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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
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El espectacular Spider-Man (Serie de TV)
SerieAnimación
Estados Unidos2008
6,3
1.740
Greg Weisman (Creador), Victor Cook (Creador) ...
Animación, Voz: Josh Keaton, Lacey Chabert, Joshua LeBar ...
8
28 de febrero de 2021 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, la representación audiovisual más acertada —junto al videojuego para PS4— que se haya hecho de los cómics del personaje. Quizá debería ver la serie de animación de los 90 antes de afirmarlo, pero pienso que esta adaptación es, por lo menos, mejor que cualquiera de las películas. No niego que mi opinión es algo parcial, dada mi experiencia con la serie, que es la siguiente:

— Primer visionado: no recuerdo exactamente cuándo fue, pero veía El espectacular Spider-Man de pequeño en la televisión. Por este motivo, es posible que la nostalgia ablande mi juicio. De todas formas, esa sensación al final de cada capítulo de quedarte con ganas de más ha permanecido intacta. Entonces tenía que conformarme con los episodios que emitían y odiaba no poder verlos en orden.
— Segundo visionado: 2018. Este año tuve una especie de fiebre arácnida. Pude revisitar la serie y, para mi sorpresa, me pareció considerablemente mejor de lo que recordaba. En líneas generales la disfruté mucho; advertí, eso sí, que técnicamente era algo floja.
— Tercer visionado: 2021. Recientemente ha llegado a Netflix y he aprovechado para verla una vez más. Me sigue encantando, por supuesto, aunque también me he dado cuenta de algunos defectos.

La he visto siempre en castellano y volvería a hacerlo. El doblaje —que tanto le gusta criticar a la gente— es excelente. No se me borra de la cabeza la voz en off de Peter.

El mayor logro de El espectacular Spider-Man es el tratamiento de sus personajes. Normalmente, la serie gira en torno al protagonista y las relaciones que mantiene con los demás. Es un Peter Parker con las características de siempre: inteligente, acosado en el instituto, inseguro con las chicas, etc. Como Spider-Man también suelta los típicos chistes. Si hay algo que lo destaca entre las demás representaciones del personaje, son las constantes decisiones morales que toma a lo largo de la serie, decisiones que lo suelen perjudicar de algún modo. Esta faceta se aprecia por primera vez al final del capítulo 3, el primer gran episodio de la serie.¹

Los secundarios están muy bien, principalmente porque la mayoría de ellos evoluciona. Es difícil de creer, pero incluso Flash Thompson, el matón de turno, cuenta con un arco interesante. En este sentido, a Spider-Man le viene genial el formato serie, ya que dedican tiempo a personajes que en las películas son prácticamente decorativos. Hay personajes menores, pero también estos sorprenden de vez en cuando. Un ejemplo es George Stacy, que puede pasar inadvertido y, sin embargo, es un personaje único por una curiosa característica.² Exceptuando a los villanos, de los que hablaré más adelante, me quedo con Gwen, Flash, Tía May y ciertos momentos de J. J. Jameson en que me partí la caja.

Hay tramas románticas con varios de los personajes femeninos. Antes esto me agradaba mucho, pero en este último visionado me he dado cuenta de que está mal. Sencillamente está mal. Situaciones superforzadas y clichés por todas partes, particularmente la «interrupción en momento clave», que se repite hasta el infinito y acaba resultando muy cansina. Dicho esto, la escena final de la primera temporada es fantástica.

Los villanos son muchos y elevan la serie. Además, los clásicos y más reconocibles de Spidey; casi todos aparecen en las películas del personaje. Algunos intervienen en capítulos aislados y otros se desarrollan poco a poco. Nombro los más relevantes en el spoiler.

Las escenas de acción son geniales. En los combates de Spider-Man contra los diferentes villanos la animación luce muy bien, y los golpes, los movimientos, las explosiones, son puro cómic. Se nota que el presupuesto —que era poco— se invirtió mayoritariamente en estas escenas. Los momentos cotidianos de la serie son bastante más cutres; a veces choca la poca naturalidad en los movimientos de los personajes.

Abundan las referencias visuales a la saga de Raimi y a los cómics. Incluso he visto un vídeo que muestra varias escenas de las películas de Marc Webb inspiradas en El espectacular Spider-Man. Otro aspecto positivo que destacar es la música, tanto la que suena durante la serie como el tema de los créditos iniciales, increíblemente pegadizo.

Como ya han comentado en otras críticas, la serie fue cancelada y solo se emitieron dos temporadas. Básicamente, Disney adquirió los derechos televisivos de Spider-Man cuando ya se estaba preparando una tercera temporada, que prometía nuevos villanos y tramas además de, por supuesto, la resolución del cliffhanger con que termina la segunda temporada. Disney pudo haber continuado con el equipo de Sony pero, para disgusto de muchos, decidió cancelarla para producir una serie propia —Ultimate Spider-Man (2012)— y el proyecto de la tercera temporada quedó en nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1. El episodio 3 es «Selección natural»: en él Spider-Man se enfrenta a Curt Connors convertido en Lagarto. Al final del capítulo, Peter, tras ser despedido y repudiado por sus amigos, está en su habitación a punto de tomarse el limpiador genético, que eliminaría sus características arácnidas, y piensa: «Es la decisión más fácil de mi vida». Vemos un plano subjetivo en el que el protagonista inclina el tubo de ensayo para bebérselo. Su mano se detiene y baja despacio, dejando a la vista una fotografía de él y su tío. La mira de cerca y escuchamos: «Si no fuera porque les he salvado. […] ¿Qué importa que nadie te haya organizado un homenaje? Spider-Man se queda, porque le necesitan. Al menos por ahora». Y el episodio termina con un primerísimo primer plano brutal del superhéroe que gira, se aleja y lo muestra vigilando la ciudad. Soberbio.

2. Él es el único que conoce la identidad del héroe.

Lagarto es uno de tantos villanos a los que dieron una cierta evolución. Es verdad que algunos sirven de mero recurso cómico, como es el caso de Rhino. No obstante, otros cuentan con un desarrollo sorprendente. Hombre de Arena incluso llega a redimirse.

De los enfrentamientos con estos villanos surgieron las tramas más brillantes de la serie. En mi opinión, construyeron muy bien las siguientes: el misterio de la identidad del Duende Verde, resuelto en «Cae el telón», el último capítulo; la amistad-enemistad entre Eddie Brock y Peter, sobre todo cómo se va generando el odio en el primero; y el crimen organizado por el Gran Jefe, su figura oculta en los primeros episodios y la creación de los diferentes villanos con la ayuda de Otto Octavius, posteriormente convertido él mismo en uno de ellos.

Numerosos capítulos memorables. A nivel de acción, es probable que el mejor sea «Terapia de grupo», en el que Spider-Man, poseído por el simbionte, vence a los Seis Siniestros. «Catalizador» es otro de mis preferidos: empieza mostrando el exterior del edificio de Tombstone, cuyos colores, verde y morado, ya anticipan el villano que se va a presentar. El episodio cuenta el primer enfrentamiento de la serie con el Duende Verde y, al mismo tiempo, el baile en el instituto, todo un clásico del Hombre-Araña y de tantas obras estadounidenses sobre adolescentes.

Aunque el Duende es el villano más importante de la serie, creo que mi parte favorita es la del simbionte, particularmente el penúltimo capítulo de la primera temporada, «Intervención». Desde mi punto de vista, los guionistas fueron muy inteligentes saltándose el origen del superhéroe para introducirlo en este momento, cuando Peter necesita liberarse del alienígena. La historia es prácticamente un calco de la de la película de 2002, pero funciona especialmente bien aquí. Me encanta la intervención de Tío Ben y esa batalla psicológica, casi onírica, contra el simbionte. Y me encantan esos montajes en blanco y negro, con imágenes anteriores de la serie a modo de recuerdos. Esta parte podrá ser efectista o cursi, pero se lo perdono porque pienso que recoge magistralmente la esencia del personaje.
28 de enero de 2020 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salvo el tema que trato en la zona spoiler, no hay mucho que decir. Comedia romántica regulera, olvidable —habiéndose estrenado en 2011, casi nadie la recordará a estas alturas—, tediosa y predecible a más no poder. Típica película que eliges ver cuando no te apetece pensar mucho y que, al final, acaba haciendo que te preguntes por qué no hiciste cualquier otra cosa en vez de eso.

La introducción al menos es original: el protagonista (Justin Timberlake), prometedor cabeza de un blog en Los Ángeles, capta la atención de la revista GQ de Nueva York, donde empezará a trabajar como director de arte tras ser convencido por la protagonista (Mila Kunis). Esta se convierte en su única amiga en la ciudad, y a partir de aquí comienza la trama sexual-romántica, motivada por el plantón que ambos han recibido recientemente de sus parejas por razones similares.

Me parece un comienzo acertado pero no me convencen sus personajes superatractivos, superguays y superperfectos. Comprendo que no todos los protagonistas de comedias románticas tengan que ser corderitos que inspiren una profunda compasión, pero como mínimo deben evocar algo en el espectador, y a mí estos solo me infunden indiferencia. Por otro lado, las actuaciones no me dicen nada, y la he visto en V.O., que es como mejor se aprecian. Resumiendo, nada recomendable; solo escribo esto para comentar unos detalles del argumento que dejo a continuación.

[SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ POR FALTA DE ESPACIO EN LA ZONA SPOILER]

¿Es cosa mía o los dos personajes principales son medio hermanos? Vamos a ver, la identidad del padre de Kunis es un misterio. Su madre cambia de versión cada vez que abordan el tema, siendo esta una broma recurrente durante la película, hasta que finalmente ambas mantienen una charla en la que confiesa que solo ha habido un hombre perfecto para ella, y que dicho hombre es su padre. En este momento se me ocurrió la alocada idea de que el interfecto podría ser el padre de Timberlake, pero lo descarté porque había estado casado casi toda su vida con otra mujer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sin embargo, en la siguiente escena es Timberlake el que conversa con su padre, que padece Alzheimer. Este cree reconocer a una tal Dede (o Deedee, no sé) entre la muchedumbre, por lo que su hijo le pregunta a quién se está refiriendo. Él reconoce que fue el amor de su vida, una chica de la que se enamoró antes de conocer a su esposa y a la que nunca debió dejar. Además, afirma que nunca se recuperó de aquello, y por eso su mujer se divorció de él. Aquí, ya estaba prácticamente seguro de que sería el final del filme.

Aparte de esto, cuando el padre de Timberlake conoce a Kunis, se asombra y la llama Dede, antes de excusarse diciendo que le ha recordado a alguien de su pasado (porque Kunis es la hija de esta persona y por eso se parecen).

Como última prueba, hacia la mitad de la cinta los protagonistas se burlan de los clichés de una comedia romántica que están viendo. Suena «Hey, Soul Sister» —que por 2011 debía de ser el megaéxito— y Timberlake se ríe del sinsentido de terminar una película con el pop hit del momento, siempre de manera ambigua y sin relación semántica alguna con la historia (por cierto, fenomenal que ridiculicen los tópicos del género para darse contra ellos de lleno, sí señor). El caso es que, al final de Friends with Benefits, vuelven a poner esta canción, y esta vez parece que sí tiene sentido (¡porque son hermanos, coño!). Igual ya es tirarse el pisto, pero también acompaña a los créditos «Pumped Up Kicks», tema de doble filo, conocido por su sonoridad alegre y despreocupada, en contraste con una letra que habla de un niño que tiene pensamientos homicidas.

Más o menos obvias, creo que son referencias que no se han introducido aleatoriamente. Todo esto también podría explicar por qué son tan parecidos los personajes, casi dos caras de una misma moneda, personas iguales con sexos diferentes; aun así, esta última es una conjetura muy optimista, ya que lo más lógico es que los hayan diseñado así para dejar entrever que están hechos el uno para el otro, que son las clásicas almas gemelas.

Como ya he mencionado, pensé que revelarían la cuestión en última instancia y no fue así. Entonces, advertí que había escena poscréditos y me dije: «Ah, vale, ahora van a terminar con esto, en plan final cachondo inesperado». Pero no, así que me quedé sorprendido y extrañado. Antes de irme a dormir, me puse a leer alguna crítica en FilmAffinity con la certeza de que alguien lo mencionaría, pero tampoco —por lo menos que yo haya visto—, y ya a la desesperada lo busqué directamente en Google. Por fin, había un foro de Reddit en el que se discutió como fan theory (la verdad, no pensé que fuera a ser una conclusión tan remota) donde el usuario que lo propuso aducía que, seguramente, el encuentro de los dos progenitores iba a ser el desenlace original, pero la productora no lo permitió porque lo del sexo incestuoso desde el principio del metraje, giro arriesgado cuanto menos, no le debió de parecer una gran idea, y decidió cortar por lo sano. Me cuadra que fuera así, porque si no, ¿para qué introducir una subtrama de este calibre que altera por completo el sentido global de la historia y no finiquitarla?

En fin, que todo muy turbio y mal ejecutado. Quizá semejante final habría sido medio gracioso por diferente, o quizá no. Quizá toda la película sea un troleo al espectador, que piensa que está viendo la ñoñería de siempre y en realidad ni por asomo, o quizá sea una tesis sobre el incesto (George R. R. Martin ya lo hizo con Cersei y Jaime, yo qué sé).

También es posible que se me haya ido la olla por completo con esta peli de mierda. Ha sido divertido.

P. S.: ¡Hola, M! :D
24 de febrero de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La hija oscura (The Lost Daughter en su original) ha sido una de las grandes sorpresas del último año de cine. La ópera prima de la actriz estadounidense Maggie Gyllenhaal es sorprendente tanto por su frescura formal como por su atrevido tratamiento del tema de la maternidad. La película adapta la novela homónima de Elena Ferrante y supone, también, el primer trabajo de Gyllenhaal como guionista, que le valió el Premio al Mejor Guion en el pasado Festival de Venecia.

La cinta arranca in extrema res con una escena sombría, en la que vemos a la protagonista, Leda Caruso, caminar vacilante hacia la orilla del mar. El vestido de Leda —interpretada por Olivia Colman— muestra una mancha de sangre a la altura del vientre. La mujer llega tambaleándose a la orilla y se desploma, momento en el que aparecen los títulos de crédito iniciales.

Esta carta de presentación introduce algunos de los síntomas que transmitirá toda la película. El primero es la confusión, la ambigüedad; la cinta está repleta de símbolos y de comportamientos desconcertantes de los personajes que exigen atención plena al espectador. Otro de estos síntomas es la angustia, esa sensación constante de que algo perturbador está por ocurrir. Para crear esta atmósfera, la película se sirve de una excelente banda sonora, que mezcla temas cálidos con motivos indudablemente siniestros. El primer ejemplo lo encontramos en la escena inicial que describía, cuando suena la canción «Leda», claramente discordante respecto a lo que vemos en la pantalla.

También contribuye, como no podía ser de otra manera, la actuación apabullante de Olivia Colman. Su personaje es una profesora universitaria —y madre de dos hijas— de 48 años que viaja sola a Grecia para pasar unas vacaciones tranquilas. La película la sigue durante los días previos al incidente de la playa. Desde su llegada a la casa en la que se aloja, Leda percibe ciertos indicios de que su estancia no va a resultar tan pacífica como esperaba: el sonido del faro por la noche, que la molesta para dormir; la fruta que coge de la mesa y voltea, descubriendo que su cara oculta está podrida; y el insecto repugnante (al menos para ella) que se posa al lado de su almohada y la despierta.

Las relaciones que entabla con la gente de allí tampoco son muy halagüeñas: el primer día, Leda está en la playa leyendo en silencio cuando una gran familia se asienta cerca de ella y la disturba. Callie, una mujer embarazada algo más joven que la protagonista, le pide que se cambie de sitio; Leda se niega y discuten. A partir de entonces, la antipatía surge entre Leda y los miembros de la familia, que se encargarán de incomodarla preguntándole por qué no está con sus hijos, o simplemente juzgándola con la mirada. Gyllenhaal utiliza de forma inteligente planos subjetivos de la protagonista para transmitir al espectador las sensaciones que experimenta de inhospitalidad, de sentirse una intrusa en una comunidad que la critica por el mero hecho de ejercer su libertad. En un principio, la única persona con la que se siente a gusto es Will (Paul Mescal), un chico que trabaja en el local de la playa.

Sin embargo, Leda conecta inesperadamente con una madre joven de la familia, Nina, interpretada por Dakota Johnson. Al observar a Nina con su hija pequeña, Leda ve en la madre a una versión pasada de ella misma y, de alguna manera, comienza a rememorar sus primeros años de maternidad. En este punto, la narración de la película se bifurca y accedemos a los recuerdos de la protagonista; la Leda joven, a la que da vida de manera muy creíble la actriz Jessie Buckley, lucha por compaginar sus ambiciones profesionales con su condición de madre. Este relato paralelo está llevado con verdadero acierto: Gyllenhaal muestra las conexiones necesarias entre la Leda joven y la actual para explicar los motivos de la conducta del personaje.

La hija oscura refleja la experiencia de la maternidad a través de lo mejor y lo peor. En los momentos tiernos, de amor incondicional hacia las hijas, la cámara es tremendamente cercana y sensorial, casi se mete en la piel de las actrices. Es capaz, incluso, de expresar lo emocionalmente poderoso que puede ser el vínculo entre una madre y sus hijas mediante algo tan nimio como una naranja. Por el contrario, hay escenas en las que se palpa la desesperación que sufren las madres por tener que atender a las exigencias de sus niñas. Como prueba, el calvario por el que pasa Nina cuando su hija pierde una muñeca, la cual se revela como una metáfora significativa de la historia. No digo hijas o niñas por error; Leda y Nina no tienen ningún hijo varón, circunstancia que se resalta en un diálogo en particular.

En ciertos momentos, la película expresa la privación de las libertades inherente a la condición de madre. Leda se ve frustrada en su juventud por no poder centrarse en su vida profesional. Y no solo eso; también siente una fuerte frustración sexual. El matrimonio y la maternidad la obligan a reprimir un deseo de experimentación —o una experimentación de su deseo, si se quiere— que apenas consigue sofocar. Resulta muy interesante cómo se representa la sexualidad femenina en el personaje de Leda, concretamente en una o dos escenas (el número depende de quien las vea, claro) memorables por su punto de incomodidad o de extravagancia.

En conclusión, Maggie Gyllenhaal compone una película compleja, tanto en la forma como en el fondo, fresca y, sobre todo, muy valiente. La cineasta narra con una mirada desprejuiciada la maternidad, y, por si fuera poco, elevan el nivel de la cinta las interpretaciones de un reparto mayoritariamente femenino. Una ópera prima sensacional, con una atmósfera incierta y angustiante muy lograda, que invita a disfrutar del cine sin juzgar injustamente a sus protagonistas.

P. S.: ¿En serio nadie ha titulado su crítica «Madres paralelas»? ¡Qué oportunidad desaprovechada! XD
8 de abril de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volver a los valores del Spider-Man de 2002 me ha venido bien.

Me atrajeron los violines desde el logo de Columbia. Rótulos gamberros, música estalagmita del Hombre Elfo. Qué créditos.

La responsabilidad lo abarca todo. Hasta el cazurro de Jameson protege al chaval que acaba de conocer y timar. Hasta la suavidad de Peter cuando posa el cuerpo de Norman sobre el diván.

Histriónica, sucia en comparación con las de hoy, con brochazos de terror (se nota, y mucho, de dónde viene Raimi) e incómodamente cursi. Y el director, a muerte con ello. Procuro encajar todas las facetas de la película como parte de su identidad.

Dafoe se lo pasa en grande, y nosotros con él. A JK le bastan dos minutos para sacarse el bigote. Kirsten Dunst radia vitalidad en sus encías. Tengo que ver Las vírgenes suicidas.

Caerá de cajón, pero es entretenidísima. Con lo que me cuesta concentrarme últimamente y ha pasado volando.

Como curiosidad, dos cameos de actrices famosas que nunca antes había advertido:
- Octavia Spencer es la mujer que inscribe a Peter en el concurso de lucha libre;
- Lucy Lawless (supongo que le hizo un hueco Raimi, porque ya había trabajado con él) aparece en los créditos como «Punk Rock Girl». Sale en un montaje a mitad de película con otros ciudadanos de Nueva York que dan su opinión sobre Spider-Man. Ella dice: «Guy with eight hands. Sounds hot».
19 de diciembre de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
[Actualización: 5 de enero de 2023]

La he vuelto a ver estas Navidades (cuarta vez, en realidad) y le he subido un punto. Que sí, que el guion y los giros imposibles y patatín patatán, pero en verdad es divertidísima. Y mucho más profunda de lo que parece. Tremendamente excesiva en lo narrativo y lo visual, sí, pero la propia película es consciente de ello e intenta parecerse a las obras en que se inspira. Reconocer eso hace que la experiencia como espectador mejore. Puede que haber visto «Suspiria» (la original, asombrosa) este último año también haya contribuido a estas líneas. Y que los bailes de Anya Taylor-Joy siguen siendo inolvidables, vamos.


[Crítica original]

El cine de Edgar Wright cansa. Y cansa en el mejor de los sentidos; acostumbra a ser tan cómico, imaginativo y frenético que cuando acabas una de sus películas te da la sensación de que has visto dos consecutivas. Pues bien, en este sentido, Última noche en el Soho se postula como el trabajo menos característico de su director. Para empezar, porque aunque contiene pequeños toques de humor, no es comedia, el territorio en el que mejor se mueve Wright; pero, sobre todo, porque los típicos recursos que convierten sus películas en auténticas montañas rusas desaparecen o se atenúan considerablemente aquí. El resultado es una película bastante mesurada para los estándares de locura a los que nos tiene habituados el director.

Respecto a la película tengo sentimientos encontrados. Voy a empezar por lo bueno.

Algunas secuencias me han parecido fascinantes. La primera en el Café de París y la de las luces estroboscópicas con «Land of 1000 Dances» sonando no se me van a olvidar. Del tipo de escenas que te dejan boquiabierto en el cine de lo perfectamente ejecutadas que están.

Las actrices, increíbles las dos, por supuesto, y su conexión —la de sus personajes, más bien— es el alma de Última noche en el Soho. El casting ha estado acertadísmo. Thomasin McKenzie encarna a una protagonista adorable; personalmente, me ha resultado muy creíble el baño de realidad que se lleva al llegar a Londres. Y Anya es una maldita estrella y ya está. Lo tiene todo. Las escenas en las que baila y canta son irresistibles, lo mejor de la película.

La banda sonora es estupenda, como siempre en las películas de Wright. En esta ocasión, canciones de los 60, la mayoría no muy conocidas, que seguramente escucharé mil veces en las próximas semanas, como ya me ocurrió con Baby Driver (2017).


Lo han comentado en otras críticas: la película falla claramente en su guion. (Apunto lo que más me ha chirriado en el spoiler). El problema radica en que al tratarse de una película, digamos, de misterio, el guion constituye casi la pieza más importante, y por eso Última noche en el Soho se queda un poco atrás en comparación con las obras anteriores de Wright. Es cierto que el guion de Baby Driver también flaquea bastante en su parte final, pero la película ofrece muchísimo en los demás aspectos y, a diferencia de Última noche en el Soho, es casi un musical de acción, en el que el guion no resulta tan relevante, o al menos para mí. Por otro lado, el resto de su filmografía cuenta con la «coartada» de la comedia/parodia. Scott Pilgrim contra el mundo (2010), por ejemplo, juega con la ventaja de que sus reglas son básicamente la ausencia de reglas, y por eso el director hace un poco lo que le da la gana. Ocurre algo parecido con la Trilogía del Cornetto, en la que, mediante la parodia, se permite presentar situaciones totalmente disparatadas.

Definitivamente, Última noche en el Soho no es una mala película, pero sí la más floja de Edgar Wright, lo cual dice bastante a su favor. Si no fuera suya, probablemente la valoraría de forma más positiva. Podría haber sido un peliculón, pero sus errores de escritura la hunden, y la dejan como una película molona pero intrascendente.

Aprovecho, por último, para fijar mi pequeño top de películas del director, ahora que las he visto todas al menos dos veces:
1. Baby Driver (8). Mi favorita por su excelente montaje, sus espectaculares secuencias de acción y cómo está escrita a partir de la música. Demasiado guay para ser verdad.
2. Scott Pilgrim contra el mundo (8). Puede que su mejor película. Sin duda, la más atrevida y definitoria de su estilo. Y además comedia romántica, qué más se puede pedir.
3. The World’s End (8). Gary King es el personaje más gracioso que haya parido su filmografía.
4. Hot Fuzz (8). Muy divertida e inteligente, y con un tramo final estratosférico.
5. Shaun of the Dead (7). Me gusta, pero por alguna razón no conecto tanto con ella. La pongo la última —penúltima, ahora—, aunque la aclamen como la mega película de culto de Wright.
6. Última noche en el Soho (6)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A partir de la noche de Halloween, la película se convierte en un thriller psicológico muy genérico. Me refiero a toda esa parte en la que Eloise sufre alucinaciones constantes y pierde la noción de la realidad. Supongo que quería trasladar la asfixia que siente la protagonista al espectador, pero es que se hace muy pesada. Pienso que deberían haberla recortado bastante. Desde el supuesto asesinato de Sandy hasta el clímax, todo lo que ocurre es superrepetitivo y tedioso.

Que la casera sea Sandy se ve venir: por el pintalabios, por sus normas en cuanto a los hombres, por la reserva que muestra cuando hablan del estudio y su pasado… Y ni siquiera en un segundo visionado se descubren detalles interesantes que enriquezcan esta revelación. Como mucho, el momento en que le dice a Eloise que en verano huele muy mal y que el olor a ajo se debe al restaurante francés que hay al lado (se entiende que lo provoca ella para disimular el hedor de los cuerpos). Luego, resulta ridículo verla subir las escaleras a cámara lenta con el cuchillo y que Eloise casi ni reaccione cuando tiene delante a una anciana. Como decía antes, si esto fuera una parodia no habría desentonado, pero lo que pretende evocar esta escena es terror.

El red herring de Lindsay está fatal escrito. Con que Eloise hubiera preguntado por su profesión habría bastado, pero no, asume desde el principio que es Jack y que mató a Sandy. No se lo cuenta ni la jefa del pub, ni el otro camarero, ni el propio Lindsay, que por algún motivo se comporta como un tipo siniestro hasta el último instante. Y justo cuando hablan de su pasado, su descripción concuerda tanto con la de un policía de antivicio como con la de un chulo. Anda ya.

Además de este recurso tan forzado encuentro otros fallos de verosimilitud, pero prefiero no indicarlos porque tampoco son demasiado graves. Opino que a veces hay que hacer ciertas concesiones para disfrutar de la ficción.

Finalmente, da la impresión de que Última noche en el Soho no está concebida enteramente por la voluntad genuina de Wright, sino que viene motivada por ciertas agendas sociales. Hablo de la comprensión inmediata que Eloise muestra hacia Sandy, una vez ha descubierto que es una completa psycho killer. Sí que se establece una distinción entre la Sandy joven que «muere» en la habitación —la cantante— y la que mata a todos esos hombres —la asesina—, y Eloise abraza a la primera, a Anya Taylor-Joy, no a la segunda. No obstante, el diálogo con Diana Rigg en la habitación encierra una moralidad cuanto menos inquietante. Además, el discurso compasivo lo da un personaje diseñado para quererlo, no un antihéroe o un villano cuyos motivos debamos entender.

Normalmente, cuando surgen acusaciones ideológicas del público como estas, suelo ver la película en cuestión concienzudamente y las acabo atribuyendo a interpretaciones equivocadas de la obra, o a justicierismos morales de la actualidad que yo no comparto. Sin embargo, estoy de acuerdo con las «reclamaciones» a esta película porque el diálogo es bastante transparente, y pasarlo por alto sería una ingenuidad.
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