuestros días, una poética de ternura, misterio y auto conocimiento de uno mismo. Una bonita etapa, sobretodo vista en perspectiva, cuando ya la hemos superado, y miramos atrás con los ojos claros y sonreímos al pensar en esos confusos tiempos. Esta película capta muy bien este espíritu, y los muy bien construidos personajes llegan al alma.
Película recomendable, en especial si añoras la adolescencia y sus sensaciones.

Existir entre dorados campos de trigo cuasi infinitos, de manera elusiva, como una sombra furtiva que fuma con ansiedad un cigarrillo aplastado. El pelo al viento, sintiéndose salvaje y libre y pura, sintiendo el amor que emana de la tierra hacia ella.
Lo más notable de esta película, aparte de su inmaculado apartado visual, es el hecho de que todo lo veamos desde la óptica de la niña, cuya profunda sensibilidad nos embarca en un aventura que no es una aventura, pues no hay buenos ni malos ni objetivos claros, más allá de la supervivencia. A pesar de que su monologo interior este bañado de la ingenuidad propia de su edad, cuenta con determinadas observaciones y reflexiones cargadas de una profunda sensibilidad. Una sensibilidad solo al alcance de alguien que, ay!, todavía no ha sido manchado por la impureza del mundo.
La belleza salvara al mundo, parece querer decirnos Malick. Sus dos primeras obras padecen de cierto desapego, cierta ligereza, como si la belleza de los entornos, de la naturaleza, incluso de los propios protagonistas, fueran algo así como un revulsivo que anula todas las acciones horribles que estos cometen. Los asesinatos se producen como si fueran un nimio acto más, lo cual es muy acertado, pues así es la realidad cuando estas de verdad presente en el mundo, sintiéndolo todo, con la realidad y tu propia persona unidos. Entonces sabes que nada esta por encima de uno mismo, y que nada esta tampoco por encima de la belleza.

Eastwood nos ofrece en esta película una amarga critica al sur de los Estados Unidos. Ya estamos más que acostumbrados a películas con el mismo temperamento, en las que se analizan las fascinantes costumbres y rituales que reinan en esa abigarrada zona, pero Clint logra construir algunos personajes y situaciones más que interesantes, rayando lo grotesco, todo sea dicho. Este es el aspecto más logrado de la cinta, y algunos de los variopintos personajes resultan memorables.
Aun así, la cinta no termina de funcionar, más que nada porque la trama principal de la película, el misterioso asesinato y el juicio, no están de todo bien resuelta, y no termina de entenderse ni que ocurrió realmente ni que clase de enseñanza moral nos aporta, pues la película parece querer decirnos algo, pero de un modo demasiado oscuro, sin expresarse claramente, y, si bien es algo admisible en otro tipo de propuestas, este no es el caso. Ademas, la seriedad de esta trama no resulta coherente con el tono satírico que envuelve todo el ambiente, y todo resulta desconectado y poco creíble.

Lo que hace John Cassavetes en esta película se trata de un complejo trabajo de degradación, de rotura, del tiempo fílmico habitual.
La forma en que las escenas de la película se alargan hasta el infinito responde a un intento no solo de dotar de un realismo poco habitual a la cinta, si no de acercarnos al personaje de Gena Rowlands y a su atormentada e inestable mente. La película, de mas de dos horas y media de duración, se desarrolla en muy pocas escenas, lo cual hace que estas escasas escenas cuenten con una carga dramática y una intensidad tédica muy desarrolladas, llevando al espectador casi hasta el colapso nervioso, ante el alargamiento tan excesivo que se hace de las situaciones y su propia imposibilidad como espectador para hacer nada.
Lo cierto es que la forma de rodar también contribuye a esta sensación de histeria e inestabilidad, con una cámara demasiado cercana, demasiado familiar, una cámara atosigante y enfermiza, que llega incluso a dar la sensación de ser ella misma la que produce el malestar y la locura que embarga por momentos a nuestros personajes, pues no solo Gena se comporta de manera errática, prácticamente el resto de personajes que aparecen se comportan extrañamente.
La película se lo juega todo a esta baza, y, si bien la jugada acaba positivamente, deja una sensación agridulce, un regusto a ansiedad.

Vamos hasta el limite, hasta la frontera que separa el mundo de la vida del de la muerte. ¿Hay un mundo después de este? Debe haberlo, y debe ser mejor.
Un plantel de caras conocidas se unen para formar un equipo de buceadores del más alla, dejándose llevar por complicados procedimientos medicos hasta los bordes de lo terrenal, en un audaz viaje de auto conocimiento. Allí, en las puertas del purgatorio, enfrentarán sus mayores miedos y traumas, siendo sometidos al juicio de una especie de cruel deidad que les obligará a redimirse de sus pecados y solucionar su pasado.