You must be a loged user to know your affinity with Peaky Boy
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,0
8.183
7
9 de agosto de 2012
9 de agosto de 2012
41 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio de la película nos sumerge en la más profunda oscuridad, desde el primer minuto seremos, como dicen los ingleses, moscas en la pared, nunca mejor dicho en este caso, ya que serán pocos los detalles que nos perdamos como testigos de la historia en esta ocasión. Una familia disfuncional convive, entre secretos y mentiras, viendo malos programas de televisión. Con la visita de Chris, el hijo del cabeza de familia, la película se vuelve más truculenta, y desde luego más explícita, la forma en la que la madrasta (Gina Gershon) abre la puerta al alterado joven, hará que nos percatemos de que la sordidez es una pieza clave de la cinta.
La inesperada visita tiene un objetivo muy concreto, pedir prestado dinero para llevar a cabo un plan infalible, que salve a Chris de unos matones que lo persiguen por una deuda no pagada. El plan es simple, contratar a un asesino a sueldo para que éste mate a la madre del chico, cobrar el dinero del seguro y repartirlo a partes iguales con las que podrán pagar al asesino, a los matones y a la hermanita del protagonista que de repente ha empezado a formar parte de una trama, que no parece que vaya a ser tan sencilla. Pero Dottie es una chica muy especial, su belleza e ingenuidad la vuelven irresistible, para todo el mundo.
En el momento en el que Killer Joe hace su aparición, nos damos cuenta de que si hay algo más peligroso que contratar a un asesino a sueldo, es contratar a un asesino a sueldo que a la vez es policía. El primer problema surgirá cuando no sean capaces de cumplir las condiciones que el mercenario plantea como necesarias, innegociables y sin excepciones. Pero por suerte, o por desgracia, esa adorable y angelical mirada de Dottie no ha pasado inadvertida para Joe, por lo que les propone un cambio en las condiciones, un aval que se hará responsable en caso de que una vez se haya realizado el trabajo no se consiga pagar el dinero estipulado.
En el sórdido mundo de violencia que nos plantea Friedkin, parece que se vislumbra algo del genial director que nos deslumbró con El Exorcista, también es cierto que se ha visto muy ayudado por un fantástico trabajo de todo el reparto. Y la verdad es que esta comedia negra funciona, incluso para aquellos que tengan suficiente estómago, habrá momentos de risas aseguradas, gracias a la magnífica interpretación de Matthew McConaughey, quien ha conseguido llevar a otro nivel el rol del personaje cómico-depravado. El abrumador sonido acompañará a la oscura fotografía para crear un ambiente asfixiante durante toda la película.
La inesperada visita tiene un objetivo muy concreto, pedir prestado dinero para llevar a cabo un plan infalible, que salve a Chris de unos matones que lo persiguen por una deuda no pagada. El plan es simple, contratar a un asesino a sueldo para que éste mate a la madre del chico, cobrar el dinero del seguro y repartirlo a partes iguales con las que podrán pagar al asesino, a los matones y a la hermanita del protagonista que de repente ha empezado a formar parte de una trama, que no parece que vaya a ser tan sencilla. Pero Dottie es una chica muy especial, su belleza e ingenuidad la vuelven irresistible, para todo el mundo.
En el momento en el que Killer Joe hace su aparición, nos damos cuenta de que si hay algo más peligroso que contratar a un asesino a sueldo, es contratar a un asesino a sueldo que a la vez es policía. El primer problema surgirá cuando no sean capaces de cumplir las condiciones que el mercenario plantea como necesarias, innegociables y sin excepciones. Pero por suerte, o por desgracia, esa adorable y angelical mirada de Dottie no ha pasado inadvertida para Joe, por lo que les propone un cambio en las condiciones, un aval que se hará responsable en caso de que una vez se haya realizado el trabajo no se consiga pagar el dinero estipulado.
En el sórdido mundo de violencia que nos plantea Friedkin, parece que se vislumbra algo del genial director que nos deslumbró con El Exorcista, también es cierto que se ha visto muy ayudado por un fantástico trabajo de todo el reparto. Y la verdad es que esta comedia negra funciona, incluso para aquellos que tengan suficiente estómago, habrá momentos de risas aseguradas, gracias a la magnífica interpretación de Matthew McConaughey, quien ha conseguido llevar a otro nivel el rol del personaje cómico-depravado. El abrumador sonido acompañará a la oscura fotografía para crear un ambiente asfixiante durante toda la película.

6,0
3.484
7
26 de septiembre de 2013
26 de septiembre de 2013
40 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de esta cinta es el recuerdo que una canción Country dejó en la mente de una persona, una frase gramaticalmente incorrecta que sobrevivió en la memoria de este individuo como no consiguieron hacerlo, ni el título, ni la letra, ni el cantante, sólo esa reminiscencia perduró, y con esta película recompuso a su manera aquella melodía.
Una historia muy simple que sirve como pretexto al director para transmitir la gran cantidad de sentimientos que en él afloraron, un magnífico envoltorio que no permite que el contenido le robe protagonismo en ningún momento. Esta oquedad en la trama no es una mera especulación por nuestra parte, sino algo que el propio David Lowery ha confesado. Su prioridad no era la historia, sino la manera de contarla, la intensidad de cada plano, la relación de los protagonistas que, aun estando juntos en la misma escena en contadas ocasiones, cuatro para ser exactos, da la sensación de que nunca han dejado de ser un mismo individuo y, sobre todo, la apariencia, esa delicada composición de formas y colores que alberga la belleza deslumbrante y cegadora de la naturaleza en su estado más salvaje y que, con todo merecimiento, le valió el premio a la mejor fotografiá en el festival de cine de Sundance.
Una fotografía totalmente cruda, que nos recuerda a la empleada por Terrence Malick en El árbol de la vida, 2011 y que se sirve, en gran parte, de la luz natural y de unos encuadres muy cercanos, aguantando cada plano hasta la extenuación para hacernos partícipes de, no sólo la acción, sino aun de la reacción, la carga emocional que queda en cada personaje de esta historia marcada por la tristeza y la soledad. Este asfixiante y magnífico recurso queda plasmado al comienzo de la cinta, en la escena en la que aparecen los dos protagonistas detenidos, agarrados de la mano, sin decir una palabra, apurando hasta el último segundo sin dejar de mirarse a los ojos. El dolor de esa separación se vuelve tan intenso y dramático que sólo esa secuencia inicial ya merece toda admiración, pues el director logra, sin usar ninguno de los viejos trucos de demagogia, una forzada ruptura tan desgarradora, frágil e indefensa como un cuerpo desnudo, una terrible sensación de impotencia que se aprecia sin la necesidad de palabras de angustia, sin gritos desesperados, sin derramar ni una sola lágrima, únicamente manteniendo la mirada de dos personas que son capaces de verse, pero que nunca antes se habían sentido tan lejos.
Tras la intervención policial, la trama deja paso a una relación como la descrita por el poeta malagueño Emilio Prados:
“Te llamé, me llamaste.
Brotamos como ríos.
Entre nuestros dos cuerpos,
¡Qué inolvidable abismo!”
El guion, escrito por el propio Lowery, cuenta las vicisitudes de una pareja de forajidos, Bob y Ruth, Casey Affleck y Rooney Mara, dos amantes que viven fuera de la ley al más puro estilo Bonnie and Clyde. Saltándose todos los manuales del drama romántico, el thriller o cualquier otro género en el que pudiera tratar de catalogarse a esta película, el realizador nos transporta hasta los años 70. No obstante, dada la atemporalidad de cada imagen, podríamos pensar que estamos en los tiempos de la prohibición, donde esa lóbrega taberna situada en medio de ninguna parte, al margen de miradas acusadoras, sirve como refugio para el joven Bob Muldoon, un fugitivo que fue condenado a veinticinco años de cárcel por tratar de encubrir a su pareja embarazada. Con una hija de cuatro años, Bob decide que ha llegado la hora de volver a reunirse con su familia. Esa vuelta a casa estará marcada por las dudas de una mujer cuya vida ha cambiado demasiado en los últimos cuatro años, al igual que sus prioridades parecen haber hecho lo propio, y un policía que vigila el perímetro, aunque su propósito parece mucho más personal que el de arrestar al criminal. En medio de este triángulo surgirán los problemas que, en forma de tres jinetes sin caballo, pondrán el toque de western a una historia narrada entre susurros con acento sureño. El guiño a la ópera prima de Malick, Malas tierras, 1973 que se hace patente al comienzo del filme, no le impide al director mostrar su personal estilo y unas preferencias completamente distintas a la hora de enfocar cada encuadre.
Una sutil y delicada pieza de arte que, sin desfallecer, se recrea en cada detalle, en cada movimiento, encontrando lo poético de la naturaleza y su interacción con el ser humano, aquello que Ken Loach llamó El viento que agita la cebada, 2006, hoy es mostrado como una unión de dos “santos” cuya conexión es más fuerte que la realidad que los separa.
Una historia muy simple que sirve como pretexto al director para transmitir la gran cantidad de sentimientos que en él afloraron, un magnífico envoltorio que no permite que el contenido le robe protagonismo en ningún momento. Esta oquedad en la trama no es una mera especulación por nuestra parte, sino algo que el propio David Lowery ha confesado. Su prioridad no era la historia, sino la manera de contarla, la intensidad de cada plano, la relación de los protagonistas que, aun estando juntos en la misma escena en contadas ocasiones, cuatro para ser exactos, da la sensación de que nunca han dejado de ser un mismo individuo y, sobre todo, la apariencia, esa delicada composición de formas y colores que alberga la belleza deslumbrante y cegadora de la naturaleza en su estado más salvaje y que, con todo merecimiento, le valió el premio a la mejor fotografiá en el festival de cine de Sundance.
Una fotografía totalmente cruda, que nos recuerda a la empleada por Terrence Malick en El árbol de la vida, 2011 y que se sirve, en gran parte, de la luz natural y de unos encuadres muy cercanos, aguantando cada plano hasta la extenuación para hacernos partícipes de, no sólo la acción, sino aun de la reacción, la carga emocional que queda en cada personaje de esta historia marcada por la tristeza y la soledad. Este asfixiante y magnífico recurso queda plasmado al comienzo de la cinta, en la escena en la que aparecen los dos protagonistas detenidos, agarrados de la mano, sin decir una palabra, apurando hasta el último segundo sin dejar de mirarse a los ojos. El dolor de esa separación se vuelve tan intenso y dramático que sólo esa secuencia inicial ya merece toda admiración, pues el director logra, sin usar ninguno de los viejos trucos de demagogia, una forzada ruptura tan desgarradora, frágil e indefensa como un cuerpo desnudo, una terrible sensación de impotencia que se aprecia sin la necesidad de palabras de angustia, sin gritos desesperados, sin derramar ni una sola lágrima, únicamente manteniendo la mirada de dos personas que son capaces de verse, pero que nunca antes se habían sentido tan lejos.
Tras la intervención policial, la trama deja paso a una relación como la descrita por el poeta malagueño Emilio Prados:
“Te llamé, me llamaste.
Brotamos como ríos.
Entre nuestros dos cuerpos,
¡Qué inolvidable abismo!”
El guion, escrito por el propio Lowery, cuenta las vicisitudes de una pareja de forajidos, Bob y Ruth, Casey Affleck y Rooney Mara, dos amantes que viven fuera de la ley al más puro estilo Bonnie and Clyde. Saltándose todos los manuales del drama romántico, el thriller o cualquier otro género en el que pudiera tratar de catalogarse a esta película, el realizador nos transporta hasta los años 70. No obstante, dada la atemporalidad de cada imagen, podríamos pensar que estamos en los tiempos de la prohibición, donde esa lóbrega taberna situada en medio de ninguna parte, al margen de miradas acusadoras, sirve como refugio para el joven Bob Muldoon, un fugitivo que fue condenado a veinticinco años de cárcel por tratar de encubrir a su pareja embarazada. Con una hija de cuatro años, Bob decide que ha llegado la hora de volver a reunirse con su familia. Esa vuelta a casa estará marcada por las dudas de una mujer cuya vida ha cambiado demasiado en los últimos cuatro años, al igual que sus prioridades parecen haber hecho lo propio, y un policía que vigila el perímetro, aunque su propósito parece mucho más personal que el de arrestar al criminal. En medio de este triángulo surgirán los problemas que, en forma de tres jinetes sin caballo, pondrán el toque de western a una historia narrada entre susurros con acento sureño. El guiño a la ópera prima de Malick, Malas tierras, 1973 que se hace patente al comienzo del filme, no le impide al director mostrar su personal estilo y unas preferencias completamente distintas a la hora de enfocar cada encuadre.
Una sutil y delicada pieza de arte que, sin desfallecer, se recrea en cada detalle, en cada movimiento, encontrando lo poético de la naturaleza y su interacción con el ser humano, aquello que Ken Loach llamó El viento que agita la cebada, 2006, hoy es mostrado como una unión de dos “santos” cuya conexión es más fuerte que la realidad que los separa.

6,0
19.355
8
31 de marzo de 2013
31 de marzo de 2013
59 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve Danny Boyle con un nuevo thriller psicológico que se aleja un poco de la línea de sus últimos trabajos, y nos recuerda a esa genial cinta, Tumba Abierta “Shallow Grave, 1994” con la que comenzó su satisfactoria carrera como director de cine. Un nuevo triángulo amoroso, decadente, erótico, intenso, con un James Mc Avoy que, tras hacer de cómplice en el robo de una obra de arte en la subasta donde trabaja, recibe un golpe en la cabeza, olvidando así el paradero de dicha pintura. Vincent Cassel, en el papel de jefe de la banda, tras cerciorarse a conciencia de que efectivamente, el joven no recuerda nada, decide ponerlo en manos de una hipnotista (Rosario Dawson) para que indague en su mente y averigüe la localización de la valiosa pieza.
Gran puesta en escena del realizador, consiguiendo, la nada fácil tarea, de dar un nuevo enfoque al muy recurrente género de robos y atracos. Cuando ya parecía que estaba todo visto en el mundo de las bandas de atracadores, se nos presenta este hipnótico paroxismo cargado de giros inesperados, saltos temporales y sorprendentes interpretaciones cargadas de fuerza y emoción.
Un ejercicio onírico de gran astucia que conseguirá engañar al espectador en varias ocasiones, con ciertos toques de influencia del maestro Lynch, aunque con una línea argumentativa mucho más sencilla de seguir.
La fotografía, a cargo del consagrado Anthony Dod Mantle, el cual ya dejó imágenes para la historia, como sus aportaciones al movimiento Dogma 95 (Celebración, Dogville), o la reciente y espectacular imagen en slow motion conseguida en la no tan genial película, Dredd. Su asociación con Boyle ha resultado todo un acierto, proporcionado a las escenas una estética más transgresora mediante la utilización de planos picados, enfoques y encuadres torcidos, y primeros planos aberrantes que cargan y acentúan la actuación de los actores, en concreto del expresivo Cassel, que con su desquiciada mirada, sigue creciendo cada vez más, no sólo en reconocimiento, sino también en calidad interpretativa.
Un nuevo éxito para un director que ha conseguido reponerse y sobrevivir a la alargadísima sombra de su obra maestra “Trainspotting”, logrando la ardua tarea de que cada vez se le reconozca menos por la misma, y más por sus recientes títulos.
Gran puesta en escena del realizador, consiguiendo, la nada fácil tarea, de dar un nuevo enfoque al muy recurrente género de robos y atracos. Cuando ya parecía que estaba todo visto en el mundo de las bandas de atracadores, se nos presenta este hipnótico paroxismo cargado de giros inesperados, saltos temporales y sorprendentes interpretaciones cargadas de fuerza y emoción.
Un ejercicio onírico de gran astucia que conseguirá engañar al espectador en varias ocasiones, con ciertos toques de influencia del maestro Lynch, aunque con una línea argumentativa mucho más sencilla de seguir.
La fotografía, a cargo del consagrado Anthony Dod Mantle, el cual ya dejó imágenes para la historia, como sus aportaciones al movimiento Dogma 95 (Celebración, Dogville), o la reciente y espectacular imagen en slow motion conseguida en la no tan genial película, Dredd. Su asociación con Boyle ha resultado todo un acierto, proporcionado a las escenas una estética más transgresora mediante la utilización de planos picados, enfoques y encuadres torcidos, y primeros planos aberrantes que cargan y acentúan la actuación de los actores, en concreto del expresivo Cassel, que con su desquiciada mirada, sigue creciendo cada vez más, no sólo en reconocimiento, sino también en calidad interpretativa.
Un nuevo éxito para un director que ha conseguido reponerse y sobrevivir a la alargadísima sombra de su obra maestra “Trainspotting”, logrando la ardua tarea de que cada vez se le reconozca menos por la misma, y más por sus recientes títulos.

5,9
23.796
6
14 de enero de 2013
14 de enero de 2013
51 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Echando la vista atrás, dándome una vuelta por la cartelera de los 90’, con 8 años, miraba fascinado a mis grandes héroes, Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis. Los tres compartiendo pasillo, mostrando sus espectaculares carteles promocionales, llenando las salas de cine de músculos y armas. Sin embargo, una tarde, fascinado entre aquellos súper hombres, fue otra la película que me dejó perplejo contemplando aquel misterioso póster de una silueta recortada en la sombra. Una película protagonizada por dos actores que ni de lejos resultaban tan imponentes. Se trataba de Carlitos’ Way, y uno de sus protagonistas, Sean Penn, hizo que me fijara en él, algo en aquel hombrecillo hizo que me llamara la atención aquella cinta, que por supuesto, por mi corta edad, no pude ver.
Así que al ver anunciada Gangster Squad, no me lo pensé dos veces, entré en el cine, y de pronto, 20 años después, estaba otra vez en 1993, “Una bala en la cabeza”, de Silvester Stallone; “El último desafío”, Schwarzenegger; “La jungla de cristal 5”, de Bruce Willis, todos los enormes carteles compartiendo pasillo de nuevo, y yo con la vista fija en ese pequeño hombre de nariz grande (un poco más fornido ahora), mis antiguos héroes reunidos como si en dos décadas nada hubiera cambiado. ¿Será esa la nueva magia de Hollywood?
La película no cuenta nada nuevo, pero no aburre. Una renovada Mulholland Falls, con la brigada del sombrero luchando contra el crimen organizado. Esta vez Nick Nolte se queda en el banquillo dando órdenes a un Josh Brolin con hambre de justicia, y a su compañero, el apuesto Ryan Gosling, la gran promesa del cine norteamericano.
Los amantes del género gángster, no quedarán defraudados, y los no tan amantes, disfrutarán seguro con el reparto.
Así que al ver anunciada Gangster Squad, no me lo pensé dos veces, entré en el cine, y de pronto, 20 años después, estaba otra vez en 1993, “Una bala en la cabeza”, de Silvester Stallone; “El último desafío”, Schwarzenegger; “La jungla de cristal 5”, de Bruce Willis, todos los enormes carteles compartiendo pasillo de nuevo, y yo con la vista fija en ese pequeño hombre de nariz grande (un poco más fornido ahora), mis antiguos héroes reunidos como si en dos décadas nada hubiera cambiado. ¿Será esa la nueva magia de Hollywood?
La película no cuenta nada nuevo, pero no aburre. Una renovada Mulholland Falls, con la brigada del sombrero luchando contra el crimen organizado. Esta vez Nick Nolte se queda en el banquillo dando órdenes a un Josh Brolin con hambre de justicia, y a su compañero, el apuesto Ryan Gosling, la gran promesa del cine norteamericano.
Los amantes del género gángster, no quedarán defraudados, y los no tan amantes, disfrutarán seguro con el reparto.

5,1
36.573
6
7 de junio de 2013
7 de junio de 2013
46 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciencia-ficción es un género que siempre ha causado controversia. Algunos la aman, otros la catalogan como algo para freaks, pero está claro que esas predicciones especulativas de guionistas y directores siempre han atraído la atención del público, deseoso de conocer el posible futuro que nos espera. Muchos han sido los finales escritos para la gran pantalla, algunos de ellos, ya han quedado completamente desmentidos por la inminencia de un presente que dejó en evidencia el imaginativo pasado, como la gran conocida obra de Kubrick “2001: Una Odisea en el Espacio”. Futuros apocalípticos, post-apocalípticos, inundaciones, choque de planetas, ataques alienígenas, y muchas otras vicisitudes han amenazado el planeta Tierra, más o menos creíbles, pero aceptadas en cualquier caso por llevar el código “Sci-Fi”.
The Purge nos muestra una distopía dentro de una utopía, una mezcla entre Battle Royale (Kinji Fukasaku – 2000) y Funny Games (Michael Haneke – 1997), la parte distópica es la más creíble bajo mi punto de vista; Estados Unidos, las autoridades han creado una noche (12 horas) de permisividad total en cuanto a la infracción de leyes se refiere. Una noche al año, la población está en todo su derecho como ciudadanos americanos de cometer cualquier delito, robos, atracos, palizas, violaciones y asesinatos, todo vale en la noche de las bestias. La parte menos creíble es la que sólo forma parte como dato aclarativo en la contextualización de los hechos, y es que nadie podría creer que dentro de 9 años el índice de paro pudiera estar en un 1%.
La trama creada por DeMonaco se vuelve muy consistente desde el primer minuto de metraje. La idea era original y el planteamiento ha sido adecuado, el reloj marca las 18:55 en la casa de James Sandin, un empresario afortunado que vio claro el negocio de la seguridad para el hogar cuando la ley “sin ley” fue instaurada, en ese momento la familia se prepara para una relajada noche en el confort de su casa acorazada viendo un rato la televisión. Desde ese instante la atmósfera se vuelve espeluznante, el aviso oficial en todos los canales advirtiendo que durante las próximas 12 horas los servicios de emergencia no podrán ser contactados, así como la aparente normalidad con la que es tratado el asunto en el interior de la mansión, resultan asfixiantes hasta el punto de mirar a ambos lados en la oscuridad de la sala de cine.
Las actuaciones son convincentes dentro de lo limitado del registro, el guión es interesante pero no da para más, un tipo de cine no muy apreciado por la crítica que podríamos denominar la nueva serie B, entretiene pero no llega a tener la suficiente profundidad ni estética necesaria para ser tomado en serio. Una apuesta arriesgada, sin pretensiones y de bajo presupuesto que logra su perturbador objetivo de ponernos en la piel del protagonista. ¿Qué harías tú en una situación similar?
The Purge nos muestra una distopía dentro de una utopía, una mezcla entre Battle Royale (Kinji Fukasaku – 2000) y Funny Games (Michael Haneke – 1997), la parte distópica es la más creíble bajo mi punto de vista; Estados Unidos, las autoridades han creado una noche (12 horas) de permisividad total en cuanto a la infracción de leyes se refiere. Una noche al año, la población está en todo su derecho como ciudadanos americanos de cometer cualquier delito, robos, atracos, palizas, violaciones y asesinatos, todo vale en la noche de las bestias. La parte menos creíble es la que sólo forma parte como dato aclarativo en la contextualización de los hechos, y es que nadie podría creer que dentro de 9 años el índice de paro pudiera estar en un 1%.
La trama creada por DeMonaco se vuelve muy consistente desde el primer minuto de metraje. La idea era original y el planteamiento ha sido adecuado, el reloj marca las 18:55 en la casa de James Sandin, un empresario afortunado que vio claro el negocio de la seguridad para el hogar cuando la ley “sin ley” fue instaurada, en ese momento la familia se prepara para una relajada noche en el confort de su casa acorazada viendo un rato la televisión. Desde ese instante la atmósfera se vuelve espeluznante, el aviso oficial en todos los canales advirtiendo que durante las próximas 12 horas los servicios de emergencia no podrán ser contactados, así como la aparente normalidad con la que es tratado el asunto en el interior de la mansión, resultan asfixiantes hasta el punto de mirar a ambos lados en la oscuridad de la sala de cine.
Las actuaciones son convincentes dentro de lo limitado del registro, el guión es interesante pero no da para más, un tipo de cine no muy apreciado por la crítica que podríamos denominar la nueva serie B, entretiene pero no llega a tener la suficiente profundidad ni estética necesaria para ser tomado en serio. Una apuesta arriesgada, sin pretensiones y de bajo presupuesto que logra su perturbador objetivo de ponernos en la piel del protagonista. ¿Qué harías tú en una situación similar?
Más sobre Peaky Boy
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here